Todo el mundo se enfada de vez en cuando. Enfadarse, de hecho, no soluciona gran cosa.
Lo importante es qué hace la gente cuando se enfada. Lo deseable es calmarse e intentar solucionar el problema que ha motivado el enfado. Es algo que les resulta muy difícil a algunos niños/as (y también a algunos adultos). En vez de tranquilizarse, se enfadan cada vez más hasta que pierden el control y explotan como un volcán, comportándose de formas que son inaceptables, pudiendo llegar a hacer daño a otras personas o a sí mismos. La gente suele decir de esos niños que tienen carácter o genio, que es una forma de decir que se enfadan fácilmente, pierden el control y se porta mal cuando está enfadado o frustrado.
Estos episodios pueden ser mucho más frecuentes cuando estos niños, niñas o adolescentes tienen TDAH. Y es que muchos de ellos/as manejan mal las emociones y tienen una baja tolerancia a la frustración. No sólo tendrán más dificultades para controlarse cuando las cosas no salgan como quieren; los padres también tendremos más dificultades para ayudarlos a aprender.
Algunos niños/as se enfadan tanto que chillan a sus padres, dan puñetazos contra la pared, dan portazos, rompen cosas o -todavía peor- pegan a sus hermanos. Los niños/as tienen derecho a expresar sus sentimientos, incluso los de enfado, pero no está bien que un niño/a haga cualquiera de las cosas que acabamos de mencionar. La mayoría de niños/as no quieren comportarse de ese modo, pero a veces resulta difícil controlar el enfado.
Entonces, ¿qué puedes hacer si eres un niño explosivo y tu mal genio te mete en problemas?
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La buena noticia es que los niños/as no tienen que seguir cometiendo los mismos errores una y otra vez. Puedes amaestrar a tu genio del mismo modo en que puedes amaestrar a un cachorro de perro. ¿Has oído bien? Sí, hemos dicho un cachorro de perro.
Si has jugado alguna vez con cachorritos de perro, sabrás que son muy dulces pero están un poco fuera de control. No dejan de mover la cola de un lado a otro y no paran de mordisquearlo todo, pudiendo llegar a romperte las zapatillas de deporte. ¿Qué puedes hacer con un cachorrito descontrolado? Sí, sí, esa es la respuesta: amaestrarlo.
Del mismo modo que se puede amaestrar a un cachorro, tú puedes amaestrar tu mal genio y tu enfado. Imagina que tu mal genio es como un cachorrito que tienes dentro que necesita ser amaestrado. El cachorrito no es malo -probablemente se acabará convirtiendo en un perro encantador-. Solo necesita aprender algunas reglas porque, por ahora, el dichoso cachorrito te está ocasionando algunos problemas.
No quieres seguir metiéndote en problemas por la forma que tienes de comportarte cuando te enfadas. Probablemente, cuando hieres los sentimientos de alguien o rompes un juguete que te gustaba en un ataque de rabia, te sabe mal. O sea que ya va siendo hora de amaestrar a ese cachorrito.
He aquí los pasos que puede seguir en cualquier momento, incluso cuando no estés enfadado.
- Haz mucho ejercicio físico. Juega al aire libre. Practica tu deporte favorito. El kárate o la lucha libre pueden ser adecuados para los niños/as que quieren dominar su genio. Pero cualquier actividad que te haga bombear el corazón puede irte bien porque es una forma de quemar energía y estrés. ¡Da gusto dar puntapiés a una pelota de fútbol!
- Habla con tu madre o con tu padre. Si estás teniendo problemas para controlar tu genio, el momento para hablar sobre ello es antes de que tengas otro arranque de genio. Diles a tus padres que estás intentando controlarte. Pídeles ayuda y diles qué te den ideas sobre cómo puedes controlarte mejor. Tal vez, si consigues estar una mañana o un día entero sin tener un arranque de mal genio, podrían concederte un privilegio, como llevarte a algún sitio adonde te gusta ir. Hazles saber que, si te enfadas mucho, les pedirás ayuda.
- Expresa tus sentimientos con palabras. Adquiere el hábito de decir lo que sientes y por qué. Diles a tus padres: "Me enfado cuando me pedís que deje de jugar para sacar la basura. No me gusta sacar la basura". Probablemente tus padres te contestarán (amablemente): "Ya lo sé -a nadie le gusta sacar la basura. Pero te toca a ti y debes hacerlo de todos modos-". O sea que el hecho de expresar lo que piensas con palabras no te evitará sacar la basura (¡lo sentimos!), pero tal vez te impida cerrar dando un portazo, tener un arranque de rabia por tener que bajar la basura o hacer cualquier otra cosa que podría meterte en problemas. El hecho de usar palabras para expresar lo que se siente ayuda a la gente a controlar las emociones fuertes y su comportamiento.
- Asume el control ¿Quién es el que tiene la sartén por el mango, tú o ese cachorrito salvaje? Toma la decisión de que quieres ser tú quien va a asumir el control. No permitas que el enfado te haga hacer cosas que no quieres hacer.
La prueba de fuego te llegará la próxima vez que te enfades tanto que estés a punto de explotar. Pero no explotes. Ponle una correa al cachorro y sigue estos cuatro pasos:
- Desconecta de la situación. Si estás discutiendo con alguien, vete a otra parte de la casa. Tu habitación o el cuarto de baño son buenas elecciones. Limítate a decir: "Quiero estar a solas durante un rato para ver si me calmo".
- Retírate a tu habitación. Si estás enfadado y crees que necesitas hacer una pausa para estar a solas a fin de tranquilizarte, no esperes a que uno de tus padres te mande a tu habitación. Ve tú mismo y tómate tu tiempo para calmarte. Informa a los demás miembros de la familia de que, cuando te retiras a tu habitación, deben respetar tu espacio y dejarte solo para que puedas tranquilizarte. Para un niño /a lo bastante mayor como para irse solo a su habitación esto no es ningún castigo sino una forma de tranquilizarse. Mientras estés sentado en tu silla, prueba este ejercicio para calmarte: coloca las manos debajo el asiento y empuja arriba mientras cuentas hasta cinco. Seguidamente estira los brazos por encima de la cabeza. Haz una inspiración lenta y profunda y luego suelta el aire. Un niño que probó estos pasos dijo que utilizaba el tiempo que pasaba a solas en su habitación para pensar sobre las consecuencias -como meterse en problemas- que habría tenido el hecho de dar rienda suelta a su genio.
- Exterioriza el enfado. No te pedimos que des puñetazos contra la pared (ni siquiera que los des contra una almohada), pero ¿por qué no saltar o bailar por tu habitación mientras escuchas tu música favorita? Si estás al aire libre, corre o haz volteretas laterales por el césped. También puedes coger un bolígrafo y escribirlo todo. ¿Qué es lo que te ha molestado tanto? Sigue escribiendo hasta que lo hayas explicado todo. Si no te gusta escribir, puedes hacer un dibujo que te ayude a expresar tus sentimientos. Utiliza colores fuertes y líneas gruesas para expresar la intensidad de tus emociones. También puedes probar el ejercicio de “sé como un volcán”: imagínate que eres un volcán. Ponte de pie con los pies bien juntos. Junta las palmas de las manos delante del pecho y aprieta una contra otra. Luego, separa las piernas de un salto al tiempo que subes las manos juntas por encima de la cabeza. Después, separa las manos, dejándolas caer a ambos lados del cuerpo. Mientras lo haces, emite un sonido explosivo, por ejemplo, ¡¡Puuuuufffffff!!. Imagínate que eres un volcán expeliendo fuego, lava y vapor. Al terminar, haz tres inspiraciones profundas. Con toda segur¡dad, el enfado que sentías haya perdido gran parte de su intensidad.
- Aprende a cambiar. Tendrás que esforzarte mucho para conseguirlo. Es aquí donde entra en juego el amaestramiento del cachorrito que llevas dentro. La idea es cambiar de un estado de ánimo realmente alterado a otro más controlado. Después de exteriorizar el enfado, empieza a pensar en otras cosas. A veces, cuando una persona se enfada, no puede pensar con claridad. Está furiosa, completamente dominada por la rabia, y los sentimientos de enfado ocupan todo su espacio mental. Una persona hasta puede decirse cosas como "Soy tonto/a. ¡He vuelto a perder los estribos!". Pero también puedes sustituir esos pensamientos por otros más positivos. Por ejemplo, te puedes decir: "He perdido los estribos, pero a partir de ahora voy a controlarme". En vez de pensar en la persona o situación que te ha provocado el enfado, piensa en otra cosa, a ser posible en algo que te ponga de mejor humor.
UNA PREGUNTA DE DIFÍCIL RESPUESTA
¿Y si un problema no se puede resolver, como estar enfadado porque vas a tener que ir a una escuela de verano o porque te gustaría acostarte más tarde? ¿Y si no puedes salirte con la tuya? Algunos niños/as se enfadan por cosas que no se pueden cambiar. Por ejemplo, si tu madre te dice que es hora de dejar de jugar con la videoconsola y de acostarse, ¿qué puedes hacer? Ella no va a cambiar de parecer y tú tendrás que acostarte. ¡Menudo fastidio! ¡Casi habías llegado al nivel 4!
Pero, por mucho que te enfades, ella no dará su brazo a torcer. Y, aunque tires la silla al suelo, tendrás que dejar de jugar con la videoconsola. Pero, si pierdes los estribos, tal vez te ganes un castigo adicional por tirar al suelo la silla. ¡Tal vez tu madre te castigue a no jugar con la videoconsola mañana! Eso sería mucho peor -tendrías que esperar todavía más para llegar al nivel 4.
A pesar de que es una de las cosas que más cuesta aprender, tal vez sería mejor que te dijeras a ti mismo: "Está bien, voy a dejar de jugar para meterme en la cama". En algunas discusiones podrás salirte con la tuya, pero probablemente esta no sea una de ellas.
Esto no significa que nunca puedas salirte con la tuya. A veces podrás salirte con la tuya. Los niños/as mayores, como tú, pueden aprender a defender sus puntos de vista con calma, sin perder los estribos. Este enfoque suele dar mejores resultados con todo el mundo, sobre todo con los padres. Cuando lo hagas, significará que has aprendido a controlar a ese cachorrito que llevas dentro. Tú eres quien lleva la sartén por el mango en vez de ese granujilla que no para de mover la cola.
¿Te habías preguntado por qué te hemos pedido que compares tu genio con un cachorrito? Un cachorrito es joven y adorable, exactamente igual que tú, y un encanto con quien compartir el tiempo, ¡sobre todo, cuando es capaz de dominar su genio!
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