Es fundamental adquirir habilidades para lograr un control
de impulsos de forma adecuada, porque de otra manera tendríamos graves
dificultades para el desarrollo personal y para la convivencia en sociedad
BEATRIZ BENÉITEZ BURGADA. 18/03/2022
El autocontrol se define es una capacidad que tenemos las
personas para regular de forma voluntaria nuestra propia conducta. Es
fundamental adquirir habilidades para lograr un control de impulsos de forma
adecuada, porque de otra manera tendríamos graves dificultades para el
desarrollo personal y para la convivencia en sociedad.
Es cierto que algunas personas tienen un mayor autocontrol
que otras y que determinadas condiciones, como por ejemplo el TDAH, implican
una menor capacidad de autocontrol emocional, pero se puede trabajar para
tenerlo siempre dentro de unos límites que nos permitan poder regular la
impulsividad. De hecho, gracias a la plasticidad del cerebro, puede entrenarse
con muy buenos resultados.
El autocontrol es un elemento básico de la inteligencia
emocional
Uno de los expertos más reconocidos que ha abordado esta
cuestión arrojando luz acerca de cómo contribuye al bienestar de una persona es
Daniel Goleman, el afamado psicólogo y Doctor en Harvard autor del best-seller “Inteligencia
emocional”. El investigador considera que el autocontrol es un elemento básico
de la inteligencia emocional.
De hecho, explica cómo, cuando una persona tiene una
conducta demasiado impulsiva, su calidad de vida se ve mermada, puesto que
afecta gravemente a sus relaciones con los demás y acaban desarrollando
problemas psicológicos, como problemas de autoestima, incapacidad de
concentrarse, baja tolerancia a la frustración y un aumento de las
posibilidades de desarrollar conductas de riesgo, entre otros problemas.
En este estudio llevado a cabo por expertos de la
Universidad de Michigan y de Duke entre otras, se concluye que "la
capacidad de controlar las propias emociones, pensamientos y comportamientos
durante los primeros años de nuestra vida predice una variedad de resultados
positivos posteriores". Como adultos, los niños con mejor autocontrol
mostraban menos signos de envejecimiento en sus cerebros. Y además, tenían
mejores resultados en su vida en lo que se refiere a carreras profesionales y
hábitos de vida saludable.
Si bien, es cierto que existen determinadas circunstancias
que pueden influir en nuestra capacidad de autocontrol, como puede ser el
estrés y la ansiedad -que merman nuestra capacidad de controlar los impulsos-
lo cierto es que se puede trabajar para fortalecer esta capacidad que tanto nos
puede ayudar a conseguir nuestros objetivos en la vida.
Eso sí, es importante señalar que la impulsividad forma parte del criterio diagnóstico de trastornos englobados en el el DSM-5A, el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría, en el que se incluyen desde el Trastorno Límite de la Personalidad, de Ansiedad, el TDAH o los trastornos del neurodesarrollo.
Por este motivo, para descartar cualquier problema, cuando
un niño, adolescente o adulto presenta problemas importantes en el autocontrol
siempre debe acudir a un especialista para obtener un diagnóstico adecuado y un
tratamiento médico que le ayude a trabajar con el problema. Pero también es
cierto que en el día a día se pueden poner en marcha una serie de técnicas que
nos pueden ayudar a controlar la impulsividad.
Normalmente, una persona suele presentar problemas de autocontrol
en situaciones específicas que se repiten como un patrón
Normalmente, una persona que no sufre un trastorno médico,
suele presentar problemas de autocontrol en situaciones específicas que se
repiten como un patrón. Por eso, el primer consejo es identificar cuáles son
esas situaciones. Generalmente son acontecimientos del día a día que producen
reacciones desmesuradas en nosotros y despiertan emociones que nos desbordan.
En este caso es útil la técnica de visualización. Consiste
en analizar el acontecimiento en otro momento diferente al que se produce, para
intentar desde la distancia, observarlo desvinculándolo de la emoción. Así nos
será más fácil identificar qué es exactamente lo que nos hace perder los
nervios y no ser capaces de controlarnos.
Una vez identificadas las situaciones, debemos poner en
práctica técnicas que nos ayuden a cortar de raíz las emociones que se
desencadenan. Desde irnos a otro lugar que nos aleje del foco de conflicto, a
evitar entrar en la conversación u otro tipo de técnicas de relajación como el
control de la respiración.
Por ejemplo, una técnica es la de la llamada respiración resonante o respiración coherente, que nos ayuda a entrar en un estado de
relajación. Para llevarla a cabo hay que acostarse y cerrar los ojos. Respirar
suavemente por la nariz, con la boca cerrada, y contar hasta cinco segundos. El
objetivo no es llenar del todo los pulmones, para luego exhalar lentamente
durante cinco segundos. Después se cuenta hasta diez y se vuelve a repetir hasta
que sintamos que hemos recuperado el control de nuestra mente.
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