PILAR QUIJADA
/ MADRID 02/10/2014
La curiosidad
estimula la zona del cerebro relacionada con la recompensa y pone al cerebro en
modo aprendizaje.
Cuando
tenemos interés en algo, es más fácil aprender y recordar. La expectativa aumenta la actividad en el hipocampo, lo que facilita la memorización.
¿Por qué
cuando leemos una novela somos capaces de memorizar sin esfuerzo los pormenores
del argumento y cuando tenemos que estudiar nos cuesta más recordar los datos?
La respuesta podría estar en la curiosidad.
Un artículo
que publica la revista Neuron, de Cell Press, asegura que la expectación que nos genera un tema
pone al cerebro en un estado que nos permite aprender y retener cualquier clase
de información relacionada o no. En este estado, como si se tratara de un
sumidero, el cerebro no sólo absorbe lo que nos interesa sino que “succiona”
además todos los datos que rodean a la materia de nuestro interés.
Además, tener
curiosidad por algo activa el sistema de recompensa del cerebro y se moviliza
la dopamina, un neurotransmisor que nos lleva a lograr objetivos. El hipocampo,
fundamental en la formación de la memoria, también se beneficia de nuestra
expectación y se activa más cuando mostramos interés.
El tándem
sistema de recompensa-hipocampo hace al cerebro más receptivo para aprender y
retener información, incluso si esa información no es de particular interés o
importancia. Es precisamente esa curiosidad que de forma natural surge cuando
nos sumergimos en una novela u otro tipo de lectura, la que nos lleva a
recordar hasta los más pequeños detalles y nos permite seguir el argumento. Un
truco que podremos aprovechar cuando tengamos que aprender por obligación.
En
definitiva, aseguran los autores del trabajo, cuanto mayor es nuestra
curiosidad por un tema, más fácil es aprender o retener información al
respecto. Algo que todos hemos experimentado y que ahora la neurociencia puede
explicar. Y que puede ser muy útil a los docentes para poner el cerebro de sus
alumnos en un estado de curiosidad que les permita asimilar mejor los
conocimientos que imparten.
Jugar al Trivial
Para llegar a
estas conclusiones, los investigadores sometieron a los voluntarios a una fase
previa para medir su curiosidad. Para ello, les hacían preguntas del Trivial y
les pedían que puntuaran en una escala de 0 a 6 su probabilidad de conocer la
respuesta. A continuación les pedían que midieran, puntuando en la misma
escala, su curiosidad por saber la respuesta correcta. Se utilizaron una serie
de preguntas a las que los voluntarios no sabían responder y en las que habían
admitido tener una alta o baja curiosidad por conocer la solución.
En una
segunda fase, les iban planteando las preguntas y tenían que esperar 14 segundos
para conocer las respuestas. Aunque los voluntarios no lo sabían, este tiempo
de demora estaba calculado para llevar a cabo parte del estudio. En ese
intervalo de 14 segundos, en ocasiones, les presentaban una imagen de un rostro
que no expresaba ninguna emoción y se les pedía que emitieran un juicio sobre
ella. Al cabo de los 14 segundos, podían conocer la respuesta a la pregunta
planteada.
Posteriormente,
los participantes realizaron un “examen sorpresa”, del que no les habían
informado, para ver su capacidad de reconocer las caras que previamente habían
visto, seguido de una prueba de memoria para las respuestas a las preguntas del
trivial que les habían facilitado. Además, en algunos momentos del estudio, los
participantes fueron sometidos a una resonancia magnética funcional para ver la
respuesta de su cerebro.
Tres
hallazgos
El estudio
reveló tres hallazgos principales.
En primer
lugar, y como se esperaba, cuando los participantes tenían mucha curiosidad por
conocer la respuesta a una pregunta, eran mejores en el aprendizaje de esa
información. Pero más sorprendente, sin embargo, fue que una vez que se
despertó su curiosidad, mostraron un mejor aprendizaje de la información que no
estaba relacionada con la respuesta, y también eran mejores en el
reconocimiento de las caras que previamente les habían mostrado, en las que no
tenían ninguna curiosidad. Además, también fueron capaces de retener mejor la
información aprendida durante este estado de curiosidad aunque el retraso para
conocer la respuesta fuera de 24 horas.
En segundo
lugar, los investigadores encontraron que cuando se estimula la curiosidad, hay
una mayor actividad en el circuito del cerebro relacionado con la recompensa.
"Hemos demostrado que la motivación intrínseca en realidad recluta las
mismas áreas del cerebro que están fuertemente involucradas en la motivación
extrínseca tangible", como la obtención de un premio, explica el autor
principal, Matthias Gruber, de la Universidad de California en Davis Este
circuito de recompensa depende de la dopamina, un mensajero químico que transmite
mensajes entre las neuronas. “La curiosidad puede poner al cerebro en un estado
que le permite aprender y retener cualquier tipo de información, como un
torbellino que está dispuesto a absorber lo que desea de su alrededor”.
En tercer
lugar, el equipo descubrió que en el aprendizaje motivado por la curiosidad
hubo una mayor actividad en el hipocampo, una región del cerebro que es
importante para la formación de nuevos recuerdos, y también vieron un aumento
en las interacciones entre el hipocampo y el circuito de recompensa. "La
curiosidad recluta el sistema de recompensa, y las interacciones entre el sistema
de recompensa y el hipocampo parecen poner el cerebro en un estado en el que
tiene más probabilidades de aprender y retener información, aunque esa
información no sea de especial interés o importancia," explica el
investigador principal Charan Ranganath.
El trabajo,
aseguran los autores, podría tener implicaciones clínicas también. Los
circuitos cerebrales que dependen de la dopamina tienden a estar menos activos
en las personas mayores o en personas con enfermedades neurológicas. Comprender
la relación entre la motivación y la memoria, podría estimular nuevos esfuerzos
para mejorar la memoria en los ancianos sanos y para desarrollar nuevos
enfoques para el tratamiento de pacientes con trastornos que afectan la
memoria. Y en las aulas o en el trabajo, el aprendizaje de materias aburrida
podría mejorar si los docentes son capaces de aprovechar el poder de la
curiosidad en los estudiantes y de los trabajadores.
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