TDAH = Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad

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lunes, 19 de enero de 2015

EL APRENDIZAJE SOCIAL Y EMOCIONAL: LAS HABILIDADES PARA LA VIDA


Estamos impidiendo que los niños y jóvenes tengan un desarrollo óptimo cuando les privamos de un aprendizaje social y emocional”. 
René Diekstra


Un niño que conoce y sabe gestionar sus emociones no solo tendrá mejores resultados académicos, sino que estará más preparado para el mundo laboral.
Mediante programas probados científicamente, es posible desarrollar lo que llaman habilidades para la vida, es decir, una serie de destrezas en el ámbito social, emocional y ético, que complementan y optimizan las habilidades cognitivas e intelectuales.




Elsa Punset charla con el psicólogo y experto en educación emocional René Diekstra.

René Diekstra.  Psicólogo y experto en educación emocional. Profesor de Psicología de la Universidad de Utrecht.

Programa Redes Rtve, emitido el domingo, 26 de mayo 2013, en La 2.

En este capítulo de Redes, Elsa Punset charla con el psicólogo y experto en educación emocional René Diekstra, con quien veremos en qué situación se encuentra actualmente el aprendizaje de esta disciplina y qué ventajas concretas tiene en el desarrollo de niños y jóvenes.

“Estamos privando a niños y jóvenes de un desarrollo óptimo cuando no les damos oportunidades de aprendizaje social y emocional”. René Diekstra.

Eduard Punset: Tres grandes errores caracterizan la educación que reciben hoy nuestros hijos y nuestros nietos: 
El primero es no tener en cuenta dos de las enseñanzas más importantes de la neurociencia: que la razón no sirve para nada sin las emociones, por una parte, y que el cerebro es un órgano muy sofisticado, difícil de comprender pero enormemente plástico.

El segundo error del sistema educativo es no aceptar que los maestros han de lidiar con la diversidad cultural que existe actualmente en las aulas, pero también con lo que tienen en común todos los alumnos: las emociones -la rabia, los celos, el menosprecio…

¿Cuál es el tercer gran error? El tercer gran error de las escuelas de este siglo es la jerarquización de las asignaturas que arrastramos de siglos pasados. Y es que hoy en día es perjudicial colocar en el último eslabón, detrás de las matemáticas, la lengua y las humanidades, las materias creativas y artísticas.
Para corregir estos errores, lo más eficaz es introducir en las aulas el aprendizaje social y emocional.

¿Para qué sirven las escuelas?

Elsa Punset: René, dedicamos tanto tiempo, tanto dinero, tantos recursos a las escuelas. ¿Son necesarias? ¿Para qué sirven las escuelas?

René Diekstra: En primer lugar, las escuelas son necesarias porque forman una comunidad de nuevas generaciones que tienen que vivir juntas y trabajar juntas en el futuro para dirigir una sociedad, y lo cierto es que no hay mejor lugar que la escuela para ayudarlos a descubrirse, a conocerse, a entender cómo lidiar los unos con los otros.

Elsa Punset: ¿Qué modelos de escuelas hemos tenido?

René Diekstra: Ha habido bastante variedad: escuelas, como las escolásticas, ciertas escuelas latinas que eran ante todo para lo que llamamos formación del carácter de los jóvenes, para ayudarles a crear personalidades que a la sociedad le gustaría tener.
Pero el énfasis en la formación del carácter o aprender a internalizar ideologías, como las escuelas religiosas, los seminarios, etc. se sustituyó, en los siglos XIX y XX por escuelas que, ante todo, querían preparar a los jóvenes para la economía, para el mercado laboral.
Y muchas dicen actualmente que su objetivo es el desarrollo general del niño que implica el desarrollo del niño en los aspectos cognitivo, intelectual y social, emocional y ético.
Lo curioso es que, si vas a su plan de estudios, los tres últimos no suelen figurar en él como aspecto formal integrante de…

Elsa Punset: Te refieres a social, emocional y ético.

René Diekstra: Sí, no tienen clases sobre habilidades sociales, emocionales ni morales o éticas.
En el organismo del niño, esas cosas no pueden separarse. Por ejemplo, si quieres hacer bien tus deberes y tener buenas notas, necesitas un cierto grado de autocontrol. Tienes que ser capaz de aplazar…

Elsa Punset: Los pequeños placeres.

René Diekstra: …determinadas satisfacciones y disciplinarte de verdad para hacer los deberes. O necesitas planificar. La necesidad de planificar el aplazamiento de nuestra satisfacción, de nuestros pequeños placeres, no se consigue aprendiendo aritmética o matemáticas o francés o lo que sea.

Te daré otro ejemplo: es extremadamente importante —de hecho, es la primera habilidad que aprendes en los denominados programas de aprendizaje social y emocional— que un niño perciba y sea capaz de gestionar adecuadamente sus sentimientos.
Un niño que conoce las emociones es un niño que funciona mejor porque, si tiene miedo a fracasar, ya no dice: «Los deberes son una mierda». No, dice: «Me temo que no soy capaz de terminar mis deberes». Si acude a ti y te dice eso, entonces sabes qué puedes hacer por él.

Elsa Punset: Sí. Y él puede aprender a lidiar con eso también.

René Diekstra: Exacto. Pero lo contrario también es cierto. Enseñar a los niños a interpretar las emociones de otras personas, sobre todo los adolescentes en la pubertad.
Durante la pubertad cambia la forma en que los niños decodifican las expresiones de las emociones de otros. Por ejemplo, en la adolescencia, suelen interpretar la preocupación como enfado.
Así que, si su madre está preocupada por algo peligroso que hicieron, podrían decirle a su madre: «Mamá, ¿por qué estás siempre tan enfadada?». Y la madre les contesta: «No estoy enfadada, solo preocupada…».
Pero el niño, debido al hecho de que decodifica, entre los 12 y los 15 años, las expresiones de las emociones de distinta forma, no lo interpretó así. Y es posible que la madre piense que carece de empatía.
Si le enseño a un niño a interpretar bien las emociones de otros, mejorará su capacidad de conectar, de construir relaciones con otros y de empatizar con ellos.

Entender las emociones

¿Qué es la inteligencia emocional? ¿Se trata de uno más de nuestros distintos tipos de inteligencia, como la espacial o la verbal? La respuesta es No. Ni tenemos un módulo de nuestra inteligencia dedicado a las emociones ni se trata de una de las famosas inteligencias múltiples que describió Howard Gardner en los años ochenta del siglo pasado.
Según la teoría de Gardner que no ha sido abalada universalmente por la comunidad científica, existen tantas formas de aprender como tipos de inteligencias múltiples básicas: visual o espacial, verbal, cinestésica, lógico-matemática, musical, etc. En cambio, hablar de inteligencia emocional implica hablar del funcionamiento de todo nuestro cerebro. Con el aval de los enormes avances de la neurociencia de las últimas décadas estos descubrimientos nos han permitido sacar a las emociones del rincón profundo imaginado donde se hallaban.

Durante siglos, la ciencia no las consideró objeto de estudio y la sociedad las menospreciaba a la hora de tomar decisiones o de emitir un razonamiento.
Ahora sabemos que la emoción interfiere con la razón y la razón modifica la emoción. No se pueden separar.

Otro descubrimiento capital para poder hablar de inteligencia y de educación emocional es la plasticidad del cerebro. Las experiencias, los pensamientos, los sentimientos, todo está continuamente modificando las conexiones entre las neuronas. Desde el nacimiento hasta la vejez, podemos aprender y desaprender, incluso nuestras emociones son moldeables.

Por lo tanto, la inteligencia emocional no es más que la asunción de que nuestra inteligencia es emocional y de que podemos educarla con las prácticas adecuadas.

Elsa Punset: René, ¿es fácil comprender las emociones?

René Diekstra: Sí y no. Hasta cierto punto son fáciles de entender porque sabemos cuándo una persona o nosotros mismos disfrutamos o estamos nerviosos o tristes o celosos o lo que sea.
Por otra parte, también son siempre complejas porque casi siempre tenemos emociones mezcladas, varias emociones a la vez. Pero algunas las expresamos más fácilmente hacia otros que hacia nosotros mismos. Por ejemplo, la mayoría de la gente no tiene demasiados problemas para decir: “Estoy muy enfadado contigo”.
Pero podría ser, si lo analizas un poco más, que no se trate solo de enfado, sino de la ansiedad que surge en muchas relaciones… Una chica y un chico discuten, ella se enfada y, si le preguntas: «¿Cómo te sientes?». Contesta: «Estoy muy enfadada contigo». Pero al mismo tiempo, es posible que esté muy preocupada...

Elsa Punset: … porque la relación no va bien.

René Diekstra: Sí. Exacto. O por si él la deja o lo que sea. Así que es muy importante, si estás en una situación concreta con emociones que realmente te agobian, aclarar qué emociones intervienen.

Elsa Punset: … por eso es importante aprender a comprenderlas, a interpretarlas a ponerles nombre. ¿Cómo podemos hacerlo?

René Diekstra: Por ejemplo, me cuentas que eres muy infeliz. Pero ¿qué narices significa infeliz? Y lo que hago es decirte: «Dime, Elsa, ¿qué quieres decir con infeliz? ¿Estás triste? ¿Estás avergonzada? ¿Te sientes culpable? ¿Celosa? ¿Cuál de ellas?».
Y entonces tienes que pensarlo. Y entonces es probable que en un determinado momento digas: «Sabes, estoy muy avergonzada». Ahora puedo hablar contigo (y tú conmigo), porque puedo preguntarte: “¿Quieres contarme de qué te avergüenzas?”.
Y cuando te hago esas preguntas y tú las verbalizas, de repente las ves claramente. Y, en cuanto las ves claramente, puedes adoptar una postura al respecto.

¿Sabemos distinguir las emociones? El monstruo de colores

Había una vez un monstruo que no sabía lo que sentía. A veces sentía rabia y miedo, o rabia y tristeza, o calma y alegría, o calma y tristeza o todo a la vez. Se sentía hecho un lío, hasta que aprendió a distinguir que cada hilo tenía un color y que cada color pertenecía a una emoción diferente. Así, si podía separarlas era capaz de ponerle un nombre a cada cosa y cada cosa en su sitio y saber, por tanto, qué es lo que sentía en cada momento. Hasta que un día se encontró con una niña que no había visto nunca y sintió una emoción de la que todavía no había oído hablar… pero esa, es otra historia… (Una historia de Anna Llenas)

Enseñar las emociones a los niños

Elsa Punset: ¿Cuándo podemos empezar a enseñarles a los niños acerca de sus emociones?

René Diekstra: Yo diría que empieces alrededor de los 2 o 3 años y sigas hasta que terminen el instituto, alrededor de los 17-18 años, basándote en las distintas etapas de desarrollo.
Con tres años, un niño o una niña se acerca a otro y coge un juguete. Si estás cerca, como adulto, y el juguete no es del niño que lo cogió, sino del otro, uno de los papeles que tienes como padre es parar a tu hijo y decirle: “Espera un minuto. Míralo. ¿Qué estás haciendo? Está llorando. ¿Y por qué llora? ¿Qué tienes en la mano? Es su juguete. ¿Podría estar llorando porque cogiste su juguete sin pedírselo?”.
Así le estás ayudando a tu hijo ya a los tres años a desarrollarse emocionalmente…

Elsa Punset: Y a ser consciente.

René Diekstra: Sí. A desarrollarse y ser consciente. Y, si lo vas reforzando, de acuerdo con las fases de desarrollo del niño, le ayudas enormemente.
Las emociones son la esencia, el núcleo sobre el que se construyen las relaciones y se toman las decisiones.

Elsa Punset: No son un lujo biológico.

René Diekstra: Al contrario.

Elsa Punset: Y podemos educar las emociones, no son simplemente algo natural que traes contigo al nacer.

René Diekstra: No. Podemos educar las emociones de dos formas: aprender a percibirlas, a indicarlas adecuadamente, expresarlas, pero también a gestionarlas.

Elsa Punset: Entonces, si tantos datos confirman que las habilidades sociales y emocionales son importantísimas para los niños en todos los ámbitos: el empleo, sus relaciones con los demás, su salud mental y física, ¿por qué todas las escuelas no los ponen en práctica de la misma forma que enseñan matemáticas?, ¿por qué no enseñan estas habilidades?

René Diekstra: La mayoría de las escuelas no lo hacen de forma sistemática. No tienen tiempo ni apoyo ni financiación, pero lo más importante es que no saben cómo hacerlo. No se les ha asesorado respecto a cómo hacerlo de la mejor forma posible.

Elsa Punset: ¿Quién asesora? ¿Cómo se hace?

René Diekstra: Hay un montón de bibliografía y estudios al respecto. Una de las cosas que indican dichos estudios suele ser tan sencilla como tener clases —y sé que algunos de los directores me dirían: “¿Se te ha ido la olla?”— sobre habilidades sociales, emocionales y éticas. Clases como las de matemáticas, lengua, etc. Cada semana les enseñas determinadas cosas.

Elsa Punset: ¿Durante cuánto tiempo?

René Diekstra: Depende un poco de tus metas, pero yo diría que al menos una hora a la semana.

Elsa Punset: ¿Cuáles son esas habilidades?

René Diekstra: Ya hablamos de eso un poco: una es aprender a percibir y gestionar tus propias emociones. Esa es una importante. La segunda es cómo construir y mantener relaciones.
La tercera es cómo tomar decisiones responsables y éticas. Y la cuarta es tal vez es la más importante: es cómo ponerse en el lugar del otro, preocuparte por los demás que se encuentran en situaciones menos favorables que tú, como el acosado de tu clase u otra gente que te rodea.

Elsa Punset: René, ¿por qué eso es importante? si algunos padres creen que lo verdaderamente importante es enseñar a los niños a ser competitivos y ganar. Y temen que, si le enseñas a un niño a ser justo, amable y compasivo con otros, va a ser vulnerable, más vulnerable y tal vez tendrá menos éxito.

René Diekstra: No estoy de acuerdo. Muchos, muchos padres valoran muchísimo que sus hijos sean defensores o partidarios de esos valores sociales que acabamos de mencionar.

Elsa Punset: Pero de hecho, tenemos una sociedad en la que se paga mucho mejor a los banqueros que a quienes ayudan a otros, que forma a las personas para…

René Diekstra: No, no, no. Te pondré un ejemplo de una experiencia reciente. Hace unos dos años visité a Derek Bok, antiguo rector de Harvard. Una noche tuvimos una cena muy agradable.
A la mañana siguiente proseguimos nuestra reunión. Cuando nos encontramos, estaba muy estresado y casi deprimido. Le pregunté: «Derek, ¿qué ha ocurrido? Y me dijo: «Lo que ocurre es que anoche estaba viendo la tele y estaban poniendo una comisión de investigación del senado y estaba allí Blankfein, el consejero delegado de Goldman Sachs, y el presidente de la comisión del senado le preguntó: "Sabía que su empresa vendió hipotecas basura por 800 millones de dólares a un banco holandés? ¿Era consciente de que les vendía basura?".
Y Blankfein dijo: "Señor presidente, no es ilegal". Y le dijo: "Esa no es mi pregunta. ¿Cree que lo que hizo es moralmente aceptable?". Y le dijo: "Señor presidente, no era ilegal".
Entonces el presidente cogió dos correos electrónicos y dijo: "Uno de sus propios trabajadores le escribió a otro que usted los había felicitado por vender esas hipotecas basura".
Y Derek Bok, el antiguo rector de Harvard, dijo: “Lo que me entristece tanto es que, cuando Blankfein se enfadó, comentó que se había licenciado en la Facultad de Derecho de Harvard. En Harvard hicimos algo mal si personas así son el producto de nuestra educación”. Y creo que eso lo dice todo.

El éxito y las emociones

Elsa Punset: ¿Se puede tener éxito y tener habilidades sociales y emocionales?

René Diekstra: Hacer la pregunta es responderla. No tengo que dar la respuesta: claro.

Eduard PunsetNuestro sistema de enseñanza imparte competencias trasnochadas, y este hecho participa de la enorme tasa de paro que viven hoy los más jóvenes. Por eso, no nos queda otra opción que defender programas que incorporen el aprendizaje de habilidades sociales y emocionales. Ahora sabemos que cada euro invertido en estos tipos de programas se recupera triplicado aproximadamente. Se trata de una buenísima inversión, sobre todo para la sociedad, porque su aplicación conlleva menos conductas delictivas, menos alteraciones en las clases y, lo que es más importante, un rendimiento académico mayor.

Enfrentarse de forma ética y eficaz a los conflictos es una habilidad muy importante

Elsa Punset: ¿Podrías hacerme un perfil de un niño sin las habilidades y de uno con las habilidades sociales y emocionales? ¿En qué se diferenciarían?

René Diekstra: La cuarta habilidad que no mencionamos de forma demasiado exhaustiva es que enseñas a los niños a enfrentarse de forma ética y eficaz a los conflictos. Es una habilidad muy importante.
A los conflictos con sus iguales, con adultos, con futuros clientes… Pero hay algunos conflictos con otras personas que no pueden resolverse. Así que tenemos que aprender a aceptar que disentimos y que nunca uniremos fuerzas.
Los niños que no han asistido a un programa de estos normalmente no saben enfrentarse a eso.

Elsa Punset: No saben distinguir entre conflictos que pueden solucionarse y los que no la tienen.

René Diekstra: Y cuando un conflicto simplemente está ahí, el enfado, la frustración, la agresividad, etc. siguen formando parte del repertorio de comportamientos de esos niños, lo que es triste para los niños y para la gente que los rodea. Los niños que han asistido a esos programas aprenden a distinguir entre lo que puede resolverse o lo que no, cuándo puedes hacer algo y cuándo no puedes, lo que es tremendamente importante.
Por poner un ejemplo, si tus padres riñen en casa, entre ellos, sobre su relación, como niño difícilmente puedes hacer algo. Pero algunos niños no pueden abstenerse. No pueden porque no han aprendido a distinguir entre ambos, así que toman partido y la cosa empeora.

Los beneficios de los programas de aprendizaje social y emocional en las escuelas para fomentar el desarrollo de niños y jóvenes han sido demostrados en siete ámbitos relevantes:
  • Desarrollo de habilidades sociales.
  • Reducción de comportamientos antisociales.
  • Disminución del abuso de drogas.
  • Incremento de la autoimagen positiva.
  • Aumento del éxito académico.
  • Mejor salud mental.
  • Aumento de comportamientos prosociales.

Elsa Punset: ¿Qué otra cosa haría mejor un niño con habilidades sociales y emocionales?

René Diekstra: Deja que te ponga un ejemplo impresionante. Una parte del programa de habilidades para la vida es que también enseñas a los niños a enfrentarse a problemas afectivos graves e incluso tus propias tendencias suicidas, sobre todo, en alumnos de secundaria.
En una de las clases se pide que los niños se reúnan y piensen qué tipos de dolencias o síntomas tiene una persona que padece depresión, y son muy capaces de hacerlo en grupo, saben lo que es.

Elsa Punset: Saben cómo es una persona triste.

René Diekstra: Sí. Cómo es una persona triste y deprimida. Y una de las preguntas que les hacemos a esos niños es: “Imaginad que estáis en ese estado, durante mucho tiempo. ¿Qué podríais hacer para aliviarlo, para salir de él, o qué podrías hacer para ayudar a uno de vuestros compañeros a salir de ese estado triste o depresivo?”.
Y, con otros, piensan todo tipo de formas de hacerlo. Evaluamos los efectos de esa intervención sobre, por ejemplo, la frecuencia de pensamientos suicidas, de acabar con tu vida o intentos de suicidio, y mostraron que aquellos niños que asistieron a los programas, incluso un año tras la conclusión del programa, padecían menos problemas depresivos o pensamientos suicidas y tenían conductas suicidas con menos frecuencia, lo que demuestra que también en lo que se refiere a la salud mental y las enfermedades mentales peligrosas los programas merecen mucho la pena.

Hacemos lo mismo en uno de los módulos sobre problemas de ansiedad, miedo al fracaso en la escuela, ansiedad social. Todos los tipos de ansiedades que puedes tener… Lo que vemos es que un año después de la finalización de los programas, los niños que han asistido se enfrentan mejor a la ansiedad, suelen estar más predispuestos a pedir ayuda o simplemente sufren menos.

Formar con las emociones

Elsa Punset: Dime más cosas que distinguen a los niños que reciben estos programas

René Diekstra: Sí. Otro rasgo distintivo muy claro es que los niños que siguen estos programas son capaces de distinguir mejor lo que les gustaría ser en el futuro o lo que tienes que hacer para conseguirlo y lo que te gusta, lo que disfrutas a corto plazo, así que son más capaces, por así decirlo, de negociar con sí mismos…

Elsa Punset: De trabajar por sus metas. Tener metas y trabajar para conseguirlas. ¿Cuánto tiempo lleva formar a buenos formadores en habilidades sociales y emocionales?

René Diekstra: Los formamos durante tres días consecutivos y ya en el primer día y medio los reprogramamos el cerebro, por así decirlo. Porque les enseñamos lo que queremos que enseñen a sus alumnos y les ayudamos a internalizarlo ellos mismos.
Y luego les damos dos clases de seguimiento de forma que empiecen sus clases y puedan tratar cualquier cuestión que surja mientras están ocupados con sus niños.
Uno de los principios… casi diría los trucos... que enseñamos tanto a alumnos como a profesores es que, si estás enfadado, por ejemplo, con un alumno, antes de decidir cómo actuar, echando del aula al alumno, por ejemplo, utilices el principio del semáforo: contar hasta diez.
Lo que suelo hacer es enfadar a los profesores y, lógicamente, empiezan a protestar y a gritar y entonces digo: «Parad el carro. Utilizad el principio del semáforo...».

Elsa Punset: Entonces pueden ser técnicas muy sencillas…

René Diekstra: Es muy sencillo.

Elsa Punset: ¿Algunos alumnos se benefician más de esos programas que otros?

René Diekstra: Esa es una cuestión sumamente importante. Sabemos por nuestro programa, la evaluación de quince años, una serie de estudios de control experimental, pero también por otros, que se benefician más aquellos alumnos más necesitados.
Allí donde se encuentran los mayores problemas es también donde se consiguen los mayores avances o éxitos, lo que implica que, cuando no se proporciona a los alumnos este tipo de programas, los privas todavía de más cosas.

Eduard PunsetLa educación del niño deberá estar encaminada a desarrollar la personalidad, las actitudes y la capacidad mental y física del niño hasta el máximo de sus posibilidades. Así lo dice la convención sobre los derechos de los niños, que entró en vigor hace más de dos décadas.
La mayoría de las escuelas y de los sistemas educativos del mundo violan ese punto de la convención porque la mayoría de escuelas y sistemas educativos no contemplan las medidas necesarias para el éxito académico, social y económico del niño. No se puede optimizar su desarrollo global si no se enseña al niño, entre otras cosas, a focalizar la atención, a distinguir y gestionar sus emociones, a trabajar en equipo, de manera no competitiva necesariamente.

Hay una gran revolución educativa pendiente antes de cumplir la convención sobre los derechos del niño de 1990, vamos con retraso. Padres, maestros y políticos son los encargados de empezar esta revolución.

FUENTE:

lunes, 25 de febrero de 2013

TDAH: APRENDER A GESTIONAR LAS EMOCIONES


Los niños, niñas y adolescentes con TDAH pueden mostrar dificultades con la inhibición de sus emociones y/o pobres habilidades sociales.  Sin embargo, el aprendizaje social y emocional está poco presente en la educación y, en general, muchos estudiantes sin TDAH muestran a menudo altos niveles de estrés, ira, frustración, desmotivación, indiferencia o rabia, llegando incluso a la violencia. 
En este programa especial de Redes, Eduard Punset explora algunas de las claves de lo aprendido en los últimos años para encarar el gran desafío de difundir el aprendizaje social y emocional en todos los ámbitos de la sociedad.
En su sección, Elsa Punset nos hablará sobre cómo las emociones nos atraviesan desde los primeros años de vida y nos definen como personas.
Las emociones negativas interfieren con el aprendizaje de los niños
Richard Davidson


LAS EMOCIONES EN LA ESCUELA
La ciencia está corroborando ahora que la gestión de las emociones básicas y universales debería preceder a la enseñanza de valores y, por supuesto, de contenidos académicos. Los niños se juegan con ello su vida de adultos.
Conversación con Richard Davidson, neuropsicólogo de la Universidad de Wisconsin-Madison
Richard Davidson es uno de los neuropsicólogos pioneros en este campo, al igual que psicólogo Daniel Goleman, con quienes pudimos hablar de estos temas en el congreso del Mind & Life Institute celebrado en Washington.
Eduard Punset:
Creo que nuestros teleespectadores nos agradecerían que les resumamos lo que esperamos de la inteligencia social y emocional aplicada a las escuelas, a los niños, a la infancia en pocas palabras. ¿Cuál es la verdadera revolución de este cambio? Has sido uno de los grandes investigadores que ha aplicado esta práctica en los Estados Unidos. ¿Qué significa todo esto?
Richard Davidson:
El tipo de habilidades de las que hablamos incluyen habilidades para aprender a dominar las emociones, en concreto la capacidad de controlar las emociones negativas para que, cuando ocurre una adversidad, éstas no persistan más de lo necesario.
Las personas (y los niños, concretamente) pueden aprender a disipar estas emociones negativas para volver al estado inicial. Es algo muy importante, porque cuando las emociones perturbadoras se producen en la mente, interfieren con la capacidad de aprender de los niños.
Eduard Punset:
¿Habéis podido evaluar o examinar alguna de estas experiencias educativas, alguna de estas reformas?
Richard Davidson:
Hemos trabajado en el laboratorio analizando tipos de intervenciones muy específicas que se pueden diseñar… por ejemplo, para aumentar la cooperación y la compasión, y el altruismo.
Y luego hemos estudiado la manera en la que esto cambia el cerebro durante la adolescencia. Y resulta que con solamente dos semanas de entrenamiento en las que se practica 30 minutos al día… pues bien, con esto basta para poder detectar cambios que suceden en el cerebro tras solamente dos semanas.
Eduard Punset:
¿Te refieres a asuntos como el altruismo y la compasión, verdad?
Richard Davidson:
Sí. Hay cambios específicos en el cerebro que están asociados con los cambios en el altruismo y que se pueden medir conductualmente.
Y todo lo que sabemos sobre el cerebro nos indica que cuanto antes se realice la intervención, tanto mejor, porque habrá más probabilidades de que sus consecuencias persistan durante un período de tiempo más largo.
Conversación con Daniel Goleman psicólogo y periodista, miembro del Mind & Life Institute
Eduard Punset:
La última vez que nos vimos Dan fue en tu casa en Massachusetts, y fue justo después de aquel éxito increíble que tuviste en todo el mundo, en aquella época fue increíble, con tu libro La inteligencia emocional.
Y una vez asumido por todos nosotros, que podemos gestionar nuestras propias emociones, que podemos gestionar lo que tenemos dentro de nosotros, nos hablas ahora de la tradición contemplativa, de los budistas como el Dalai Lama, que lo han estado haciendo durante décadas...Y tú te preguntas, muy acertadamente: "¿Podemos aprovechar algo de su experiencia de alguna manera?".
Daniel Goleman:
Ahora estamos descubriendo que enseñar habilidades sociales y emocionales a los niños desde que tienen cinco años hasta la universidad es muy eficaz, los vuelve mucho más cívicos, mucho mejores estudiantes.
Es un error pensar que la cognición y las emociones son dos cosas totalmente separadas. Es la misma área cerebral. De modo que, ayudar a los niños a gestionar mejor sus emociones significa que pueden aprender mejor. Ahora estamos estudiando los métodos contemplativos que se han venido utilizando durante... ¡siglos!
Y en el catolicismo también, por cierto, no sólo en el budismo. Toda gran religión ha utilizado alguna vez algún tipo de práctica contemplativa, de desarrollo de la mente. Nosotros lo estamos estudiando para ver si podemos aprovecharlo y hacer algo por los niños, para ayudarles a concentrase... Hoy en día los niños, y también sus padres, son muy dispersos y necesitan más ayuda con esas habilidades.
Hoy en día, probablemente, haya sólo una docena de currículos escolares que enseñen a los niños mindfulness, que les enseñen a concentrarse mejor, a focalizar, a hacer introspección y a ser más compasivos. Se trata de programas piloto.
Desde 1995, cuando escribí La inteligencia emocional, ha habido cientos de programas sobre aprendizaje social y emocional y creo que va a ocurrir lo mismo con este campo en la próxima década.
Conversación con Matthieu Ricard, monje budista y biólogo
Eduard Punset:
Los orientales tienen una tradición muy antigua en la meditación, y esta meditación es lo que hoy la ciencia está redescubriendo como un apoyo fundamental en el arte de gestionar las emociones. El monje budista y biólogo Matthieu Ricard nos explicó cómo aprovechar estas herramientas para renovar el sistema educativo.
Matthieu Ricard:
¿Y qué esperamos cuando educamos a los niños? Convertirlos en seres humanos buenos, personas que sean felices en la vida, que no estén deprimidas y se suiciden… ¿Acaso basta con desarrollar su inteligencia y llenarles la cabeza de información sin desarrollar ninguna cualidad humana?
Queremos personas buenas y equilibradas, ¡pero la educación parece estar interesada en cualquier cosa salvo eso! ¡Por tanto, hay algo que claramente falta!
Eduard Punset:
¿Te puedo pedir un consejo? Sé que uno de los grandes descubrimientos de la contemplación, del budismo, ha sido perfeccionar la atención, la primera fase del conocimiento, por así decirlo, para concentrarse en algo. ¿Cómo puedo mejorar mi proceso de atención?
Matthieu Ricard:
Es cierto, porque incluso si uno quiere cultivar el altruismo, con la mente siempre distraída no podrá cultivar nada. La mente se dispersa aquí y allá. Incluso si estamos sentados, nuestra mente puede ser como la de un mono inquieto, un mono inquieto que va de un lado a otro. Las neuronas se ponen a hablar entre sí, ¡a cotillear! Y en realidad necesitamos una mente un poco más calmada, con más claridad y más estabilidad, si no es así, no podremos hacer nada.
En caso contrario, es como si tuviéramos un martillo pero nos temblara la mano todo el rato. Por eso es necesario, de alguna manera, utilizar un objeto de concentración para estabilizar la mente.
Te puedes concentrar en cualquier cosa, un objeto, una flor, una imagen mental… pero resulta bastante útil concentrarse en la respiración. ¿Por qué? Pues imagina que te dijera que te concentraras en una luz roja centelleante.
Podrías quedarte mirándola, pero tu mente seguiría deambulando, mientras que, si te concentras en la respiración, no puedes verla, es muy sutil, y si dejas de concentrarte es como si lo perdieras, así que fácilmente puedes ver si te distraes o no.
Con la respiración solamente ves la sensación. Cuando respiras por la nariz, tienes una ligera sensación en los orificios nasales, y se trata de quedarse sentado tranquilamente, pensar en respirar por la nariz y luego notar la sensación del aire que sale… y entra… así, unas 21 veces o unos diez minutos.
Hacerlo permite calmar la mente. Muchas personas te dirán: "¡oh, no, no, no! ¡No valgo para eso! Tras 3 minutos, mi mente está completamente distraída". Es normal. No es culpa de la meditación, es porque la mente no está entrenada y, si no perseveras, nunca aprenderás nada.
Así que, en lugar de tener remordimientos o sentirte culpable con ideas como: "¡no valgo para esto!" o cosas así, que al final no dejan de ser más distracción, en cuanto descubras que te has distraído, no pasa nada, tienes que volver a la respiración.
Luego, si lo haces durante un rato y lo repites regularmente, verás que la mente se calma, se vuelve más clara, y que puedes utilizar esta mente un poco más flexible para cultivar el altruismo, la compasión o lo que quieras.
EMOCIONES DESDE EL ÚTERO MATERNO
Está claro que las escuelas tienen que hacer un cambio radical e incorporar definitivamente el aprendizaje social y emocional en las clases. Pero la gestión de las emociones debe comenzar mucho antes de que los niños ingresen en el sistema educativo –incluso ya se pone en marcha en el útero materno, como se verá más adelante–.
Las investigaciones del psicólogo Jay Belsky ponen de manifiesto cómo una crianza sin cariño y con una gestión deficiente de las emociones puede desembocar en adultos con vidas más problemáticas.
Conversación con Jay Belsky, Psicólogo del Bircbeck College de la Universidad de Londres
Eduard Punset:
En alguna investigación tuya, demuestras que cuando los padres están ausentes o no están, simplemente, las chicas tienden a empezar la pubertad, su menstruación, mucho antes que el promedio. ¿Es verdad, no?
Jay Belsky:
El hecho de que las relaciones durante la infancia podrían afectar el desarrollo físico y sexual, el momento de la pubertad en las chicas, ha sido un descubrimiento muy fascinante.
Las mujeres tienen un sentido que las lleva a preguntarse: "¿Va a ser precario el futuro? ¿Van a estar ahí los demás y voy a poder confiar? ¿Se puede confiar en los hombres? ¿Van a estar ahí cuando me haga mayor? Pero también como pareja y, todavía más importante, alguien que se vaya a implicar en el cuidado de mis hijos." La respuesta que reciben a estas preguntas parece que procede de su propia niñez y de la ausencia o presencia del padre. Y también de la calidad del padre. Y parece que, cuando el padre no está presente o cuando la calidad de la paternidad no es demasiado buena, lo que las chicas aprenden, tanto consciente como inconscientemente, es: "No puedo contar con él." Y esto, biológicamente, las lleva a madurar antes.
Y te preguntarás: "¿Por qué maduran antes?". Porque, en cierto modo, les permite salir y ver, ir más allá antes que las demás, ser más promiscuas con sus parejas y tener más niños y ocuparse de ellos peor, cuidarlos peor. Y tú me dirás: "¿Y por qué querrían hacer esto?". Y la razón es que si no puedes contar con los demás, sobre todo con los hombres, para tener tres, cuatro nietos en el futuro, quizás tengas que tener más hijos.
Eduard Punset:
Según los resultados que se desprenden de tus investigaciones, las guarderías no son buenas o no son tan buenas como pensamos que serían para el futuro de los niños. ¿Cómo podríamos resumir esta situación?
Jay Belsky:
Creo que en lo que respecta a las guarderías y a cualquier otro método de cuidado infantil no materno que utilizan las familias, a menudo es realmente ambivalente.
Cuando el niño empieza a pasar muchas horas en este tipo de ambiente, en sus tres, cuatro o cinco primeros años de vida, durante treinta o cuarenta horas por semana en la guardería, parece que esos niños son más agresivos y desobedientes cuando se hacen mayores.
Sin embargo, también sería un error condenar a todas las guarderías o cuidadores infantiles como algo malo, porque no es cierto. Hay muchas pruebas, y hablo ahora de lo bueno, de que unos cuidados infantiles de calidad, que sean dispensados por un personal sensible y atento fomentan el desarrollo cognitivo y lingüístico del niño.
Pero quiero que quede claro, no hay que dramatizar. Nadie está hablando aquí de que muchas horas en manos de cuidadores infantiles vaya a transformar a los niños en asesinos del hacha.
Conversación con Vivette Glover, psicobióloga del Imperial College London.
Hace muy pocos años, nadie conocía el vínculo entre las emociones de las mujeres embarazadas y la vida de sus hijos, incluso en la edad adulta. Las investigaciones de la psicobióloga Vivette Glover fueron pioneras en demostrar que la educación emocional comienza en el útero materno.
Eduard Punset:
Ahora los expertos habéis descubierto, intercambiando información entre vosotros -pediatras, obstetras, psicólogos, neurólogos, psiquiatras-, todos estáis de acuerdo en que los niveles prenatales de ansiedad en la mujer embarazada afectan no sólo la vida del bebé sino también su futuro.
Vivette Glover:
Efectivamente. Hoy en día existen muchas pruebas, muchas investigaciones que demuestran que el modo en que el bebé se desarrolla en el útero afecta al niño durante toda la vida. Y la manera en que el bebé se desarrolla en la matriz depende del estado de la madre, de su alimentación y de sus emociones.
Ya hace muchos años que sabemos que si la madre bebe demasiado alcohol o fuma, va a afectar al niño; pero ahora nos hemos dado cuenta de que hay otros muchos factores ambientales más sutiles que influyen en el desarrollo uterino del bebé, así como en el desarrollo del futuro niño.
Eduard Punset:
Según se desprende de uno de los estudios en los que has estado trabajando y que diriges, la ansiedad de la madre podría multiplicar por dos el nivel de hiperactividad del niño, ¿lo llamáis así, no? Nivel de hiperactividad…
Vivette Glover:
Exacto. Nuestro primer estudio lo llevamos a cabo con una amplia población. Empezó en Bristol, donde reunimos a 14.000 mujeres embarazadas y les hicimos un seguimiento. Medimos su ansiedad durante el embarazo y comparamos las consecuencias del 15% de madres más ansiosas para el niño con el resto y vimos que ese 15% de madres más ansiosas duplicaba el riesgo de que el niño manifestara problemas de atención, déficit de atención, trastornos como la hiperactividad.
Se duplicaba el riesgo de que el niño fuera más ansioso y de que tuviera problemas conductuales, especialmente entre los chicos. Los trastornos conductuales son un problema porque hacen que sea difícil controlar al niño y también es un factor de riesgo de cara a un posterior comportamiento delictivo.
Eduard Punset:
Si tuviéramos que resumirlo para nuestra audiencia en dos palabras, ¿cuál es la principal conclusión de todo esto?
Vivette Glover:
En dos palabras no, pero muy brevemente: deberíamos fijarnos en la salud emocional de las mujeres durante el embarazo, no sólo en la salud física.
Cuando las mujeres acuden a la maternidad por primera vez, los profesionales deberían preguntarles por su estado emocional, por sus relaciones, por la familia, saber si ésta las apoya o no. Y si descubren que puede haber problemas, deberían encontrar personas que pudieran ayudarlas y no simplemente preguntarles y luego no hacer nada. Así que necesitamos más recursos, profesionales mejor preparados que puedan ayudar a las mujeres allí donde lo necesitan.
UN CONSEJO PARA LA VIDA
Curiosamente, mientras charlaba con el neurocientífico Lawrence Parsons sobre cómo la danza afecta nuestro cerebro, recibí uno de los mejores consejos emocionales para el desempeño profesional y en todos los ámbitos de la vida:
Debemos aprender a gestionar las emociones, sin reprimirlas pero también sin dejarnos que nos tomen de rehenes.
Conversación con Lawrence Parsons, neurocientífico de la Universidad de Sheffield
Eduard Punset:
Y, ¿podemos hacer eso emocionalmente? Quiero decir, ¿podemos aprender a entrenar las emociones mentalmente también?
Lawrence Parsons:
En el caso de las personas que actúan, ya sean actores o atletas o músicos o bailarines, ellas… para poder realizar su actuación, no pueden ser excesivamente emocionales. No, no pueden. Si soy músico y estoy tocando un concierto, no puedo estar demasiado implicado en la música emocionalmente, porque tengo que poner los dedos en el lugar correcto y si estoy distraído emocionalmente, mis dedos no... ¡No podré hacerlo! Lo mismo ocurre con un actor. Por ejemplo algún actor brillante. Pongamos, Javier Bardem… Bardem. Por ejemplo, alguien así. Tiene que usar sus emociones de una manera para transmitir todas esas expresiones emocionales... Pero, no está realmente emocionado. Porque si se emociona, se va, está fuera de control.
Él tiene que encontrar una manera de falsificar, no exactamente falsificar, sino expresar o simular emociones de una manera razonable para que el público se identifique con lo que está haciendo, pero él contiene sus emociones, las guarda muy adentro.
LA MIRADA DE ELSA
Nacemos inocentes sin emociones mezcladas, sin dudas, sin miedos, sin mentiras. Llegamos llenos de curiosidad y dotados de las emociones que nos ayudan a conectar con los demás y a descubrir el mundo. Cuando somos niños nos guía esta pasión por vivir. A partir de entonces, ¿qué nos pasa?
En los primeros años de vida se conforman los grandes patrones emocionales que nos rigen: el amor y la curiosidad. Aprendemos y somos dignos de ser amados y si merece la pena amar, si el mundo es un lugar que quiero explorar o si, al contrario, es preferible esconderse y cerrarse a los demás. Y es que los primeros 5 años de vida son una vida entera.
Por eso, si en esos años nuestro entorno es agresivo o inseguro, entramos en modo de supervivencia, en el futuro tenderemos a desconfiar, a cerrarnos en nosotros mismos a perder la ilusión y esto nos afectará física y mentalmente y esto nos pasa a todos los seres vivos.
Necesitamos por encima de todo sentirnos seguros y amparados, es decir, conectados con los demás.
Unos experimentos en los años 60 a cargo del psicólogo Harry Harlow empezaron a descubrirlo. Este psicólogo americano algo siniestro apartó monitos muy jóvenes de sus madres y los enjauló con madres mecánicas. En estas jaulas, había una supuesta madre de tela y otra de alambre. Las dos eran muy poco atractivas pero dentro de la madre de alambre había un biberón de leche al que el monito podía acceder. Los monitos, sin embargo, pasaban muchas más horas con la madre de trapo y sólo iban a la madre de alambre para alimentarse. Para completar el experimento, obligaron a algunos monitos a estar sólo con la madre de alambre y para sorpresa de los científicos esos monitos digerían peor la leche y tenían sistemas inmunológicos mucho más débiles. Esto resultó muy llamativo en una época en la que se decía que el contacto físico malcriaba a los niños y que las emociones tenían poco peso en nuestras vidas, que eran un lujo biológico del que podíamos pasar.
Hoy sabemos que más allá de la pura supervivencia, solo floremos si nuestras necesidades emocionales, en especial, las de protección y afecto están atendidas.
Una sugerencia para crear entornos positivos
Benjamín Zander el director de la Filarmónica de Boston es un líder conocido por generar entornos empáticos y creativos. El primer día de cada curso Ben Zander reúne a sus alumnos y les pone un sobresaliente. Acto seguido, les pide que escriban una carta donde expliquen por qué merecen ese sobresaliente y en qué tienen que trabajar ese año para convertirse en esa versión sobresaliente de sí mismos y, entonces, les dice: “enamórate de esa persona sobresaliente. Compórtate como esa persona”. Porque si nos hablamos y nos tratamos como si fuéramos personas sobresalientes merecerá la pena esforzarnos. Estaremos motivados y asegura Sander que nos brillarán los ojos.
¿Queréis verlo? ¿Qué haces bien en especial? ¿Qué es lo mejor que haces?
¿Qué es lo que tú haces muy bien?
Yo lo que hago mejor es dibujar
Yo hago bien pasteles
Yo hago en especial es jugar al futbol
Soy el mejor jugador de mus
¿Qué es lo que tú haces bien?
Nos encanta bailar samba
Yo lo que mejor hago es alegrar a la gente
Yo lo que hago muy bien es dar cariño
Lo que se me da muy bien es cantar y cocinar
Soy la mejor dándome ánimos
Yo lo que mejor hago es sonreír
La gente sólo envejece mentalmente y emocionalmente cuando pierde su curiosidad y su capacidad de amar. Para evitarlo, necesitamos entornos que potencien las emociones positivas, creamos esos entornos entre todos, día a día, en casa, en el trabajo, en la calle, no es magia, es inteligencia emocional.
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