La experta Nuria Núñez, psiquiatra infantil, explica cómo detectar
tempranamente signos de trastornos como la ansiedad, el autismo o el TDAH y
cómo construir un buen apego para prevenir problemas de salud mental a largo
plazo
Fiebre, tos o dolor de barriga son
algunos de los síntomas típicos en los niños y son también los más fáciles de
detectar. Porque cuando la enfermedad ataca al cuerpo, el dolor tiene forma
física y nombre. Pero ¿somos capaces de percibir los síntomas de una depresión
infantil? ¿Cómo se distingue a nivel clínico un carácter inquieto o unas malas
notas de un TDAH? La doctora Nuria Núñez es psiquiatra especializada en la
evaluación, el diagnóstico y el tratamiento de trastornos mentales, emocionales
y del comportamiento en niños, desde el déficit de atención e hiperactividad
hasta la depresión, la ansiedad, el autismo o la bipolaridad. En su nuevo
libro, Los niños también se deprimen (La esfera de los libros, 2024), la
experta explica a los padres cómo pueden promover el bienestar emocional en sus
hijos a lo largo de la vida.
¿Qué importancia tiene el apego en el
desarrollo?
El apego es el vínculo que genera
cualquier mamífero con su madre, su padre o su cuidador. Es algo innato. Según
cómo se vaya desarrollando ese apego, podrá ser de diferentes tipos: seguro,
ansioso o desorganizado. Lo ideal es fomentar que haya un apego seguro, que el
niño tenga seguridad en que va a ser cuidado, para que desarrolle la creencia
de que es importante, de que es bueno, de que es suficiente, de que merece que
le quieran. Cuando tú vas creciendo con ese tipo de mensajes, los extrapolas a
tu manera de relacionarte con los demás. Si tienes un amigo, entiendes que eres
digno de ser querido por él y que eres importante para él. Si tienes pareja, lo
mismo. Y así con todas las personas. El estilo de apego va a condicionar cómo
nos relacionamos con los demás. Por eso es muy importante el apego seguro. No
es una garantía, pero sí que te protege un poco más, aunque todos somos
susceptibles de desarrollar trastornos de ansiedad, de personalidad o
depresiones.
¿Cómo se puede potenciar ese tipo de
apego?
Depende de cada etapa. En el caso de un
bebé, es importante demostrarle que estamos disponibles. Si llora y no sabes
exactamente si tiene sueño o hambre, eso no importa, lo importante es que
muestres tu disponibilidad y que eres capaz de calmarle, así tardes cinco
minutos o cinco horas. Luego, cuando son más mayores, hay que enseñarles a
desarrollar autonomía y permitirles explorar. Si a un niño de tres años lo
sigues tratando como a un bebé, no estás fomentando un apego seguro, estás
haciendo que sea ansioso, porque no le permites ganar autonomía. Y a medida que
llega la autonomía, hay que ir poniéndole límites, para marcarles hasta dónde
llega esa autonomía: no puedes salir corriendo, no puedes pegarle a otro niño,
tienes que ducharte todos los días. Y luego, en niños más mayores, hay que
fomentar que vayan teniendo su espacio, sus amigos, sus opiniones. Aquí ya
tenemos un rol más de acompañamiento.
¿Cómo podemos identificar la ansiedad en
niños?
Que veamos un cambio de carácter, que esté más miedoso, que un niño que era muy autónomo empiece a estar muy pegado a los padres, o a comerse las uñas. Cosas así nos pueden indicar que hay un trastorno de ansiedad. Cuando empiezan a manifestar síntomas físicos y el pediatra no detecta nada que los justifique, sobre todo si aparecen, por ejemplo, el domingo a la noche, o cuando el papá tiene que irse a dormir fuera por trabajo, entonces hay que empezar a sospechar que hay una somatización.
¿Por qué los niños sufren ansiedad?
Puede surgir por miedos o
preocupaciones. Según la edad y el desarrollo evolutivo, entienden la vida de
una manera diferente. Un comentario de un padre o algo que han visto en la tele
o cosas que han pasado a su alrededor y que no se les han explicado bien pueden
tener impacto. Por ejemplo, si el abuelo de repente se muere y nadie le explica
al niño que el abuelo estaba malito, si simplemente se le dice que se ha muerto
y está en el cielo, ese niño puede pensar que también el padre se va a morir
repentinamente, y esto puede generar un trastorno de ansiedad. Por otro lado,
puede haber una situación de bullying, o un miedo a que los padres se vayan a
divorciar. Cuando los miedos no consiguen superarse de forma autónoma, aparece
la ansiedad.
¿Qué tratamientos puede necesitar un
niño con ansiedad?
Lo primero es empezar con una
psicoterapia. Un psicólogo o psiquiatra puede darle técnicas para que se
relaje, intentar entender de dónde viene ese miedo, cómo empezó, con qué lo
relacionan. Es importante trabajarlo a través de dibujos o juegos, porque ellos
no van a decir lo que les pasa, muchas veces no lo saben. Si el nivel de
ansiedad es muy elevado, puede ser necesario un tratamiento farmacológico por
parte de un psiquiatra, que lo va a ajustar a su edad y su peso. Los niños
toman las mismas medicaciones que los adultos, simplemente están adaptadas a su
peso.
¿Qué tipo de apoyo necesitan ellos de
parte de los padres en esos momentos?
Mucha comprensión, acompañamiento, que
se les explique lo que les pasa, que se les escuche y se les ayude a buscar
soluciones. Se puede trabajar a través de cuentos o juegos. Sobre todo, es
importante no juzgar, no ridiculizar y no comparar. Si los padres no se ven
capacitados para ayudar, pueden acudir a un profesional para que ayude.
¿Qué señales pueden hacer pensar que un
niño tiene un trastorno del espectro autista?
Algunos signos son que los niños no
mantienen la mirada, o que no desarrollan el juego simbólico. Si un niño tiene
un muñequito de Playmobil, ese muñequito hace que es un personaje y que
interacciona con otros muñecos. Pero si, en lugar de eso, lo que hace es
clasificarlo por colores o ponerlo en fila y no lo hace interactuar con otros
muñequitos, eso es un signo de alerta. En el autismo hay dos partes que son
fundamentales, que son el problema del lenguaje y el de la comunicación social.
Luego, hay muchos rasgos accesorios, como la hipersensibilidad o el
comportamiento, que son llamativos, pero no significan por sí solos que haya
autismo si no existen esas dificultades en entender el lenguaje, expresarlo, y
tener empatía en la comunicación social.
¿Cómo se diagnostica el autismo?
El diagnóstico es clínico, lo hacemos
mediante una entrevista con los padres o el colegio. Existen tests que nos
pueden orientar, pero tienen que ser administrados por un profesional con
formación específica.
¿Existen casos de diagnóstico tardío?
Sí, porque el autismo es un espectro.
Esto significa que hay casos leves y otros más graves. Los casos más graves se
diagnostican antes, pero en los leves, pueden pasar muchos años sin que nadie
se dé cuenta. Desde fuera, pueden parecer personas más peculiares, o que no
pillan algunas cosas, pero cuanto más leve es, más difícil es de diagnosticar.
Esto también pasa más en las niñas, porque en general tienen otras habilidades,
son más sueltas en el lenguaje, entonces, camuflan los síntomas. Lo mismo pasa
con el TDAH en niñas, ellas desarrollan herramientas para compensar esas
dificultades.
¿El diagnóstico tardío tiene impacto en el bienestar?
Sí, a nivel de la autoestima. Porque si
tú has entendido la vida de otra manera pero no has sabido por qué, simplemente
te has identificado como una persona diferente, puede que esto vaya minando tu
autoestima. Por eso, hay programas de atención temprana y ante la duda, aunque
no tengamos un diagnóstico, siempre se intenta trabajar las habilidades
sociales, las emociones y la empatía desde muy pequeñitos. Cuando alguien llega
con un TEA a los 15 años, se ha perdido toda esa parte.
¿Cómo se detecta un caso de TDAH?
Antes de los seis años, no nos lo
planteamos. Porque hasta esa edad, los niños, por definición, son inquietos e
inatentos. A mí me escriben madres para preguntar si su hijo de dos años puede
tener TDAH. Lo que pasa es que vivimos en una sociedad con una forma de trabajo
en la que necesitamos tener a los niños en la guardería o en el colegio,
cuando, evolutivamente, no es normal que un niño tenga que estar seis horas
sentado en una silla. A veces tenemos expectativas que no están ajustadas a la
realidad del ser humano. Pero a partir de los seis años, podemos detectar que
es un niño muy despistado, que aunque tenga buenos resultados en clase, no
presta atención, se deja el abrigo, pierde el estuche, no lleva los libros a
clase, está metido en líos, tiene impulsividad, se pone en peligro, contesta
sin pensar. Todas estas son pistas. Pero no todos los TDAH son hiperactivos o
sacan malas notas, ni todos los niños hiperactivos tienen TDAH.
¿Cómo se abordan estos casos a nivel
familiar?
Si llega la hora de la ducha y le dices:
«Quítate la ropa, dúchate, lávate los dientes, ponte el pijama y recoge tu
cuarto», va a hacer una cosa y después te lo vas a encontrar jugando. Y no
porque el niño sea irresponsable o desobediente, sino porque su cerebro se ha
despistado. Entonces, el padre tiene que dar una orden a la vez y no enfadarse
ni echarle la bronca ni decirle que es una bala perdida. Porque muchos
problemas de autoestima en estos niños vienen de que los califican de rebeldes
o malos, cuando solo son diferentes. Eso es fundamental. Por otro lado,
necesitan hacer mucho deporte y actividad al aire libre, porque esto les va muy
bien.
¿Cuándo hay que llevar a consulta a un
niño?
Ante la duda, si te estás planteando que
a tu hijo le pueda estar pasando algo, hay que ir a consulta. Si vemos cambios
de conducta bruscos, si no reconocemos a nuestro hijo, si empieza a quejarse de
dolores físicos que no tienen mucho sentido, si come raro o no quiere comer o
duerme diferente, si aparecen cambios que no tienen explicación, hay que
consultar.
¿Se debe empezar por psiquiatra o
psicólogo?
Por cualquiera. Si es algo muy grave y
está sufriendo mucho, un psiquiatra puede descartar que haya otras causas
médicas físicas para trabajar en la parte mental. Pero si se empieza por un
psicólogo, ese psicólogo valorará y si ve que es necesario, derivará a un
psiquiatra.
¿Cómo funciona la evaluación psicológica
a través de dibujos?
Son tests proyectivos. En los dibujos,
los niños proyectan sus miedos, sus expectativas y cómo se sitúan ellos frente
a otras personas. Por ejemplo, vemos los colores que utilizan, si hay mucho
rojo o negro, puede que haya mucha rabia adentro. Si ha coloreado tan fuerte
que ha roto el lápiz, puede que haya un problema de ansiedad. Si vemos que la
cara del padre es roja, podemos plantearnos qué pasa con ese padre. Si el niño
ha tenido un hermanito y el hermanito no sale en el dibujo, puede haber algo de
celos. Pero no evaluamos solo el dibujo. Tiene que ir acompañado de toda la
historia, la entrevista y el contexto del niño. Esto tiene que estar
desarrollado en un contexto profesional.
¿Qué medidas pueden ayudar a los niños a construir hábitos adecuados de sueño?
Evitar hacer deporte a partir de las
ocho de la tarde, no darles café ni bebidas energéticas, evitar las pantallas,
sobre todo a última hora. Un niño no puede acostarse con el móvil. Luego,
también es importante la rutina nocturna y buscar que sea un momento
placentero. Ducharnos, ponernos el pijama, contar un cuento, cantar una canción
juntos. Es un momento bonito que ayuda a estrechar lazos entre padres e hijos y
a desarrollar su imaginación y a identificar emociones en los personajes de los
cuentos. Esta es una herramienta fundamental para las familias.
¿Cómo podemos fomentar el desarrollo
emocional saludable en los niños?
Hay que escucharles. Hay que enseñarles
a identificar sus emociones, ponerle nombre a lo que les está pasando,
validarlo y acompañarles, y que nosotros también podamos hablar de nuestras
emociones para que vean todos los estados de ánimo que hay. Si mamá llora,
ellos pueden ver que no pasa nada porque uno llore. Es normal estar triste a
veces. Eso es educación emocional.
Redactora: Laura Inés Miyara
FUENTE:
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