Cuando el boletín académico no cuadra con
el esfuerzo del menor, hay que pararse a revisar varios aspectos
Carlota Fominaya. 24/06/2025
En no pocos hogares las notas de fin de
curso 2024-25 no han sido las esperadas. Tras muchos meses de esfuerzo personal
del menor y, en muchas ocasiones, económico por parte de las familias, los
padres refieren unas malas calificaciones. ¿Cómo afrontarlo? En principio,
apunta la psiquiatra, psicoterapeuta y directora del Instituto Psiquiátrico
Ipsias, Ana Isabel Sanz, «sugeriría evitar la crispación y responsabilizar al
estudiante tachándolo de 'vago', 'despreocupado', 'irresponsable' e 'incapaz'».
Porque, antes de sacar conclusiones sobre
los motivos de unos malos resultados académicos, prosigue Sanz, también
directora del departamento de Psiquiatría del Centro de Rehabilitación Dionisia
Plaza, «hay que sentarse a hablar y analizar dónde han podido surgir los
problemas y valorar el esfuerzo realizado, o admitir que este no ha sido el
suficiente. Ante una actitud dialogante, en lugar de un acercamiento
descalificador o amenazante, el estudiante no se cerrará en una postura
defensiva o incluso de mutismo, sino que se sentirá capaz de reflexionar sobre
lo que ha hecho y si ha sido suficiente, o transmitir si presenta dificultades
en su capacidad de sacar el máximo rendimiento al tiempo que dedica a las
tareas académicas».
En estos primeros momentos, más que
señalar el fallo, corrobora Beatriz Bacaicoa, profesora de Bachillerato del
Colegio Europeo de Madrid, «conviene revisar juntos el proceso, reconociendo el
esfuerzo y buscando, con calma, qué puede mejorarse. Cada estudiante –asegura
esta experta–, tiene su manera de aprender, y a veces lo que falla no es la
motivación ni el esfuerzo, sino la estrategia. «Algunos necesitan más
organización, otros trabajar en bloques cortos de tiempo, otros visualizar los
contenidos... Lo primero que hay que hacerse es una serie de preguntas: ¿Cómo
estudia? ¿Cuánto tiempo le dedica? ¿Qué le funciona y qué no? Y a partir de
ahí, ofrecer herramientas adaptadas a su estilo de aprendizaje. Porque una mala
nota puede ser una oportunidad para ajustar el enfoque, no una sentencia».
Otras cuestiones que hay que barajar es
«que no haya existido algún acontecimiento estresante que esté afectando la
concentración del menor en sus tareas escolares o que exista una limitación a
nivel cognitivo», señala Ana Belén Pardo Salamanca, directora de la
especialidad de orientación educativa del máster del profesorado en Universidad
Internacional de Valencia (VIU) y especialista en trastornos del
neurodesarrollo.
A partir de ahí, y una vez descartadas
estas posibilidades, continúa la docente de la VIU, «es importante observar si
el niño dedica mucho tiempo y esfuerzo a la realización de los deberes y al
estudio de las materias. Si, a pesar de esta entrega, los resultados siguen
siendo bajos y no se corresponden con el tiempo y la dedicación invertidos,
podríamos estar ante la posibilidad de un trastorno del aprendizaje», advierte.
En estos casos, apunta Bacaicoa, «lo
mejor es abordarlo desde una mirada integral, en colaboración con el
departamento de orientación. Hay señales que pueden indicar que algo más está
interfiriendo en el aprendizaje, y detectarlo a tiempo es clave para poder
ofrecer el acompañamiento. No se trata de etiquetar, sino de comprender qué
necesita ese alumno para poder desplegar todo su potencial». Pero es
fundamental, añade Pardo Salamanca, «averiguar qué le está ocurriendo e
intervenir lo antes posible, con el objetivo de evitar el fracaso académico y,
como consecuencia, un daño reseñable en su autoestima».
Una vez analizados si los métodos de
enseñanza, de evaluación o el estado emocional del estudiante suponen barreras
significativas, la siguiente consideración es, a juicio de la directora del
Instituto Ipsias, «considerar si hay problemas específicos (dislexia, Tdah...)
que obstaculizan la capacidad de aprendizaje de un determinado alumno».
Así, concluye esta psiquiatra, «ante
dificultades persistentes en el progreso académico de un niño, antes de pensar
en su incapacidad o una mala actitud conviene incluir entre las posibilidades
que se deben considerar dificultades específicas que van más allá de la
voluntad del menor y que requieren una evaluación y un abordaje especializado,
nunca una estigmatización. Cuanto antes se tomen medidas menor daño implicarán
para su desarrollo emocional».
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