La
familia de Marcos vino a consulta porque en el colegio el chico se mostraba
inquieto. Distraía a sus compañeros, se levantaba de la silla, constantemente
hacía movimientos además de no mostrar atención a las explicaciones de los
profesores y suspender casi todas las asignaturas. Con 8 años Marcos fue
etiquetado de TDAH por un psiquiatra. El denominado trastorno por déficit de
atención e hiperactividad había recaído como una grave sentencia en la familia
de Marcos. El tratamiento que se le ofrecía era químico y consistía en aumentar
la noradrenalina cerebral, es decir, compensar con fármacos a nivel bioquímico
lo que otros niños tienen en el cerebro que Marcos se supone no tenía. Con ello
lo que se pretendía era adaptar a Marcos a la escuela, en vez de facilitar que
fuese la escuela la que se adaptase a Marcos.
Tras
poner a prueba la atención de Marcos, su capacidad de memoria y de
concentración, me di cuenta que no había déficit de atención como tal sino que
se focalizaba en aquello que tenía que ver con su estilo de inteligencia. O
sea, Marcos mostraba una atención selectiva al movimiento y a lo que le
informaban las sensaciones de su cuerpo. Ante las preguntas de reconocimiento
verbal Marcos erraba pero acertaba en las de objetos que se mueven y cambian en
una habitación. Tras otras pruebas sobre estilo de inteligencia redacté un
informe psicológico en el que recomendé el cambio de centro escolar, un centro
que, en su metodología, contemplase adaptarse al particular tipo de
inteligencia de Marcos, la inteligencia kinestésica.
La
inteligencia es múltiple
Como
la familia de Marcos muchos padres y madres se debaten entre aceptar el
tratamiento farmacológico recomendado a sus hijos o emprender la aventura de
buscar alternativas. Casos como el de Marcos ponen de manifiesto la gran
incompetencia del sistema educativo ante el desafío de abordar y educar las
diferencias individuales. Es Howard Gardner el psicólogo americano que
introduce el concepto de inteligencias múltiples y destaca que no existe una
única inteligencia en el ser humano sino muchas y diversas. El sistema
educativo actual suele basar el aprendizaje en dos tipos de inteligencia
básicos: el analítico-verbal y el lógico-matemático. Al legitimar y medir sólo
este tipo de inteligencias, la escuela descarta el resto pues hay chicos y
chicas con potencialidades que no se enmarcan en este estrecho concepto de
medición.
Sin
tener en cuenta las diferentes potencialidades de cada sujeto y con el objetivo
de proponer un mismo destino igual para todos, el tratamiento que el sistema
educativo hace de las diferencias individuales es el de medicarlas para
facilitar la adaptación al sistema, en vez de promover que el sistema se adapte
al individuo. La escuela no educa individuos sino que pone énfasis en que los
alumnos encajen en la sociedad a costa de renunciar a su propia individualidad.
Es justo lo contrario aquello que nos enseñan los hijos hiperactivos, es decir,
aceptar la individualidad de cada sujeto para fomentar el respeto genuino al
propio estilo de inteligencia.
La
educación orientada a desarrollar individuos
Salvo
excepciones, la escuela al uso es incapaz de diagnosticar, abordar y educar la
individualidad. No existen cerebros colectivos ni corazones comunes. Tampoco
pulmones de uso compartido ni mentes intercambiables. Cada ser humano es único
por propia naturaleza. De tal manera que, la costumbre de los colegios de
educar con un patrón uniforme las diferencias individuales, pone de manifiesto
el fracaso de un sistema que no tiene recursos para educar adaptándose a cada
caso. Este patrón uniforme es una manera de igualar lo diferente, en vez de
sacar el máximo rendimiento de las capacidades diferentes de cada sujeto. Es
más, la conditio sine quae non de la individualidad es la desigualdad.
Un
individuo es, por definición, desigual a otro. Pero este principio fundamental
de la manifestación de un individuo se invierte en la práctica educativa
cotidiana (se le da la vuelta) confundiendo igualdad con igualación. Por
supuesto que todos los sujetos somos iguales ante la ley y en cuanto a
derechos, si bien no en cuanto a capacidades y potencialidades. Por ello, bajo
el pretexto de homogeneizar, la escuela iguala y mide con el mismo rasero a
seres humanos con inteligencias diferentes. En este ejercicio de igualación se
pierde la individualidad y se descarta el abrazo a la pluralidad de estilos de
inteligencia.
Howard
Gardner, el citado autor de las inteligencias múltiples, realiza su
investigación en la década de los años 80. Han pasado casi 40 años y hoy en día
sigue siendo un problema para los padres encontrar centros educativos que sepan
interpretar los casos de hiperactividad como casos de estilo diferente de inteligencia.
Para tranquilidad de todos es importante saber que no sólo se es inteligente
por tener capacidades para el lenguaje y las matemáticas sino también por
moverse de manera continua o por tener una gran imaginación. De hecho los
expertos reconocen hoy hasta 6 tipos más de inteligencia, a saber:
- La musical: la que muestran los chicos y chicas para ejercitar o crear música.
- La espacial: es la de un arquitecto o un diseñador con gran capacidad de imaginación.
- La corporal-kinestésica: es la de un deportista o un bailarín.
- La espiritual: la de chicos o chicas que parecen retraídos pero tienen capacidad de transcendencia.
- La de conexión con la Naturaleza o naturalista: chicos y chicas que se desenvuelven bien, no entre cuatro paredes, sino en espacios naturales.
- La emocional: la muestran sujetos sensibles a las relaciones interpersonales.
De
ahí que un chico diagnosticado de TDAH no tiene por qué sufrir la
medicalización, la marginación ni el desprecio por su particular estilo de
inteligencia sino que los padres pueden encontrar alternativas educativas
acordes y respetuosas con sus potencialidades.
Sin
duda los padres de Marcos y tantos otros padres han tenido que confrontarse y
vivir un proceso valiente de cambio de mentalidad. Cambio en el sentido de
cuestionar la creencia sobre que el futuro para su hijo ha de ser igual al
futuro de los hijos de otros padres. Es necesario que los padres reparen que
cada hijo es único en la manifestación de sus capacidades, como lo son las
propias capacidades de ellos mismos. Cada inteligencia diferente en una familia
es una oportunidad para respetar y potenciar la creación de Dios. No en vano,
en la obra Suma contra los gentiles, dice Santo Tomás de Aquino que la
perfección de Dios se manifiesta en la pluralidad de las potencialidades
personales y que ésta, la perfección, es la consecuencia natural de ser
diferentes.
Antonio
Galindo en Asesores Emocionales
Psicólogo
y pedagogo
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