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Todos
conocemos, más o menos, algunas de las características que presenta un niño con
TDAH: inatención, dificultades para concentrarse, desorganización, exceso de
movimiento o impulsividad.
Sin
embargo, los niños con TDAH se enfrentan a otro gran reto, relacionado con sus
dificultades para regular las emociones y para relacionarse satisfactoriamente.
Russell Barkley, uno de los mayores expertos mundiales en TDAH, ha puesto el énfasis
en estos aspectos. Elaboró un modelo de autorregulación emocional en el TDAH
que nos ayuda a comprender cómo las personas con TDAH gestionan y regulan sus
emociones. Las diferencias con el proceso que siguen las personas que no tienen
TDAH son notables, y tienen profundas implicaciones en su vida diaria.
Habilidades
Sociales en el TDAH
Las
relaciones sociales en los niños con TDAH suelen verse afectadas por su
impulsividad, la falta de empatía o capacidad de ponerse en el lugar del otro,
el bajo autoconcepto y autoestima, y la inseguridad.
Los
niños con TDAH tienen intención social, quieren jugar con otros niños, tener
amigos, pero a menudo no saben cómo relacionarse. Pueden ser percibidos como
niños torpes, nerviosos, niños que no siguen las reglas de los juegos, que se
entrometen en las conversaciones o no saben guardar su turno. Todo esto, a
menudo, genera rechazo por parte del resto de niños. Este rechazo, que ellos
notan perfectamente, a menudo les conduce a efectuar conductas complacientes,
buscando la aceptación del otro: se vuelven sumisos, o tratan de agradar de
forma poco acertada a los demás, tratan de llamar la atención con bromas o
chanzas que pueden ser provocadoras o de mal gusto. Logran así lo contrario de
lo que buscan: el resto del niño los tiene por “pesados”o “payasetes”.
Si
algo he podido observar en todos estos años de consulta es la enorme soledad
que sufre un niño con TDAH. Incomprendido en casa, donde parece molestar, no
dar la talla, no hacer las cosas bien. Fracasando en el colegio, o no obteniendo
resultados acordes a sus esfuerzos. Y con relaciones sociales poco
satisfactorias, donde sienten que no son aceptados totalmente o que no merecen
la amistad de sus compañeros. El TDAH es un trastorno que provoca un gran
sufrimiento en el niño. Y si las áreas académicas y comportamentales contribuyen
en gran parte a estos males, el área emocional o social lo hace decisivamente.
Los
trastornos del estado de ánimo y el TDAH
Un
problema muy frecuentemente asociado al TDAH y muchas veces ninguneado son los
efectos que tener un déficit de atención con o sin hiperactividad tiene en el
estado de ánimo del niño. En una proporción cuatro veces mayor que en niños sin
TDAH presentan depresión y ansiedad.
Su
autoestima está mermada y suelen tener un autoconcepto negativo, se sienten
incapaces, tontos, diferentes... Además, como en muchas ocasiones el
rendimiento académico suele ser bajo y no se corresponde con el esfuerzo
realizado, desarrollan lo que se llama “indefensión aprendida” (“da igual lo
que haga, no me sirve de nada”), pudiendo vérseles desmotivados, frustrados y
desinteresados con frecuencia en las tareas académicas.
Por
otra parte, una vez están trabajando en psicoeducación y son muy conscientes de
sus problemas, desarrollan la metacognición mucho más que otros niños (la
conciencia sobre sus propios procesos de aprendizaje). Esto es muy positivo
porque les ayuda a regular su conducta, prever fallos, anticipar consecuencias,
etc., pero tiene el lado negativo de que aumenta la ansiedad con que viven todo
lo relacionado con la escuela. Están más preocupados por los resultados
académicos que otros niños, más pendientes de los fallos que hacen, de si se
vuelven a equivocar o no en lo mismo, etc. Por lo que son más exigentes consigo
mismos y en consecuencia están más ansiosos.
El
estado de ánimo deprimido también suele presentarse con frecuencia, relacionado
con la autoestima, la ansiedad, los sentimientos de incapacidad y la
frustración ante el resultado de sus esfuerzos.
Además,
con mucha frecuencia presentan labilidad emocional, irritabilidad, poca
tolerancia a la frustración y mayor reactividad, También tienen más dificultades
para “desconectar” y pasar de una tarea a otra. Esto está relacionado con un
déficit funcional en el sistema de regulación cognitivo-emocional.
El
TDAH es un trastorno de gran complejidad y fuertes implicaciones para la vida
del niño. Tratar adecuadamente el área comportamental y cognitiva es
fundamental, pero no lo es menor dar el apoyo emocional que necesitan.
Úrsula
Perona. Psicóloga infantil
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