TDAH = Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad

miércoles, 22 de junio de 2011

ADOLESCENTES CON TDAH: Consejos de un médico

Muchos padres se preguntan qué tipo de desafíos y cambios experimentan los adolescentes con TDAH y si la pubertad conlleva cambios emocionales y físicos específicos en ellos.
Contrariamente a lo que se piensa, los adolescentes no siempre pasan por un “mal momento” cuando se ajustan a la pubertad y a los procesos de desarrollo. De acuerdo con el trabajo de Conger (1977) existen, al menos, cinco de dichos procesos que son considerados  como “positivos” por el adolescente promedio:
  • Independizarse de sus padres
  • Establecer su propia identidad,  quién es él y en qué cree
  • Aprender a tener relaciones personales positivas con personas de los dos sexos
  • Entender y aceptar su sexualidad emergente
  • Completar su educación y escoger una carrera de la cual vivir.
Robin (1998) comenta que los adolescentes no sólo deben completar estos procesos con éxito sino que, además, deben tener una buena relación con sus familias.
Así, aunque la pubertad por sí misma no hace que los adolescentes con TDAH tengan problemas distintos a los adolescentes que no lo tienen, la adolescencia sí es un período del desarrollo que presenta más dificultades para los jóvenes que tienen TDAH.
¿LOS ADOLESCENTES CON TDAH TIENEN, HABITUALMENTE, CONFLICTOS CON LA ANSIEDAD Y LA ACEPTACIÓN DE SU TRASTORNO?
Cuando un niño con TDAH llega a la primera etapa de la adolescencia (entre los 11 y los 14 años), varios factores afectan a su habilidad para salir adelante. Estos factores incluyen:
  1. La severidad del TDAH
  2. El medio ambiente familiar
  3. La presencia de otros problemas o trastornos que el adolescente tenga. Estas otras condiciones pueden ser, por ej., problemas del aprendizaje, trastornos de la ansiedad, problemas de comportamiento como el Trastorno Negativista Desafiante o el Trastorno de la Conducta. Incluso, cuando un adolescente tiene estos trastornos asociados, él y su familia pueden tener dificultades adaptándose a esta etapa del desarrollo.
Los adolescentes más jóvenes, normalmente, son más reticentes a aceptar que tienen el TDAH y, usualmente, son menos cooperativos para tratar de salir adelante con los diferentes tratamientos, tales como la modificación de las pautas escolares, terapias para modificar su comportamiento o el tratamiento farmacológico. Los adolescentes mayores (de los 15 a los 19 años) aceptan su TDAH con más normalidad y son más activos buscando soluciones para sus problemas.
Aunque, por lo general, la mayoría de los adolescentes con TDAH no se preocupan mucho, empiezan a experimentar un mayor nivel de ansiedad que cuando eran más pequeños, ya que empiezan a notar que son “distintos” a sus amigos y que no afrontan de la misma manera las situaciones sociales, familiares o académicas. Cuando se enfrentan a una crisis o cuando tienen que hacer algo para lo cual, por sus dificultades, no están preparados, reaccionan emocionalmente y se dejan llevar por la preocupación, la inseguridad, la dificultad para decidir o por algún otro síntoma de la ansiedad.
¿CAMBIAN LOS SÍNTOMAS DEL TDAH DURANTE LA ADOLESCENCIA?
La mayoría de adolescentes con TDAH siguen teniendo problemas con la atención, la concentración y el control de sus impulsos. Estos problemas, posiblemente, continuarán deteriorando su funcionamiento escolar, familiar y social, impactando negativamente en su autoestima y en algunos de los procesos del desarrollo propios de la adolescencia.
Los adolescentes con TDAH pueden desarrollar patrones de comportamiento antisociales y pueden caer en el abuso de drogas y alcohol. Los adolescentes con mayor riesgo son aquellos cuyo TDAH no ha sido tratado adecuadamente. Los diagnósticos y tratamientos precoces disminuyen la posibilidad de este tipo de comportamientos en la pubertad.
¿HAY DIFERENCIAS ENTRE EL COMPORTAMIENTO DE LOS ADOLESCENTES Y EL DE LAS ADOLESCENTES CON TDAH?
Las niñas son diagnosticadas, habitualmente, con el TDAH subtipo inatento. Esto conlleva que las niñas puedan pasar por los años de escuela de manera desapercibida, aún teniendo severas dificultades académicas. Además, no suelen tener comportamientos disruptivos, por lo que no suele llamar la atención, a diferencia de los chicos que, aunque también pueden ser distraídos, son bulliciosos, impulsivos y no se quedan quietos ni un momento. Una niña con TDAH empezará a mostrar dificultades cuando las materias de estudio sean más difíciles y cuando mantener la atención, concentración y organización sean elementos importantes para el éxito escolar.
FACTORES A CONSIDERAR ANTES DE HABLAR CON LOS ADOLESCENTES SOBRE EL TDAH
Antes de conversar con su hijo adolescente sobre el TDAH, usted debe entender las causas y los efectos de este trastorno:
  • El TDAH tiene una base biológica. Los neurotransmisores, elementos químicos del cerebros, conducen las señales que posibilitan que podamos auto-controlarnos, prestar atención y concentrarnos, entre otros procesos. Las personas con TDAH sufren un desequilibrio en la regulación de ciertos neurotransmisores (dopamina y noradrenalina).
  • El TDAH conlleva dificultades para prestar atención de manera continuada, pensar antes de actuar y controlar su comportamiento, para organizarse, dificultades para regular su excesiva actividad, sus emociones, la motivación o para demorar recompensas, entre otras muchas.
  • El entorno tiene mucho que ver con el grado de adaptación que la persona alcance con su trastorno. Las personas que conviven con estos niños (familia, profesores, amigos…) pueden ayudarles a salir adelante, con estrategias útiles en el ámbito educativo, familiar y social.
¿QUÉ DECIRLE A UN ADOLESCENTE CON TDAH?
  • Nadie es culpable: ni su hijo, ni usted, ni los maestros.
  • Las personas con TDAH no están locas. Casi todos tenemos problemas con la atención de vez en cuando. Lo que ocurre es que las personas con TDAH tienen más dificultades que el resto de la gente.
  • El TDAH es crónico, pero los síntomas y cómo se manifiestan pueden cambiar con la edad. La hiperactividad se minimiza, quedando una sensación interna de inquietud, pero pueden permanecer la inatención y la impulsividad.
  • El TDAH puede afectar muchas áreas de la vida, además del ámbito escolar. Puede influir en sus relaciones sociales, en su autoestima, en su forma de organizar las cosas y en cómo le vaya en el trabajo.
  • El TDAH, habitualmente, se hereda, de modo que, posiblemente, alguien de la familia también lo tiene (aunque no haya sido diagnosticado) y, posiblemente, alguno de sus hijos lo herede igualmente.
  • Es importante pensar en el TDAH como un reto y no como una disculpa. Su hijo es responsable de sus acciones, a pesar de que el trastorno haga que le sea mucho más difícil controlar sus comportamientos y mantener la atención.
  • La salud física influye en el control que se tenga sobre los síntomas del TDAH. Cuanto más sano esté el cuerpo más fácil será adaptarse a los retos que demanda el vivir con TDAH. De esta manera, es importante alimentarse correctamente, dormir bien, hacer ejercicio y evitar el consumo de sustancias dañinas, como la nicotina, las drogas o el alcohol.
  • De momento, no existe cura para el TDAH, pero existen tratamientos que ayudan a aprender a vivir con él. "Vamos a trabajar juntos con los profesionales médicos y educativos para ayudarte a ser lo mejor que tú puedas ser".
¿CUÁLES SON LAS ACCIONES DE RIESGO DE LOS ADOLESCENTES CON TDAH?
Los resultados de las investigaciones muestran que los adolescentes con TDAH tienen más posibilidades de sufrir accidentes automovilísticos, tienen la auto-estima más baja y presentan comportamientos arriesgados y perjudiciales (especialmente, el abuso de sustancias dañinas). Por todo esto, es muy importante que los niños sean evaluados y tratados de manera precoz.
¿QUÉ PUEDEN HACER LOS PADRES SI EL ADOLESCENTE NO QUIERE TOMAR LAS MEDICINAS PRESCRITAS PARA EL TDAH?
Los medicamentos son prescritos por los profesionales sanitarios si son necesarios.
Es muy importante que los adolescentes sepan que el tratamiento farmacológico, junto con el cognitivo-conductual,  son una ayuda para poder mitigar los efectos del TDAH y que sus padres y otros adultos (como por ejemplo, los profesores) están cumpliendo un papel de apoyo.
El hecho de tomar medicación tiene un significado psicológico más profundo para los adolescentes. Los estudios sobre la percepción de los adolescentes de las medicinas estimulantes, muestran que los dos factores más importantes que van a influir en la decisión de tomar o no la medicación son:
  • El concepto que puedan tener sobre la medicación: para algunos, tomar la medicación significa que existe algo malo o defectuoso en ellos.
  • El sentirse avergonzados por tomar la medicación delante de otros.
Muchos médicos piensan que los adolescentes deben tener el derecho de tomar decisiones relacionadas con su medicación. Sin embargo, los padres también deben tener la posibilidad de limitar ciertas decisiones. Por ejemplo, por razones de seguridad, los padres deben evitar que el adolescente conduzca si no toma su medicación para el TDAH.
¿CÓMO PUEDEN LOS PADRES OFRECERLES A SUS HIJOS CON TDAH INDEPENDENCIA PERO, AL MISMO TIEMPO, DARLE LA ESTRUCTURA Y LA SUPERVISIÓN NECESARIAS?
Debemos darnos cuenta de que es muy normal que los adolescentes quieran ser independientes de sus padres. Esta es una etapa normal del desarrollo. Sin embargo, aunque los adolescentes con TDAH quieran tener las mismas reglas y privilegios que sus amigos que no tienen este trastorno, los padres deben ser más cuidadosos. Barkley (1995) y Robin (1998) ofrecen las siguientes sugerencias para la supervisión de los adolescentes con TDAH:
  • Sea firme, pero discreto. Por ejemplo, intente acordar la hora en la que su hijo debe llegar a casa o, si va a recogerle, hágalo en un lugar discreto, lejos de la vista de sus amigos.
  • Reúnase con su familia regularmente, para discutir los problemas y ofrecer soluciones a los conflictos familiares.
  • Haga contratos de comportamiento en los que el adolescente tenga de posibilidad de ser recompensado por los comportamientos adecuados, incluso por aquellos en los que usted espera que realice apropiadamente de todas formas (por ej., ayudar en casa, portarse bien con sus hermanos o hablar respetuosamente a los adultos)
  • Sea firme, pero trátele con respeto. Establezca reglas con la participación de sus hijos. Dé razones para sus normas; présteles atención y dedíqueles tiempo (no tiempo para discutir o para decirles lo que deben hacer). De esta forma, les dará independencia, pero manteniendo la estructura adecuada.
FUENTE:
Por Shashank V. Joshi, M.D.,FAAP. Pediatra y psiquiatra infantil

jueves, 16 de junio de 2011

TDAH: EL RETO EDUCATIVO

El Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad presenta consecuencias especialmente negativas, tanto para aquellas personas que lo padecen como para sus familiares, afectando principalmente al rendimiento académico en la época escolar del niño, a su desarrollo social y emocional, a las relaciones familiares y, en muchas ocasiones, dándose sintomatología depresiva y baja autoestima, entre otros. A diferencia de la creencia común, el TDAH no sólo afecta a niños y adolescentes sino que, a largo plazo, si no se trata correctamente, sus consecuencias se mantienen en la edad adulta.
En la actualidad, no se dispone todavía de técnicas analíticas y/o de imágenes objetivas que nos permitan diagnosticar este trastorno, por lo que el abordaje diagnóstico es principalmente clínico, apoyándose en la evaluación del comportamiento según diversas escalas.
El 80% de los niños con este trastorno continúan padeciéndolo en la adolescencia. Los adolescentes con TDAH tienen más dificultades para autocontrolarse, no piensan las consecuencias de sus acciones, no aprenden de sus errores, viven el presente, etc., (en comparación con los adolescentes sin TDAH); por todo esto, existen más probabilidad de que cometan conductas de riesgo (consumo de sustancias, tabaco, drogas, alcohol… relaciones sexuales más tempranas, dificultades de tráfico, etc.).
Entre un 30% - 65% sigue padeciendo este problema en la edad adulta. En este caso, el TDAH, aunque con manifestaciones diferentes a las expresadas por niños y adolescentes, continúa con una sensación interna de inquietud, poca planificación y organización, poca memoria, malestar emocional, frustración, enfados, mal carácter, rendimiento ocupacional y trabajo laboral por debajo de sus capacidades, más dificultades en sus relaciones de pareja, problemas de conducta, comportamientos antisociales, y trastornos psiquiátricos asociados.
Según diversas fuentes, sólo el 25% de los TDAH se abordan de forma correcta y eficaz. El resto es diagnosticado inadecuadamente por diversas razones: errores en las evaluaciones, infradiagnósticos, la inadecuada derivación de los pacientes y por la ausencia de un trabajo realmente interdisciplinar entre los profesionales implicados en el diagnóstico y evaluación de este trastorno.
Por todos los motivos expuestos, se hace necesario contar con un diagnóstico precoz, que permita maximizar los recursos disponibles para atender a estas personas y diseñar tratamientos individuales eficientes para cada persona y su familia.
El tratamiento para el TDAH supone una intervención interdisciplinar, en la que deben intervenir médicos, psicólogos, profesores y padres. Los elementos centrales de la terapia son: el tratamiento farmacológico, la intervención psicológica con técnicas cognitivo conductuales, el refuerzo en los aprendizajes escolares y el asesoramiento y entrenamiento de la familia.
¿QUÉ CONDICIONANTES PRESENTA LA INTERVENCIÓN PSICOEDUCATIVA CON ALUMNADO CON TDAH? DE LA UTOPÍA A LA REALIDAD
Sin duda el TDAH es uno de los muchos temas que preocupan en el mundo educativo. Sin embargo, el TDAH no deja de ser una más de las muchas demandas de intervención que tienen los profesionales de la educación (profesores, orientadores, etc.), no siendo una demanda nueva pues, desde los orígenes de la escuela, han existido los alumnos con este perfil, aunque, eso sí, sin tipificar o diagnosticar, al menos, como en la actualidad.
Generalmente, los teóricos de estos temas, casi siempre, hablan de lo mismo una vez tras otra: se centran en la conceptualización, en el diagnóstico, en el uso de tales o cuales técnicas, pero lo realmente preocupante desde nuestra perspectiva es lo siguiente: ¿Se dan, en el ámbito educativo, las condiciones para una intervención realista con este alumnado? Por otra parte, está bastante claro lo que se tiene que hacer pero, no siempre trasciende lo que se suele hacer y lo que se puede hacer, (cuestiones que abordaremos en el presente artículo).
Considerados los niños con TDAH como alumnos con necesidades educativas, o mejor dicho, alumnado con necesidad específica de apoyo educativo, cabe preguntarse: ¿se les atiende de forma diferenciada de los demás alumnos y, sobre todo, con respecto a los demás alumnos con necesidades educativas especiales? Los niños con TDAH, ¿son algo nuevo o siempre han existido en la escuela?
Por lo general, se admite que el TDAH es el término que se utiliza en la actualidad para describir una situación temporal, aunque habitualmente crónica, de inadaptación o desajuste al medio social, (a causa de la interacción de una característica congénita, denominada déficit de atención sostenida e hiperactividad), con los sistemas de valores, actitudes y hábitos de comportamiento de los restantes miembros de la familia, escuela o sociedad en general. El TDAH es un trastorno que se inicia en la infancia y se caracteriza por dificultades para mantener la atención, hiperactividad o exceso de movimiento e impulsividad o dificultades en el control de los impulsos.
Las características principales del alumnado con TDAH son:
  • Déficit de atención.
  • Hiperactividad-hiperkinesia, con frecuencia muestran impulsividad.
  • Retrasos en habilidades cognitivas.
  • Deficiencia en el control de las emociones.
  • Torpeza motriz (en motricidad fina).
  • Dificultades de memorización.
  • Variabilidad o inconsistencia temporal.
  • Problemas de rendimiento académico.
  • Problemas de adaptación social.
  • Déficits de autoconcepto, autoestima y asertividad.
  • Problemas emocionales (suelen mostrar indicadores de ansiedad y estrés).
Podríamos decir que esta sintomatología suele aparecer desde el inicio de su escolaridad, con cambios atencionales frecuentes y excesiva actividad motora, continuando estos indicadores de forma evolutiva, teniendo una consistencia temporal a lo largo de su escolaridad, sobre todo, si no se ha hecho una intervención específica. Aunque también hay que tener en cuenta que estas manifestaciones conductuales se atenúan con la edad, especialmente a partir de la adolescencia. 
En la mayoría de los manuales, monografías y estudios publicados sobre el tema, existe bastante coincidencia en lo que se tiene que hacer en el ámbito educativo pero, rara vez se consideran o se tienen en cuenta, el contexto en el que se realiza la labor docente y que, sin duda, mediatiza la intervención, ya que una cosa es la teoría y otra muy distinta las circunstancias en las que se desarrolla la práctica educativa cotidiana.
En general, los estudios experimentales o de investigación en este campo adolecen de las posibilidades de generalización de ese modelo de intervención, ya que se hacen en un contexto que podríamos denominar de laboratorio, donde todas las partes (profesores, padres, alumnos,...) están dispuestos a implicarse y se dan las circunstancias para desarrollar esa actividad, más bien como un estudio o trabajo piloto "controlado".
Centrándonos en la intervención desde el ámbito educativo, procedería conocer cómo se organiza la atención a la diversidad desde la acción tutorial. Tras la constatación de necesidades educativas y toma de decisión, es el tutor y el equipo de profesores del grupo en cuestión, los que deben adoptar medidas de carácter ordinario (que afectan fundamentalmente a los principios pedagógicos, metodológicos y de organización). Si las medidas ordinarias propuestas y llevadas a cabo surten un efecto positivo, si las hipótesis planteadas eran correctas y las dificultades pueden darse por controladas, entonces pueden seguir el mismo proceso de enseñanza-aprendizaje que el resto de sus compañeros, con la adaptación de las estrategias metodológicas necesarias. Pero, si por el contrario, no se ha conseguido el éxito, se debe entrar en la fase de determinación de posibles necesidades educativas especiales y la adopción de medidas extraordinarias, en la que el protagonismo se comparte con el orientador, que es el responsable de la evaluación psicopedagógica que llevará o no a la constatación de tales necesidades, con la consiguiente obligación de que sea adaptado el currículo de manera significativa.
A partir de este momento, entraría en juego la actuación del servicio de orientación; pero, teniendo en cuenta que, cuando se trata de alumnos con necesidades especiales, se tiende a confundir el carácter de algunas de ellas. Son varias las instituciones que inciden, por lo general, en la intervención de esta temática y, sobre todo, en los de menor edad, realizando a veces tareas muy parecidas, pero con finalidades diferentes y complementarias. Así, por ejemplo, puede darse la paradoja de que las instituciones sanitarias, educativas y sociales podrían atender a la vez al mismo alumno en sus respectivos servicios sin que, por lo menos en teoría, se solapasen las actuaciones ni mucho menos se coordinen.
El orientador escolar, (cuyo perfil profesional, recordemos, puede ser el de psicólogo, pedagogo o psicopedagogo), ni tiene, ni debe ni puede ejercer como psicólogo clínico, neurólogo o pediatra. Debe limitarse a realizar su función, de concluir sus evaluaciones con la determinación de necesidades educativas que, de ser especiales, supondrán la propuesta de medidas también especiales.
Enfoques para la intervención
En los últimos tiempos esta problemática se ha venido abordando desde diferentes enfoques de intervención, con diferentes tratamientos centrados, sobre todo, en disminuir la sintomatología.
Los enfoques predominantes han sido:
  • El enfoque médico
  • El enfoque psicoeducativo o psicopedagógico
  • El enfoque "combinado", "interaccionista" o ecléctico.
Consideramos que el TDAH debe recibir, tanto dentro como fuera del aula, lo que conllevaría un enfoque multidisciplinar con intervenciones desde:
  • La perspectiva médica (con la prescripción farmacológica, si así lo precisase),
  • La perspectiva psicológica (con utilización de técnicas de manejo de conducta, de autocontrol y de habilidades de comunicación y de interacción, etc.)
  • La perspectiva psicopedagógica, para minimizar los retrasos en sus aprendizajes y potenciar la adquisición de competencias académicas en el ritmo de lo esperable para cualquier otro alumno de su edad y nivel.
Pero, aquí surge el gran dilema: ¿Cómo se coordina esto?, ¿quién es el responsable de esa coordinación?, ¿con qué recursos contamos?, ¿se puede considerar que existe una adecuada coordinación entre servicios? Creemos que esta es la clave de la cuestión pues, desde el ámbito educativo, no cabe hacer terapia y la coordinación con los servicios externos de tratamiento está muy lejos de ser eficaz.
Creemos que aquí está parte de la solución al problema. Si consideramos que lo lógico sería un modelo combinado, esto requiere una coordinación entre servicios externos (unidades de Salud Mental de Sanidad, Servicios sociales de Bienestar Social, incluso IMSERSO (téngase en cuenta que, en cada Comunidad Autónoma, estos servicios tienen una denominación y una configuración que se pueden organizar y denominar de forma diferente) y servicios internos, propios del sistema educativo (que, a su vez, en cada Comunidad Autónoma, funcionan y están configurados de forma diferente). Igualmente, cabría considerar cuál sería la coordinación con los gabinetes o centros privados de tratamiento.
Si nos circunscribimos al ámbito de los profesores, podemos afirmar de forma rotunda que en sus planes de formación inicial no reciben una formación básica para abordar al alumnado con una problemática diferenciada del alumnado generalista. Si nos circunscribimos al ámbito de la orientación, las perspectivas no son mucho mejores, ya que la formación inicial tampoco les da herramientas para este abordaje, circunstancia que, además, se ve agravada desde dos puntos de vista: el legal (ya que los servicios de orientación no pueden hacer abordaje terapéutico, quedando reglamentado legalmente para el ámbito sanitario –unidades de salud mental-) y otro formativo, (ya que el perfil formativo del orientador puede ser el de psicólogo, pedagogo o psicopedagogo, condicionando su formación inicial la perspectiva de abordaje de estos casos).
Desde la perspectiva de la intervención psicológica, habría que considerar los siguientes elementos:
  • Asesorar, y "formar-guiar" apoyando a los padres y profesores durante el proceso.
  • Diseñar planes de acción específicos para cada alumno.
  • Supervisar y/o aplicar el programa específico de entrenamiento.
  • Mantener contacto y colaboración con el resto de profesionales implicados.
Como ya se ha dicho, consideramos que el objetivo de un programa de intervención requiere los siguientes componentes: formación de docentes, formación de padres e intervención directa con el alumnado.
Desde el punto de vista de la intervención, consideramos que hay que abordar:
  • El ámbito comportamental
  • El ámbito de los aprendizajes,
  • El ámbito emocional y
  • El social.
Discusión, propuestas y conclusiones
Los estudios publicados sobre el tema, en los que se trata de evidenciar la eficacia del tratamiento para los alumnos con TDAH, son estudios que podríamos denominar de "laboratorio", donde las circunstancias y el contexto están controlados, dándose los medios para su desarrollo. Cabe preguntarse por lo tanto, lo siguiente: ¿Se puede generalizar esta forma de actuar al contexto educativo genera, o actual?; En un centro en que existan uno, dos o tres casos de alumnos con TDAH, ¿se puede poner en marcha este tipo de estrategias de intervención? En caso afirmativo, ¿con qué recursos, con qué profesionales se puede contar, con qué costos, en qué tiempos, etc.?
Además, es necesario valorar si son extrapolables los resultados de estos programas al contexto educativo actual en nuestro país. Francamente, nuestra experiencia nos dice que no, y al mismo tiempo observamos que los servicios de las diferentes unidades de tratamiento son insuficientes y están saturados de múltiples y diversas demandas, sin que exista la especialización que la temática de TDAH requiere.
Finalmente, aunque los programas multicomponentes suelen conllevar mejoras significativas en el funcionamiento individual (autoestima, autoconfianza), así como en la relación con los padres, en la competencia social (habilidades sociales, relaciones interpersonales) y en el funcionamiento escolar (habilidades y hábitos de estudio, actitud hacia los profesores), cabe cuestionarse si estos programas se pueden llevar a cabo en cualquier centro educativo.
Creemos que no, partiendo de la actual formación del profesorado, junto a la organización y prioridades de los centros educativos. No se puede exigir a los profesores de apoyo que sean la solución a todos los problemas de los alumnos con dificultades o necesidades pues, por su formación y por la problemática de cada centro, su intervención está mediatizada; ni tampoco a los orientadores, ya que no pueden hacer "terapias" a tenor de la normativa vigente. En muchos casos, para un adecuado abordaje del TDAH en la escuela, sería necesaria la ayuda de profesionales externos, con el objetivo de llevar a cabo una actuación combinada, para lo cual se requiere la coordinación o cumplimentación real entre ayudas externas e internas.
FUENTES:
El estudio original en el que se basa la 2ª parte del artículo, puede encontrarse en la revista Psicología Educativa:
Galve Manzano, J.L. (2009) La intervención Psicoeducativa en el Aula con TDAH. Psicología Educativa, 15 (2), 87-106.
José Luis Galve Manzano. Doctor en Psicología. Catedrático de Psicología y Pedagogía de Enseñanza Secundaria. Maestro. Coordinador de CIDEAS: Colectivo para la Investigación y Desarrollos Educativos Aplicados. Ha sido Orientador del IES A. Buero Vallejo de Guadalajara y Profesor docente e investigador del Departamento de Didáctica de la Escuela Universitaria de Magisterio de la Universidad de Alcalá de Henares –UAH- de Madrid

lunes, 13 de junio de 2011

EL IMPACTO DEL TDAH EN LA FAMILIA

El Trastorno por Déficit de Atención ha sido ampliamente estudiado y analizado por varios profesionales en el campo de la psicología, psiquiatría y neurología.  Durante los últimos años, las investigaciones se han ampliado cada vez más a los factores psicosociales y contextuales, que producen una gran influencia en la evolución del trastorno y sus síntomas.
Se ha observado que los síntomas de este trastorno tienen una influencia directamente negativa en la persona que lo padece. Las dificultades en el área cognitiva repercuten en su actividad académica, ya que son niños que pierden la atención con facilidad, tienen dificultad para seguir instrucciones, no terminan sus tareas o tardan más tiempo de lo normal para terminarlas, no logran organizar su tiempo y espacio adecuadamente, le resulta difícil encontrar soluciones a los problemas, entre otras.  Esto a su vez les causa frustración, enfado y su autoestima se ve afectada por las dificultades constantes a las que hace frente en sus diferentes actividades.  Además, las comparaciones realizadas, tanto por otros como por él mismo, en relación a otros compañeros de su edad, también puede influir negativamente en su autoestima e incrementar su frustración.
Los síntomas de este trastorno, sobre todo la hiperactividad e impulsividad, también influyen negativamente en el área social del niño.  Estos niños tienden a ser impacientes, más agresivos, a no respetar los objetos y el espacio de los demás, etc., por lo que los otros niños, en muchos casos les rechazan y aíslan: esto les causa tristeza, frustración y enfado, aumentando así las conductas inapropiadas.
Sin embargo, los síntomas de este tipo de trastorno no se dan aisladamente. Aparecen dentro de un entorno, en donde se ven influidos, no solo la persona con déficit de atención sino  también su familia, compañeros, profesores y todas los demás que están a su alrededor.  En este artículo nos centraremos en la influencia que este trastorno tiene dentro del entorno familiar.
Se ha visto que todos los miembros de la familia, tanto padres como hermanos, se ven afectados.  Por ejemplo, la relación entre los padres y el niño con TDAH, suele marcarse por el conflicto, debido a que estos niños suelen ser menos dóciles, menos sumisos y requieren mayor estimulación y ayuda de sus padres que otros niños, La comunicación entre hijos y padres también se ve perturbada ya que generalmente estos niños o jóvenes tienden a enfadarse más durante las discusiones de sus conflictos y a utilizar una comunicación y tácticas de solución de problemas más agresivas.  En ocasiones, esto repercute en las percepciones que tienen los padres de sus hijos, calificándolos de manera negativa en relación a los hermanos o a otros niños.
Asimismo, esta problemática puede tener un impacto negativo en la percepción que los padres tienen acerca de su propia eficacia para educar, provocándoles mayor estrés y frustración.  En ocasiones, los conflictos los lleva a utilizar métodos de disciplina más agresivos y poco proactivos y, en consecuencia, tienden a utilizar menos refuerzos positivos.  Estos métodos disciplinarios, generalmente empeoran el comportamiento inadecuado de los niños, por lo que se convierte en un círculo vicioso, difícil de controlar.
Además, la tensión, frustración y enfados constantes pueden influir también en la relación de pareja entre los padres.  En ocasiones, los padres viven frecuentes enfrentamientos maritales a causa de los desacuerdos en la crianza del niño con TDAH.  También, en la mayoría de los casos, los niños con TDAH demandan evaluaciones y tratamientos  costosos, los cuales provocan  un impacto en la economía del hogar, situación que agudiza la tensión familiar y que, también, puede influir en la relación de pareja.
Otro punto a considerar es la vida social familiar. Los padres de niños con TDAH afirman que, muchas veces, el comportamiento de su hijo provoca un impacto negativo en su vida social, ya que se sienten incómodos públicamente y, por lo tanto, evaden salir para evitar una situación incómoda en público, disminuyendo las visitas a parientes y amigos por miedo a que el niño se comporte inadecuadamente. Por lo tanto, el tiempo que se podría dedicar al ocio o diversión se recorta.  Esto puede aumentar la insatisfacción al disminuir el tiempo que se comparte como familia, desencadenando mayor estrés y frustración en el entorno familiar.
Por otro lado, también los hermanos de niños con TDAH, se ven afectados por las conductas del niño.  Muchas veces ellos manifiestan ser víctimas de sus abusos porque los niños con TDAH suelen ser más conflictivos y agresivos para solucionar sus problemas y tienden a romper o perder los juguetes y objetos personales de sus hermanos.  Otras veces, se ven obligados por sus padres a ejercer la función de “cuidadores” o “guardianes” de su hermano causándoles esto frustración y enfado, por asumir roles que no les corresponden.  En ocasiones, perciben que los padres prestan mayor atención al niño con TDAH, por lo que sienten celos, tristeza y enfado.  Consecuentemente, los conflictos que existen entre el niño con TDAH y sus padres, repercuten negativamente en los hermanos, ya que presencian mayor tensión y conflictos en casa y, generalmente, perciben que el mal humor de sus padres, causado por la conducta del niño con TDAH, se traslada también hacia ellos.  En el área social, los hermanos también se ven afectados, ya que también ellos deben recortar sus salidas o invitaciones de amigos, debido a que muchas veces se sienten avergonzados por el comportamiento de su hermano.
Por lo tanto, se ha visto que la convivencia con un niño con TDAH resulta difícil, estresante y ejerce una influencia negativa sobre la familia.  Se ha evidenciado que en la mayoría de las veces, vivir en una familia con un integrante con TDAH, resulta ser más conflictiva y agotadora, acompañada continuamente de problemas familiares, con consecuencias individuales y de pareja donde se ven afectados todos los miembros de la familia.
Es por eso que, cada vez más, los profesionales optan por un tratamiento multidisciplinar para este tipo de trastorno.  Esto involucra no solo un tratamiento farmacéutico para el niño afectado, sino también una terapia conductual que ayude al niño a controlar, de mejor manera, sus comportamientos inapropiados.  Además, se ha visto que un entrenamiento de sus habilidades cognitivas, le ayuda a tener mayores herramientas para enfrentarse de mejor manera a los retos académicos.  Sin embargo, por la evidencia de la influencia negativa que ejerce este trastorno al entorno familiar, es importante también, que los padres reciban un asesoramiento psicológico cognitivo-conductual para lidiar con situaciones difíciles, como complemento al tratamiento del niño.  La conducta del niño y la de los padres se influyen mutuamente, por lo que la mejoría por parte del niño, debida al tratamiento, repercute en mejoras en el comportamiento de los padres y viceversa.  Este entrenamiento a los padres constituye un factor esencial en el éxito de la intervenciones terapéuticas, para que exista un ambiente de más armonía y satisfacción dentro del hogar, beneficiándose así, todos los miembros de la familia.
FUENTE:

jueves, 9 de junio de 2011

LOS HERMANOS DE NIÑOS CON TDAH

Los hijos siempre desean sentirse únicos y especiales para sus padres. La rivalidad entre hermanos es un hecho natural en cualquier familia, pero se acentúa en aquellas con un niño con TDAH. El niño con TDAH absorbe mucha más atención de sus padres. En estos casos, los padres tienden a sobreprotegerle, descuidando al resto de sus hijos e imponiéndoles a éstos unas obligaciones o cuidados especiales para con su hermano. La mayoría de las veces, los hermanos notan esta diferencia de trato, lo que puede generar en ellos un gran resentimiento. Es más, explicaciones repetitivas, tales como: “tu hermano tiene problemas” ya no convencen lo suficiente como para aliviar  tal rivalidad. Ellos no consideran que el hermano con TDAH sea realmente diferente, sienten que éste recibe un tratamiento especial y también quieren recibirlo. 
El tratamiento para un niño con TDAH, no debe ser individual, porque siempre debe tenerse en cuenta el contexto familiar, considerando a cada uno de los hijos y en donde cada miembro tiene que estar involucrado. 
Sugerencias que pueden prevenir significativamente estas situaciones:
Todos los niños necesitan afecto
Cada uno merece un trato diferente. Ayúdenles a entender que ustedes les tratan de manera diferente y que ellos tienen diferentes privilegios y responsabilidades porque son individuos diferentes.
Eviten calificar o comparar un hijo con el otro. Esto fomenta la competitividad. Obsérvense cómo tratan a cada hijo, para ver si ustedes están contribuyendo a la rivalidad.
Haga que cada hijo se sienta especial e importante. Intente pasar tiempo, aunque sea breve, con cada uno de sus hijos todos los días. Busque la forma de compensar a los hijos sin TDAH y dedique un tiempo de atención individualizado para estar con ellos también; trate de hacer algo que a ellos les guste y que no harían si estuviera su hermano,  Sin embargo, evite comentarios como: ”ya que tu hermano no está, hoy nos podemos divertir”.
Se ha de prestar especial atención a los hermanos “hiper - responsables”, que se preocupan excesivamente del hermano con TDAH, que le enseñan, ayudan, protegen y miman constantemente.  Esto no es bueno para el niño con TDAH, al no tener la oportunidad de desarrollar la autonomía suficientemente para ponerse a prueba a sí mismo, al verse permanentemente protegido. Por otra parte, esta labor, de “educador-cuidador” del hermano, en cierto modo, acentúa el papel de hijo perfecto, (lo que aumenta la diferencia entre ellos),  pero a su vez, le esclaviza y  le obliga a dejar sus emociones de niño a un lado, al comportarse siempre como un pequeño adulto.
Reconozca las habilidades de sus hijos sin TDAH
El niño sin TDAH también necesita de motivación y apoyo. Si se porta bien o saca buenas notas en el colegio, usted puede estimularle con elogios o premios.
Si determinan un sistema de recompensas con el niño con TDAH, traten de extender el programa a los otros hermanos y que reciban las mismas recompensas por el trabajo bien realizado. Aunque  pueden no necesitarlo, sí que causará mejorías en sus conductas.
Motive al niño con TDAH y a sus hermanos a resolver las diferencias entre ellos
Eviten la comparación y la competitividad entre los hermanos y refuércenles positivamente cuando se lleven bien o cuando resuelvan sus propios conflictos.
Si se están peleando por un juguete, usted debe enseñarles a ambos que pelear está mal y que el motivo es secundario. Quíteles el juguete y adviértales que no se les devolverá hasta que se reconcilien.
No tenga en cuenta las conductas impropias de sus edades y evite la intromisión frecuente en sus discusiones, siempre que no haya agresión ni exista peligro.
Eduque a sus hijos en el control de sus emociones: que aprendan a soportar pequeñas frustraciones, se alegren del éxito de los demás y acepten sus incapacidades y dificultades con optimismo.
Sea justo
El niño con TDAH debe aprender que portarse mal tiene sus consecuencias y que los demás tienen derecho a enfadarse. Aunque no es sencillo, no se debe pedir que sean los hermanos los que siempre se adapten al niño con TDAH. No justifique los comportamientos negativos del niño con TDAH, diciendo a sus hermanos que “él es así”. Esto generará en ellos celos y resentimiento; además hará que el niño con TDAH crea que todo el mundo está obligado a aguantarle.
Igualmente, no deben esperar que los hermanos sin TDAH sean siempre comprensivos con su hermano. 
Todos los hijos quieren tener una identidad diferente y buscan llamar la atención de sus padres.  Traten de apuntarles a actividades de ocio diferentes.  Mejor que uno sea “el músico” y el otro el “deportista”, a que uno sea el “desastre y vago” y otro “el bueno y trabajador”.
Implicación de toda la familia
Establezca normas claras y concretas en casa para todos.
Habitúenles a compartir las responsabilidades diarias entre todos los hermanos: en las tareas de la casa, recados, etc. y propicien actividades en las que todos colaboren.
Realicen reuniones familiares para conversar sobre estas situaciones (recompensas, refuerzos, consecuencias, etc.) y sobre el funcionamiento  de la familia como responsabilidad de todos, de manera que la intervención pase a formar parte de una rutina familiar, en vez de ser vista como un tratamiento exclusivo para el hermano con TDAH.
De igual forma, “hagan en familia” juegos en común, excursiones, viajes, tertulias. Eviten juegos y competencias en los que uno de los hijos “gana” y los otros “pierden”; más bien, enfaticen actividades en las que TODOS GANAN si cooperan unos con otros.
Fomenten un clima familiar en el que predomine el cariño y la confianza. Compartan con los hijos todos los acontecimientos, haciéndoles partícipes de proyectos comunes, ilusiones y valores de la propia familia.
Enséñenles modales concretos: Pedir por favor, dar las gracias…
Traten con afecto y atención frecuentes  a todos sus hijos, para que perciban que son queridos y estimulen la expresión sincera de sentimientos y emociones.

CUENTOS PARA NIÑ@S CON TDAH


TRASTO: un campeón en la familia



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LUNA destaca en el colegio



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PINCHO se va de vacaciones 



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FOSFORETE, un amigo muy especial


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miércoles, 8 de junio de 2011

DR. JAVIER QUINTERO: El 6% de los niños sufre Déficit de Atención

Diariomedico.com lunes 6 de junio de 2011
ENTRE UN TERCIO Y LA MITAD DE LOS PACIENTES INFANTILES CON TDAH SEGUIRÁ CON PROBLEMAS
El Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad es una disfunción neurobiológica que afecta al funcionamiento y a la maduración del cerebro. Esta patología merma la calidad de vida de los niños y adolescentes que la sufren y es la causa de fracaso escolar, prevenible y tratable, más importante. La genética explica entre el 70 y el 80 por ciento de los casos, pero el diagnóstico continúa siendo eminentemente clínico en la actualidad.
A través del fracaso escolar aumentamos el riesgo de otras complicaciones posteriores y una adolescencia difícil en muchas ocasiones.
El trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) es una disfunción neurobiológica con "una prevalencia en edad infantil y escolar del 6 por ciento, lo que implica que, en una clase de veinte niños, por lo menos haya uno que la sufra. Y una cuestión importante es que un 2 por ciento de éstos lo seguirán teniendo en la edad adulta, si bien cambian algunos síntomas", afirma Javier Quintero, jefe de Psiquiatría del Hospital Infanta Leonor, de Madrid.
"La genética explica entre el 70 y el 80 por ciento de los casos y condiciona una serie de alteraciones en el funcionamiento del cerebro de estos niños, por un defecto en la maduración de algunas regiones cerebrales, como el área prefrontal, implicadas en la capacidad de atender y controlar el comportamiento, que son los síntomas que tienen estos niños", explica Quintero.
Un 2 por ciento lo sigue teniendo en la edad adulta, lo que se traduce en mayor inestabilidad laboral y afectiva, y en más psicopatología.
"El diagnóstico es similar desde los años 80, que es cuando se deja de hablar de hiperactividad y se empieza a hablar de TDAH; desde entonces ha habido pocas variaciones, si bien en los últimos años se han empezado a diagnosticar más casos porque ahora hay más profesionales que conocen este trastorno, cómo se expresa, cómo se manifiesta y cómo se diagnostica. No sólo, hay más médicos concienciados, sino también más profesionales sanitarios e, incluso, los mismos maestros. Hemos visto que, de un tiempo a esta parte, ha cambiado mucho el modo de actuar de los profesores. Antes parecía que era un estigma si el niño era un poco diferente. Ahora cuando ven que un niño tiene un problema saben que se puede tratar", advierte Quintero.
Además, el TDAH hay que entenderlo como un factor de riesgo para otras patologías. "Que un niño tenga dificultades de concentración es un problema, pero no es un gran problema; que un niño tenga inquietud motora genera dificultades en el manejo en el colegio o en casa, pero no es un gran problema; que un niño sea más o menos impulsivo, pues también puede dar ciertas dificultades de comportamiento, pero tampoco es un gran problema. El problema es que el déficit de atención multiplica el riesgo de fracaso escolar, porque no es capaz de hacer un uso adecuado de sus capacidades, no es capaz de conseguir que esa atención se traduzca en una ejecución eficiente en el colegio, no termina las tareas, y no lleva una curva normal de aprendizaje".
Por otra parte, "con la hiperactividad y la impulsividad tenemos un niño inquieto, complicado de manejar y multiplicamos el riesgo de trastornos de conducta. Nos encontramos en la edad infantil que los niños con TDAH no consultan por éste, sino porque comienzan a dar problemas de rendimiento o conducta en el colegio. A través del fracaso escolar aumentamos el riesgo de otras complicaciones posteriores y se ponen las bases para una adolescencia difícil, en muchas ocasiones. El TDAH nos condiciona un mayor riesgo del pronóstico funcional, vital y de calidad de vida a medio y largo plazo. El problema no es que el niño suspenda tres asignaturas en cuarto de primaria sino que se aumenta el riesgo de fracaso escolar y no termine la secundaria por desfase curricular. Probablemente, estemos ante la causa de fracaso escolar prevenible y tratable más importante, siendo, además, fácil de tratar", advierte.
 Y añade que, muchas veces, el niño aguanta una primaria estupenda porque tenía un tutor fantástico y la madre estaba muy encima, "pero salta al instituto y se desmorona porque, el contexto que hasta entonces había permitido estructurarle razonablemente bien, ha cambiado, no porque el TDAH aparezca a los 12 ó 13 años. Otros llegan a la consulta con 16 años, cuando llevan dando problemas seis o siete años, pero resulta que siempre ha habido alguien detrás diciendo no se preocupe, ya se le pasará, ya madurará... En definitiva, el niño madura pero de manera incorrecta e ineficaz porque es un trastorno de neurodesarrollo".
Importancia de la familia
Con respecto al número de casos en familias desestructuradas, Quintero afirma que "tiende a haber más casos por efecto, no por causa. Efectivamente, en familias complicadas hay más casos, pero el problema está en que cuando se ven las causas genéticas en la familia, entre sus progenitores y su entorno familiar, hay más miembros con TDAH. De un tercio a la mitad de los niños que lo tienen, un 2 por ciento, no alcanzarán a compensarlo y lo tendrán en la edad adulta".
De ahí que "las dificultades seguirán estando presentes: se organizará mal y será más impulsivo, lo que se traduce en mayor inestabilidad laboral, inestabilidad afectiva, más divorcios, más separaciones, más crisis de pareja y más psicopatología, más trastornos por consumo y abuso de sustancias adictivas y más trastornos de personalidad. Con lo cual, en ese contexto, la genética aumenta el riesgo de que los hijos de esta persona tengan más riesgo de TDAH, pero no por el contexto ambiental, sino por el riesgo genético que trasmite y que, a él mismo, le ha llevado a esta situación".
Con la colaboración del Instituto Tomás Pascual. Diagnóstico clínico y otras pruebas complementarias
El diagnóstico del TDAH continúa siendo eminentemente clínico. La entrevista con el niño y con los padres son básicas, si bien algunas investigaciones podrían dar sus frutos próximamente. "En la Universidad Complutense -dice Javier Quintero- hicimos un trabajo con magnetoencefalografía, para intentar ver la funcionalidad del cerebro de estos niños y, parece que por ahí, podrían surgir cosas. Otros estudios en Estados Unidos han intentado ver la maduración cortical con técnicas de resonancia magnética nuclear y, por ahí, también podrían salir nuevos datos. Por otra parte, se está tratando de encontrar marcadores genéticos que nos puedan ayudar, pero la genética del TDAH es compleja, multivariante, y no hay marcadores biológicos que permitan discriminar el diagnóstico. Hay estudios que muestran que hay ciertas variables genéticas que nos pueden condicionar un mayor riesgo de trastornos de conducta o de respuesta a diferentes tratamientos. Luego, se pueden hacer pruebas complementarias al diagnóstico clínico de neuropsicología y psicología, para conocer el funcionamiento del niño y su proceso de atención. Sobre el tratamiento, no es lo mismo tratar a uno con una inteligencia normal-baja que a otro con una inteligencia muy buena pues éste va a tener más recursos para compensar sus déficits y su disfunción y sus problemas aparecerán más tarde. Aquél con dificultades en la atención y una inteligencia más baja va a tener dificultades antes".
FUENTE: