Para los
padres de un niño/a con Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad es
importantísimo buscar y ampliar sus conocimientos sobre el TDAH desde la perspectiva más
amplia y científica posible, con la única finalidad de encontrarse en las condiciones
más favorables para poder ayudarles tanto en la escuela como en el hogar y, a la vez, de ayudarse a sí mismos como
padres y pareja.
De la misma
manera en la que no serán padres exitosos en el afrontamiento de los desafíos
que el TDAH propone sin esos conocimientos,
tampoco lo será su hijo. Para evitarlo,
tiene que recibir respuestas breves y concisas pero realmente eficientes sobre
preguntas tales como:
- ¿Qué me pasa?
- ¿Por qué no puedo comportarme igual que mis compañeros?
- ¿Por qué están todo el tiempo corrigiéndome?
- ¿Cómo puedo mejorar?
- ¿Por qué me llevan a ver tantos profesionales?
- ¿Por qué debo tomar esta medicación?
- ¿Cómo puede ayudarme una pastilla?
- ¿Qué debo hacer yo por mi mismo?
- ¿Siempre voy a tener problemas?
- ¿Cuándo seré como los demás?
E incluso,
respuestas a preguntas más conflictivas:
- ¿Por qué debo estar en tratamiento, si tú dices que eras igual que yo cuando eras pequeño, e incluso ahora tienes los mismos problemas y no haces ningún tratamiento?
Todo niño/a
con TDAH se enfrenta continuamente a dificultades que cuestionan su autoestima
y la confianza en sí mismos. Y, por todo
esto, los padres tienen que ser la primera línea de defensa: aportando todo su
apoyo, comprensión y ayudando a desarrollar tácticas y estrategias de afrontamiento
cada vez más eficaces.
Nunca deben
vacilar en “llamar a las cosas por su nombre”, como no se buscan “eufemismos”
para explicarle a su hijo que tiene anginas o diabetes. Por ejemplo, si tuviera diabetes no dudarían
en explicarle que en el cuerpo existe un órgano llamado páncreas y que éste
tiene una dificultad “x” para proveerlo de la cantidad suficiente de insulina,
etc.
Así es que si
su hijo/a tiene TDAH, se le debe decir que tiene TDAH, así de simple, porque “ese es el nombre con el que se estudian
y conocen estos problemas que tiene”.
Acto seguido,
enumerar descriptiva y brevemente estas dificultades, teniendo en cuenta la
edad del niño, ya que, si es muy pequeño, es preferible prescindir de las
siglas y decirle: “tienes problemas para prestar atención y/o para conseguir
que tu cuerpo se quede quieto mucho tiempo, etc.
Se le
explicará que hay una parte de su cabecita (cerebro) que necesita recibir
ayuda, la cual puede venir por medios externos y/o también a través de otras
partes de su propia cabecita que están en muy buenas condiciones para ayudarle:
“puedes hablarte a ti mismo para darte instrucciones”, y los diferentes
profesionales pueden enseñarte también (porque en todo proceso de entrenamiento
cognitivo en niños con TDAH se utilizan técnicas de “pensar en voz alta” para
posibilitar la producción de lenguaje interno que medie en la conducta).
Muchas
personas por miedo a etiquetar a su hijo vacilan en decirle abiertamente que
tiene TDAH, por la creencia de que se instalará definitivamente en su mente esa
idea. Sin embargo esas mismas personas no logran contenerse cuando se enojan, y
a veces lo califican de “vago” por su falta de motivación, de “mal
intencionado” cuando olvida una tarea cotidiana, de “torpe” cuando comete un
error por descuido en sus tareas escolares, de “malo” y/o “gamberro” porque
impulsivamente se llevó por delante a alguien, etc. Se sabe que al poco rato, estos adultos se
arrepienten y se sienten muy mal por estos “calificativos” y hasta
se disculpan, pero “no todo lo que se escribe se logra borrar con el codo”.
El nombre de
un trastorno o las explicaciones sobre su origen neurobiológico
Un ejemplo de
explicación sobre el origen neurobiológico del TDAH podría ser:
“Es como si en
tu cabeza estuviera el volante de un coche que es muy sensible, por lo que se
mueve con facilidad y hace que te muevas de un lado a otro y que prestes atención
a cosas diferentes”. Sin embargo, no debe impedir jamás que se le exija que
tome una posición activa frente a su problema: “Si te esfuerzas, si buscas
hacer cosas atractivas, y pones un poquito más de atención, controlarás mejor
el volante”. Y este, es el único camino
para encontrar soluciones ya que el proveerle de información le permitirá
dialogar con los demás y consigo mismo de manera más apropiada.
Por todo
ello, los padres deben comprender que el niño/a ya sabe que algo no está
funcionando bien. Los problemas de
autoestima de los niños con TDAH son, en la mayoría de los casos, el resultado
de percibir que los padres, los docentes y compañeros se comportan de manera diferente
con él y que él mismo no puede comportarse igual que los demás.
Sin embargo,
un problema que muchos niños pequeños con TDAH presentan es que no pueden
identificar claramente los problemas, saben que “algo no está funcionando” pero
tardan en poder describir qué es lo que no funciona bien y en qué grado esto
depende de sí mismos o de los demás.
Si se les
explican las cosas apropiadamente estarán en condiciones de comprender mejor
porqué es tratado de forma diferente, y podrá relacionarse de manera más
apropiada. De esta manera, no tendrá que pensar que es “vago, malo, gamberro o
torpe”.
Todo ello, en
definitiva, también les capacitará para
conocer sus lados fuertes y débiles o, más bien, sus necesidades como parte
esencial a la hora de construir el éxito que implica superar cualquier
dificultad y alcanzar los objetivos que uno se propone.
FUENTE:
José Javier González Lajas
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