TDAH = Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad

lunes, 25 de julio de 2011

DIEZ MITOS SOBRE EL TDAH QUE INTERFIEREN CON LA MEJORÍA

Hay muchos mitos sobre el TDAH, la gente opina sin saber y todos “saben” cómo cambiar el comportamiento descontrolado del niño. Generalmente la familia, amigos y profesores tienden a culpar, consciente o inconscientemente, a los padres. Esto es una defensa natural ante la difícil situación del niño. Lo lógico es buscar la respuesta en un problema de los padres o de la familia.
Con éste breve artículo pretendemos aclarar algunos de estos falsos mitos. Nuestro objetivo es reducir el estigma del TDAH y favorecer su reconocimiento y detección precoz. Así podremos prevenir y evitar que los niños sufran los síntomas durante años antes de recibir un diagnóstico correcto y el tratamiento que está disponible. El tratamiento del TDAH es muy seguro y eficaz y lo apoyan muchos estudios científicos.
Mito 1: El TDAH es culpa de los padres y su diagnóstico es poco fiable
El TDAH es un trastorno psiquiátrico del cerebro; su origen es biológico, con transmisión genética (con una heredabilidad del 75%), que afecta la capacidad del niño, adolescente o adulto de:
  1. regular su nivel de actividad (por lo que tienen hiperactividad),
  2. inhibir o frenar sus ideas, pensamientos o comportamiento (por lo que tienen impulsividad) y
  3. prestar atención a las acciones que realizan (por lo que tienen inatención).
El niño con TDAH tiene gran dificultad o incapacidad para prestar atención y concentrarse, un nivel alto de actividad inadecuado para su edad, se distrae muy fácilmente y es muy impulsivo.
El TDAH no es culpa de los padres aunque, a veces, los padres no entiendan los síntomas, se echen ellos la culpa e intenten controlar al niño de formas no eficaces.
La fiabilidad del diagnóstico es muy alta y la presentación es bastante similar en diferentes culturas. Al igual que la diabetes o el asma, el TDAH se presenta de forma similar en EE.UU., en España, en el resto de Europa, en Latinoamérica, en China, etc. Hay asociaciones de padres de niños con TDAH en todo el mundo, y los padres describen los mismos síntomas en los niños que manifiestan los mismos problemas.
Los padres no deben aceptar nunca que nadie les culpe de la enfermedad de su hijo, como tampoco se deben culpar si su hijo tiene diabetes o epilepsia.
Aunque algunas de estas cosas no ayudan, el TDAH no se produce por desacuerdos entre los padres, ni siquiera por separación o divorcio, ni por estar viudos o solteros, ni por el nacimiento de un hermano menor, ni porque la madre o el padre se ponga a trabajar, ni porque el padre o la madre trabajen mucho y pasen poco tiempo en casa, ni por cambiarle de colegio, ni por cambiar mucho de casa, ni por tener niñera, ni porque le cuiden los abuelos…Todas estas cosas suceden, y a veces coinciden en el tiempo, pero no tiene relación de causa-efecto con el TDAH, ni con la miopía, ni con la diabetes, ni con la epilepsia, ni con la varicela. No se culpe por la enfermedad de su hijo y no deje que nadie le culpe.
Mito 2: El TDAH es una enfermedad nueva, y sólo existe en EE.UU., es un invento.
El TDAH fue descrito ya en 1865 por el Alemán Hoffman en el cuento Der Struwwelpeter y en 1902 por el Inglés Still y por el Español Rodríguez-Lafora. Inicialmente se llamó Disfunción Cerebral Mínima; luego (1950) Síndrome Hipercinético más tarde (1960) Síndrome del Niño Hiperactivo o Reacción Hipercinética de la Infancia y, más recientemente, (1980) se cambió el nombre a Trastorno por Déficit de Atención (con o sin Hiperactividad) (TDA con H, TDA sin H). Desde 1994 se llama TDAH, con tres subtipos: combinado, inatento e hiperactivo-impulsivo. Aunque el nombre ha ido cambiando según hemos ido sabiendo más sobre el trastorno, la entidad clínica TDAH está descrita desde hace más de 140 años, ¡¡desde la época de la Reina Isabel II en España, literalmente, ¡¡desde antes de la Guerra de Cuba!!, no es algo nuevo, ni mucho menos.
La frecuencia es similar en todo el mundo, entre el 2 y el 6%, según diferentes estudios. Los padres no vienen al psiquiatra por capricho, sino porque el niño tiene problemas serios en casa, en el colegio, con su rendimiento escolar, con su funcionamiento social y con su control de impulsos.
Mito 3: Los síntomas de TDAH son leves, se trata de una enfermedad falsa, fruto del poco aguante de los padres de hoy, del perfeccionismo y la exigencia excesiva.
El TDAH tiene un efecto muy negativo sobre el niño que lo padece. A largo plazo y, si no se trata correctamente, reduce seriamente el rendimiento académico del niño y desemboca en fracaso escolar, generando abandono de los estudios o repetición del curso. Si pasan curso, no dominan la materia anterior y la base de conocimientos del niño se hace cada vez más endeble.
Además, afecta el desarrollo social y emocional del niño. Debido a los múltiples problemas en las relaciones con los compañeros por su impulsividad, los niños con TDAH tienden a tener pocos amigos, poco duraderos, y las relaciones son menos estrechas.
Por los fracasos repetidos en el colegio, las discusiones con los amigos y con los padres, por malas notas y mal comportamiento, son frecuentes los síntomas depresivos e incluso la depresión en los niños con TDAH. Los niños con TDAH no tratado desarrollan con frecuencia comportamientos negativistas: desobediencias progresivas, desafío a la autoridad y, poco a poco, problemas de conducta mayores e, incluso, abuso de alcohol y drogas (especialmente porros). No es un trastorno “cosmético”, fruto del perfeccionismo de la sociedad. Los niños con TDAH que no reciben tratamiento correcto suelen alcanzar trabajos o profesiones por debajo de su capacidad. También son más susceptibles de tener otros problemas, si no se les trata adecuada y tempranamente, como mayor tasa de embarazos en edades tempranas, mayor tasa de abuso de sustancias, menor tasa de retención de un trabajo, y menor progresión laboral.
Mito 4: El TDAH sólo afecta a niños y desaparece en el adolescente
Es cierto que algunos síntomas de hiperactividad disminuyen con la edad, transformándose en movimientos más finos (mover el pie, dar golpecitos...). Sin embargo, la inatención y, especialmente, la impulsividad permanecen en adolescentes y adultos. Las estimaciones de los padres y personas que viven con el paciente son más precisas que las del paciente, que a veces minimiza sus síntomas. Se estima que la tercera parte de los niños con TDAH dejará de tener TDAH antes de la adolescencia, la tercera parte dejará de tener TDAH antes de la edad adulta, y la tercera parte seguirá teniendo TDAH de adultos. Pero, como hemos indicado, aunque algunos ya no cumplen criterios completos de TDAH, siguen teniendo síntomas que les afectan, por lo que cada vez más se considera al TDAH como un problema crónico que requiere manejo a largo plazo.
Mito 5: El TDAH sólo afecta a los niños y no a las niñas.
Las niñas con TDAH suelen pasar desapercibidas con más facilidad, porque tienen menos hiperactividad y menos oposicionalidad. Comparadas con los niños, tienen menos comorbilidad con trastorno negativista desafiante, trastorno de conducta, del aprendizaje y depresión, pero más trastornos de ansiedad. El problema es que como pasan desapercibidas, a veces no tienen problemas en el rendimiento escolar hasta la secundaria, en edades de 11 a 15 años. Si el médico es demasiado rígido con los criterios diagnósticos, puede decir que como no ha tenido problemas antes de los 7 años no tiene TDAH. A veces, hemos visto a estas chicas en la consulta a los 17-18 años y, a pesar de llevar tanto tiempo con un rendimiento muy por debajo de su capacidad, mejoran mucho con medicación. Por eso les digo a los padres que nunca es demasiado tarde para empezar a mejorar.
Mito 6: El TDAH lo debe diagnosticar y tratar, primero, el neurólogo o neuropediatra y, si no mejora, entonces el psiquiatra infantil.
Un diagnóstico correcto y temprano es el primer paso para un buen manejo del TDAH y para prevenir sus complicaciones. Generalmente son los padres, profesores, psicólogos escolares, pedagogos, o pediatras los que primero sospechan un posible TDAH en un niño que tiene síntomas o problemas. Un pediatra con experiencia y formación puede hacer un diagnóstico inicial e, incluso, iniciar un tratamiento. Generalmente, es un especialista en TDAH (psiquiatra del niño y del adolescente, neuropediatra, psiquiatra, o psicólogo clínico) el que hará un diagnóstico definitivo. Una vez realizado el diagnóstico, el médico y su equipo diseñan un plan de tratamiento que puede incluir la participación de un psicólogo clínico, pedagogo, profesor de apoyo y otros profesionales para realizar parte del tratamiento. Siempre que se sospeche un TDAH, debe existir una evaluación por un médico experto en el diagnóstico y tratamiento de niños con este problema. El psiquiatra infantil y adolescente es un médico que puede ayudar a los padres y al niño. Debe verse como un experto en el TDAH, al que los padres consultan para poder tomar mejor las decisiones médicas que afecten al niño. Lo mejor es buscar un psiquiatra con el que los padres se sientan cómodos. Primero, porque tenga una calidad técnica reconocida y, luego, porque sea capaz de hacerse entender y de ser cercano a las necesidades de los padres. Si el psiquiatra no escucha a los padres o les hace sentir culpables por los problemas del niño les recomiendo que busque a otro más adecuado.
Mito 7: El Tratamiento del TDAH deber ser, primero, sin medicación y, si no mejora, se puede usar medicación, porque los fármacos son peligrosos.
El tratamiento del TDAH debe incluir 3 partes:
  1. Entrenamiento a los padres sobre el TDAH y cómo manejar aspectos de la conducta del niño.
  2. Apoyo y adaptación a nivel escolar.
  3. Además, es imprescindible un tratamiento médico, con una medicación que ayude a mejorar los déficits en neurotransmisores de algunas zonas del cerebro. El tratamiento del TDAH no debe ser nunca solamente dar la medicación, pero ésta es imprescindible en la inmensa mayoría de los casos.
Cuanto más sepan, lean y pregunten los padres sobre el TDAH mejor podrán ayudar a su hijo.
Deben buscarse un médico para que evalúe y trate al niño, un médico que sea experto en niños con TDAH y que tenga tiempo y paciencia para seguir al niño a lo largo de su enfermedad. Un médico que esté disponible.
Además los padres pueden:
  1. Definir reglas claras de consecuencias y premios para ciertos comportamientos.
  2. Ayudar al niño a terminar una tarea o encargo, dividiéndolo en pasos menores.
  3. Aumentar la estructura y el orden de la casa.
  4. Establecer rutinas estables y predecibles para organizar el tiempo.
  5. Eliminar ruidos y distracciones.
  6. Modificar la conducta del niño.
  7. Motivarles.
  8. Aumentar la disciplina, haciéndo que el niño sufra las consecuencias de saltarse las normas.
Hay varios tipos de medicinas que han demostrado su eficacia en el TDAH aprobadas para su uso: los estimulantes (en España Metilfenidato: Rubifén®, Concerta® y Medikinet®; fuera de España también Dextro- metilfenidato, dextroanfetamina y mezcla de sales de anfetamina). Estas medicinas actúan principalmente sobre la dopamina. También ayudan las medicaciones no estimulantes como atomoxetina (Strattera®) con efecto principalmente sobre la noradrenalina. Estas medicaciones son todas de primera elección en la mayoría de las guías clínicas basadas en la evidencia elaboradas por expertos. La elección de una u otra medicación debe hacerse de forma individualizada. En todo tratamiento con medicación hay una fase inicial para alcanzar una dosis adecuada, una fase de mantenimiento, donde la respuesta adecuada inicial se ha alcanzado, y una fase de perfeccionamiento, donde se hacen retoques y se atienden problemas emergentes o nuevos síntomas. La colaboración entre el médico y los padres es esencial en las tres fases.
Mito 8: Es mejor no dar medicación al niño y usar psicoterapia u otros abordajes no farmacológicos
La psicoterapia que ayuda al niño con TDAH es el entrenamiento de los padres sobre los síntomas del TDAH y sobre cómo controlar y manejar mejor el comportamiento del niño.
La psicoterapia psicoanalítica no funciona en el TDAH, tampoco la terapia de juego, ni el entrenamiento cognitivo para “mejorar” la concentración, memoria o atención.
También es muy útil el apoyo escolar, con técnicas de estudio, remediando las dificultades del niño, intentando recuperar las áreas en las que tenga especial dificultad o retraso respecto a sus compañeros.
Hay muchos mitos sobre métodos mágicos que pueden mejorar el TDAH pero que no tienen ninguna base científica. Estos “tratamientos” se suelen ofrecer en consultas privadas con gran coste de tiempo y dinero para los padres, y sensación de fracaso para el niño. No existe evidencia de que métodos como oir música de diferentes tonos para reeducación auditiva sirva para nada, como mucho puede relajar al niño, pero se obtiene el mismo efecto comprando un disco y oyéndolo en casa. Tampoco los ejercicios de entrenamiento y reeducación de la lateralidad cruzada ni el biofeedback de EEG son útiles. Las dietas sin azúcar y sin colorantes no curan el TDAH. Los tratamientos homeopáticos como agua magnetizada, hierbas de diferentes tipos, acidos grasos Omega-3 tampoco han demostrado eficacia. Algunas hierbas, aunque sean naturales, pueden ser peligrosas (no confundir natural con inofensivo). No por ser naturales, estos remedios son buenos y, generalmente, su eficacia no ha sido demostrada científicamente. Los padres deben desconfiar de remedios fáciles que prometan “curación” permanente, rápida, sin esfuerzo y que supongan un gran desembolso económico inicial. Deben desconfiar de tratamientos no publicados en revistas científicas, que impliquen el uso de algún artefacto patentado o supuesta medicación con componente secreto o no claramente conocido.
Mito 9: Las medicaciones producen adicción, porque son drogas
Este tema suele preocupar mucho a los padres y es importante que se entienda bien. Es un falso mito que el metilfenidato produzca adicción., Aunque químicamente el metilfenidato es similar a la anfetamina, a dosis normales en TDAH y por vía oral no produce efecto euforizante. El metilfenidato, al tratar el TDAH, de hecho reduce el riesgo de que el niño en el futuro abuse de drogas, porque disminuye su impulsividad. Sin embargo, dosis altas de metilfenidato podrían causar efecto euforizante. Por ello, si se usa en chicos con problemas de abuso de drogas o alcohol, debe hacerse con control cercano. Los padres deben guardar bajo llave la medicación y darles sólo una pastilla cada vez para evitar que tomen más de lo recetado. Esto limita el uso del metilfenidato en adolescentes con problemas de abuso de alcohol o drogas o con trastorno de conducta, pero no es el metilfenidato lo que produce este abuso de drogas, sino el TDAH. La forma OROS®-Metilfenidato al ser una cápsula de liberación prolongada, tiene menor riesgo de abuso. La atomoxetina tampoco produce ningún efecto euforizante ni tiene riesgo de adicción.
Mito 10: La medicación produce una reducción del crecimiento (en altura) del niño
El efecto de los estimulantes sobre el crecimiento ha sido una preocupación de padres y médicos durante años y ha sido muy estudiado. Algunos estudios han mostrado una reducción de la ganancia esperada de altura en los primeros 3 años de tratamiento, aunque la significación clínica de estos datos es difícil de valorar. Otros estudios encontraron una menor talla de los niños con TDAH tratados con estimulantes a los 18 años, pero no encontraron diferencias más tarde, porque los adolescentes con TDAH completaron su desarrollo un poco más tarde y alcanzaron tallas similares a los controles. En estudios donde se interrumpía el metilfenidato los fines de semana y en vacaciones, no se observó ninguna ventaja en el crecimiento, por lo que no se recomienda parar el tratamiento los fines de semana ni en vacaciones. La talla y el peso deben monitorizarse de cerca y, en aquellos niños que pierden peso o no ganan peso adecuadamente, se pueden usar suplementos energéticos y calóricos. La atomoxetina tampoco reduce el crecimiento en altura.
RESUMEN
Síntomas del niño con TDAH
  • Niños descuidados y olvidadizos
  • Dificultad para estar atentos en clase
  • No se centran en los juegos
  • No terminan las tareas
  • Cometen muchos errores por descuidos
  • Hablan excesivamente
  • Están siempre en movimiento
Posibles causas
Factores genéticos (La causa principal)
Problemas prenatales y perinatales
  • Uso de tabaco en el embarazo
  • Problemas durante el parto
  • Falta de oxígeno en el cerebro
  • Prematuridad
  • Bajo peso al nacer
Otras causas desconocidas
NO es debido a factores ambientales familiares, a la T.V. o a los videojuegos…
Tratamiento
  1. Coordinación y trabajo en equipo entre padres, educadores y médicos
  2. Entrenamiento a los padres en manejo conductual del niño
  • Ignorar conductas negativas, potenciar, motivar y premiar conductas positivas.
  • Priorizar las conductas que queremos cambiar
  • Evitar conductas agresivas
  • Evitar castigos físicos
  • Apoyo en asociaciones de padres
3. Apoyo escolar y adaptación del método didáctico
  • Intervenciones en el aula (sentarse cerca del profesor, supervisión más cercana,
  • Motivación al niño
  • Apoyo específico en áreas deficitarias
 4. Tratamiento médico (ES IMPRESCINDIBLE)
  • Manejo con medicación tipo estimulante o no estimulante
Medicación estimulante
Metilfenidato:
  • Liberación inmediata: Rubifén®: duración del efecto: 4 hrs.
  • Liberación prolongada: Medikinet®: duración del efecto: 8 horas y Concerta®: duración del efecto: 12 horas
Medicación no estimulante
Atomoxetina (Strattera®): duración del efecto: Aprox. 24 horas
No funcionan
Métodos de entrenamiento auditivo o musical (Tipo Tomates)
El tratamiento con hierbas, minerales, magnetoterapia…
Biofeedback con EEG…
Dietas especiales
Es recomendable
  • Llegar al diagnóstico precoz
  • Acudir a asociaciones de padres con niños TDAH.
  • Buena comunicación entre padres, educadores y médicos
Fuente:
Dr. Cesar Soutullo y Regina Cobo
César Soutullo: Director de la Unidad de Psiquiatría Infantil y Adolescente, Departamento de Psiquiatría y Psicología Médica, Clínica Universitaria, Universidad de Navarra
Regina Cobo: Presidenta, Fundación CADAH (Cantabria Ayuda al TDAH), Santander, Cantabria

jueves, 21 de julio de 2011

TDAH EN EL AULA

Entre el 3 y el 5% de los escolares sufre trastornos por déficit de atención e hiperactividad
Los expertos apuntan hacia la detección temprana como una de las mejores terapias para paliar los efectos del TDAH.
Es desordenado e inquieto, se despista en clase, deja sin acabar sus tareas para centrarse en otras cosas, es impulsivo… El niño que responde a estas características es un posible caso de síndrome por déficit de atención con o sin hiperactividad, un trastorno del comportamiento (que no enfermedad, como suele pensarse) que afecta a entre el 3 y el 5% de los escolares, con mayor incidencia entre los varones. Visto desde otra óptica estadística, hay uno por cada clase y, además, existe una tendencia al incremento de los problemas de hiperactividad y falta de atención entre los menores, según recoge el último informe del Observatorio de Salud Infantil y Perinatal.
Si no se actúa a tiempo, son niños llamados a engrosar las listas del fracaso escolar o a presentar problemas de socialización. Evitarlo está en manos tanto de los padres como de los profesores. Por ello, en la formación de los futuros docentes está adquiriendo cada vez mayor importancia el aprendizaje de estrategias, especialmente metodológicas, orientadas a abordar este tipo de conductas.
 «El profesor en el aula debe estar formado en la detección e intervención en este tipo de problemas".
 Un niño con TDAH necesita una adaptación metodológica antes que curricular y eso lo debe saber un maestro», explica Ángela Serrano, directora de Departamento de investigación de la Universidad Internacional Valenciana. Pero, junto a la detección temprana, también es fundamental evitar un diagnóstico precipitado y erróneo, ya que en muchas ocasiones se tiende a confundir el déficit de atención con la hiperactividad. «El primero, el déficit de atención sin hiperactividad (TDA), se caracteriza por la dificultad en mantener la atención sobre los hechos o estímulos. El segundo, el déficit de atención con hiperactividad (TDAH), es un trastorno del comportamiento que presenta una excesiva actividad motora y que correlaciona con un problema de atención», detalla Ángela Serrano, al tiempo que recuerda que el más habitual en la escuela es el TDA.
En este sentido, Ángela Serrano, que también es coordinadora del Máster de prevención e intervención psicológica en problemas de conducta en la escuela de la Universitat Internacional Valenciana, hace hincapié en que no todos los niños que presentan un problema de atención tienen asociado un problema de hiperactividad e insiste en la importancia de un «diagnóstico acertado y no apresurado de las conductas escolares».
Motivar y no etiquetar
Y es que algunos de los problemas de atención de los escolares están relacionados con la falta de una metodología motivadora por parte de algunos profesores. Según Serrano, «un profesor debe aprender no sólo a transmitir conocimientos, sino a enamorar a los alumnos con lo aprendido; únicamente así logrará centrar su atención. Porque un alumno que no aprecia lo que recibe es un alumno desmotivado, que se dedicará a jalear en clase».

Éste es otro de los aspectos que también abordan los nuevos títulos formativos para docentes, dotándoles de herramientas para favorecer la interacción con los alumnos, el desarrollo de sus habilidades sociales o la inteligencia emocional, así como estrategias para la prevención, detección y resolución de problemas en las aulas. Precisamente uno de ellos podría ser la hiperactividad, que genera un problema conductual que guarda relación con el trastorno negativista desafiante y con problemas de convivencia escolar y que, sin duda, afecta la convivencia del niño a nivel escolar y familiar. No obstante, la experta se muestra cauta respecto a esta afirmación e insiste en la importancia de evitar etiquetar como problemático al niño tanto por parte de la familia como por el mismo profesorado y en la necesidad de que el diagnóstico lo realice un especialista. Sin embargo, detalla un ejemplo orientativo: «Algunas conductas que los padres observan durante los primeros años son que el niño no se centra en ningún juego ni consigue focalizar su atención en un juguete concreto durante un corto periodo de tiempo. Más tarde observan que no sigue las rutinas diarias y tiene dificultad en realizar las tareas. En la edad escolar llaman continuamente la atención de profesores y compañeros, les cuesta finalizar las tareas e interrumpen frecuentemente el desarrollo normal de la clase. Cerca de la pre-adolescencia se hacen más notorios los problemas de impulsividad, que se van convirtiendo en alteraciones de la convivencia con compañeros, profesores y padres».

Ante un caso de estas características, ¿cómo debe actuar el profesor? A la detección temprana se une la utilización de estrategias atencionales por parte del docente y la intervención sobre el control de los impulsos y emociones, que ayudarán al niño a actuar en clase de manera normalizada: «El maestro debe tener presente que, en la medida que el niño vaya consiguiendo la automatización e interiorización de hábitos y tareas, estará realizando una adaptación metodológica necesaria para poder desarrollar un currículo con garantías de progreso académico».
El uso de estrategias para mantener la atención selectiva del alumno, el empleo adecuado de refuerzos como la economía de fichas o la utilización metalingüística del lenguaje en el uso de reprimendas, sanciones y castigos son algunas de las técnicas que los profesores deben manejar para tratar con estos alumnos.
«Los padres han de ser conscientes de que la mejora cuesta»
Ángela Serrano es contundente: es fundamental el compromiso de los padres en este tipo de trastornos. «Los padres deben ser conscientes de que la mejoría en el comportamiento del niño supone esfuerzo, dedicación y tiempo. Una intervención exitosa será el resultado de estar abiertos a la colaboración con los especialistas y ser constantes en su dedicación y apoyo», afirma esta experta. Firmeza en los hábitos de conducta y aprender a controlar la impulsividad de sus hijos son los dos consejos clave para los padres de estos niños. Además, como recuerda Ángela Serrano, si el padre tiene la sospecha de que su hijo presenta indicadores del trastorno «debe buscar la ayuda de un profesional cualificado para ello, un psicólogo o un educador».
Algunos de los indicadores de estos trastornos son la dificultad para mantener la atención, para atender selectivamente, para describir situaciones concretas, para dar respuesta de forma ordenada ante estímulos complejos, la actividad motora excesiva o inapropiada, la dificultad para acabar tareas ya empezadas o para mantenerse sentados y/o quietos en una silla, así como, la presencia de conductas disruptivas (en especial con finalidad destructiva). Son también excesivamente impulsivos: dicen siempre lo que piensan, no controlan sus respuestas. No pueden dejar de hacer las cosas que les gusta en primer lugar y aplazan los deberes.
FUENTE:
Isabel García Valencia

sábado, 16 de julio de 2011

LA PROCRASTINACIÓN: Posponer, postergar

SÓLO PARA DÉFICIT ATENCIONALES.
No recomendable para personas organizadas, concentradas y satisfechas de este mundo.

Procrastinación es la acción de procrastinar. Del latín procrastinare: pro (hacia, en favor de) y cras (mañana): postergar actividades o situaciones que uno debe atender, por otras situaciones más irrelevantes y agradables. Esto es, dejar las cosas para mañana o para última hora; esperar hasta el límite para comenzar una tarea. Es lo que, popularmente, se conoce como simple "pereza".

La procrastinación como síndrome que evade responsabilizarse posponiendo tareas a realizar, puede llevar al individuo a refugiarse en actividades ajenas a su cometido. La costumbre de posponer, si bien no se ha demostrado cabalmente, puede generar dependencia de diversos elementos externos, tales como navegar en Internet (que puede llevar a una adicción al ordenador, por ejemplo), leer libros, salir de compras o comer compulsivamente, entre otros, como pretexto para evadir alguna responsabilidad o decisión.
Pero, ¿qué es lo que lleva a una persona a procrastinar? La respuesta a esta pregunta es muy amplia, diversa y compleja.
La procrastinación es uno de los síntomas más frecuentes en  el TDAH, uno de los de más difícil manejo y generador de bastante angustia y culpa.
Las personas con Déficit de Atención e Hiperactividad, frente a una tarea poco atractiva o que requiere un esfuerzo mental sostenido, experimentan una serie de pensamientos inútiles y un estado intermitente de desagrado que culmina con la postergación de la misma, (con la esperanza de evitarla), sustituyéndola por otras situaciones más irrelevantes y agradables.
La persona con TDAH distorsiona la percepción del tiempo (discronia): siempre cree que tiene tiempo de sobra para hacer las cosas. De este modo, él mismo decide que está aburrido y pasa a ocuparse de otras tareas que no son prioritarias y que, quizás, ni siquiera son útiles para su vida, pero que le proporcionan placer.
Aunque el TDAH podría asociarse a la dificultad, propia de esta entidad, para priorizar qué es lo importante o urgente y qué es lo secundario o postergable, esto no siempre es así. Muchas veces el procrastinador tiene plena conciencia de estar ejecutando tareas irrelevantes, mientras otras necesarias están siendo postergadas, pero… no puede evitarlo. De hecho, en este momento yo debería estar haciendo un sinnúmero de otras cosas más urgentes, pero me encuentro escribiendo sobre este apasionante tema y… no puedo evitarlo. Lo otro lo dejaré para mañana o pasado.
Aunque sobre la procrastinación se ha escrito bastante, baste buscar la palabra en Google (por favor, no lo hagan todavía o es posible que se distraigan y no vuelvan a este artículo). No he encontrado alguna información que sea realmente útil, como probablemente tampoco lo será ésta…. pero, al menos, nos habrá servido para procrastinar un rato.
Para algunos autores, procrastinar es inevitable y todos lo hacemos en algún grado. El punto sería con qué procrastinar. Al menos, intentemos hacerlo con algo que pueda ser de alguna utilidad en algún momento, aunque no sea prioritario. Jugar al solitario en el ordenador no es la mejor idea, cuando tengo que entregar un trabajo al día siguiente. Tampoco lo es leer un libro de historia, pero tal vez éste, al menos, incremente mi cultura.
Los TDAH son seres geniales e inventores por naturaleza y es característico que esa genialidad aparezca justo en el momento en que tienen otras obligaciones que cumplir. Muchas personas con TDAH están constantemente generando ideas, lo cual les conduce a procrastinar continuamente, ya que la última idea les atrae más que la anterior, por ser más nueva y novedosa. Recomendación: si es útil, hágalo; tal vez mañana esa idea genial se haya esfumado. Después de todo, si sólo nos dedicáramos a cumplir con nuestras obligaciones, ¿quién pondría la nota de originalidad en este mundo?
Ser procrastinador no es sinónimo de ser flojo. Puede ser, que la actividad con que se está procrastinando sea más compleja y difícil que la postergada. Incluso, puede ocurrir que una misma actividad, en algún momento, se utilice para procrastinar y, en otro, sea la postergada.
 El problema es que a los TDAH “no les gusta hacer las cosas por obligación”. Frase típica: “Yo hago las cosas cuando yo quiero y porque yo quiero”. Una pequeña trampa a esta estructura mental podría ser intentar anular el rótulo de “obligatorio” a la tarea a realizar. Si a alguien se le ocurre cómo, por favor que lo publique.
La actividad con que se procrastina produce placer, sin duda, pero enfrentarse a la realidad de no realizar o entregar las obligaciones a tiempo, puede ser fuente de mucha mayor angustia y afectación de la autoestima. Dada la genialidad propia de los TDAH, muchas veces al final, a avanzadas horas de la madrugada, logran cumplir con la tarea, pero con clara conciencia de que la procrastinación les quitó una noche de sueño y que el resultado podría haber sido mejor. Esto es típico de los estudiantes TDAH que, la última noche antes del examen, estudian toda la materia que debieron haber estudiado durante todo el mes. Lo genial es que a veces lo logran pero, dado que el sueño es fundamental para la consolidación de la memoria, con el tiempo los conocimientos se esfuman y se quedan con la sensación de que no han aprendido nada en la universidad. Sin duda, ésa es una mala época para los TDAH. Demasiados estímulos externos, mucho años de estudio frente a un escritorio, escasa disciplina y decenas de compromisos que cumplir.
Las siguientes, son estrategias que pueden ayudar:
Preparar un ambiente de trabajo propicio. No tenga su libro favorito, un televisor, el móvil o el messenger funcionando en  su mesa de trabajo. Propicie un espacio que invite a trabajar. Si no, le puede ocurrir como a Leonardo da Vinci, con cientos de ideas geniales que se quedaron a medio terminar.
Cuéntele su problema a un buen colega o amigo, (los TDAH suelen tener bastantes) y pídale que le ayude a insistirle en esa cosa que siempre está posponiendo. Si encuentra otro TDAH que tenga el mismo problema, la ayuda puede ser mutua. En la infancia cumplía ese rol nuestra madre o abuela (seres actualmente en extinción) con frases como “no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy” o “primero la obligación y después la devoción”. Probablemente, procrastinar sea lo natural y no hacerlo un hábito que se adquiere con la educación y que es fácil de perder. La única forma de generar nuevos hábitos es practicándolos.
Es posible que “imaginar” también pueda favorecer algunas vías neurales. Cuando tenga un tiempo de relajación, escasos en el TDAH, imagine su imagen mental de un tipo activo y ejecutivo. Imagínese a Ud. mismo como quiere ser. Es una forma de autohipnosis.
Fraccione las grandes tareas en tareas más pequeñas. Es más atractivo pensar en sentarse a escribir el título de la tesis, que la tesis completa. Una vez sentado puede ocurrir que con la inspiración del título, el resto comience a salir como por arte de magia.
Finalmente, puede ofrecerse un premio de “fin de tarea”, pero deberá ser lo suficientemente honesto para no tomarlo antes.
FUENTES:

viernes, 15 de julio de 2011

IMPACTO DEL TDAH EN LA VIDA DE LOS NIÑOS

IMPACTO DEL TDAH EN LA VIDA SOCIAL
En el ámbito social, los niños con TDAH suelen tener problemas para establecer relaciones apropiadas con figuras de autoridad y otros niños. El trastorno no sólo afecta al niño diagnosticado, sino también a su familia.
Relaciones de un niño con TDAH con figuras de autoridad y otros niños
Los niños con TDAH suelen ser tachados de desobedientes o “cabezotas”. Esto suele deberse a su dificultad para mantener la atención y a la pérdida de partes importantes de una conversación o de instrucciones. Un niño que sufre los síntomas del TDAH suele sentir que se le trata de forma injusta. En ocasiones puede ser verdad. Por ejemplo, todos los niños de la clase están levantados de sus asientos cuando el profesor vuelve. Todos, excepto el niño con TDAH, se sientan inmediatamente. Es posible que el niño con TDAH no haya visto al profesor entrar en el aula y que, cuando lo haga, no pueda parar inmediatamente. El resultado es que únicamente él es atrapado y castigado.
El TDAH puede dificultar considerablemente las amistades durante la infancia o las relaciones con semejantes. El rechazo por parte de otros niños o el no tener amigos cercanos contribuye a que muchos de estos niños se sientan solos e incomprendidos. En algunos casos, también pueden tener más riesgo de ansiedad, trastornos del humor, abuso de sustancias y delincuencia durante la adolescencia. La forma en que el TDAH contribuye a los problemas sociales no se comprende plenamente. Varios estudios demuestran que los niños con TDAH del tipo con predominio de déficit de atención pueden ser percibidos como tímidos o retraídos por los demás niños. Las investigaciones indican que el comportamiento agresivo de los niños con síntomas de impulsividad o hiperactividad puede jugar un papel fundamental para el rechazo por parte de otros niños. Otros factores que pueden contribuir al rechazo son el mal control de los impulsos, la incapacidad de esperar turno y seguir las instrucciones y el hablar en exceso.
Impacto del TDAH en la familia del niño
Cuando al niño se le diagnostica TDAH, muchos padres se sienten disgustados o confusos y otros aliviados por saber, de una vez, la causa de los problemas de su hijo. Para los progenitores es importante saber que el TDAH no se debe a que sean malos padres, además de que existe una amplia gama de tratamientos que ayudan a controlar los síntomas. El ser padre de un niño con TDAH no es tarea fácil, por el contrario, puede ser muy difícil y estresante. El alto y constante nivel de atención exigido puede ejercer una enorme presión sobre la vida familiar. Se sabe que las familias que tienen hijos con TDAH experimentan mayores niveles de frustración paternal, conflictos matrimoniales y divorcios. El vivir con un hermano con TDAH puede disgustar a los otros niños de la familia. Algunos de ellos pueden discutir y volverse desobedientes como forma de rebelión ante la situación. Los pacientes de TDAH necesitan estructura y rutina en sus vidas. Las vacaciones, los puentes y otros acontecimientos especiales pueden alterar la rutina y dar lugar a situaciones estresantes. Para evitar esto, puede ser de ayuda que los padres informen al niño o adolescente por adelantado de lo que va a suceder. Los padres deben distraer al niño cuando se inquiete demasiado y fijar momentos para liberar el exceso de energía

IMPACTO DEL TDAH EN LAS TAREAS ESCOLARES
Problemas de comportamiento y aprendizaje y mala organización
Algunos síntomas del TDAH, como la dificultad para permanecer sentado, prestar atención y escuchar, pueden hacer del colegio un lugar difícil para un niño con TDAH. Aunque la mayoría de los niños y adolescentes con TDAH tiene una inteligencia igual o superior a la media, entre el 40 y el 60 por ciento de ellos tiene graves problemas de aprendizaje. La causa es su mala organización, su impulsividad o hiperactividad y su falta de atención. La consecuencia es que muchos niños y adolescentes con TDAH tienen más posibilidades de repetir curso, de abandonar los estudios y de obtener resultados académicos por debajo de sus posibilidades. Afortunadamente, la combinación correcta de prácticas educativas adecuadas y tratamientos que incluyan medicación y terapia conductual puede evitar esto
La rutina y la organización pueden facilitar el paso del niño con TDAH por el colegio
La organización, la estructura y la rutina son elementos clave en las vidas de los individuos con TDAH. Los padres pueden ayudar a sus hijos, mediante el establecimiento de rutinas domésticas y de un entorno ordenado y organizado. Pueden enseñar al niño a organizar las tareas escolares y a superar su desorganización interna. Por ejemplo, el uso de una lista de control diaria y de notas adhesivas como recordatorios visuales puede ayudar a los adolescentes a organizar sus tareas escolares. La participación en actividades extraescolares puede mejorar las habilidades sociales del niño y aumentar su autoestima, así como ayudarle a liberar el exceso de energía.
El papel del profesor
Es fundamental que exista una buena cooperación entre progenitores y docentes. El profesor juega un importante papel en el seguimiento del niño con TDAH. Los contactos habituales con el profesor o profesores resultan vitales para evaluar los cambios en el comportamiento del niño. Para seguir el ritmo de la clase, los niños con TDAH necesitan aprender técnicas para controlar su propia atención y comportamiento. El profesor debería saber cómo controlar y modificar el comportamiento del niño o adolescente, por ejemplo por medio del refuerzo positivo. Además, el profesor puede ayudar utilizando buenos métodos educativos; prestando especial atención a las normas, la organización, la rutina; informando a los estudiantes por adelantado de lo que van a aprender; proporcionando instrucciones escritas y orales; repasando las instrucciones; enumerando los libros y el material que se necesitarán para una tarea; proporcionando ayudas visuales, etc. Todos estos métodos pueden facilitar el paso por la escuela de los estudiantes desorganizados y con falta de atención y pueden ayudarles a prosperar
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lunes, 11 de julio de 2011

FOMENTAR LA AUTOESTIMA EN EL TDAH

El TDAH es una verdadera amenaza a la confianza en uno mismo. Si un niño fracasa en los estudios, es socialmente inepto y se mete constantemente en problemas, es lógico que su autoestima acabe por los suelos. Lamentablemente, para la mayoría de los niños con TDAH la vida no es un camino de rosas. Pero, si en lugar de destruir su autoestima, la fomentamos, podemos hacerles la vida mucho más agradable.
Los niños no pueden verse a sí mismos, juzgan su propia valía a partir de las reacciones de quienes les rodean. Nosotros somos el espejo que refleja el modo en que se les considera y así se modula la imagen que tienen de sí mismos.
Amenazas a la autoestima
Se puede minar la autoestima de un niño, no sólo con las palabras sino también con la forma en que las decimos. El tipo de entonación que utilicemos, la falta de interés, las críticas y las quejas de incompetencia son las mejores bazas para lograrlo.
  • No escuchar: Para que un niño sienta que importa, lo que él dice tiene que importar. No es nada fácil, pero si no fomentamos la comunicación con los niños, dejarán de contarnos nada.
  • Despreciar: Pueden parecer insensibles e irritantes, pero eso no significa que las cosas no les afecten ni que no les duelan los comentarios hirientes. Es el comportamiento, no el niño, lo que nos disgusta.
  • Sobreprotección, falta de confianza: Los niños tienen que sentir que se confía en ellos para alcanzar la independencia y así poder tener una autoestima elevada.
  • Comparaciones: Cada niño es único, no hace falta compararle con nadie. Cuando un ser humano de cualquier edad se ve obligado a vivir a la altura de las expectativas de otra persona acaba estrellándose y perdiendo la confianza en uno mismo.
  • Buscar fallos: Todos sabemos lo mucho que duele cuando hacemos las cosas lo mejor que sabemos y sólo recibimos críticas. Cuando un niño da lo máximo de sí mismo se le tiene que animar en lugar de buscar sólo los fallos.
  • Comentarios hirientes: Tenemos que deshacernos de palabras como tonto, estúpido, pesado, insoportable... Si no nos deshacemos de un lenguaje tan destructivo, acabaremos destruyendo la autoestima del niño.
  • Focalizarse en el fracaso: Tienen que saborear las mieles del éxito. Los padres normalmente sólo tienen ojos para sus fracasos. Su vida se puede convertir en un verdadero infierno.
Fomentar la confianza del niño en sí mismo
Para que un niño se encuentre a gusto consigo mismo, debe percibir que se tiene en cuenta lo que dice, que se valoran sus facultades, que se le respeta y que confía en él. Quienes conviven con él deben fomentar su autoestima a costa de cambiar su foco de atención, del fracaso al éxito.
  • Palabras que hacen milagros: Escuche atentamente lo que le cuente su hijo. Hágase eco de lo que diga, mírele a los ojos mientras conversa con él y déjele que acabe de hablar sin interrumpirle. Demuéstrele su interés y hágale saber que le importa lo que le está contando. Anímele. “Estupendo”, “Así se hace”, “Me gusta”, “Confío en ti”.
  • Así se hace: Esté pendiente de lo que haga su hijo, valore su esfuerzo y échele una mano si necesita ayuda. Cuando las cosas no le salgan del todo bien, guíele, pero no le critique. “Vaya..., si lo ordenas un poquito más estará perfecto”. Haga la vista gorda con lo que esté mal y fíjese en lo que está bien. Demuéstrele que está satisfecho y orgulloso de él. “Lo has conseguido”, “Está bien”, “Debes estar orgulloso, lo has logrado”, “Está mucho mejor”, “Realmente estás mejorando mucho”.
  • Respeto y confianza: Valorar el esfuerzo no el resultado cuando éste deje bastante que desear. Anímele a que haga todo lo que pueda. Si no se le dan responsabilidades y no se confía en él, se sentirá inadecuado, torpe, incapaz, dependiente. Trátele como le gustaría que le trataran a usted, así no se equivocará nunca. Elija sus palabras con mucho cuidado, anímele y hágale sentirse importante.
  • Saborear las mieles del éxito: No hacer una montaña de los problemas que tenga el niño con los estudios. Buscarle hobbies, intereses o actividades al aire libre para que puedan disfrutar de la vida. Cambiar el “chip” de lo que no saben hacer a lo que saben hacer. Los niños que tienen confianza en sí mismos son los que triunfan en algo. Hay que ayudarles a encontrar en qué consiste ese algo.
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