Cuando el boletín académico no cuadra con
el esfuerzo del menor, hay que pararse a revisar varios aspectos
Carlota Fominaya. 24/06/2025
En no pocos hogares las notas de fin de
curso 2024-25 no han sido las esperadas. Tras muchos meses de esfuerzo personal
del menor y, en muchas ocasiones, económico por parte de las familias, los
padres refieren unas malas calificaciones. ¿Cómo afrontarlo? En principio,
apunta la psiquiatra, psicoterapeuta y directora del Instituto Psiquiátrico
Ipsias, Ana Isabel Sanz, «sugeriría evitar la crispación y responsabilizar al
estudiante tachándolo de 'vago', 'despreocupado', 'irresponsable' e 'incapaz'».
Porque, antes de sacar conclusiones sobre
los motivos de unos malos resultados académicos, prosigue Sanz, también
directora del departamento de Psiquiatría del Centro de Rehabilitación Dionisia
Plaza, «hay que sentarse a hablar y analizar dónde han podido surgir los
problemas y valorar el esfuerzo realizado, o admitir que este no ha sido el
suficiente. Ante una actitud dialogante, en lugar de un acercamiento
descalificador o amenazante, el estudiante no se cerrará en una postura
defensiva o incluso de mutismo, sino que se sentirá capaz de reflexionar sobre
lo que ha hecho y si ha sido suficiente, o transmitir si presenta dificultades
en su capacidad de sacar el máximo rendimiento al tiempo que dedica a las
tareas académicas».
En estos primeros momentos, más que
señalar el fallo, corrobora Beatriz Bacaicoa, profesora de Bachillerato del
Colegio Europeo de Madrid, «conviene revisar juntos el proceso, reconociendo el
esfuerzo y buscando, con calma, qué puede mejorarse. Cada estudiante –asegura
esta experta–, tiene su manera de aprender, y a veces lo que falla no es la
motivación ni el esfuerzo, sino la estrategia. «Algunos necesitan más
organización, otros trabajar en bloques cortos de tiempo, otros visualizar los
contenidos... Lo primero que hay que hacerse es una serie de preguntas: ¿Cómo
estudia? ¿Cuánto tiempo le dedica? ¿Qué le funciona y qué no? Y a partir de
ahí, ofrecer herramientas adaptadas a su estilo de aprendizaje. Porque una mala
nota puede ser una oportunidad para ajustar el enfoque, no una sentencia».
Otras cuestiones que hay que barajar es
«que no haya existido algún acontecimiento estresante que esté afectando la
concentración del menor en sus tareas escolares o que exista una limitación a
nivel cognitivo», señala Ana Belén Pardo Salamanca, directora de la
especialidad de orientación educativa del máster del profesorado en Universidad
Internacional de Valencia (VIU) y especialista en trastornos del
neurodesarrollo.
A partir de ahí, y una vez descartadas
estas posibilidades, continúa la docente de la VIU, «es importante observar si
el niño dedica mucho tiempo y esfuerzo a la realización de los deberes y al
estudio de las materias. Si, a pesar de esta entrega, los resultados siguen
siendo bajos y no se corresponden con el tiempo y la dedicación invertidos,
podríamos estar ante la posibilidad de un trastorno del aprendizaje», advierte.
En estos casos, apunta Bacaicoa, «lo
mejor es abordarlo desde una mirada integral, en colaboración con el
departamento de orientación. Hay señales que pueden indicar que algo más está
interfiriendo en el aprendizaje, y detectarlo a tiempo es clave para poder
ofrecer el acompañamiento. No se trata de etiquetar, sino de comprender qué
necesita ese alumno para poder desplegar todo su potencial». Pero es
fundamental, añade Pardo Salamanca, «averiguar qué le está ocurriendo e
intervenir lo antes posible, con el objetivo de evitar el fracaso académico y,
como consecuencia, un daño reseñable en su autoestima».
Una vez analizados si los métodos de
enseñanza, de evaluación o el estado emocional del estudiante suponen barreras
significativas, la siguiente consideración es, a juicio de la directora del
Instituto Ipsias, «considerar si hay problemas específicos (dislexia, Tdah...)
que obstaculizan la capacidad de aprendizaje de un determinado alumno».
Así, concluye esta psiquiatra, «ante
dificultades persistentes en el progreso académico de un niño, antes de pensar
en su incapacidad o una mala actitud conviene incluir entre las posibilidades
que se deben considerar dificultades específicas que van más allá de la
voluntad del menor y que requieren una evaluación y un abordaje especializado,
nunca una estigmatización. Cuanto antes se tomen medidas menor daño implicarán
para su desarrollo emocional».
El TDAH no es una desviación, es una brújula que
señala caminos distintos y maneras de ser diferentes a los tradicionales, pero
igual de válidos. Solo hay que atreverse a seguirlos.
Imagen generada por inteligencia artificial (ChatGPT, OpenAI, 2025).
El Trastorno por Déficit de Atención e
Hiperactividad (TDAH) no es una moda, ni una excusa, ni el resultado de una
mala crianza. Es un trastorno neurobiológico del desarrollo que afecta a entre
un 5 y un 7% de la población infantil. El TDAH persiste en la edad adulta en
aproximadamente el 50% al 65% de los casos diagnosticados en la infancia. Esto
significa que, aunque algunos síntomas pueden atenuarse con la maduración
neurológica y el desarrollo de estrategias de compensación, entre la mitad y
dos tercios de los niños con TDAH continuarán presentando síntomas clínicamente
significativos en la adultez.
En cuanto a la prevalencia general, se
estima que el TDAH afecta aproximadamente al 2,5% al 4% de la población adulta,
según estudios internacionales. En adultos, el cuadro clínico suele cambiar
respecto al de la infancia:
La hiperactividad se vuelve más interna o
subjetiva (sensación de inquietud constante).
Persisten los problemas de atención,
impulsividad, organización y planificación.
Se asocia frecuentemente con dificultades
laborales, problemas en relaciones personales y baja autoestima.
La identificación en la edad adulta suele
ser más compleja porque muchos adultos no fueron diagnosticados en su infancia,
o bien aprendieron a camuflar los síntomas, pero siguen sufriendo sus efectos.
El TDAH está ampliamente reconocido por
la comunidad médica y científica internacional, descrito en manuales
diagnósticos como el DSM-5, y respaldado por numerosos estudios de neuroimagen
y genética que muestran diferencias claras en el funcionamiento cerebral de las
personas que lo padecen.
El TDAH no se ve. No deja marcas físicas.
Pero está ahí, en la forma en que el cerebro regula la atención, la actividad y
los impulsos. Las personas con TDAH tienen un funcionamiento distinto en áreas
clave como la corteza prefrontal, responsable de lo que llamamos funciones
ejecutivas: planificar, organizar, recordar instrucciones, regular emociones,
priorizar tareas o mantener el foco. Y aunque estas habilidades se desarrollan
con la maduración del cerebro, en el TDAH suelen hacerlo con retraso o de forma
irregular.
Esto significa que muchos comportamientos
que, a simple vista, pueden parecer caprichosos, desafiantes o desmotivados, en
realidad responden a una dificultad real del cerebro para autorregularse. No es
que no quieran prestar atención: es que les cuesta filtrar estímulos
irrelevantes. No es que no puedan estarse quietos: es que moverse les ayuda a
pensar mejor. No es que no escuchen: es que su mente salta de un estímulo a
otro sin que puedan evitarlo. No es que no les importe: es que están agotados
de no poder controlar lo que otros hacen sin esfuerzo.
Imagina que te piden hacer una receta
compleja sin darte los ingredientes ni los pasos, mientras alguien te habla sin
parar y cambian la música cada 10 segundos. Así es como viven las tareas diarias muchos niños y adultos con
TDAH. Y lo hacen cada día, en casa, en clase, en sus
relaciones, en el trabajo. El resultado suele ser frustración, reproches, castigos, baja
autoestima… y el riesgo de que, con el tiempo, dejen de intentarlo.
El TDAH no es un trastorno leve. Afecta
significativamente a la vida escolar, familiar, social el aspecto laboral. Pero
tampoco es una condena. Con un entorno que entienda su funcionamiento, con
adultos que los acepten, los acompañen y apoyen desde el cariño, estas personas pueden aprender a desarrollar estrategias para compensar sus
dificultades y destacar por su creatividad, sensibilidad, energía, intuición y
capacidad de conectar con lo auténtico.
Aceptar el diagnóstico no es etiquetar,
ni resignarse, ni rendirse. Es el primer paso para entender por qué ocurren
ciertas conductas y cómo acompañarlas mejor. Es comprender que cuando tu hijo
se olvida de lo que le acabas de decir no lo hace para desafiarte; cuando se
mueve sin parar no lo hace por desobediencia; cuando te interrumpe no es porque
no te respete. Lo hace porque su cerebro funciona de otra forma, y aún está
aprendiendo a regularlo.
Es nuestra tarea, como adultos
responsables, construir puentes entre su mundo y el nuestro. Ser esa red que
sostiene cuando tropiezan. Ser quienes les enseñamos a aprovechar sus
fortalezas sin hacerles sentir defectuosos por sus dificultades.
Con intervención temprana, tratamiento
multidisciplinar (que puede incluir psicoterapia, apoyo escolar y, en algunos
casos, medicación), acompañamiento familiar y una escuela inclusiva, el
pronóstico del TDAH mejora de forma significativa.
Porque sí, hay esperanza. Pero la
esperanza empieza por comprender.
Y si alguna vez dudas, recuerda: tu hijo
no es un niño difícil o un adulto rebelde. Es un niño o adulto que lo tiene
difícil. Y te necesita más que nunca. No para que le exijas ser como los demás,
sino para que le ayudes a ser la mejor versión de sí mismo.
El TDAH no es una etiqueta. Es una
invitación a mirar el mundo de las personas con TDAH con otros ojos y a valorar
talentos que no siempre se ajustan a los moldes establecidos.
Mejorar la concentración
dividiendo el tiempo de estudio en intervalos cortos y manejables.
¿Cómo se aplica?
Elige una tarea específica. Por ejemplo:
leer una página del libro de ciencias.
Configura un temporizador para 10-15
minutos. (Puedes usar un reloj visual o de arena
si el niño es pequeño).
Durante ese tiempo, el niño se concentra
solo en esa tarea. Es importante minimizar distracciones
(sin móvil, sin ruido, etc.).
Cuando suene el temporizador, se hace una
pausa de 5 minutos. Que se levante, se estire, tome agua,
juegue un poco…
Después de 3 o 4 ciclos, se hace una
pausa más larga (15-30 minutos).
¿Por qué funciona?
Los niños con TDAH suelen tener
dificultad para mantener la atención por mucho tiempo.
Esta técnica les da una estructura clara,
tiempos breves y descansos frecuentes, lo que mejora su capacidad de mantener
la concentración sin frustrarse.
Un incentivo como refuerzo positivo es
una excelente estrategia complementaria, especialmente efectiva en niños con
TDAH.
Después de completar un número
determinado de “Pomodoros” exitosos (por ejemplo, 3 ciclos de estudio), se le
entrega un incentivo que motive al niño.
Ejemplos de incentivos:
Elegir y realizar un juego o actividad
favorita durante 15-30 minutos.
Pegatinas o puntos que se puedan canjear
por un premio mayor.
Tiempo extra en el parque o con
dispositivos electrónicos.
Un elogio especial o mensaje positivo
escrito por los padres o docentes.
Una ficha que diga: “¡Hoy lo hiciste
genial!”.
Claves para que funcione
El incentivo debe ser inmediato (cuanto
más pequeño el niño, más rápido debe recibirlo).
Personalizado: que se adapte a los
intereses del niño.
Coherente: siempre que se logre el
objetivo, se entrega el refuerzo.
Gradual: se puede aumentar el número de
Pomodoros necesarios conforme el niño mejore su autorregulación.
Primero que todo, quiero disculparme por
mi ausencia en el blog durante los últimos meses.
He estado inmersa en un
proyecto muy especial que finalmente está tomando forma: estoy escribiendo un
libro sobre el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH).
Este libro está dirigido tanto a padres,
educadores y profesionales que trabajan con niños y adultos con TDAH, como a
las propias personas que viven con este trastorno. A lo largo de estas páginas,
explico cómo funciona el cerebro de las personas con TDAH y comparto
estrategias prácticas, basadas en la experiencia, para ayudar a mejorar el
rendimiento escolar y personal, brindando herramientas útiles que pueden hacer
una gran diferencia en la vida diaria.
El enfoque de mi libro es ofrecer
soluciones concretas para los desafíos que afrontan tanto niños como adultos
con TDAH, basándome en investigaciones, estudios recientes y mis propias vivencias impartiendo conferencias y charlas sobre este trastorno, tanto a padres y madres, como a docentes. Mi objetivo es ofrecer un recurso accesible, claro y lleno de esperanza,
en el que tanto los afectados como sus familias puedan encontrar la guía
necesaria para prosperar y llevar una vida equilibrada.
Creo que un libro sobre este tema puede
ser una gran herramienta, y es por eso que me siento emocionada de poder
compartir mis conocimientos con los futuros lectores. Todavía no tengo un título
definitivo, pero puedo adelantarles que es un trabajo que he desarrollado con
mucha pasión y dedicación.
Si alguna editorial está interesada en
publicar este trabajo o en conocer más detalles sobre el contenido, estaré
encantada de escuchar sus propuestas.
Gracias por seguirme, por su paciencia y
apoyo constante. ¡Nos leemos pronto con más novedades!
El TDAH no se trata de
personas que se distraen por cualquier cosa sino más bien de un déficit en las
funciones ejecutivas del cerebro.
- - ¡Oye!, ¿puedes
volver a repetir eso que dijiste?
- - Hoy cerebro,
es como la quinta vez que te distraes.
- ¡ Aaaayyyy!!!
Créeme que estoy haciendo mi mayor esfuerzo, pero siento que hay algo en mí que funciona de forma diferente y por eso me cuesta enfocarme.
- - ¡Está bien!, ¿desde
dónde dejaste de entender?
- - Desde que
nací.
Bueno, vamos entonces al
origen de todo esto, aunque, en realidad, aún no se sabe con exactitud cuáles
son las causas del TDAH, pero tal parece, hay dos aspectos que desempeñan un
papel importante en su desarrollo. Uno es el desequilibrio en los neurotransmisores
del cerebro, en especial de la dopamina, y recordemos que la dopamina está
implicada en la regulación del estado de ánimo, en la motivación, en la
atención y también regula el sistema de recompensa del cerebro. Y el segundo
aspecto, tiene que ver con ciertos cambios en la estructura cerebral, en
especial, en la corteza prefrontal, una región muy importante para el
funcionamiento de las funciones ejecutivas del cerebro. Por ello, si juntamos
el desequilibrio en los neurotransmisores y los cambios estructurales del
cerebro que afectan a sus funciones ejecutivas junto con ciertos factores
genéticos y, quizás, también ambientales, podríamos tener como resultado el
cerebro de alguien con TDAH.
·Regulación
del estado de ánimo
·Motivación
·Atención
·Sistema de
recompensa
FUNCIONES EJECUTIVAS DEL
CEREBRO AFECTADAS
·Toma de
decisiones
·Planificación
·Atención
sostenida
·Memoria de
trabajo
·Control
inhibitorio
·Autorregulación
emocional.
- - No entiendo
- - Qué no
entiendes
- - Por qué solo
tiene seis pelos.
- - ¡Ay, no,
cerebro!. Disculpa, no le hagas caso.
-Bueno,
entonces estos síntomas se pueden clasificar en síntomas relacionados con la
regulación de la atención y síntomas relacionados con la hiperactividad y la
impulsividad.
ALGUNOS SÍNTOMAS
REGULACIÓN DE LA ATENCIÓN
·Problemas
para sostener la atención
·Fallas en la
memoria de trabajo
·Dificultad
para prestar atención a los detalles
·Dificultad
para organizar
·Dificultad
para planificar y priorizar
·Problemas
para manejar el tiempo
·Olvidos
·Evitación de
actividades que requieren atención sostenida
·Hiperfoco en
actividades estimulantes
HIPERACTIVIDAD /
IMPULSIVIDAD
·Desrregulación
emocional
·Inquietud´
·Impaciencia
·Toma de
decisiones sin premeditar
·Falta de
autocontrol
·Baja tolerancia
a la frustración
·Dificultad para
estar quieto
·Movimiento constante
cuando está quieto
·Tendencia a
interrumpir conversaciones
Así, hay personas en
quienes predominan los síntomas relacionados con la atención. Este sería el
TDAH de tipo inatento. Hay quienes tienen una predominancia de los síntomas de
hiperactividad e impulsividad. Este sería el TDAH de tipo hiperactivo-impulsivo
y están quienes presentan ambos grupos de síntomas de forma similar. Este sería
el TDAH de tipo combinado. Aunque cabe señalar que muchas veces los adultos con
TDAH internalizan la hiperactividad, razón por la cual, aunque son percibidos
por los demás como personas tranquilas, por dentro, la hiperactividad está
expresándose por medio de los pensamientos y de cierta sensación interna de
inquietud. Y así, los síntomas se pueden presentar de muchas otras formas.
Ahora bien, estos síntomas explican si recordamos que parte de la causa del
TDAH está en el déficit de las funciones ejecutivas.
- - Me pregunto
si nos habrá llegado algún correo nuevo. Es cierto que debo esforzarme en
escucharla pero es que ya no entiendo de qué habla. ¿Ay! Por qué pierdo el hilo
de la conversación tan fácilmente! Esto ¿les pasará a los demás? Ay! Caray,
siento hambre…
- - Bueno, comeremos
cuando ya deje de hablar
- - Pero cuándo
dejará de hacerlo… Mejor sonrío
y finjo que te escucho para no extender más esto. Pero, si sus
seis cabellos están al frente ¿atrás estará calva?
Y es por ello que les
cuesta tanto sostener la atención.
- - Disculpa, me
volví a distraer
- - Está bien,
volveré a explicar.
- - ¿Por qué le
dijiste. Ahora esto se va a alargar más y me aburro.
- - Es que
necesitamos entender esto, cerebro.
-Bueno, estaba
explicando algunos de los síntomas más usuales, pero vamos a explicarlo con
dibujitos para que el cerebro no se aburra tanto.
LAS FUNCIONES EJECUTIVAS
DEL CEREBRO:
·Control
inhibitorio
·Memoria de
trabajo
·Autorregulación
emocional
·Atención
sostenida
·Toma de
decisiones
·Flexibilidad
cognitiva
·Planificación
y organización
En las funciones ejecutivas
del cerebro, el control inhibitorio es, quizás la función más afectada. Y esta es
importante porque permite suprimir impulsos y resistir distracciones. Por eso,
una persona con TDAH tendrá dificultades para inhibir respuestas impulsivas y
será propenso a una mayor distracción por estímulos externos o también
internos, como lo son sus pensamientos.
- - Debemos
concentrarnos en el estudio.
- - Oye y si
revisas el correo, quizás llegó algo importante
.- - Bueno, pero ¿qué
íbamos a hacer después?
- - Jugar a
videojuegos…
Otra función ejecutiva
importante que se ve afectada es la memoria de trabajo, que se basa en la
capacidad de retener información de forma temporal para luego así realizar
alguna tarea. De ahí, que las personas con TDAH experimenten olvidos
frecuentes,
- - Charlie, ¿a
qué venía esto?)
Que tengan dificultades
para seguir instrucciones
- - ¡Ay! No logro
procesar esta información tan rápido. Me pierdo…
O dificultades para
integrar todo el contenido de una actividad, como lo es leer un libro o
escuchar una clase.
También se ve afectada la
función ejecutiva regulación emocional, que es la capacidad de gestionar las
emociones. De ahí, que pueda tener problemas con la impulsividad emocional ante
situaciones estresantes, que tengan baja tolerancia a la frustración o que
experimenten cambios de humos significativos.
Otra función afectada es
la atención sostenida. De ahí, la dificultad para mantener la concentración en
tareas que no sean tan interesantes para ellos o que requieran de una atención
prolongada.
- - Me aburro.
- - Te aburres
cada 10 minutos.
También están los
problemas para planificar, secuenciar, organizar, priorizar y gestionar el
tiempo
- Esto no es tan fácil para mí.
Y esto también explicaría por qué es tan
frecuente la procrastinación.
- Esto es muy difícil. Hagámoslo después.
Recordemos que, si el
cerebro se enfrenta a una tarea que no le estimula lo suficiente, retirará su
atención, lo cual, a menudo, lleva a la persona a posponer o abandonar la
tarea, porque, por lo general, las personas con TDAH necesitan de estímulos
intensos, novedosos o gratificantes para mantener la atención y la motivación
sobre una tarea o actividad. Pero, de nuevo, si dichos estímulos pierden su
novedad o su intensidad, la atención y la motivación volverán a decaer. Razón
por la cual, también es usual que las personas con TDAH tengan tantas ideas o
inicien tantos proyectos, pero no continúen con la mayoría. A veces, con
ninguno.
- - Ya no me
emocionan tanto como antes. Tú ya no me motivas lo suficiente. Hace tiempo que
perdí el interés en ti y a ti ni te recordaba.
Y este último punto,
puede explicar la otra cara del TDAH, el hiperfoco, que se trata de una
concentración intensa y prolongada en alguna actividad o tema de interés que
resulte altamente estimulante o gratificante para el cerebro hasta tal punto
que bloquea lo que sucede en su entorno y, quizás, también pierda la noción del
tiempo. Por ello, cuando la persona está en este estado de hiperfoco, les es
difícil pasar este enfoque a otra tarea o responsabilidad.
Así entonces, el TDAH no
se trata de tener problemas para prestar atención, sino más bien, de la
dificultad para regular dicha atención. Y con esto, podríamos finalizar el tema
de los síntomas.
- - Entonces ¿ya
nos podemos ir?
- - No.
- -¿Y si mejor
nos distraemos viendo memes hasta que ya termine de hablar.?
- - Pero quiero
seguir escuchando,,,
Conocidos ya los
síntomas, ahora podemos tener una visión un poco más amplia del TDAH. Ya vimos
sus posibles causas y el cómo sus síntomas van llevando a la persona a utilizar
ciertas estrategias que no son funcionales, como lo es posponer o evitar una tarea
o abandonar algún proyecto. Esto va creando un historial de bajo rendimiento
académico o laboral, de problemas en sus relaciones sociales o de otras
adversidades, lo cual, va lastimando el autoconcepto y la autoestima, a la vez
que va alimentando los sentimientos de culpa, frustración, enojo o tristeza. Al
mismo tiempo, se van formando ciertas creencias y pensamientos negativos sobre
uno mismo,
- Soy un desastre,
lo cual, va debilitando cada vez más la
motivación y puede acercar a la persona a problemas de ansiedad o depresión, además,
de contribuir a que la persona siga utilizando estas estrategias de evitación,
postergación o abandono, lo cual termina por contribuir al mantenimiento de
este modelo.
Por ello, para modificar
esta situación, hay que comenzar a adoptar otra serie de estrategias y técnicas
que permitan manejar los síntomas, así como también modificar estos
pensamientos para que su contenido sea más racional y funcional. A grandes
rasgos, ese sería el objetivo de la terapia psicológica. Ahora bien, mientras
encuentran ayuda profesional, hay algunas estrategias que les pueden ser
útiles.
RECOMENDACIONES GENERALES
1.- HACER FÍSICA LA
INFORMACIÓN MENTAL
A ver, lo primero sería
comenzar a hacer uso de un reloj para que así el tiempo ya no sea solo una idea
abstracta, sino que se vuelva algo tangible, algo que puedas monitorear y
complementa esto con notas o recordatorios.
2.- LISTA DE TAREAS.
¿CUÁL TAREAS ES MÁS URGENTE?
Luego está la creación de
una lista de tareas, la cual vas a ordenar, no por orden de importancia, sino
por orden de urgencia. Porque recordemos que para tu cerebro no es tan sencillo
priorizar tareas y para él todo puede ser igual de importante. Por ello,
ordenar estas tareas por orden de urgencia puede ser un poco más efectivo.
Complementa esto con un
calendario visible o una agenda para que programes estas tareas y, así, vayas
disminuyendo los olvidos.
3.- DIVIDIR TAREAS
GRANDES EN OTRAS MÁS PEQUEÑAS
Ahora bien, las tareas
grandes divídelas en tareas pequeñas y, con eso, diseña objetivos a corto plazo
con miras a un objetivo a largo plazo. En este punto, es útil que comiences a
conocer dos cosas de ti mismo. Lo primero, en qué momento del día sientes que
tienes una mejor atención y organiza tus tareas de acuerdo a ello. Y lo
segundo, es aprender a calcular cuánto tiempo te tomará realizar una tarea,
para que así puedas estimar mejor tu tiempo, y, por supuesto, incluye tiempo
para tu descanso. Ahora, una vez que identifiques en qué horarios del día vas a
trabajar, podrás comenzar a realizar tus tareas
4.- TRABAJA EN INTERVALOS
DE TIEMPO
Y algo que puede ayudarte
con esto es trabajar en intervalos de 25 minutos, seguidos de tiempos de
descanso de 5 minutos. Y estos tiempos puedes medirlos con el
temporizador de tu celular. Y la idea es que durante el tiempo de trabajo te
comprometas a no interrumpir tu tarea. Eres libre de personalizar estos tiempos
para que sea algo que te funcione a ti. O, también, en lugar de fijar un tiempo
puedes fijar un objetivo (por ejemplo, leer 10 páginas y descansar 5 minutos,
leer 10 páginas y descansar 5 minutos…) (otro ejemplo, escribir 4 páginas y
descansar 5 minutos, escribir 4 páginas y descansar 5 minutos…). Adapta esto de
acuerdo a lo que necesites.
5.- DISMINUIR LAS DISTRACCIONES
En cuanto a cómo evitar
las distracciones, es de ayuda que adecues tu espacio para que sea cómodo para
ti y que en el momento en el que estés trabajando alejes las distracciones.
Puedes escuchar música sin letra en caso de que te ayude a concentrarte. Y si
los pensamientos te empujan a realizar otra actividad diferente.
- Correo, revisa
el correo.
Prueba con escribir esa actividad en tu lista de tareas para así
aplazar esa distracción y volver a la tarea original. Y en caso de que aquella
distracción no sea relevante
- Veamos videos del gato disfrazado de banana que
llora por todo
escríbela en otra lista y, de nuevo, vuelve a la tarea.
6.- RECOMPENSAS
Cada vez que completes
una tarea date una recompensa, pues esto ayudará a tu cerebro a mantener
la motivación en lo que estés haciendo. Estas recompensas deben ir de acuerdo a
tus intereses personales y, siempre que sea posible, deben ser cosas accesibles
o, incluso, la satisfacción y tu propio reconocimiento al terminar una tarea
(lo logramos) también puede funcionar como recompensa.
(Recompensas: escuchar tu
música favorita. Tomar una taza de té o algo similar. Dar algún paseo. Ver algo
de entretenimiento. Cualquier otra actividad que sea gratificante para ti).
En este mismo punto, algo
que puede enriquecer esa motivación es llevar un calendario o una lista de
tareas cumplidas para que hagas un seguimiento de lo que has avanzado. Al
observar este progreso es posible que experimentes cierta sensación de logro que
te motiva a continuar.
Y esto sería, a grandes
rasgos, las estrategias que pueden ayudarte a comenzar aquello que necesitas
hacer.
- - ¡Ay!!!, hasta
que por fin!!! ¿Ya nos podemos ir?.
- - Bueno, hay
algunas otras cosas por decir
- ¿Es en serio?
7.- CULTIVAR DECISIONES
REFLEXIVAS
Para reducir un poco las
decisiones impulsivas y convertirlas en decisiones reflexivas puedes probar
con, primero, definir cuál es tu problema, de forma clara y concreta.
Luego evalúa sus posibles
soluciones y a cada solución, describe sus posibles consecuencias, de tal forma
que, cuando tomes una decisión puedas tomarla valorando dichas consecuencias.
¿Cuál es tu problema?
Solución 1Solución 2Solución 3
Consec.Consec.Consec.
Consec.Consec.Consec.
Consec.Consec.Consec.
8.- REGULACIÓN EMOCIONAL
En cuanto a la regulación
emocional, puede ser de utilidad adoptar técnicas de relajación o meditación,
llevar un diario personal para que puedas comprender mejor qué situaciones
desencadenan tus emociones e identificar tus patrones emocionales o también,
tomar distancia de una situación muy estresante o frustrante
- Necesito tomar un
respiro.
para, luego, volver con una perspectiva más clara y objetiva.
9.- CUESTIONAR
PENSAMIENTOS
Ahora, a lo largo de todo
este proceso, también es importante comenzar a identificar aquellos
pensamientos y creencias que puedan estar afectando tu estado de ánimo
- Soy un
desastre y siempre he sido un desastre.
Y también, aquellos pensamientos que
puedan estar reforzando las estrategias que buscamos modificar.
- Como aún tengo
tiempo, pospondré mi tarea para los últimos días.
Cuestiona la utilidad de
dichos pensamientos y adopta alternativas más funcionales.
- No somos un
desastre. Tampoco somos un fracaso, solo no teníamos las herramientas adecuadas
para hacer las cosas. Utilizaré otra serie de estrategias para cultivar mis
objetivos.
10.- CULTIVAR TUS
ACTIVIDADES FAVORITAS
Recuerda que todo lo
visto aquí requiere práctica y paciencia. A medida que vayas aprendiendo a organizarte
comenzarás a disponer de tiempo libre que podrás ocupar con otras actividades
gratificantes para ti, lo cual, te ayudará a mejorar tu estado de ánimo y, con
ello, a cultivar la motivación.
- - Pues acepto que
eso de las recompensas me parece algo muy útil.
- - Eso es bueno,
y ¿qué otras cosas te parecieron útiles?
- - ¡Ah! ¿Había
más cosas?
- - Me lo
imaginaba…
- - Puedes volver
a repetir todo desde el principio de forma resumida y a la vez detallada pero
sin explicaciones?
- - No, cerebro.
Yo tomé apuntes porque sabía que te ibas a distraer en estos temas.
- - ¡Ah! Pero, ¡qué
humano tan agradable eres! ¡Ten una recompensa!.
- - ¡Gracias! ¡Sí!
Y, ¿ahora qué haces?
- - Me emociono
por todas las recompensas que me darás cada vez que completemos un objetivo.
- - ¡Ah!, Eso! ¡Probablemente,
solo te felicite y ya!
- - ¿Es en serio?
Sí porque ahora que lo pienso, nunca he reconocido lo que hemos logrado.
- - ¡Ah! ¡Qué
reflexión tenemos, pero quiero algo más! Bueno, un capítulo de tu drama coreano
favorito por cada objetivo completado.
El Trastorno por Déficit de Atención
con/sin Hiperactividad (TDAH) persiste en las y los adultos con síntomas que se
manifiestan en dificultades de atención, hiperactividad e impulsividad.
¿Sabías que el Trastorno por Déficit de
Atención con/sin Hiperactividad (TDAH) persiste en la edad adulta? Generalmente
se piensa que esta condición, de la que el 13 de julio se conmemora su día
internacional en internet, se manifiesta sólo en la infancia y después desaparece; sin
embargo, recientes investigaciones indican que se mantiene con los años.
“Hay un infradiagnóstico del TDAH en
adultos», un trastorno del neurodesarrollo en el que las mujeres tardan más en
ser diagnosticadas o son tratadas erróneamente para condiciones de ansiedad o
depresión, explica Ana Gómez, neuropsicóloga de la Fundación INGADA y
coordinadora de los grupos de adultos en una entrevista con el diario digital
El Español.
«Tiene un origen neurobiológico,
debiéndose en un 70-80 por ciento a factores genéticos y en un 20 por ciento a
ambientales”, destaca.
Habitualmente este trastorno se asocia en
el imaginario colectivo a «el típico niño movido o inquieto», como si se
tratase de un trastorno exclusivo de la etapa infantil, pero la especialista
aclara que esa idea está alejada de la realidad y un amplio porcentaje de
adultos seguirá experimentando síntomas, entre ellos: dificultades
atencionales, hiperactividad e impulsividad.
Sobre las dificultades para poner
atención, la neuropsicóloga explica que «son esos despistes, el olvidar con
frecuencia cosas necesarias como las llaves o la cartera, problemas para
gestionar el tiempo -suelen llegar tarde, olvidan citas importantes…-, y les
cuesta organizar las tareas o incluso empezarlas o acabarlas, además de tener
dificultad para mantenerse concentrados».
Mientras que la hiperactividad se traduce
en «una sensación de inquietud interna, no pueden realizar tranquilamente una
actividad y necesitan tener algo en las manos, mover piernas», además «tienden
a sobrecargarse de tareas por esa necesidad de estar haciendo siempre algo».
Por último, la impulsividad, tiene que
ver con «decir las cosas sin pensar en las consecuencias, interrumpir
conversaciones», así como «tener dificultades para hacer colas o tolerar la
frustración…».
Las diferencias del TDAH en niños y
adultos
Aunque los síntomas son similares en
niños y adultos, Gómez precisa que sí hay variaciones en la forma en que se
manifiestan en cada edad. Por ejemplo, en los adultos «disminuye la
hiperactividad, que es como una sensación de inquietud interna o toma forma de
pensamientos que se agolpan en la cabeza y van a toda velocidad», y destacan
más «las dificultades para concentrarse, organizarse y gestionar el tiempo, así
como los problemas para regular adecuadamente sus emociones».
En la edad adulta, por tanto, adquieren
más notoriedad «las dificultades en la función ejecutiva», es decir «en la
capacidad de poder establecer metas a medio y largo plazo, teniendo el control
emocional y conductual necesario para ello.
“Los síntomas atencionales y la
dificultad a la hora de regular las emociones son los que más les interfieren
en su día a día. De hecho, los estudios señalan que la desregulación emocional
debería ser considerada como un síntoma nuclear del TDAH en esta etapa», dice
Gómez respecto a la edad adulta.
Esta alteración estaría mediada «por una
alteración en el córtex prefrontal (que es la parte más anterior del cerebro) y
que es el encargado de las funciones ejecutivas». Además se producen
«alteraciones en los circuitos implicados en la motivación», lo que explica que
«les cueste mantener la atención en tareas o actividades cuya gratificación no
es inmediata».
Por último, especifica que los síntomas
pueden tener diferentes niveles de gravedad en función del impacto que tengan
en el día a día de la persona y en su entorno (especialmente el laboral y
familiar).
¿Por qué las mujeres demoran más en ser
diagnosticadas?
La neuropsicóloga explica que el TDAH se
da por igual entre ambos sexos en la edad adulta, sin embargo, destaca que las
mujeres «suelen pasar más desapercibidas» porque muestran menos problemas de
conducta, lo que retrasa el diagnóstico.
Ello provoca que estas mujeres lleguen
habitualmente a la edad adulta «tratadas por otros trastornos como ansiedad y
depresión que enmascaran al TDAH». Incluso ocurre que «muchas de ellas llegan
al diagnóstico tras haber sido diagnosticado alguno de sus hijos».
«La manifestación de los síntomas en las
mujeres también puede fluctuar por cuestiones hormonales y está condicionada
por factores sociales y culturales».
Este retraso en el diagnóstico acaba
derivando en «problemas de autoestima al sentir que no son capaces de cumplir
con las exigencias que la sociedad les va imponiendo», algo que «las convierte
en personas especialmente vulnerables».
La experta Nuria Núñez, psiquiatra infantil, explica cómo detectar
tempranamente signos de trastornos como la ansiedad, el autismo o el TDAH y
cómo construir un buen apego para prevenir problemas de salud mental a largo
plazo
Fiebre, tos o dolor de barriga son
algunos de los síntomas típicos en los niños y son también los más fáciles de
detectar. Porque cuando la enfermedad ataca al cuerpo, el dolor tiene forma
física y nombre. Pero ¿somos capaces de percibir los síntomas de una depresión
infantil? ¿Cómo se distingue a nivel clínico un carácter inquieto o unas malas
notas de un TDAH? La doctora Nuria Núñez es psiquiatra especializada en la
evaluación, el diagnóstico y el tratamiento de trastornos mentales, emocionales
y del comportamiento en niños, desde el déficit de atención e hiperactividad
hasta la depresión, la ansiedad, el autismo o la bipolaridad. En su nuevo
libro, Los niños también se deprimen (La esfera de los libros, 2024), la
experta explica a los padres cómo pueden promover el bienestar emocional en sus
hijos a lo largo de la vida.
¿Qué importancia tiene el apego en el
desarrollo?
El apego es el vínculo que genera
cualquier mamífero con su madre, su padre o su cuidador. Es algo innato. Según
cómo se vaya desarrollando ese apego, podrá ser de diferentes tipos: seguro,
ansioso o desorganizado. Lo ideal es fomentar que haya un apego seguro, que el
niño tenga seguridad en que va a ser cuidado, para que desarrolle la creencia
de que es importante, de que es bueno, de que es suficiente, de que merece que
le quieran. Cuando tú vas creciendo con ese tipo de mensajes, los extrapolas a
tu manera de relacionarte con los demás. Si tienes un amigo, entiendes que eres
digno de ser querido por él y que eres importante para él. Si tienes pareja, lo
mismo. Y así con todas las personas. El estilo de apego va a condicionar cómo
nos relacionamos con los demás. Por eso es muy importante el apego seguro. No
es una garantía, pero sí que te protege un poco más, aunque todos somos
susceptibles de desarrollar trastornos de ansiedad, de personalidad o
depresiones.
¿Cómo se puede potenciar ese tipo de
apego?
Depende de cada etapa. En el caso de un
bebé, es importante demostrarle que estamos disponibles. Si llora y no sabes
exactamente si tiene sueño o hambre, eso no importa, lo importante es que
muestres tu disponibilidad y que eres capaz de calmarle, así tardes cinco
minutos o cinco horas. Luego, cuando son más mayores, hay que enseñarles a
desarrollar autonomía y permitirles explorar. Si a un niño de tres años lo
sigues tratando como a un bebé, no estás fomentando un apego seguro, estás
haciendo que sea ansioso, porque no le permites ganar autonomía. Y a medida que
llega la autonomía, hay que ir poniéndole límites, para marcarles hasta dónde
llega esa autonomía: no puedes salir corriendo, no puedes pegarle a otro niño,
tienes que ducharte todos los días. Y luego, en niños más mayores, hay que
fomentar que vayan teniendo su espacio, sus amigos, sus opiniones. Aquí ya
tenemos un rol más de acompañamiento.
¿Cómo podemos identificar la ansiedad en
niños?
Que veamos un cambio de carácter, que
esté más miedoso, que un niño que era muy autónomo empiece a estar muy pegado a
los padres, o a comerse las uñas. Cosas así nos pueden indicar que hay un
trastorno de ansiedad. Cuando empiezan a manifestar síntomas físicos y el
pediatra no detecta nada que los justifique, sobre todo si aparecen, por
ejemplo, el domingo a la noche, o cuando el papá tiene que irse a dormir fuera
por trabajo, entonces hay que empezar a sospechar que hay una somatización.
¿Por qué los niños sufren ansiedad?
Puede surgir por miedos o
preocupaciones. Según la edad y el desarrollo evolutivo, entienden la vida de
una manera diferente. Un comentario de un padre o algo que han visto en la tele
o cosas que han pasado a su alrededor y que no se les han explicado bien pueden
tener impacto. Por ejemplo, si el abuelo de repente se muere y nadie le explica
al niño que el abuelo estaba malito, si simplemente se le dice que se ha muerto
y está en el cielo, ese niño puede pensar que también el padre se va a morir
repentinamente, y esto puede generar un trastorno de ansiedad. Por otro lado,
puede haber una situación de bullying, o un miedo a que los padres se vayan a
divorciar. Cuando los miedos no consiguen superarse de forma autónoma, aparece
la ansiedad.
¿Qué tratamientos puede necesitar un
niño con ansiedad?
Lo primero es empezar con una
psicoterapia. Un psicólogo o psiquiatra puede darle técnicas para que se
relaje, intentar entender de dónde viene ese miedo, cómo empezó, con qué lo
relacionan. Es importante trabajarlo a través de dibujos o juegos, porque ellos
no van a decir lo que les pasa, muchas veces no lo saben. Si el nivel de
ansiedad es muy elevado, puede ser necesario un tratamiento farmacológico por
parte de un psiquiatra, que lo va a ajustar a su edad y su peso. Los niños
toman las mismas medicaciones que los adultos, simplemente están adaptadas a su
peso.
¿Qué tipo de apoyo necesitan ellos de
parte de los padres en esos momentos?
Mucha comprensión, acompañamiento, que
se les explique lo que les pasa, que se les escuche y se les ayude a buscar
soluciones. Se puede trabajar a través de cuentos o juegos. Sobre todo, es
importante no juzgar, no ridiculizar y no comparar. Si los padres no se ven
capacitados para ayudar, pueden acudir a un profesional para que ayude.
¿Qué señales pueden hacer pensar que un
niño tiene un trastorno del espectro autista?
Algunos signos son que los niños no
mantienen la mirada, o que no desarrollan el juego simbólico. Si un niño tiene
un muñequito de Playmobil, ese muñequito hace que es un personaje y que
interacciona con otros muñecos. Pero si, en lugar de eso, lo que hace es
clasificarlo por colores o ponerlo en fila y no lo hace interactuar con otros
muñequitos, eso es un signo de alerta. En el autismo hay dos partes que son
fundamentales, que son el problema del lenguaje y el de la comunicación social.
Luego, hay muchos rasgos accesorios, como la hipersensibilidad o el
comportamiento, que son llamativos, pero no significan por sí solos que haya
autismo si no existen esas dificultades en entender el lenguaje, expresarlo, y
tener empatía en la comunicación social.
¿Cómo se diagnostica el autismo?
El diagnóstico es clínico, lo hacemos
mediante una entrevista con los padres o el colegio. Existen tests que nos
pueden orientar, pero tienen que ser administrados por un profesional con
formación específica.
¿Existen casos de diagnóstico tardío?
Sí, porque el autismo es un espectro.
Esto significa que hay casos leves y otros más graves. Los casos más graves se
diagnostican antes, pero en los leves, pueden pasar muchos años sin que nadie
se dé cuenta. Desde fuera, pueden parecer personas más peculiares, o que no
pillan algunas cosas, pero cuanto más leve es, más difícil es de diagnosticar.
Esto también pasa más en las niñas, porque en general tienen otras habilidades,
son más sueltas en el lenguaje, entonces, camuflan los síntomas. Lo mismo pasa
con el TDAH en niñas, ellas desarrollan herramientas para compensar esas
dificultades.
¿El diagnóstico tardío tiene impacto en
el bienestar?
Sí, a nivel de la autoestima. Porque si
tú has entendido la vida de otra manera pero no has sabido por qué, simplemente
te has identificado como una persona diferente, puede que esto vaya minando tu
autoestima. Por eso, hay programas de atención temprana y ante la duda, aunque
no tengamos un diagnóstico, siempre se intenta trabajar las habilidades
sociales, las emociones y la empatía desde muy pequeñitos. Cuando alguien llega
con un TEA a los 15 años, se ha perdido toda esa parte.
¿Cómo se detecta un caso de TDAH?
Antes de los seis años, no nos lo
planteamos. Porque hasta esa edad, los niños, por definición, son inquietos e
inatentos. A mí me escriben madres para preguntar si su hijo de dos años puede
tener TDAH. Lo que pasa es que vivimos en una sociedad con una forma de trabajo
en la que necesitamos tener a los niños en la guardería o en el colegio,
cuando, evolutivamente, no es normal que un niño tenga que estar seis horas
sentado en una silla. A veces tenemos expectativas que no están ajustadas a la
realidad del ser humano. Pero a partir de los seis años, podemos detectar que
es un niño muy despistado, que aunque tenga buenos resultados en clase, no
presta atención, se deja el abrigo, pierde el estuche, no lleva los libros a
clase, está metido en líos, tiene impulsividad, se pone en peligro, contesta
sin pensar. Todas estas son pistas. Pero no todos los TDAH son hiperactivos o
sacan malas notas, ni todos los niños hiperactivos tienen TDAH.
¿Cómo se abordan estos casos a nivel
familiar?
Si llega la hora de la ducha y le dices:
«Quítate la ropa, dúchate, lávate los dientes, ponte el pijama y recoge tu
cuarto», va a hacer una cosa y después te lo vas a encontrar jugando. Y no
porque el niño sea irresponsable o desobediente, sino porque su cerebro se ha
despistado. Entonces, el padre tiene que dar una orden a la vez y no enfadarse
ni echarle la bronca ni decirle que es una bala perdida. Porque muchos
problemas de autoestima en estos niños vienen de que los califican de rebeldes
o malos, cuando solo son diferentes. Eso es fundamental. Por otro lado,
necesitan hacer mucho deporte y actividad al aire libre, porque esto les va muy
bien.
¿Cuándo hay que llevar a consulta a un
niño?
Ante la duda, si te estás planteando que
a tu hijo le pueda estar pasando algo, hay que ir a consulta. Si vemos cambios
de conducta bruscos, si no reconocemos a nuestro hijo, si empieza a quejarse de
dolores físicos que no tienen mucho sentido, si come raro o no quiere comer o
duerme diferente, si aparecen cambios que no tienen explicación, hay que
consultar.
¿Se debe empezar por psiquiatra o
psicólogo?
Por cualquiera. Si es algo muy grave y
está sufriendo mucho, un psiquiatra puede descartar que haya otras causas
médicas físicas para trabajar en la parte mental. Pero si se empieza por un
psicólogo, ese psicólogo valorará y si ve que es necesario, derivará a un
psiquiatra.
¿Cómo funciona la evaluación psicológica
a través de dibujos?
Son tests proyectivos. En los dibujos,
los niños proyectan sus miedos, sus expectativas y cómo se sitúan ellos frente
a otras personas. Por ejemplo, vemos los colores que utilizan, si hay mucho
rojo o negro, puede que haya mucha rabia adentro. Si ha coloreado tan fuerte
que ha roto el lápiz, puede que haya un problema de ansiedad. Si vemos que la
cara del padre es roja, podemos plantearnos qué pasa con ese padre. Si el niño
ha tenido un hermanito y el hermanito no sale en el dibujo, puede haber algo de
celos. Pero no evaluamos solo el dibujo. Tiene que ir acompañado de toda la
historia, la entrevista y el contexto del niño. Esto tiene que estar
desarrollado en un contexto profesional.
¿Qué medidas pueden ayudar a los niños a
construir hábitos adecuados de sueño?
Evitar hacer deporte a partir de las
ocho de la tarde, no darles café ni bebidas energéticas, evitar las pantallas,
sobre todo a última hora. Un niño no puede acostarse con el móvil. Luego,
también es importante la rutina nocturna y buscar que sea un momento
placentero. Ducharnos, ponernos el pijama, contar un cuento, cantar una canción
juntos. Es un momento bonito que ayuda a estrechar lazos entre padres e hijos y
a desarrollar su imaginación y a identificar emociones en los personajes de los
cuentos. Esta es una herramienta fundamental para las familias.
¿Cómo podemos fomentar el desarrollo
emocional saludable en los niños?
Hay que escucharles. Hay que enseñarles
a identificar sus emociones, ponerle nombre a lo que les está pasando,
validarlo y acompañarles, y que nosotros también podamos hablar de nuestras
emociones para que vean todos los estados de ánimo que hay. Si mamá llora,
ellos pueden ver que no pasa nada porque uno llore. Es normal estar triste a
veces. Eso es educación emocional.