Por
Elisabet Rodríguez
Hoy
en día continúa la controversia generada en los últimos años en relación al
Trastorno de Déficit de Atención con Hiperactividad. Usualmente se dan muchos
tipos de información sobre las posibles causas, sobre las manifestaciones más
habituales de su sintomatología o sobre qué criterios pueden ayudar a
diferenciar este trastorno de otros.
Algunos
de estos hallazgos pueden resultar contradictorios con aquellos expuestos
tradicionalmente, pero la cuestión fundamental radica en el hecho de entender
que una explicación no sustituye a la otra sino que todas ellas pueden
acontecer complementarias. Así, el TDAH se define como un síndrome complejo
tanto en su origen como en su desarrollo.
Tomando
como ejemplo los datos derivados de investigaciones realizadas para determinar
qué factores contribuyen a la aparición del TDAH se pueden diferenciar los tres
modelos explicativos siguientes:
- El modelo médico considera al TDAH como un trastorno neuroevolutivo y de carácter crónico que se vincula fundamentalmente a la ocurrencia de alteraciones biológicas y a la presencia de elementos de riesgo en los periodos prenatales, perinatales y postnatales, como por ejemplo: factores neurológicos, retraso madurativo, factores genéticos u otros factores prenatales y/o perinatales (bajo peso al nacer, prematuridad, consumo de alcohol), etc.
- El modelo psicopedagógico otorga una relevancia principal al comportamiento aprendido en el ambiente social en que se desarrolla el niño/a. Así, un clima familiar adverso, la presencia de psicopatología parental, un estilo educativo no democrático, una posición socioeconómica familiar desfavorable o la ocurrencia de refuerzo positivo (nivel de atención de las figuras cercanas significativas) obtenido después de efectuar una conducta hiperactiva, son los principales aspectos que correlacionan con la presencia del TDAH.
- El modelo interaccionista, que considera al TDAH como resultado de la interacción de los dos factores anteriormente expuestos (los biológicos y los sociales) y que cuenta con un aparente mayor apoyo en la actualidad.
Mito
1: El TDAH no existe
La
primer cuestión problemática sobre el TDAH deviene el hecho de si es acertada
su categorización como entidad nosológica independiente, es decir, si realmente
se puede catalogar como un trastorno psicológico o no. A lo largo de mi
experiencia profesional he sido testigo de algunas de las afirmaciones
siguientes, las cuales considero como una serie de concepciones erróneas que
habría que reorientar:
«No
existen los trastornos de la atención y/o hiperactividad, no hay base teórica
suficiente como para poder afirmarlo».
«El
TDAH sólo es una justificación para explicar las alteraciones conductuales de
los niños y adolescentes de hoy en día; este sólo es un problema en la
aplicación de pautas educativas laxas o de carencia de disciplina parental».
Estas
afirmaciones, que están más extendidas de lo que nos gustaría pensar,
comprometen y perjudican seriamente la visión que las personas cercanas al niño/a
con TDAH tienen de este.
Expresar
creencias de esta naturaleza se relaciona con otorgar una voluntariedad y una
intencionalidad aversiva a los comportamientos alterados que manifiesta el
niño. No se puede dejar de lado que la ciencia ha establecido unas
correlaciones clínicamente significativas con factores neurobiológicos
consistentes como explicaciones causales del trastorno, tal como se ha indicado
anteriormente.
Por
otro lado, el trabajo de Russell Barkley (2005) ha puesto de manifiesto que un
establecimiento de pautas educativas rígidas y autoritarias como método de
intervención para corregir la conducta de un niño/a con TDAH resulta
contraproducente y, en última instancia, empeora la problemática. Tal como
expone el experto, en el TDAH acontece una alteración en el sistema de la
autorregulación de la atención, función que depende principalmente de los centros
de regulación del comportamiento motriz (hiperactividad e impulsividad) y
cognitivo (inatención) ubicados en las zonas pre-frontal y frontal del cerebro:
las denominadas funciones ejecutivas.
Tal
como su propio nombre indica, la sintomatología central del TDAH se relaciona
con la alteración de la atención (e impulsividad), y puede acompañarse de
manifestaciones de hiperactividad. Así las principales dificultades que un
niño/a exterioriza pertenecen a una insuficiente capacidad de inhibición (manifiesta
en la dificultad para esperar su turno, al demorar una respuesta o de
protegerse de las interferencias mientras realiza una tarea concreta), de
autocontrol (observable en la dificultad para regular los impulsos, controlar
sus acciones) y del funcionamiento ejecutivo (incapacitado para dirigirse a sí
mismo, seleccionando qué conducta o acción es más adaptativa en función del
contexto que lo rodea).
Veamos
si los hallazgos obtenidos a partir del desarrollo de las técnicas de imagen
cerebral aportan evidencia sobre esta cuestión:
Aunque
no puede determinarse la existencia de un marcador biológico concreto
suficiente como para asegurar un diagnóstico claro del trastorno, en los
últimos años numerosas investigaciones han puesto de manifiesto a partir de
pruebas de neuroimagen (por ejemplo, la Resonancia Magnética funcional) cómo se
efectúa la actividad cerebral y el comportamiento neuronal en este tipo de
individuos hiperactivos.
Así,
entre los recientes hallazgos como los de Rubia y Brinson (2014), puede
afirmarse la ocurrencia de un retraso de la actividad neuronal en las zonas
frontales del cerebro, la función principal de las cuales hace referencia al
control de la atención y el movimiento (impulsividad). Por otro lado, a nivel
de neurotrasmisores, también ha podido observarse una descompensación en el
volumen de Dopamina, presentando una mayor proporción en el hemisferio derecho
en niños TDAH en comparación a sus homólogos sin tal diagnóstico. Este
desequilibrio parece ser el responsable de la dificultad que presentan estos
niños en la capacidad creativa y la identificación de imágenes.
Mito
2: Intervención Psicofarmacológica vs. Psicopedagógica
Otra
cuestión que tradicionalmente ha contribuido a agrandar el debate sobre la
intervención en niños/se con TDAH hace referencia a determinar la eficacia
diferencial de los diferentes tipos de tratamientos por esta psicopatología.
Tanto
los defensores de la prescripción farmacológica como aquellos que se decantan
por la terapia psicopedagógica disponen de argumentos sólidos como para afirmar
que cada una de ellas es una parte muy relevante en la intervención en TDAH, si
bien los resultados de la aplicación por separado de ambas no llega a los
índices de eficacia terapéutica que ofrece la prescripción del tratamiento
multi-componente.
Así,
tal como se expone en Pérez (2006) la modalidad que cuenta con más evidencia
empírica en cuanto a eficacia es el tratamiento cognitivo-conductual combinado
con fármacos psicoestimulantes como el Metilfenidato, el cual se conforma a
partir del siguientes componentes: entrenamiento en autorregulación de la
conducta mediante autoinstrucciones y técnicas cognitivas, técnicas de
modificación de conducta operantes como la economía de fichas y el tiempo
fuera, entrenamiento en técnicas de resolución de problemas y pautas educativas
y comunicacionales parentales y docentes.
Cómo
comunicarnos con un niño con TDAH
En
referencia a las comunicaciones parentales y docentes, las siguientes
orientaciones pueden ser muy útiles para evitar posibles episodios de
estigmatización y deterioro de la autoestima, aspectos que suelen acompañar a la
mayoría de los casos de TDAH.
- Es positivo dar las indicaciones manteniendo el contacto visual y físico, como por ejemplo tocando un brazo.
- Resulta muy perjudicial verbalizar comparaciones con otros niños.
- Es recomendable avisar con una antelación suficiente de los acontecimientos y las tareas que tendrá que realizar. El establecimiento de rutinas comportamentales los ayuda a funcionar más eficazmente.
- Conviene felicitarlo/a verbalmente por la buena conducta ofreciendo reconocimiento y afecto.
- Las recompensas y las penalizaciones cortas e inmediatas son más efectivas. Es fundamental aplicarlas de forma consistente, coherente y de forma argumentada.
- Las indicaciones que se les dan tienen que ser concretas, breves, claras y sencillas.
- Es muy relevante evitar ridiculizarlo/a en público o privado.
- Se recomienda sustituir el verbo “ser” por la forma “estar” al realizar una crítica. Es preferible hacer correcciones de conductas concretas y observables en lugar de criticar su personalidad o carácter general.
- Es más eficaz utilizar un tono de voz suave pero firme ante la aplicación de un correctivo.
- Es muy relevante adoptar una actitud empática y de comprensión hacia sus dificultades.
Referencias
Bibliográficas
Barkley,
R. (2005), Modelo de autorregulación de Barkley aplicado al trastorno por
déficit de atención con hiperactividad: una revisión.
Pérez
M., Fernández, J. R., Fernández, C., Amigo, I. Guía de Tratamientos
Psicológicos Eficaces III (2006). Pirámide: Madrid.
Rubia
K, Alegría AA, Brinson H. Anomalías cerebrales lo trastorno miedo déficit de
atención/hiper- actividad: una revisión. Rev Neurol 2014; 58 (Supl 1): S3-18.
Escrito por Elisabet
Rodríguez
http://elisabetpsicologia.wix.com/elisabetpsicologia
Licenciada
en Psicología por la Universidad de Barcelona. Especialidad en Psicología
Clínica (Postgrado en Actualización en Psicología Clínica por la Universidad de
Barcelona) y en Psicopedagogía (Máster en Psicopedagogía Clínica por el
Instituto Técnico de Estudios Aplicados). Actualmente ejerciendo como Psicóloga
infanto-juvenil y adultos en despacho propio (Granollers, Barcelona) y en
Centre d'Atenció Psicopedagògica Estudi (Sant Celoni, Barcelona). En
colaboración con diversas revistas digitales mediante la redacción de artículos
de divulgación sobre Psicología.
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