TDAH y las
emociones
TDAH y
emociones son un binomio que no se llevan bien.
Las personas
con TDAH pueden tener problemas para interiorizar sus emociones y dominar la
intensidad de las mismas (autorregulación emocional).
No se trata tanto de que
las emociones que experimentan sean inapropiadas como de que no son capaces de
guardarlas para sí, manifestándolas exteriormente con más intensidad y duración
que sus iguales.
El resultado
es una conducta inmadura, muy cambiante y con baja tolerancia a la frustración.
La marcada
inmadurez y la enorme dependencia emocional que caracterizan a las personas con
TDAH producen unas conductas características:
- En la mayoría de las ocasiones, van a tratar de llamar la atención del resto, y no vacilarán en ponerse en evidencia, haciendo payasadas o, bien, desafiando a la figura de autoridad de forma irreverente y/o desafiante.
- Frente a la perspectiva de un nuevo fracaso, van a hacer todo lo que sea posible para que no sea evidente y, por poner un ejemplo. mentirán antes que aceptar que no han terminado de hacer los deberes.
- Su baja tolerancia a la frustración se traduce en irritación y también ira, manifestando su malestar dando patadas al aire y haciendo aspavientos exagerados, o bien contestando mal ante cualquier corrección del profesor/a, por poner algunos ejemplos.
- La autorregulación de sus emociones y su comportamiento responden más a los estímulos que reciben (dependencia emocional del ambiente), que a sus propios pensamientos internos, los cuales le harían examinar los sucesos o fijarse objetivos.
- Su dificultad para automotivarse hace que necesiten continuamente gratificaciones inmediatas ante aquellas tareas que no les resulten atractivas, novedosas o que no acarreen una rápida recompensa.
- Igualmente, su incapacidad para automotivarse complica que puedan examinar sus sentimientos y tomar las medidas precisas que les ayuden a salir de estados anímicos negativos, como son la frustración, la tristeza o la ansiedad.
- El déficit en la autorregulación emocional afecta del mismo modo a su nivel de activación. Tienen graves problemas en el momento de comenzar las labores encomendadas, y sostener la actividad hasta su término, sobre todo, en aquellas actividades desganadas, monótonas y repetitivas, evadiéndose en sus pensamientos, o bien, en otros estímulos exteriores más gratificantes.
- Esta complejidad con la motivación interna hace que parezcan carentes de autodisciplina, apariencia agravada por la dificultad que tienen para interiorizar y seguir reglas e instrucciones.
- Su baja tolerancia a la espera de gratificaciones, y sus problemas para comprender y manejar el tiempo provoca que sean personas muy impacientes, no se rinden y todo lo quieren para el día de ayer. Por esta razón y, como nota de humor, se recomienda no informar de posibles sorpresas hasta que falte muy poco para descubrírselas, para así evitar que se pasen todo el tiempo haciendo la famosa pregunta "¿Cuánto falta para...?, ¿Cuánto queda para...?".
Estas
dificultades emocionales les causan experiencias llenas de frustraciones y
castigos, a lo que hay que añadir la crítica habitual y las valoraciones negativas
que acentuamos sobre su persona y no sobre su comportamiento inapropiado. Las
consecuencias son un pobre autoconcepto, una autoestima muy dañada y un mal
ajuste social y personal.
La imagen que
percibimos de las y los estudiantes con TDAH es la de chicas/os desmotivados,
que no desean sacrificarse y que se muestran indiferentes.
Pero, ¡nada más
lejos de la verdad!
Por el contrario, manifiestan una necesidad y un deseo
reales de gustar al resto y de percibir una aprobación social positiva por su
comportamiento y por aquello que efectúan porque, como hemos visto, son muy
dependientes emocionalmente.
Esto debe alertarnos en el momento de marcarles
objetivos, en tanto que se dirigirán a los nuevos desafíos con mucha energía y
ansiedad, si bien, por su sintomatología, degenerarán conforme transcurra el
tiempo, lo que los expondrá, con muchas probabilidades, a un nuevo fracaso.
De
ahí que, hemos de ser realistas y fijarles unos objetivos más pequeños y en un
corto plazo, de forma que puedan ir cumpliendo de forma progresiva y segura,
para que su autoconcepto y su autoestima se vayan consolidando de manera
positiva.
Consecuencia
de la sintomatología es que pueden enseñar con facilidad altos indicadores de
ansiedad y agobio, si bien, en apariencia muestren una actitud indiferente y
desmotivada que, realmente, oculta la impotencia de hacer frente a sus
dificultades.
En ciertos casos, por la continua presión que reciben, esa
ansiedad y agobio pueden transformarse en otros trastornos con entidad propia
asociados al TDAH.
Actualmente, los aspectos emocionales van cobrando cada vez más importancia. De esta forma,
estudiosos de la talla del doctor Barkley reconocen su relevancia como una
parte del trastorno a la altura de la inatención y de la
hiperactividad-impulsividad.
Examinemos
más despacio estas peculiaridades que nos ayudarán a conocerlos mejor:
Baja autoestima
Autoconcepto
y autoestima están inevitablemente relacionados.
El
autoconcepto es la imagen que la persona tiene de uno mismo.
La autoestima
entiende la auto-convicción de ser eficiente, valioso/a y reconocido/a por el
resto.
Tener una autoimagen positiva nos infunde seguridad y confianza en
nuestras capacidades.
Los dos conceptos, dependen de la repercusión en nuestro
entorno, esto es, se forjan en buena medida en la opinión que los otros tienen
de nosotros. Si tenemos un autoconcepto negativo de nosotros mismos, de alguna
forma, nos auto-rechazamos y, en dependencia de la intensidad y experiencia de
este sentimiento, nuestro comportamiento puede finalizar desembocando en
conductas beligerantes y destructoras.
Los pequeños,
pequeñas y adolescentes con TDAH reciben con mucha frecuencia y, en ciertos
casos de forma prácticamente incesante, críticas negativas, sermones, castigos
y fracasos a nivel familiar, escolar y social: incordian, interrumpen, pierden,
olvidan, empujan, se esmeran, fallan, abandonan, se frustran y no son capaces
de examinar y solventar sus inconvenientes, ensayando una permanente sensación
de falta de autocontrol.
No obstante, aparentan que todo se lo echan a la
espalda fingiendo que no les importa…
La autoestima
está en la base del desarrollo de la personalidad, de la motivación, del desempeño
escolar y de las relaciones sociales, o sea, está en la base de la adaptación
al entorno.
Es verdad que ciertos niños/as con TDAH muestran una autoestima
auto-inflada, que no es otra cosa que la manera de hacer frente a su pobre
autoconcepto.
Eludir las
críticas públicamente y practicar el refuerzo positivo inmediato y usual son
esenciales para promover una buena autoestima.
Depresión
Los síntomas
depresivos son asimismo usuales en las personas con TDAH, si bien hay que
distinguir si se tratan de síntomas más relacionados con la desmoralización y
la impotencia de no verse capacitados para hacer frente a las demandas
escolares y sociales, o bien, si se trata ya, de un trastorno depresivo más
grave, que acompaña al TDAH.
La depresión como trastorno implica tristeza crónica,
una preocupación excesiva, aislamiento, irritabilidad persistente, falta de
energía, desmotivación y también inapetencia para efectuar actividades
frecuentes, dejadez, ideas de muerte recurrentes, etcétera.
Ansiedad
La pobre
respuesta que las personas con TDAH tienen frente a las demandas del ambiente
les hace susceptibles de sufrir crisis de ansiedad y agobio.
Sus problemas para
manejar correctamente el tiempo, su inatención, la dificultad para comenzar las
actividades de forma autónoma, su desorganización y el déficit de
planificación, etc., les transforma en personas lentas en la ejecución de
las tareas: por servirnos de un ejemplo, hacer los deberes, recoger su cuarto,
efectuar un examen, ducharse o bien desayunar, y la presión que reciben del
exterior favorecen la aparición de síntomas ansiosos, pudiendo transformarse en
severos trastornos de ansiedad.
El trastorno de ansiedad se manifiesta con
preocupaciones y miedos persistentes, nerviosismo, aprensión, capítulos agudos
de ansiedad y terror ante situaciones que la persona percibe como amenazantes,
peligrosas o bien que no puede supervisar.
Frustración
Nos guste o
no, la frustración es una cosa que nos acompaña a lo largo de nuestra vida y en
el caso de las personas con TDAH esto se multiplica por tres (por lo menos).
Es
muy posible que la historia personal de una persona con TDAH esté llena de
momentos frustrantes.
Podremos ver cómo no lo invitaban a fiestas de cumpleaños
(sin saber por qué razón); de qué forma, tras esmerarse en aprobar los
exámenes, los resultados no eran los esperados; e inclusive de qué manera en la
vida adulta era despedida (o bien no renovada) en muchos empleos…
¿Qué es la
frustración?
La
frustración es la respuesta emocional que se origina ante la imposibilidad de
satisfacer una necesidad o un deseo. Esta
experiencia negativa que provoca un incremento de tensión provoca una
reacción beligerante como mecanismo de defensa, que se manifestará con
emociones tales como ansiedad, rabia, angustia, ira o en sentimientos y
pensamientos autodestructivos para el sujeto.
Estas respuestas ante la
frustración son en gran medida un mecanismo reflejo, como cuando nos arrojan un
objeto a la cara e, instintivamente, ponemos las manos para protegernos, sin
pensar qué hacer ante el objeto. De igual manera los mecanismos de defensa
surgen involuntariamente sin que nos percatemos.
La
frustración como algo despectivo
Las
evidencias indican que las emociones, como reacciones propias del organismo, no
son ni buenas ni malas.
Todo depende de la evaluación perceptual que la persona
haga de las mismas. Las emociones cumplen un papel adaptativo, que permiten la
supervivencia del individuo dentro del ambiente.
Existen estímulos emocionales
objetivamente perturbadores que pueden no producir ninguna secuela sobre una
persona, y existen otros estímulos emocionales objetivamente no perturbadores
que pueden llegar a ocasionar un daño más o menos importante.
La diferencia
básica entre las dos posibilidades se localiza en la percepción que cada
persona tiene de esos estímulos.
Es decir,
cuando una persona posee estrategias y habilidades suficientes para hacer
frente a esas situaciones, es poco probable que los estímulos derivados de la
misma causen algún daño. Sin embargo, en otras ocasiones, aunque la situación y
los estímulos sean manejables para cualquier persona, puede ocurrir que alguien
no posea esas habilidades y destrezas esenciales, y que se vea desbordado por
una situación que, probablemente, sólo es insuperable desde su propia percepción.
Por fortuna
la visión de la frustración como algo despectivo está variando y existen nuevas
definiciones que explican la frustración como algo no negativo sino más bien
como algo que formaba una parte de la naturaleza humana.
La
frustración es algo humano y no se puede suprimir, está siempre y en toda
circunstancia presente puesto que el ser humano, pese a sus fantasías de
omnipotencia, es limitado y experimenta día tras día el choque con la realidad.
Este “choque
con la realidad” acostumbra a ser más usual en las personas con TDAH pues el
nivel de demanda al que están expuestas no acostumbra a tomar en consideración
sus necesidades y peculiaridades y hay más experiencias en las que las
esperanzas (en general elaboradas de forma errónea) chocan con los resultados
logrados.
La frustración se experimenta de diferentes maneras:
Frustración
en forma agresiva
Es la acción
más vistosa y la que más se relaciona con la frustración. Es una acción
protectora que sacamos cuando sentimos que hay un obstáculo que se interpone en
nuestro camino. O dicho de otra forma, cuando el resultado que logramos no
coincide con lo que esperábamos.
Las reacciones beligerantes pueden ser útiles
cuando dejan sitio a una reacción más edificante. Es decir, el enfadado da paso
a un empeño aún mayor por buscar soluciones.
Las personas con TDAH, en especial
en el sexo masculino, tienden a tener estas reacciones cargadas de
resentimiento, dando sitio, a veces, a trastornos de la conducta como el
llamado trastorno negativista desafiante.
Frustración como resignación
La
frustración se convierte en resignación cuando, de forma repetida, los
resultados que obtenemos no son los deseados. Con frecuencia, hay personas con TDAH
que tienden a retraerse y a pasar inadvertidas, desarrollando lo que es
conocido como indefensión aprendida, lo que puede tener consecuencias deplorables
para su desarrollo a largo plazo.
Frustración
en forma constructiva
Son las
reacciones que se centran en superar aquello que nos frustra. Si el obstáculo
no puede ser eliminado o bien mitigado la persona busca llegar a la meta por
otros caminos.
Quizás
podamos encontrar en esta frustración constructiva la base del éxito de las
personas que, pese al TDAH, han alcanzado una vida plena y llena de triunfos.
Aprender a ver la frustración como una ocasión, en vez de como una fuente de
desgracias, es clave para el desarrollo personal.
Ahora bien,
esto es muy simple de decir, la cuestión es ¿cómo podemos enfocar o dirigir
nuestra frustración para que nos sea beneficiosa? ¿Cómo podemos superar o sacar
provecho de nuestra frustración?
FUENTE:
Niños agresivos.
Claves para aprender a expresarse sin usar los puños
Los fracasos y las frustraciones son algo normal en la vida de las personas. Es fundamental que, durante su desarrollo, los niños aprendan a superar estos aspectos de manera constructiva.
Debemos ver la frustración y los errores como parte de la vida y, por lo tanto, es nuestra responsabilidad hacer que los más pequeños estén preparados para ello.
Una persona feliz es aquella que sabe afrontar sus errores, aprende de ellos y sabe superar la frustración de forma constructiva.
Una persona feliz no es aquella que no se equivoca nunca, o aquella que siempre consigue todo lo que quiere. Todas las personas cometen errores y a todas las personas les cuesta conseguir lo que quieren. Es parte de la condición humana.
Pautas para evitar el fracaso y la frustración en los niños
TIP 1. Cambia la manera de ver los fracasos
Haz que no vean los fracasos como algo negativo. Lo importante es darse cuenta de dónde nos hemos equivocado para que no vuelva a ocurrir.
Convierte así la frustración en aprendizaje. Que el niño lo conciba como una oportunidad para aprender y ser creativo.
TIP 2. Haz que haga las cosas por sí mismo
No le des todo hecho, haz que piense aunque, al principio, no sepa hacer ciertas cosas. Déjale que lo haga él solo, que piense, que lo intente y que tenga la oportunidad de equivocarse y de enfrentarse al fracaso.
Podemos ser su guía, pero dejándole solo. Evita la sobreprotección y el exceso de permisividad.
TIP 3. Enséñale que en toda situación de fracaso puede haber algo positivo
Ante todo fracaso hay siempre algo positivo, que es la capacidad de aprender de ello, la posibilidad de crecer como persona también.
TIP 4. No refuerces la rabia como respuesta a la frustración
Si cedemos a sus rabietas, le enseñamos que es una forma fácil de superar esa situación y conseguir lo que quiere.
Es un error pensar que el niño, para ser feliz, necesita todo lo que quiere. Debemos no hacer caso a su rabieta.
TIP 5. Haz de ejemplo para los niños y niñas
Nuestro modo de actuar es el que les guía para enfrentarse a situaciones de la vida.
Ante situaciones que puedan provocar frustración o fracasos, debemos mantener una actitud positiva y esforzarnos por superar las dificultades.
TIP 6. Educa en el esfuerzo, pero marcando objetivos razonables
Los niños y niñas han de aprender que, para conseguir ciertas cosas, es necesario esforzarse. De esta manera, verán que el esfuerzo es una manera de solucionar sus fracasos.
Es bueno hacer que el niño o niña se esfuerce, pero su nivel de exigencia ha de ser razonable.
TIP 7. Razona con él/ella sobre sus errores y fracasos
Que entienda lo que ha pasado, que ha salido mal. Si lo entiende se sentirá tranquilo y ganará confianza, porque sabrá lo que tiene que hacer la próxima vez.
FUENTE: