Estamos impidiendo que los niños y jóvenes tengan un desarrollo óptimo cuando les privamos de un aprendizaje social y emocional”.
René Diekstra
Un niño que conoce y sabe gestionar sus emociones no solo tendrá mejores resultados académicos, sino que estará más preparado para el mundo laboral.
Mediante programas probados científicamente, es posible desarrollar lo que llaman habilidades para la vida, es decir, una serie de destrezas en el ámbito social, emocional y ético, que complementan y optimizan las habilidades cognitivas e intelectuales.
Elsa Punset charla
con el psicólogo y experto en educación emocional René Diekstra.
René Diekstra.
Psicólogo y experto en educación
emocional. Profesor de Psicología de la Universidad de Utrecht.
Programa Redes Rtve, emitido el domingo, 26 de mayo 2013, en La 2.
En este
capítulo de Redes, Elsa Punset charla con el psicólogo y experto en educación
emocional René Diekstra, con quien veremos en qué situación se encuentra
actualmente el aprendizaje de esta disciplina y qué ventajas concretas tiene en
el desarrollo de niños y jóvenes.
“Estamos
privando a niños y jóvenes de un desarrollo óptimo cuando no les damos
oportunidades de aprendizaje social y emocional”. René Diekstra.
Eduard Punset: Tres grandes
errores caracterizan la educación que reciben hoy nuestros hijos y nuestros
nietos:
El primero es no tener en cuenta dos de las enseñanzas más importantes
de la neurociencia: que la razón
no sirve para nada sin las emociones, por una parte, y que el cerebro es un
órgano muy sofisticado, difícil de comprender pero enormemente plástico.
El segundo
error del sistema educativo es no aceptar que los maestros han de lidiar con la
diversidad cultural que existe actualmente en las aulas, pero también con lo
que tienen en común todos los alumnos: las emociones -la rabia, los celos, el
menosprecio…
¿Cuál es el
tercer gran error? El tercer gran error de las escuelas de este siglo es la
jerarquización de las asignaturas que arrastramos de siglos pasados. Y es que
hoy en día es perjudicial colocar en el último eslabón, detrás de las
matemáticas, la lengua y las humanidades, las materias creativas y artísticas.
Para corregir
estos errores, lo más eficaz es introducir en las aulas el aprendizaje social y
emocional.
¿Para qué sirven las escuelas?
Elsa Punset: René,
dedicamos tanto tiempo, tanto dinero, tantos recursos a las escuelas. ¿Son
necesarias? ¿Para qué sirven las escuelas?
René
Diekstra: En primer lugar, las escuelas son necesarias porque forman una
comunidad de nuevas generaciones que tienen que vivir juntas y trabajar juntas
en el futuro para dirigir una sociedad, y lo cierto es que no hay mejor lugar
que la escuela para ayudarlos a descubrirse, a conocerse, a entender cómo
lidiar los unos con los otros.
Elsa Punset: ¿Qué
modelos de escuelas hemos tenido?
René
Diekstra: Ha habido bastante variedad: escuelas, como las escolásticas, ciertas
escuelas latinas que eran ante todo para lo que llamamos formación del carácter
de los jóvenes, para ayudarles a crear personalidades que a la sociedad le
gustaría tener.
Pero el
énfasis en la formación del carácter o aprender a internalizar ideologías, como
las escuelas religiosas, los seminarios, etc. se sustituyó, en los siglos XIX y
XX por escuelas que, ante todo, querían preparar a los jóvenes para la economía,
para el mercado laboral.
Y muchas
dicen actualmente que su objetivo es el desarrollo general del niño que implica
el desarrollo del niño en los aspectos cognitivo, intelectual y social,
emocional y ético.
Lo curioso es
que, si vas a su plan de estudios, los tres últimos no suelen figurar en él
como aspecto formal integrante de…
Elsa Punset: Te
refieres a social, emocional y ético.
René
Diekstra: Sí, no tienen clases sobre habilidades sociales, emocionales ni
morales o éticas.
En el
organismo del niño, esas cosas no pueden separarse. Por ejemplo, si quieres
hacer bien tus deberes y tener buenas notas, necesitas un cierto grado de
autocontrol. Tienes que ser capaz de aplazar…
Elsa Punset: Los
pequeños placeres.
René
Diekstra: …determinadas satisfacciones y disciplinarte de verdad para hacer los
deberes. O necesitas planificar. La necesidad de planificar el aplazamiento de
nuestra satisfacción, de nuestros pequeños placeres, no se consigue aprendiendo
aritmética o matemáticas o francés o lo que sea.
Te daré otro
ejemplo: es extremadamente importante —de hecho, es la primera habilidad que
aprendes en los denominados programas de aprendizaje social y emocional— que un
niño perciba y sea capaz de gestionar adecuadamente sus sentimientos.
Un niño que
conoce las emociones es un niño que funciona mejor porque, si tiene miedo a
fracasar, ya no dice: «Los deberes son una mierda». No, dice: «Me temo que no
soy capaz de terminar mis deberes». Si acude a ti y te dice eso, entonces sabes
qué puedes hacer por él.
Elsa Punset: Sí.
Y él puede aprender a lidiar con eso también.
René
Diekstra: Exacto. Pero lo contrario también es cierto. Enseñar a los niños a
interpretar las emociones de otras personas, sobre todo los adolescentes en la
pubertad.
Durante la
pubertad cambia la forma en que los niños decodifican las expresiones de las
emociones de otros. Por ejemplo, en la adolescencia, suelen interpretar la
preocupación como enfado.
Así que, si
su madre está preocupada por algo peligroso que hicieron, podrían decirle a su
madre: «Mamá, ¿por qué estás siempre tan enfadada?». Y la madre les contesta:
«No estoy enfadada, solo preocupada…».
Pero el niño,
debido al hecho de que decodifica, entre los 12 y los 15 años, las expresiones
de las emociones de distinta forma, no lo interpretó así. Y es posible que la
madre piense que carece de empatía.
Si le enseño
a un niño a interpretar bien las emociones de otros, mejorará su capacidad de
conectar, de construir relaciones con otros y de empatizar con ellos.
Entender las emociones
¿Qué es la
inteligencia emocional? ¿Se trata de uno más de nuestros distintos tipos de
inteligencia, como la espacial o la verbal? La respuesta es No. Ni tenemos un
módulo de nuestra inteligencia dedicado a las emociones ni se trata de una de
las famosas inteligencias múltiples que describió Howard Gardner en los años
ochenta del siglo pasado.
Según la
teoría de Gardner que no ha sido abalada universalmente por la comunidad
científica, existen tantas formas de aprender como tipos de inteligencias
múltiples básicas: visual o espacial, verbal, cinestésica, lógico-matemática,
musical, etc. En cambio, hablar de inteligencia emocional implica hablar del
funcionamiento de todo nuestro cerebro. Con el aval de los enormes avances de
la neurociencia de las últimas décadas estos descubrimientos nos han permitido sacar
a las emociones del rincón profundo imaginado donde se hallaban.
Durante siglos,
la ciencia no las consideró objeto de estudio y la sociedad las menospreciaba a
la hora de tomar decisiones o de emitir un razonamiento.
Ahora sabemos
que la emoción interfiere con la razón y la razón modifica la emoción. No se
pueden separar.
Otro descubrimiento
capital para poder hablar de inteligencia y de educación emocional es la
plasticidad del cerebro. Las experiencias, los pensamientos, los sentimientos,
todo está continuamente modificando las conexiones entre las neuronas. Desde el
nacimiento hasta la vejez, podemos aprender y desaprender, incluso nuestras
emociones son moldeables.
Por lo tanto,
la inteligencia emocional no es más que la asunción de que nuestra inteligencia
es emocional y de que podemos educarla con las prácticas adecuadas.
Elsa Punset: René,
¿es fácil comprender las emociones?
René
Diekstra: Sí y no. Hasta cierto punto son fáciles de entender porque sabemos
cuándo una persona o nosotros mismos disfrutamos o estamos nerviosos o tristes
o celosos o lo que sea.
Por otra
parte, también son siempre complejas porque casi siempre tenemos emociones
mezcladas, varias emociones a la vez. Pero algunas las expresamos más
fácilmente hacia otros que hacia nosotros mismos. Por ejemplo, la mayoría de la
gente no tiene demasiados problemas para decir: “Estoy muy enfadado contigo”.
Pero podría
ser, si lo analizas un poco más, que no se trate solo de enfado, sino de la
ansiedad que surge en muchas relaciones… Una chica y un chico discuten, ella se
enfada y, si le preguntas: «¿Cómo te sientes?». Contesta: «Estoy muy enfadada
contigo». Pero al mismo tiempo, es posible que esté muy preocupada...
Elsa Punset: …
porque la relación no va bien.
René
Diekstra: Sí. Exacto. O por si él la deja o lo que sea. Así que es muy importante,
si estás en una situación concreta con emociones que realmente te agobian,
aclarar qué emociones intervienen.
Elsa Punset: …
por eso es importante aprender a comprenderlas, a interpretarlas a ponerles
nombre. ¿Cómo podemos hacerlo?
René
Diekstra: Por ejemplo, me cuentas que eres muy infeliz. Pero ¿qué narices
significa infeliz? Y lo que hago es decirte: «Dime, Elsa, ¿qué quieres decir
con infeliz? ¿Estás triste? ¿Estás avergonzada? ¿Te sientes culpable? ¿Celosa?
¿Cuál de ellas?».
Y entonces
tienes que pensarlo. Y entonces es probable que en un determinado momento
digas: «Sabes, estoy muy avergonzada». Ahora puedo hablar contigo (y tú conmigo),
porque puedo preguntarte: “¿Quieres contarme de qué te avergüenzas?”.
Y cuando te
hago esas preguntas y tú las verbalizas, de repente las ves claramente. Y, en
cuanto las ves claramente, puedes adoptar una postura al respecto.
¿Sabemos distinguir las emociones? El
monstruo de colores
Había una vez
un monstruo que no sabía lo que sentía. A veces sentía rabia y miedo, o rabia y
tristeza, o calma y alegría, o calma y tristeza o todo a la vez. Se sentía
hecho un lío, hasta que aprendió a distinguir que cada hilo tenía un color y
que cada color pertenecía a una emoción diferente. Así, si podía separarlas era
capaz de ponerle un nombre a cada cosa y cada cosa en su sitio y saber, por
tanto, qué es lo que sentía en cada momento. Hasta que un día se encontró con
una niña que no había visto nunca y sintió una emoción de la que todavía no
había oído hablar… pero esa, es otra historia… (Una historia de Anna Llenas)
Enseñar las emociones a los niños
Elsa Punset: ¿Cuándo
podemos empezar a enseñarles a los niños acerca de sus emociones?
René
Diekstra: Yo diría que empieces alrededor de los 2 o 3 años y sigas hasta que
terminen el instituto, alrededor de los 17-18 años, basándote en las distintas
etapas de desarrollo.
Con tres
años, un niño o una niña se acerca a otro y coge un juguete. Si estás cerca,
como adulto, y el juguete no es del niño que lo cogió, sino del otro, uno de
los papeles que tienes como padre es parar a tu hijo y decirle: “Espera un
minuto. Míralo. ¿Qué estás haciendo? Está llorando. ¿Y por qué llora? ¿Qué
tienes en la mano? Es su juguete. ¿Podría estar llorando porque cogiste su
juguete sin pedírselo?”.
Así le estás
ayudando a tu hijo ya a los tres años a desarrollarse emocionalmente…
Elsa Punset: Y
a ser consciente.
René
Diekstra: Sí. A desarrollarse y ser consciente. Y, si lo vas reforzando, de
acuerdo con las fases de desarrollo del niño, le ayudas enormemente.
Las emociones
son la esencia, el núcleo sobre el que se construyen las relaciones y se toman
las decisiones.
Elsa Punset: No
son un lujo biológico.
René
Diekstra: Al contrario.
Elsa Punset: Y
podemos educar las emociones, no son simplemente algo natural que traes contigo
al nacer.
René
Diekstra: No. Podemos educar las emociones de dos formas: aprender a
percibirlas, a indicarlas adecuadamente, expresarlas, pero también a
gestionarlas.
Elsa Punset: Entonces,
si tantos datos confirman que las habilidades sociales y emocionales son
importantísimas para los niños en todos los ámbitos: el empleo, sus relaciones
con los demás, su salud mental y física, ¿por qué todas las escuelas no los
ponen en práctica de la misma forma que enseñan matemáticas?, ¿por qué no
enseñan estas habilidades?
René
Diekstra: La mayoría de las escuelas no lo hacen de forma sistemática. No
tienen tiempo ni apoyo ni financiación, pero lo más importante es que no saben
cómo hacerlo. No se les ha asesorado respecto a cómo hacerlo de la mejor forma
posible.
Elsa Punset: ¿Quién
asesora? ¿Cómo se hace?
René
Diekstra: Hay un montón de bibliografía y estudios al respecto. Una de las
cosas que indican dichos estudios suele ser tan sencilla como tener clases —y
sé que algunos de los directores me dirían: “¿Se te ha ido la olla?”— sobre
habilidades sociales, emocionales y éticas. Clases como las de matemáticas,
lengua, etc. Cada semana les enseñas determinadas cosas.
Elsa Punset: ¿Durante
cuánto tiempo?
René
Diekstra: Depende un poco de tus metas, pero yo diría que al menos una hora a
la semana.
Elsa Punset: ¿Cuáles
son esas habilidades?
René
Diekstra: Ya hablamos de eso un poco: una es aprender a percibir y gestionar
tus propias emociones. Esa es una importante. La segunda es cómo construir y
mantener relaciones.
La tercera es
cómo tomar decisiones responsables y éticas. Y la cuarta es tal vez es la más
importante: es cómo ponerse en el lugar del otro, preocuparte por los demás que
se encuentran en situaciones menos favorables que tú, como el acosado de tu
clase u otra gente que te rodea.
Elsa Punset: René,
¿por qué eso es importante? si algunos padres creen que lo verdaderamente
importante es enseñar a los niños a ser competitivos y ganar. Y temen que, si
le enseñas a un niño a ser justo, amable y compasivo con otros, va a ser
vulnerable, más vulnerable y tal vez tendrá menos éxito.
René
Diekstra: No estoy de acuerdo. Muchos, muchos padres valoran muchísimo que sus
hijos sean defensores o partidarios de esos valores sociales que acabamos de
mencionar.
Elsa Punset: Pero
de hecho, tenemos una sociedad en la que se paga mucho mejor a los banqueros
que a quienes ayudan a otros, que forma a las personas para…
René Diekstra:
No, no, no. Te pondré un ejemplo de una experiencia reciente. Hace unos dos
años visité a Derek Bok, antiguo rector de Harvard. Una noche tuvimos una cena
muy agradable.
A la mañana
siguiente proseguimos nuestra reunión. Cuando nos encontramos, estaba muy
estresado y casi deprimido. Le pregunté: «Derek, ¿qué ha ocurrido? Y me dijo:
«Lo que ocurre es que anoche estaba viendo la tele y estaban poniendo una
comisión de investigación del senado y estaba allí Blankfein, el consejero
delegado de Goldman Sachs, y el presidente de la comisión del senado le
preguntó: "Sabía que su empresa vendió hipotecas basura por 800 millones
de dólares a un banco holandés? ¿Era consciente de que les vendía
basura?".
Y Blankfein
dijo: "Señor presidente, no es ilegal". Y le dijo: "Esa no es mi
pregunta. ¿Cree que lo que hizo es moralmente aceptable?". Y le dijo:
"Señor presidente, no era ilegal".
Entonces el
presidente cogió dos correos electrónicos y dijo: "Uno de sus propios
trabajadores le escribió a otro que usted los había felicitado por vender esas
hipotecas basura".
Y Derek Bok,
el antiguo rector de Harvard, dijo: “Lo que me entristece tanto es que, cuando
Blankfein se enfadó, comentó que se había licenciado en la Facultad de Derecho
de Harvard. En Harvard hicimos algo mal si personas así son el producto de
nuestra educación”. Y creo que eso lo dice todo.
El éxito y las emociones
Elsa Punset: ¿Se
puede tener éxito y tener habilidades sociales y emocionales?
René Diekstra:
Hacer la pregunta es responderla. No tengo que dar la respuesta: claro.
Eduard Punset: Nuestro sistema
de enseñanza imparte competencias trasnochadas, y este hecho participa de la
enorme tasa de paro que viven hoy los más jóvenes. Por eso, no nos queda otra
opción que defender programas que incorporen el aprendizaje de habilidades
sociales y emocionales. Ahora sabemos que cada euro invertido en estos tipos de
programas se recupera triplicado aproximadamente. Se trata de una buenísima inversión,
sobre todo para la sociedad, porque su aplicación conlleva menos conductas
delictivas, menos alteraciones en las clases y, lo que es más importante, un
rendimiento académico mayor.
Enfrentarse de forma ética y eficaz a
los conflictos es una habilidad muy importante
Elsa Punset: ¿Podrías
hacerme un perfil de un niño sin las habilidades y de uno con las habilidades
sociales y emocionales? ¿En qué se diferenciarían?
René
Diekstra: La cuarta habilidad que no mencionamos de forma demasiado exhaustiva
es que enseñas a los niños a enfrentarse de forma ética y eficaz a los
conflictos. Es una habilidad muy importante.
A los
conflictos con sus iguales, con adultos, con futuros clientes… Pero hay algunos
conflictos con otras personas que no pueden resolverse. Así que tenemos que
aprender a aceptar que disentimos y que nunca uniremos fuerzas.
Los niños que
no han asistido a un programa de estos normalmente no saben enfrentarse a eso.
Elsa Punset: No
saben distinguir entre conflictos que pueden solucionarse y los que no la
tienen.
René
Diekstra: Y cuando un conflicto simplemente está ahí, el enfado, la
frustración, la agresividad, etc. siguen formando parte del repertorio de
comportamientos de esos niños, lo que es triste para los niños y para la gente
que los rodea. Los niños que han asistido a esos programas aprenden a
distinguir entre lo que puede resolverse o lo que no, cuándo puedes hacer algo
y cuándo no puedes, lo que es tremendamente importante.
Por poner un
ejemplo, si tus padres riñen en casa, entre ellos, sobre su relación, como niño
difícilmente puedes hacer algo. Pero algunos niños no pueden abstenerse. No
pueden porque no han aprendido a distinguir entre ambos, así que toman partido
y la cosa empeora.
Los beneficios
de los programas de aprendizaje social y emocional en las escuelas para
fomentar el desarrollo de niños y jóvenes han sido demostrados en siete ámbitos
relevantes:
- Desarrollo de habilidades sociales.
- Reducción de comportamientos antisociales.
- Disminución del abuso de drogas.
- Incremento de la autoimagen positiva.
- Aumento del éxito académico.
- Mejor salud mental.
- Aumento de comportamientos prosociales.
Elsa Punset: ¿Qué
otra cosa haría mejor un niño con habilidades sociales y emocionales?
René
Diekstra: Deja que te ponga un ejemplo impresionante. Una parte del programa de
habilidades para la vida es que también enseñas a los niños a enfrentarse a
problemas afectivos graves e incluso tus propias tendencias suicidas, sobre
todo, en alumnos de secundaria.
En una de las
clases se pide que los niños se reúnan y piensen qué tipos de dolencias o
síntomas tiene una persona que padece depresión, y son muy capaces de hacerlo
en grupo, saben lo que es.
Elsa Punset: Saben
cómo es una persona triste.
René
Diekstra: Sí. Cómo es una persona triste y deprimida. Y una de las preguntas que
les hacemos a esos niños es: “Imaginad que estáis en ese estado, durante mucho
tiempo. ¿Qué podríais hacer para aliviarlo, para salir de él, o qué podrías
hacer para ayudar a uno de vuestros compañeros a salir de ese estado triste o
depresivo?”.
Y, con otros,
piensan todo tipo de formas de hacerlo. Evaluamos los efectos de esa intervención
sobre, por ejemplo, la frecuencia de pensamientos suicidas, de acabar con tu
vida o intentos de suicidio, y mostraron que aquellos niños que asistieron a
los programas, incluso un año tras la conclusión del programa, padecían menos
problemas depresivos o pensamientos suicidas y tenían conductas suicidas con
menos frecuencia, lo que demuestra que también en lo que se refiere a la salud
mental y las enfermedades mentales peligrosas los programas merecen mucho la
pena.
Hacemos lo
mismo en uno de los módulos sobre problemas de ansiedad, miedo al fracaso en la
escuela, ansiedad social. Todos los tipos de ansiedades que puedes tener… Lo
que vemos es que un año después de la finalización de los programas, los niños
que han asistido se enfrentan mejor a la ansiedad, suelen estar más
predispuestos a pedir ayuda o simplemente sufren menos.
Formar con las emociones
Elsa Punset: Dime
más cosas que distinguen a los niños que reciben estos programas
René
Diekstra: Sí. Otro rasgo distintivo muy claro es que los niños que siguen estos
programas son capaces de distinguir mejor lo que les gustaría ser en el futuro
o lo que tienes que hacer para conseguirlo y lo que te gusta, lo que disfrutas
a corto plazo, así que son más capaces, por así decirlo, de negociar con sí
mismos…
Elsa Punset: De
trabajar por sus metas. Tener metas y trabajar para conseguirlas. ¿Cuánto
tiempo lleva formar a buenos formadores en habilidades sociales y emocionales?
René
Diekstra: Los formamos durante tres días consecutivos y ya en el primer día y
medio los reprogramamos el cerebro, por así decirlo. Porque les enseñamos lo
que queremos que enseñen a sus alumnos y les ayudamos a internalizarlo ellos
mismos.
Y luego les
damos dos clases de seguimiento de forma que empiecen sus clases y puedan
tratar cualquier cuestión que surja mientras están ocupados con sus niños.
Uno de los
principios… casi diría los trucos... que enseñamos tanto a alumnos como a
profesores es que, si estás enfadado, por ejemplo, con un alumno, antes de
decidir cómo actuar, echando del aula al alumno, por ejemplo, utilices el
principio del semáforo: contar hasta diez.
Lo que suelo
hacer es enfadar a los profesores y, lógicamente, empiezan a protestar y a
gritar y entonces digo: «Parad el carro. Utilizad el principio del
semáforo...».
Elsa Punset: Entonces
pueden ser técnicas muy sencillas…
René
Diekstra: Es muy sencillo.
Elsa Punset: ¿Algunos
alumnos se benefician más de esos programas que otros?
René
Diekstra: Esa es una cuestión sumamente importante. Sabemos por nuestro
programa, la evaluación de quince años, una serie de estudios de control
experimental, pero también por otros, que se benefician más aquellos alumnos
más necesitados.
Allí donde se
encuentran los mayores problemas es también donde se consiguen los mayores
avances o éxitos, lo que implica que, cuando no se proporciona a los alumnos
este tipo de programas, los privas todavía de más cosas.
Eduard
Punset: La educación
del niño deberá estar encaminada a desarrollar la personalidad, las actitudes y
la capacidad mental y física del niño hasta el máximo de sus posibilidades. Así
lo dice la convención sobre los derechos de los niños, que entró en vigor hace
más de dos décadas.
La mayoría de
las escuelas y de los sistemas educativos del mundo violan ese punto de la
convención porque la mayoría de escuelas y sistemas educativos no contemplan
las medidas necesarias para el éxito académico, social y económico del niño. No
se puede optimizar su desarrollo global si no se enseña al niño, entre otras
cosas, a focalizar la atención, a distinguir y gestionar sus emociones, a
trabajar en equipo, de manera no competitiva necesariamente.
Hay una gran
revolución educativa pendiente antes de cumplir la convención sobre los
derechos del niño de 1990, vamos con retraso. Padres, maestros y políticos son
los encargados de empezar esta revolución.
FUENTE:
Un blog muy interesante, muy serio, y profesional, que me resulta muy útil en mi trabajo, por eso tienes dos premios para tí en mi blog hagoycomprendo.blogspot.com.es, puedes pasar a recogerlo cuando quieras, un saludo :)
ResponderEliminar¡¡Muchas gracias Helena!!
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