TDAH = Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad

martes, 29 de noviembre de 2011

TDAH EN ADULTOS, TODAVÍA UN PROBLEMA INVISIBLE

Hasta hace poco, el TDAH en adultos (Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad) era un gran desconocido. Durante mucho tiempo se pensó que los síntomas esenciales de este cuadro se presentaban únicamente en edad infantil pero en los últimos años sabemos que la realidad es otra. Un gran número de personas que padecieron el trastorno en su infancia, continúan manteniendo los síntomas esenciales hasta la vejez. Según Weiss, "el TDAH puede ser el trastorno psiquiátrico no diagnosticado más común en los adultos”.
En los últimos años se ha incrementado de manera considerable el número de estudios acerca de este tema y hoy sabemos con toda certeza que más del 50% de los niños que tuvieron TDAH en la infancia mantienen en la vida adulta los síntomas esenciales del cuadro.
¿Cómo reconocer el TDAH en la vida adulta?: La falta de atención, la impulsividad y la hiperactividad son los síntomas distintivos de este trastorno, tanto en niños como en adultos. Pero con la edad muchas manifestaciones cambian de forma y con frecuencia todavía se les atribuye un origen equivocado como el estrés, el ritmo de vida intenso... La investigación establece que en la vida adulta, los síntomas principales del TDAH dan la cara principalmente en forma de: importante desorganización, problemas de atención y memoria, mala administración del tiempo, dificultades en la resolución de problemas, impulsividad e hiperactividad.
Y es que los adultos aquejados de este trastorno suelen presentar grandes dificultades para mantener la atención, incluso cuando se esfuerzan por hacerlo. Con frecuencia no recuerdan lo que acaban de leer o escuchar. Les cuesta organizarse y priorizar tareas y suelen ser muy olvidadizos. Pero, a diferencia de los niños, la hiperactividad motriz no suele ser incapacitante. No corren, ni saltan sin parar. Afortunadamente. Generalmente, ésta se manifiesta en forma de inquietud, con movimientos constantes de manos y pies y/o hablando sin parar. 
Otra de las características fundamentales de los TDAH se encuentra en su dificultad para inhibir impulsos y pensamientos. Es por eso que, a pesar de la edad, siguen metiendo la pata con frecuencia y toman decisiones importantes de manera precipitada e impulsiva, sin analizar las consecuencias. Dicen lo que piensan sin sopesar quién está delante y además presentan una escasa tolerancia a la frustración y muchas dificultades para esperar. 
Estas manifestaciones hacen que la vida de un adulto con TDAH sea  a veces muy difícil y más cuando, por si fuera poco, los estudios establecen que un 60-70% de ellos tiene algún riesgo de padecer dificultades sociales, trastornos de ansiedad, frustración e ira, trastornos afectivos, depresión, trastornos del sueño u otros, debidos a la falta de control (conducta antisocial, trastornos compulsivos, abuso de sustancias o accidentes de tráfico). 
Las ‘ventajas’ del TDAH 
Sin embargo, no solo poseen áreas vulnerables. También gozan de cualidades muy positivas que a veces olvidamos y que hay que fomentar por encima de todo porque desde ellas puede cimentarse el éxito de su vida futura. Muchos son inteligentes, creativos, divertidos y realizan actos elogiosos. Algunos son muy queridos o incluso el alma de su grupo. 
Pero de lo que no cabe duda es que la vida con ellos es muy intensa y quererlos supone un gran reto. Más cuando son adultos y no los entendemos, ni gozamos de autoridad para controlarlos, pues nos obligan a estar en permanente alerta.
Por eso poder hablar hoy de la existencia de TDAH en adultos supone un gran avance, un alivio y una luz para muchas personas aquejadas del trastorno y para sus familias, que hasta ahora se enfrentaban a un problema muchas veces invisible. Por suerte, en la actualidad contamos con profesionales ampliamente preparados para un diagnóstico certero y una intervención eficaz. 
¿Cómo ayudarles? Esta afectación tiene una contrastada base biológica y la medicación con estimulantes ha demostrado ser, también en los adultos, una pieza clave en la mejora de la sintomatología esencial del cuadro. 
Sin embargo, todos los estudios coinciden en establecer que el tratamiento más efectivo es aquél que combina la medicación con una intervención psicológica orientada al desarrollo de habilidades conductuales, cognitivas, sociales, y emocionales que ayuden a controlar los síntomas y los posibles trastornos asociados. S. Young y J. Braham, profesoras del KingsCollege de Londres, fueron pioneras en el desarrollo de un modelo de intervención global para el TDAH en adultos cuya eficacia hoy se encuentra ampliamente contrastada. 
No obstante, además de la medicación y la intervención, todos los estudios avalan que la familia constituye una de las piezas clave de la recuperación. Pero en su importante función, necesitan conocimiento y sobre todo mucha ayuda para orientar, contener y estimular a sus seres queridos y, sobre todo, para no desfallecer con ellos. 
Por todo lo señalado debemos ser positivos. El diagnóstico y la intervención del TDAH son cada vez más tempranos. Gracias a ello, y aunque es un trastorno crónico, es posible que en un futuro muchos de los que trabajaron en la infancia lleguen a la vida adulta con los síntomas esenciales muy controlados y grandes posibilidades de una vida plena. Existen muchos casos de niños que lucharon incansablemente con ayuda de padres y profesionales y que hoy afrontan la vida adulta con amplias posibilidades de éxito. Sin embargo, todavía existen muchos adultos de nuestra generación que no fueron diagnosticados en edad infantil y a los que aún no se les ha ocurrido buscar la causa de sus males en esa dirección. 
Aún queda mucho por hacer. El TDAH en adultos todavía está infradiagnosticado y por ello, mal comprendido e incorrectamente tratado. Ante la sospecha es determinante acudir a profesionales que confirmen el diagnóstico y coordinen el tratamiento. Pero queda un gran reto: reconocer los síntomas y, mucho más difícil, sobre todo para los adultos... pedir ayuda.
FUENTE:

jueves, 24 de noviembre de 2011

ESTRATEGIAS PARA LA MEJORA DE LA CONDUCTA Y EL RENDIMIENTO ESCOLAR DEL NIÑO CON TDAH EN EL AULA

ISABEL ORJALES: TDAH, LA FAMILIA Y LA ESCUELA

En España, aproximadamente 300.000 niños están afectados por el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH). En esta entrevista, Isabel Orjales, doctora en pedagogía y profesora de Psicología Evolutiva y de la Educación en la Facultad de Psicología de la UNED, desvela los efectos del TDAH en la familia y la escuela. Para esta especialista, los padres sienten una enorme presión cuando su hijo presenta síntomas de TDAH y para los niños con este trastorno neurológico, los deberes son una verdadera pesadilla en el colegio.
Si un padre sospecha que su hijo tiene TDAH, ¿a dónde debe acudir?
Necesitará que a su hijo le hagan una valoración médica y otra psicoeducativa.
Los padres también deben tomar conciencia de que, aunque el diagnóstico tarde, por dificultades administrativas o porque el trastorno todavía no esté claro, deberán buscar intervención psicoeducativa para mejorar los síntomas y solucionar los problemas concretos que presente el niño en ese momento.
Por lo tanto, yo recomendaría que se informen en una de las muchas Asociaciones de Padres de niños con TDAH de su provincia sobre el procedimiento que han seguido otros padres, pero también que informen al equipo de orientación de su centro educativo y a su pediatra.
En principio, por este orden, porque los primeros le darán información sobre a dónde acudir y, además, el colegio le dará la información que el médico va a necesitar cuando realice un historial del niño.
¿Cómo debe ser la actitud de los padres ante un niño con TDAH?
Los padres deben tener conciencia de que tendrán que educar a un niño desconcertante porque será inteligente y cariñoso, pero también más inmaduro en todo lo que se refiera a las funciones asociadas al lóbulo frontal.
Un niño hasta 3 años podrá parecer menor en su capacidad para controlarse físicamente (más hiperactivo o impulsivo) y para controlarse emocionalmente (exteriorizará más sus emociones, las positivas y negativas). Pero, el niño con TDAH también se cansará antes en tareas que requieran atención sostenida, le costará mucho automatizar las rutinas diarias, perderá cosas, tendrá más olvidos, etc.
Los padres deberán pues, ser pacientes, ajustar sus demandas a la capacidad real de niño (para ello necesitarán apoyo de un profesional), plantearse objetivos concretos y tener una actitud vital y positiva ayudándoles a destacar sus logros. Pero, también deberán formarse en educación (con estos niños no vale ser un padre de tipo medio), aprender a reorganizar su vida para que todo sea más llevadero, buscar apoyos familiares y sociales, aprender a no caer en el sentimiento de culpa y controlar su propio estrés.
¿Por qué algunos padres también reciben apoyo psicológico?
Los padres de niños con TDAH tienen niños mucho más difíciles de educar, que exigen una dedicación intensa durante más años y una formación mayor en psicología y educación.
Los padres viven realmente mayor estrés, especialmente las madres que, en un tanto por ciento muy elevado, sufren depresión o ansiedad.
Además, al ser un trastorno con un gran componente genético, algunos padres pueden tener también un perfil de TDAH que, aunque sea moderado y hayan conseguido una adaptación normal a la sociedad, hace que sea más difícil para ellos enfrentarse a la educación de sus hijos.
¿Cómo debe ser la rutina de un niño que tiene TDAH? ¿Y la de los padres?
El niño con TDAH se beneficia de tener una rutina clara y constante. A veces suelen necesitar ajustarse a las rutinas propias de niños más pequeños. Y a los padres les favorece crear estas rutinas porque les ayuda a ellos mismos a estar más centrados. Además,  el niño se siente más tranquilo, se comporta mejor, cuestiona menos lo que debe hacer y la vida familiar se hace menos estresante.
¿Cuáles son las señales de alerta para que un niño reciba orientación educativa en el centro escolar?
Yo destacaría dos situaciones. Por una parte, cuando el niño o niña manifiesta un comportamiento o un rendimiento académico problemático que no responda fácilmente a las medidas educativas habituales. Por otra, cuando un niño/a tenga un comportamiento adaptado y un rendimiento suficiente, pero inferior a su capacidad, a costa de una dedicación de horas y un apoyo desmedido en casa con gran desgaste emocional.
¿De qué forma influyen las exigencias de la escuela (deberes, actividades extraescolares, aprendizaje de idiomas…) en el desarrollo del TDAH?
Los deberes condicionan muchísimo y de forma muy grave. En España se da por hecho que los niños deben tener una jornada de trabajo superior a la jornada laboral de un adulto. Debe hacer deberes después de las 8 horas de estancia en el colegio, debe trabajar los puentes, fines de semana, Navidades y, la mayoría, hasta en vacaciones de verano. Y los deberes son iguales para todos los niños, independiente de lo que sepan, de lo que hayan trabajado en clase, de sus notas y de su capacidad intelectual.
Una hora de deberes para un niño sin TDAH se convierte en 3 horas para un niño con TDAH porque está agotado, desmotivado y no tiene un profesional al lado (sino a su madre, normalmente). Si a las tareas habituales hay que añadir, los trabajos no terminados en clase y las tareas que necesita reforzar (normalmente, lectura, caligrafía o matemáticas…), los deberes se convierten en una pesadilla para el niño y su familia. Son un motivo de sanciones constantes: porque olvidó apuntarlos o traer el libro, porque no quiso hacerlos, los realizó mal o bien pero con mala presentación.
El aumento de la exigencia en los idiomas favorece el fracaso escolar y todavía complica más la situación en casa. Todo ello debido a un sistema que da por hecho que gran parte del trabajo debe realizarse en casa sin padres profesionales de la educación y que desconocen esos idiomas. Las actividades extraescolares deberían ser un respiro para el niño, la posibilidad de desarrollar habilidades para los que realmente valen y que les hacen sentir, por una vez a la semana, válidos y relajados. Pero la mayoría no tienen tiempo para realizarlas porque deben sobrevivir al sistema escolar.
¿Cuáles son las principales dificultades del aprendizaje de un niño con TDAH?
Hay que distinguir entre las dificultades de aprendizaje derivadas de los síntomas de TDAH, como podría ser la pérdida de información en las explicaciones en clase, no terminar tareas o exámenes por falta de tiempo, impulsividad en la realización de los problemas de matemáticas, errores por no atender a detalles en las tareas, mal rendimiento en los exámenes por no saber expresar de forma completa y ordenada lo que oralmente se saben a la perfección, etc.
Pero más de la mitad de los niños con TDAH tienen dificultades de aprendizaje tan intensas que justifican un diagnóstico específico de Trastorno del Aprendizaje (lo que antes se llamaba dislexia, discalculia, disortografía…). Todo niño de 8 años que se evalúe de TDAH debería ser evaluado para descartar trastornos específicos del aprendizaje, porque muchas veces quedan sin diagnóstico.
Un niño con TDAH, ¿puede ser buen estudiante o se comprometen el resto de aprendizajes?
En nuestro sistema escolar, con una larga jornada escolar a la que se añaden cantidades irracionales de deberes y en el que no se individualiza el aprendizaje, las dificultades para que un niño con TDAH sobreviva, ya no digo con buen rendimiento, sino con un rendimiento suficiente a Educación Secundaria y Bachillerato son inmensas.
En Primaria, muchos niños pueden aprobar e incluso sacar buenas notas (especialmente hasta 4º de primaria), pero a costa de un gran apoyo de los padres y una gran dedicación extraescolar. Existen niños con TDAH cuyas buenas capacidades pasan desapercibidas, y muchos niños con sobredotación que no son diagnosticados por TDAH porque se les considera vagos y que se aburren en clase.
¿Cuál debe ser la actitud de los profesores frente a un niño con TDAH?
Los profesores deben tener una actitud de aceptación, es decir de conocimiento de que existe un trastorno que condiciona que ese niño tenga un comportamiento determinado, pero también de interés por formarse y colaborar con los especialistas y los padres, sin olvidar la actitud de profesionalidad, para saber qué técnicas emplear para ayudarle, y de compromiso, para sacar al chico o la chica adelante.
¿Cree que las escuelas están preparadas para atender las necesidades de los niños con TDAH? ¿Existe un protocolo de actuación común para estos casos o éste depende de las directrices de cada centro educativo?
Las escuelas no están preparadas por desconocimiento del trastorno (saben qué es en general pero todavía persisten muchos mitos sobre el TDAH). Además, el sistema no acompaña porque en muchas comunidades no hay un protocolo claro de actuación y cuando lo hay, el centro lo desconoce. De hecho, muchas veces son las asociaciones de padres las que tienen que informar a los centros sobre lo que hacer. También porque, al final, el niño está en su aula dependiendo de su profesor (son de los pocos profesionales que trabajan sin otro adulto presente) y muchas cosas dependen al final de su buena formación, su buena actitud y su deseo de ayudar.
Los padres con niños con Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad son culpabilizados de los desajuste de sus hijos por la propia familia, el colegio y la sociedad.
Los deberes son una verdadera pesadilla para los niños con TDAH. También, son la fuente de mayor estrés y motivo de muchos síntomas de ansiedad en padres e hijos.
En España, los colegios todavía no están preparados para atender las necesidades educativas de los niños con Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad.
FUENTE:

miércoles, 16 de noviembre de 2011

TDAH: UN TRASTORNO CON TRATAMIENTO

Niñas que en las aulas y en casa trabajan como hormiguitas sin que les luzcan los resultados escolares, muy olvidadizas y cuyo problema pasa desapercibido hasta la educación secundaria. O niños muy movidos y con conductas que alteran la clase, por lo que su trastorno se suele descubrir en la educación primaria. El trastorno de déficit de atención e hiperactividad (TDAH) es tan frecuente que se estima que en cada aula haya al menos un niño afectado. Para diagnosticarlo, tratarlo y evitar el fracaso escolar es fundamental que padres, madres y profesores estén atentos a sus síntomas.
“Dime cómo te portas y te diré qué TDAH tienes”
Todos no siguen un mismo patrón. Algunos afectados por TDAH se distraen con el vuelo de una mosca, se olvidan de los deberes para el día siguiente y de dar los recados del colegio a sus padres. Son los “reyes del despiste”. Otros, sin embargo, se muestran extremadamente inquietos e incontrolables en los cambios de clase, en una fila, en el comedor y chillan o lanzan comentarios inapropiados. Podría decirse que son los alborotadores del curso. Este es, a grandes rasgos, el comportamiento de los alumnos con un trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) en la escuela, cuyo problema se puede sospechar por su bajo rendimiento académico. Si no se trata a tiempo, puede concluir en un estrepitoso fracaso escolar.
En la actualidad, el TDAH es el trastorno del aprendizaje más frecuente, tras la dislexia. Afecta entre un 5% y un 10% de la población escolar. Se estima que cada profesor tiene en el aula al menos a un afectado, según datos de distintos estudios epidemiológicos. Por ello, tanto los padres como los educadores deben vigilar la posible inatención de sus hijos, su conducta y su bajo rendimiento académico. De hecho, la escuela puede ser un ámbito idóneo para detectarlo.
Para lograrlo, es clave conocer las manifestaciones de los distintos tipos de TDAH. Los principales son tres:
  • La hiperactividad o incapacidad de los niños afectos para estar quietos y callados en clase.
  • La impulsividad o incapacidad para controlar los impulsos, aguardar un turno y no interrumpir una conversación.
  • El déficit de atención o incapacidad para concentrarse, organizarse y acabar las tareas que requieren un esfuerzo mantenido.
Diferentes tipos de TDAH
No todos los afectados por este trastorno tienen los mismos síntomas. En función del que predomine, padecerá un tipo u otro de TDAH. La comunidad científica los ha clasificado así:
Predominantemente hiperactivo/impulsivo
El síntoma dominante es el movimiento excesivo. Se dice de ellos que “no paran quietos” o que “hablan por los codos”. Es más visible en educación primaria, aunque no se tiene plena seguridad antes de los seis años, puesto que en la primera infancia todos los pequeños tienen rabietas, se muestran inflexibles o incapaces de controlar su conducta en numerosas ocasiones. En el TDAH estas pautas de comportamiento propias de los más pequeños persisten en el tiempo y delatan que algo falla.
Predominantemente inatento
La manifestación sobresaliente es la falta de atención, que se traduce en incapacidad para concentrarse, organizarse y la tendencia a olvidarse los deberes, los exámenes, las notas o cualquier otro encargo para los padres. A diferencia del anterior tipo de TDAH, no tienen conductas tan disruptivas en clase, sino que son como hormiguitas que se esfuerzan en estudiar, pero sin obtener resultados. Cuando se les habla, parece que están en otra parte y en la clase parece que escuchan, pero no se enteran de nada. Se dice de ellos que “sueñan despiertos” o “están en las nubes”. Por sus características, este trastorno suele pasar más desapercibido. Los afectados –en su mayoría niñas- pasan de curso y su inatención, incapacidad para organizarse y tendencia al olvido se hace evidente a medida que aumentan las exigencias académicas, por lo que el diagnóstico del trastorno por déficit de atención se suele hacer en la educación secundaria.
Combinado
Es la combinación de los dos anteriores (hiperactivo/impulsivo e inatento) y el más frecuente de todos, encontrar un TDAH del tipo hiperactivo/impulsivo o del tipo inatento puro es más difícil. Es más, el TDAH también puede acompañarse de otros síntomas, como los tics, y se asocia a diferentes trastornos del aprendizaje (sobre todo la dislexia) o trastornos psiquiátricos (la depresión infantil).
Un trastorno escrito en los genes
El TDAH es hereditario en el 80% de los casos y solo en el porcentaje restante se debe a otras causas adquiridas, como el consumo de tóxicos en el embarazo. Los afectados heredan de sus padres unos genes defectuosos que alteran la producción de unos neurotransmisores o sustancias que hay en el cerebro (la noradrenalina y la dopamina). Esta alteración y la inmadurez de ciertas estructuras cerebrales (el lóbulo frontal) explican la variedad de síntomas de este trastorno y también que los afectados tengan menos desarrolladas las funciones ejecutivas. Estas son las que se relacionan con la capacidad de autocontrol, la resolución de problemas (lo que se traduce en una baja comprensión lectora, dificultad para las matemáticas o estructurar un texto oral o escrito), la capacidad de organización, planificación, fijar objetivos y tomar decisiones.
Comprender que el TDAH tiene una base neurobiológica es fundamental para que los progenitores acepten que su hijo con déficit de atención no puede atender mejor por esta causa y no porque se “les tome el pelo”. Pero, por desgracia, con suma facilidad se les adjudican injustas etiquetas como las de olvidadizos, despistados, vagos, etc. Sin embargo, ellos no han elegido ser así y, por lo tanto, no deben considerarse problemáticos, sino niños con un problema que se debe afrontar y resolver. De hecho, una vez que entienden el alcance de este diagnóstico, muchos padres no solo se sienten culpables por haberles transmitido esos genes defectuosos, sino que, por desgracia, descubren que ellos mismos también sufren un TDAH que no se les diagnosticó ni se les trató en la infancia. Implicar a estos padres con TDAH en el tratamiento de sus hijos es una misión doblemente ardua, pero no imposible, que requerirá tratarlos también a ellos.
Tratamiento a tres bandas
El tratamiento del TDAH es fundamental para disminuir los síntomas de este trastorno, evitar complicaciones y mejorar el rendimiento académico del públicos con este trastorno que han resultado números uno en su profesión, como el baloncestista Michael Jordan, el nadador Michael Phelps o el psiquiatra Luis Rojas Marcos. El tratamiento, que en ocasiones se debe seguir de por vida, puede ser la clave para que estas personas lleven una vida normal.
Para ello, se debe abordar el problema a tres bandas: tratando al afectado e implicar a padres y profesores. El tratamiento se compone de dos partes: una psicoeducativa y, cuando no resulta efectiva, una farmacológica (fundamentalmente metilfenidato, aunque también se administran otros fármacos como la atomoxetina). Lo mejor es decirles que tienen un problema, con un lenguaje comprensible para su edad, y que para resolverlo necesitan tomar una pastilla, de la misma forma que otros necesitan llevar gafas para ver.
No obstante, los padres pueden mostrarse reticentes a la idea de administrar medicación a sus hijos, pero hay suficiente evidencia científica a favor de esta medida. El 85% de los niños con un TDAH responde bien al tratamiento y consiguen un buen control de sus síntomas, mientras que una persona con TDAH, sin tratar, siente como si llevara un motor interno siempre encendido, funciona de manera desorganizada y se siente agotada. Los casos de TDAH, sin tratar y en un entorno marginal, son como una bomba de relojería. En la edad adulta tienen más probabilidades de tener problemas en el trabajo, la vida afectiva y social.
Hay que tener en cuenta que la mayor parte de los casos de TDAH no desaparecen con la edad. Diferentes estudios epidemiológicos señalan que el 75% de los pequeños con el trastorno lo sufren en la adolescencia y el 50% en la etapa adulta. Por ello, sentar unas bases terapéuticas y de conducta adecuadas desde la infancia puede ser crucial para ayudar a labrar un futuro lo más normal posible para estos afectados.
CÓMO AYUDAR AL NIÑO CON TDAH
En casa
  • Crear unas normas familiares explícitas y claras.
  • Colocar por escrito, en un lugar visible, como un corcho, qué se espera de él en cuanto a horarios, tareas del colegio y en el hogar.
  • Ayudarle a organizar su tiempo y las tareas.
  • Intentar crear un hábito de estudio.
  • Mantener un orden en el entorno del niño y en la rutina de trabajo.
  • Explicarle de forma breve y clara las consecuencias de desobedecer una norma y dejarle escoger.
  • Verbalizar a menudo todo lo positivo que realiza el niño para reforzar las conductas deseadas y su autoestima.
  • Mirarlo directamente cuando se le comunique cualquier norma y mantener el contacto físico (con una caricia o un beso) cuando se reconozca su buen comportamiento.
  • Favorecer su autonomía.
En el aula
  • Conviene sentarlos en primera fila, cerca del profesor para que pueda mirarles y dirigirse a ellos cuando dé explicaciones e informe de las normas. Se recomienda también situarles cerca de alumnos tranquilos y lejos de ventanas, puertas y otros elementos que puedan distraerlos.
  • En cuanto a la organización, hay que enseñarles a hacer listas con las tareas por orden de prioridad y a ser conscientes del tiempo. Además, es importante fijar pautas para toda la clase y específicas para el afectado.
  • Si el objetivo es captar y mantener su atención, se le debe avisar, formular preguntas durante el discurso, impartir clases entretenidas, variar el ritmo de las exposiciones, el tono y volumen de la voz, y darle consignas muy claras y concisas.
  • Para mejorar su autoestima, se deben reconocer los éxitos del alumno en público y reprenderle siempre de forma sosegada en privado, darle responsabilidades que le permitan moverse un poco en el aula, vigilar y evitar los comportamientos negativos de otros niños hacia ellos.
  • Con el fin de mejorar su rendimiento escolar, hay que evitar los exámenes largos y con preguntas abiertas donde tengan que organizar sus respuestas de forma ordenada. En vez de ello, fraccionarles el trabajo y sentarlos en un lugar tranquilo y sin distracciones para que puedan realizar el control.
OTROS CONSEJOS PARA AYUDAR A LOS NIÑOS CON TDAH:
  • No pretender tener un hijo modélico, sino ayudarlo a vencer límites y conseguir objetivos.
  • Acudir a un neurólogo o psiquiatra infantil en caso de sospecha de un trastorno de aprendizaje.
  • Informar al hijo afectado de que padece el trastorno en lugar de ocultárselo, lo que le generaría ansiedad.
  • Evitar la confrontación y la lucha con el afectado.
  • En situaciones límite, no gritar ni perder el control, para no reforzar su conducta negativa, sino retirarle la atención, enviarlo a un sitio aburrido y esperar a que se calme.
Fuente: Anna Sans Fitó, neuróloga del Hospital San Juan de Dios, de Barcelona, coordinadora de la Unidad de Trastornos del Aprendizaje Escolar y autora del libro “¿Por qué me cuesta tanto aprender? Trastornos del Aprendizaje, de Hospital Sant Joan de Déu y edebé.
FUENTE:

LOS CAMBIOS CEREBRALES DEL TDAH PERSISTEN EN LA EDAD ADULTA

JUEVES, 10 de noviembre (HealthDay News) –
Los adultos que han sido diagnosticados con trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH) en la niñez, tienen menos materia gris en ciertas áreas del cerebro en la edad adulta que las personas que no sufrieron del trastorno en la juventud, afirman los investigadores.
"La mayoría de individuos con TDAH mejoran en la adultez pero, es algo decepcionante ver que, incluso con la mejora, sigue habiendo desafíos para los que tienen TDAH", señaló el autor del estudio, el Dr. F. Xavier Castellanos, profesor de psiquiatría infantil y adolescente del Centro Médico Langone de la Universidad de Nueva York.
Castellanos y su equipo también hallaron una tendencia a cambios cerebrales incluso más significativos entre las personas que seguían teniendo síntomas de TDAH en la edad adulta.
Los resultados del estudio aparecen en la edición de noviembre de la revista Archives of General Psychiatry.
El TDAH es un trastorno infantil común, según el Instituto Nacional de Salud Mental de EE. UU. Los síntomas incluyen una incapacidad de prestar atención o concentrarse, distraerse fácilmente, aburrirse rápidamente, soñar despierto con frecuencia y conducta hiperactiva.
Las investigaciones anteriores han hallado un volumen cerebral reducido en los niños con TDAH y esas reducciones son particularmente pronunciadas en áreas del cerebro que ayudan a regular la atención y la emoción, según la información del estudio.
El estudio actual incluyó a chicos que habían participado en un estudio continuo que se inició en los 70. En ese momento, el estudio consistía de 207 chicos de 6 a 12 años de edad y 178 chicos de la misma edad que no tenían TDAH como grupo de control.
La investigación de Castellanos incluyó a 59 de los voluntarios del estudio que habían tenido TDAH en la niñez y 80 que no. Su edad promedio era de 41 años. De los 59 que tenían TDAH, 17 seguían teniendo síntomas en la edad adulta, según el estudio.
Los voluntarios del estudio se sometieron a imágenes por resonancia magnética (IRM) en 2002 y fueron entrevistados sobre sus síntomas y el uso de medicamentos.
Los investigadores hallaron que la capa externa del cerebro (la corteza) era significativamente más delgada en las personas que habían tenido TDAH en la niñez, en comparación con las que no. Esos cambios se observaron en las personas que seguían teniendo síntomas de TDAH y las que no. Sin embargo, Castellanos dijo que hubo una tendencia constante a tener una corteza aún más fina  entre los que seguían presentando síntomas
Las áreas más afectadas por la reducción tienen que ver con el "control de arriba para abajo de la atención y la regulación de la atención", comentó Castellanos. Por ejemplo, explicó, la cantidad de atención que se da a una tarea depende de lo que sucede alrededor, cuánto ruido hay, si otra cosa se mueve en la habitación, entre otros factores. Si uno escucha un ruido, se distrae al menos momentáneamente a menos que pueda explicarlo racionalmente, por ejemplo si hay una construcción cerca. Si el ruido se puede explicar racionalmente, uno puede volver a trabajar sin más distracción. Pero ese proceso no funciona tan bien en las personas con TDAH.
"Para mí, estos tipos de estudios son emocionantes porque llegan a la neurobiología real del TDAH", aseguró la Dra. Sara Hamel, pediatra de la conducta y del desarrollo del Hospital Pediátrico de Pittsburgh. Hamel señaló que algunas personas siguen considerando el TDAH como una debilidad de la personalidad o como una consecuencia de la mala educación, pero este estudio y otros parecidos muestran que "el TDAH es un fenómeno fisiológico y un déficit neurológico real".
Ambos expertos señalaron que es importante que la gente se dé cuenta de que el TDAH realmente puede ser una afección de toda la vida y, que si los síntomas persisten en la adultez, no se debe ignorarlos.
"No es culpa de la persona. Es algo distinto en la forma en que está programada, y probablemente es heredado", explicó Hamel. Para las personas con TDAH se recomienda tanto tratamiento farmacológico como terapia conductual.
Castellanos señaló que casi todas las personas del estudio habían tomado fármacos estimulantes para el TDAH y, aún así, los cambios en el volumen cerebral persistieron en la adultez. Esto significa que aunque los medicamentos pueden ayudar a controlar los síntomas del TDAH, probablemente no tengan ningún impacto sobre la causa subyacente de la enfermedad.
FUENTE:

lunes, 14 de noviembre de 2011

TÉCNICAS DE MODIFICACIÓN DE CONDUCTA (III)

TÉCNICAS DE DISCIPLINA POSITIVA: Los premios
Los premios son muy útiles cuando tu hijo está intentando desarrollar una nueva habilidad o cuando quieres promover un cambio de comportamiento positivo:
  • Recompensa a tus hijos por comportamientos positivos concretos y específicos. “Portarse bien” no es un comportamiento concreto, ya que puede interpretarse de muchísimas maneras. En cambio, “lavarse los dientes” es algo concreto.
  • Los comportamientos positivos deben premiarse inmediatamente después de que realicen el comportamiento positivo deseado. Hacerlo antes no es una recompensa, sino un soborno y no es tan efectivo como las recompensas que se dan inmediatamente después del comportamiento deseado.
  • De igual manera, la pérdida de privilegios tiene que ser inmediata. Asegúrate de explicarle al niño por qué perdió el privilegio y qué tiene que hacer para recuperarlo. Nunca debemos quitarle a nuestros hijos algo que es una necesidad y no un privilegio, como por ej., la comida.
  • Las recompensas no tienen que tener un valor monetario. Es más eficaz premiar con recompensas sociales, donde el premio sea, por ej., jugar contigo más tiempo. Si damos una recompensa no social tiene que tener un coste bajo (por ej., pegatinas, algunas golosinas, etc.). Las recompensas grandes y caras, como una video-consolar, son difíciles de conseguir, no se pueden dar de inmediato y harán que nuestro plan fracase.
  • Para alentar a los niños a mejorar su comportamiento o desarrollar una nueva habilidad hemos de premiar los pasos pequeños y no sólo el resultado final. Alentarles y premiar sus pequeños logros mantendrá a tus hijos motivados y les ayudará a querer seguir adelante con sus objetivos y a repetir las conductas premiadas.
  • Asegúrate de que las expectativas y comportamientos que fijas para recompensar son realistas y apropiados a la edad y nivel de desarrollo de tus hijos ya que, en caso contrario, les frustrará y les hará desistir. Por ej., esperar que una niña de dos años arregle su cuarto, guardando todos sus juguetes no es realista, pero esperar que te ayude a guardar uno o dos juguetes es algo en lo que puedes empezar a trabajar.
  • No uses recompensas para todo. Es mucho más recomendable usar elogios, aprobación, cariños y límites puestos con firmeza y amor que recompensas o premios únicamente. Las recompensas deben reservarse para alentar a los niños a realizar tareas que son difíciles para ellos o para alentarles a conseguir pequeños pasos hacia un objetivo.
  • Explícales a tus hijos siempre por qué les premias (por ej., "como has guardado todos tus juguetes, ahora puedes escoger uno para jugar conmigo un ratito").
  • No todos los premios funcionan para todos los niños. Por ej., a algunos, les encantan las pegatinas y a otros no les motiva. Habla con tu hijo y busca pequeñas recompensas (sociales y no) que le agraden.

LAS RECOMPENSAS SOCIALES: Los elogios
Una de las técnicas más efectivas para prevenir malos comportamientos es elogiar sinceramente los comportamientos positivos que hacen nuestros hijos.
Puntos a tener en cuenta:
  • Prestar más atención a los comportamientos positivos que a los negativos: nos fijamos frecuentemente cuando los niños se comportan de manera negativa, pero nos olvidamos de prestarles atención y elogiarles por sus comportamientos positivos. Si los niños reciben más atención por sus conductas negativas, tendrán más tendencia a comportarse así. A los niños les encanta recibir atención de sus padres y, si reciben atención por portarse mal, aunque sea para regañarles, continuarán reclamando atención de esta manera. Si ven que les dedicamos tiempo y reconocemos cuando se comportan de forma positiva, verán que pueden tener nuestra atención cuando sus conductas sean adecuadas. Por tanto, debemos ignorar los comportamientos negativos, a no ser que implique peligro para el niño o para otros.
  • Elogios sinceros y concretos: los elogios son positivos, siempre y cuando sean genuinos, transmitiendo a nuestro hijo que realmente apreciamos los esfuerzos que realiza. Igualmente, asegúrate de decirle claramente por qué le elogias. El propósito de elogiar es aumentar conductas deseables, de modo que es necesario hacer hincapié en qué conducta concreta se persigue. Cuanto más concreto sea el elogio, mejor comprenderá el niño qué es lo que hace bien y será más probable que lo repita. Si sólo se le dice, “hoy has sido bueno”, el niño no sabe a qué conducta se refieren los padres. Si, en cambio de le dice “me has ayudado mucho poniendo la mesa”. así aprenden exactamente los comportamientos que consideramos positivos. De esta manera, los elogios se transforman en guías de aprendizaje.
  • Prevenir el mal comportamiento: tener una rutina consistente, unas reglas claras de comportamiento en el hogar, tener en mente una serie de actividades interesantes para los momentos que generan conflicto (por ej., un viaje), son técnicas que te ayudarán a reducir la aparición de comportamientos negativos. Es aconsejable poner las reglas y los horarios en un papel situado en un lugar visible de la casa.
  • La importancia de sentirse capaz: para sentirse bien consigo mismo y desarrollar una autoestima saludable, los niños tienen que tener experiencias en las que puedan tener éxito. Esto no se consigue sólo a través de elogios, sino también, a través de experiencias en las que se enfrenten a problemas o desafíos que sean capaces de resolver.
  • Más que elogios: sentirse respaldados, escuchados y queridos también va a ayudarles a desarrollar una autoestima saludable. Si la gente de mi entorno me quiere y me lo demuestra es porque tengo cualidades positivas y, si por el contrario, me rechazan, no voy a sentirme bien conmigo mismo. Demostrar apoyo y cariño no se hace solamente a través de elogios, sino con afecto, respeto y con una escucha atenta.
  • Evitar presionar: debemos ir con cuidado para no transformar nuestros elogios en elementos de presión o estrés. Por ej., “me gusta cuando haces los problemas de matemáticas sin errores” o “qué bien que siempre tengas las notas más altas de tu clase”. Aunque queramos fomentar estos comportamientos, tenemos que comprender que hacerlo todo a la perfección conlleva un nivel de estrés importante. No podemos olvidarnos de elogiar cada pequeño paso dado hacia la conducta deseada
  • Los límites ayudan a desarrollar un autoconcepto saludable: los límites les demuestran qué es lo que pueden y no pueden hacer, les ayuda a sentirse seguros, les enseña a interactuar con su entorno y les transmiten el mensaje de que los adultos nos preocupamos por ellos.
LOS LÍMITES
Establecer límites forma parte de la enseñanza que debemos darles a nuestros hijos. No debemos pensar en los límites como una manera de regañarles, sino como una forma de prevenir el mal comportamiento y de guiar a nuestros hijos acerca de lo que es y lo que no es apropiado y aceptable.
Consejos básicos para establecer límites eficaces:
  • Establecer límites adecuados a la edad y nivel de desarrollo de nuestro hijo.
  • Usar frases simples y claras para establecer los límites. No debemos darles más de una orden por frase. Las órdenes múltiples confunden a los niños.
  • Definir las normas de manera positiva: en vez de decirles lo que no pueden hacer, debemos darles reglas que les digan lo que sí pueden hacer: por ej., en vez de decirle “no botes la pelota en casa”, podemos decirle “puedes jugar en casa rodando la pelota por el suelo”. Es más fácil para los niños seguir una orden de lo que sí pueden hacer.
  • Actuar con autoridad y seguridad: no hace falta gritar ni perder el control, pues esto te hará perder efectividad. Debemos dar una imagen de confianza, de que este límite es importante y que tú eres quien está al mando.
  • Ser consistentes: esta es una de las partes más importantes a la hora de establecer límites. Si tus hijos perciben que el límite se establece a veces, no van a cumplirlo, porque no lo verán como una regla, sino como una opción. La consistencia es esencial para que tus límites sean efectivos.
  • Aplicar consecuencias: advierte a tus hijos de las consecuencias si no cumplen con las normas establecidas. Sin consecuencias, las normas pierden su validez.
  • Establecer las normas en consenso: es aconsejable que las normas puedan establecerse entre todos. Si podemos darles opciones para poder escoger, los niños sienten que tienen algo de control en las decisiones que se toman en su entorno y es más probable que cumplan con las normas.
  • Respetar sus sentimientos: respeta sus sentimientos y hazle saber que le comprendes. Las reglas pueden generar mucha frustración en los niños. A nadie le gusta que le digan que no puede hacer algo. Debemos tener paciencia y ser firmes, pero con cariño y comprensión.
FUENTE:

jueves, 10 de noviembre de 2011

TÉCNICAS DE MODIFICACIÓN DE CONDUCTA (II)

LA TÉCNICA DEL TIEMPO FUERA
Ante episodios de lloros, rabietas o travesuras más subidas de tono (por ejemplo, cuando se produce el descontrol), puede utilizarse la técnica de "tiempo fuera", en el que el niño se le retira físicamente del espacio actual para trasladarlo a su habitación u otro lugar, por un breve espacio de tiempo. También pueden ser los padres los que se retiran del lugar donde esté el niño.
Orientaciones
1- El sitio al que lo retiremos temporalmente debe ser un sitio en el que no tenga al alcance juegos u otras compañías para entretenerse. No se trata de buscarle un sitio hostil sino un sitio que sea aburrido con escasas posibilidades de que pueda hacer algo para pasar el tiempo.
2- Debemos trasladarlo inmediatamente después de aparecer la conducta o en el momento que ha llegado a un punto insostenible (por ejemplo, discusión entre hermanos que llega a un punto de descontrol).
3- No discuta con el niño, no entre en recriminaciones ni calificativos despectivos como: "Eres muy malo y te voy a castigar" o "Me tienes harta, no tienes remedio... " Debe explicarle, con un tono calmado pero seguro e imperativo, el motivo de su retirada. Para ello, dígaselo concretando su queja "Como has pegado a tu hermano no vas a poder jugar con él". Haga caso omiso de sus protestas o promesas. Recuerde que debe mostrarse enfadada pero no fuera de control. La idea es lanzarle un mensaje muy claro de que ha hecho algo mal y que estamos disgustados con él.
4- No permita que salga antes de tiempo del lugar de aislamiento. Si lo hace adviértale de consecuencias más negativas como que deberá estar más rato en esta situación.
5- El tiempo de aislamiento, normalmente, se calcula en base a un minuto por año del niño con un máximo de 20 minutos. Sin embargo, esto debe ser valorado por los padres. No se aconsejan tiempos más largos, ya que pueden producir la conducta contraria a la que queremos eliminar.
6- Si cuando lo vamos a buscar vuelve a producirse la conducta inadecuada, hay que advertirle que si quiere salir deberá estar al menos 15 segundos sin efectuarlas. Manténgase firme en la decisión. Si pasa la prueba es muy posible que los episodios remitan; si cede, con toda probabilidad aumentarán .
7- En el caso de que haya provocado desperfectos en el interior del habitáculo (ha desordenado o roto alguna cosa) deberá reponerlo o corregirlo con alguna acción antes de salir.
8- Debemos tener cuidado que esta retirada física no comporte algún tipo de beneficio indirecto al niño. Por ejemplo, si el niño consigue dejar de estudiar o evitar comer algo que no le gusta, lo que haríamos es reforzar la conducta inadecuada.
Recuerde que, de manera inmediata a la aparición de las conductas deseadas en el niño, debemos prestarle momentos de atención, (refuerzo verbal y físico: halagos, abrazos, manifestación de alegría, entrega de algún premio, etc.)
ECONOMÍA DE FICHAS. COSTE DE LA RESPUESTA
La técnica de "economía de fichas" suele funcionar muy bien para regular los refuerzos que recibe el niño. Para obtener un premio (juguete, tiempo extra con los videojuegos, excursión, etc.) deberá efectuar una serie de conductas deseadas (o dejar de hacer otras) que deben concretarse (portarse bien, obedecer, estudiar, ordenar sus cosas, etc.).
Tras efectuar esta conducta se le dará inmediatamente un reforzador (puntos, fichas...) que el niño ira recogiendo hasta llegar a una determinada cantidad, momento en el que se le entregará el premio final. También se pueden pactar pequeños premios inmediatos para ciertas conductas deseadas al tiempo que se acumulan puntos para el premio mayor (refuerzo demorado). Lo importante es conseguir que el niño se dé cuenta que obtiene mayores beneficios y privilegios actuando de forma correcta.
1.- Dichos premios deben estar pactados de antemano, ser claros y atractivos para el niño. Busque realmente cosas que le gusten. Igualmente, debe establecer claramente por adelantado, las conductas deseadas que debe cumplir y el valor de las fichas o de los puntos.
2.- Asegúrese de que, al principio, puede ganarlos más fácilmente, para motivarle. La entrega de estos premios debe ir acompañada de un halago sincero "estoy muy contento", "lo haces muy bien...." y, evidentemente, nunca deben ir acompañados de verbalizaciones negativas del tipo "a ver cuánto dura..."
3.- Cuanto más pequeño sea el niño o más inquieto, más cortos deben ser los períodos en los que se evalúa la conducta (no funcionará prometerle algo si aprueba el curso dentro de tres meses), es decir, la consecución de los premios debe producirse en un espacio de tiempo cercano y alcanzable, para que no desista. En el caso de niños con TDAH, tenga en cuenta que hay especial dificultad para posponer las cosas y necesitan recompensas inmediatas. En estos casos, si se entrega una ficha como reforzador, ésta podrá ser intercambiada (al menos al principio) inmediatamente por algún objeto de su deseo (pequeño juguete, golosinas, etc.).
4.- Es importante que se cree una lista o cartel donde se puedan visualizar el estado de los puntos obtenidos y los que le faltan para llegar al premio, cuando éste se demora según el plan establecido. En caso de la aparición de mala conducta puede también utilizarse la retirada de alguno de los puntos (coste de la respuesta).
 5.- Sea constante en la aplicación de esta técnica y no se deje llevar por la frustración al primer contratiempo. Se necesita tiempo para cambiar hábitos mal adquiridos y no hay soluciones mágicas al respecto.
 6.- Recuerde que cuando dé instrucciones a su hijo, debe hacerlo de forma clara y concreta, sin contradicciones y de forma que sean comprensibles para su edad. Procure no hacerlo acompañado de contacto físico instigador (la utilización de la instigación ha demostrado ser un gran potenciador del incumplimiento).
No se trata de que el niño aprenda a funcionar siempre a base de premios sino de darle, al principio, motivos para iniciar un cambio en sus conductas. En el futuro, las conductas adecuadas se mantendrán, no por los premios, sino por lo que llamamos "reforzadores naturales". Por ejemplo, un niño que empieza a modificar su conducta impulsiva para obtener ciertos premios (reforzadores artificiales), es probable que también consiga que sus compañeros lo acepten mejor en los juegos y este hecho se convertirá también en un premio deseable para el niño (reforzador natural) y que, por tanto, ayudará a mantener dicha conducta.
FUENTE: