TDAH = Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad

martes, 18 de septiembre de 2012

LA UTILIDAD DE LOS DEBERES


¡Ponte a hacer los deberes! Es, probablemente, la frase más repetida por las tardes en los hogares con niños, niñas o adolescentes. ¿Qué pasaría si se eliminasen las tareas escolares para casa? El debate regresa en Bélgica, con la propuesta del Observatorio de la Infancia de «repensar el tiempo escolar» para que los niños realicen las tareas en el colegio, saliendo más tarde.


Con la vuelta al cole regresa el debate sobre los deberes escolares que en el pasado curso llevó a una huelga de lápices caídos en Francia. Ahora es Bélgica el país donde se discute, no tanto si son necesarios o no, como el lugar donde se deben realizar. El Observatorio de la Infancia insta a ampliar el horario escolar para que las tareas se completen en la escuela, claro que su propuesta sería prolongar la jornada hasta las cinco de la tarde, el horario habitual en España.
La institución que defiende en Bélgica los derechos del niño reta a probar «un mes sin deberes» para que, al completarlos en el colegio, los profesores tomen conciencia del trabajo que ordenan hacer en casa, según recogía hace unos días el diario belga Le Soir. Una vez fuera del colegio, los niños no tendrían nada más que hacer. Este ejercicio pondría de relieve si la cantidad de tareas escolares que llevan los niños a casa es, como muchos sostienen, excesiva.
«Los países que mandan menos deberes tienen los mejores resultados» según el informe PISA, afirma el Observatorio belga.
La discusión sobre los deberes estalló con virulencia el pasado curso en Francia con una revuelta que derivó en una huelga de 15 días sin tareas. «Hace falta que los niños enseñen en casa lo que han aprendido en el colegio y no que enseñen en clase lo que han hecho en casa», afirmaba entonces el presidente de la Federación de Consejos de Padres de Alumnos (FCPE), Jean Jacques Hazan. Son trabajos forzosos fuera del horario lectivo, sin ninguna utilidad demostrada y que, en cambio, complican mucho la vida de las familias: conflictos, castigos, falta de tiempo libre…
La revolución escolar francesa salpicó también a España, donde profesores y padres de alumnos debatieron sobre las ventajas e inconvenientes de los deberes.
En España, no sólo son los padres los que no se ponen de acuerdo: psicólogos, pedagogos, maestros y otros especialistas en educación no son unánimes en si los deberes son positivos o si perjudican más que benefician. Estos son los argumentos que esgrimieron:

A FAVOR DE LAS TAREAS
  • Conectan a los padres con la educación de sus hijos.
  • Los deberes diarios ayudan a crear un hábito de trabajo y estudio, de orden y superación, según la asociación de padres CONCAPA, que considera necesario que la familia se implique para estimular el aprendizaje. Una encuesta realizada el pasado año por el sindicato CSIF en Andalucía mostraba cómo el 95% de los profesores aseguran que los deberes fomentan el esfuerzo.
  • Aportan a los niños un valor pedagógico incuestionable, enseñando  a ser responsables diariamente, con esfuerzo y disciplina.
  • Refuerzan y contextualizan el aprendizaje del aula, estimulando la capacidad de razonamiento y la memoria en los niños.
  • Las actividades extraescolares no cumplen la misma finalidad, a juicio de CONCAPA, que admite que «se puede cuestionar si la carga de trabajo que conllevan los deberes es o no excesiva, pero la supresión de los mismos es una gran irresponsabilidad que perjudicaría gravemente la formación de nuestros hijos».
EN CONTRA 
La Confederación Española de Asociaciones de Padres y Madres de Alumnos (CEAPA) esgrime, sin embargo, otros argumentos para suprimir las tareas.
  • Se abusa de los deberes, se acumulan los de las diferentes asignaturas, desmotivan y crean una fatiga añadida al cansancio acumulado a lo largo de la jornada.
  • Demuestran un fracaso del sistema educativo, que tiene que sobrecargar a niños de tareas que deberían haber realizado en la escuela. Los alumnos, a juicio de CEAPA, encuentran en las aulas una enseñanza que no les motiva, poco práctica, fundamentada en el libro de texto y en el aprendizaje memorístico y alejada de la cultura audiovisual en la que viven. Los deberes son una forma de «echar balones fuera» ante esta problemática, en opinión de esta asociación.
  • Provocan desigualdades sociales al poner en evidencia el nivel socioeconómico y cultural de la familia, que en algunos casos se ven obligadas a recurrir a clases y profesores particulares con un esfuerzo económico añadido.
  • Crean tensiones entre padres e hijos, deterioran el clima familiar y suponen un problema para muchos padres que no disponen de tiempo o de la formación necesaria  para ayudar a sus hijos.
  • Restringen el tiempo para la familia, las tareas domésticas y el ocio: los menores necesitan tiempo para realizar actividades deportivas, culturales o de esparcimiento que también contribuyen a su desarrollo personal.

EN SU JUSTA MEDIDA
Ana Sacristán, profesora del departamento de Didáctica y Organización Escolar de la UNED, asegura que “tal como funciona hoy la escuela, los deberes son inevitables. En España es una práctica tan extendida que la consideramos normal y hasta exigible, porque se vinculan con recibir una educación de calidad”. En realidad, los deberes pueden ser beneficiosos, una oportunidad perdida o muy negativos, dependiendo de la jornada escolar que tenga el niño, de su edad, del tipo de deberes que le pongan y del tiempo que le ocupen.
Joan Doménech, director de la escuela Fructuós Gelabert y autor de Elogio de una educación lenta (Grao), considera que "los deberes persiguen que los niños sean más autónomos en su aprendizaje y que puedan resolver ellos solos los retos educativos. Pero si el profesor dice: ‘Este ejercicio lo hacéis en casa’, sin asegurarse antes de que les ha dado las herramientas para hacerlo, estará pervirtiendo ese objetivo pues, si no están preparados para ese reto, les aboca al fracaso y exige que dediquen tiempo y esfuerzo a algo en lo que fracasarán seguro”. Y añade que lo mismo ocurre con el objetivo de que los deberes sirvan para reforzar a los niños que precisan más tiempo para aprender: “si en cinco horas de clase no ha asumido unos objetivos y le mandas esas tareas para casa, el niño solo no podrá resolverlo y no le servirá de nada disponer de más tiempo”.
Por su parte, María Jesús Comellas, educadora, profesora de Didáctica y Organización Educativa de la Universitat Autònoma de Barcelona, defiende “el derecho de las criaturas a no ser alumnos durante las 24 horas”.
En esa línea, Miquel Martínez, catedrático de Pedagogía de la Universitat de Barcelona y colaborador de la Fundació Jaume Bofill, considera que sin deberes “ganaríamos nivel educativo y habría menos problemas de ansiedad y déficit de atención en los niños y mejorarían el clima y las relaciones familiares”.
La mayoría de expertos coincide en que la clave del debate es cuántos y qué deberes. Eva Liesa Hernández, directora del grado en Educación Infantil en Blanquerna-URL, asegura que los deberes deben ocupar poco tiempo para que puedan realizarse otras actividades, y deben ser personalizados, adecuados a las necesidades de cada alumno para que no se conviertan en los deberes de los padres, del canguro o del profesor particular y dejen de tener sentido. Y estas dos premisas –limitación temporal y adecuación a cada niño– son las que más se repiten entre los especialistas consultados.
Luis Miguel Lázaro, experto en educación comparada de la Universitat de València, subraya que las investigaciones realizadas en las últimas décadas han mostrado una correlación entre la realización de deberes y los resultados académicos siempre que su carga no sea excesiva, porque en ese caso provocan aversión. Apunta que una buena referencia puede ser la regla de los diez minutos establecida por la Duke University, en Estados Unidos, que consiste en comenzar con diez minutos diarios en el primer año de escolaridad obligatoria e irlos incrementando en otros diez minutos por curso, hasta llegar a los 120-150 minutos en los alumnos de bachillerato. Claro que puestos a escoger modelo, uno rápidamente se pregunta qué hacen en Finlandia, que en los últimos años es el referente recurrente cuando de excelencia educativa se trata. “Los niños finlandeses tienen deberes, pero con una carga temporal muy reducida en toda la escolaridad; son deberes de 10-15 minutos que muchos hacen en el transporte escolar”, apunta Lázaro. Pero a continuación, añade que en Corea, país que según los informes internacionales tiene un nivel educativo similar al de Finlandia, los niños hacen muchos deberes y un alto porcentaje de ellos asiste a clases de refuerzo. Opina que es difícil hablar de reglas generales porque hay niños que no necesitan hacer deberes en casa y otros que precisan que alguien les ayude. “No va mal que tengan algunas tareas concretas para esos aprendizajes que se adquieren repitiendo, practicando, como leer, cálculo o gramática; el problema es que los profesores se exceden y, después de una jornada agobiante, los chavales aún tienen otra media jornada escolar en casa y como los padres tienen la responsabilidad de que los hagan, les privan de jugar, de leer lo que les gusta… Y aunque es positivo que los padres se impliquen y vean qué saben sus hijos y qué no, hay familias monoparentales o de nivel educativo bajo que no pueden ayudarles, así que los deberes se convierten en una fuente de desigualdad y los maestros deben estar pendientes para compensar estas carencias”, opina.
Este último aspecto, el del papel de los padres ante los deberes, resulta crucial en todo el debate. Por una parte, porque las tareas del cole colonizan el tiempo familiar y absorben gran parte de las pocas horas que padres e hijos pasan juntos, impidiendo que compartan tareas domésticas, conversación, lectura o actividades de ocio. Por otra, por los conflictos que ocasionan cuando los padres se ven obligados a presionar o a castigar a los hijos para que hagan sus tareas escolares. Y, por si fuera poco, por las desigualdades que evidencian. “Con los deberes se traspasa a la familia una tarea escolar que no todas pueden asumir, ya sea por trabajo o por falta de preparación, y aquellas familias que tienen una economía holgada lo suplen pagando un refuerzo escolar, mientras que otras no pueden hacerlo”, advierte Miquel Martínez.
Ana Sacristán enfatiza que en toda su escolarización nunca tuvo deberes, dice que los buenos alumnos no necesitan actividades de refuerzo y, a los que les vendrían bien, si no reciben ayuda externa, no les sirven. “Si los padres no pueden o no saben ayudarles, los deberes son contraproducentes, porque el chaval se siente abandonado a su suerte, y eso daña su autoestima e incluso puede suceder que desprecie a sus padres por dejarle desamparado”, alerta.
También hay profesores que, como Raquel-Amaya Martínez, opinan que el papel de los padres nunca ha de ser sentarse a hacer los deberes con su hijo ni explicarle contenidos, sino crear el clima adecuado para que desarrolle el hábito de hacerlos, demostrar interés por sus tareas y promover que el niño asuma sus responsabilidades, cuestiones que no requieren una alta formación académica de los padres. Lo que sí exige es que los profesores encarguen para casa tareas que los chavales puedan hacer solos y que no resulten tediosas. O, según otros especialistas, que los maestros tengan en cuenta las condiciones socioeconómicas de cada familia a la hora de personalizar los deberes.
Pero también hay educadores que plantean alternativas que no requieren tanta personalización, como es no ocupar el tiempo familiar de los alumnos para que puedan realizar otros aprendizajes invisibles. “Haciendo la lista de la compra, seleccionando el pescado, leyendo las etiquetas de las conservas, calculando el cambio que les da la cajera pueden practicar muchas competencias de las que les enseñan en la escuela y ver realmente la trascendencia de lo que aprenden”, indica María Jesús Comellas.
Miquel Martínez añade que si se deja a los niños tiempo para ir a la compra, hacer la cena o buscar cosas que les interesen, luego pueden contar sus experiencias o llevar información a clase y así, además de contextualizar lo que aprenden en todas las materias y enlazar la escuela con su mundo, logran que sus compañeros también aprendan. Y remarca que de esta forma, lejos de ponerse en riesgo el rendimiento escolar, mejorarían los resultados de nivel educativo. “En realidad examinamos a los chavales de comprensión lectora, expresión y las cuatro reglas matemáticas, y hay seis años –de primero a sexto de primaria– para enseñar eso, así que hay tiempo de sobra y no hace falta reforzar esos aprendizajes; si ahora obtienen malos resultados es porque se les enseña de forma mecánica, no competencial, y no se vincula lo que se enseña con la vida cotidiana. Pero los chavales están más preparados de lo que dicen las pruebas: saben hacer la regla de tres, pero no saben que han de aplicarla para resolver un problema cotidiano”, afirma el colaborador de la Fundació Jaume Bofill.
También Ana Sacristán cree que los deberes, para ser valiosos, han de huir de repetir lo que se hace en clase y deben conectar el colegio con la vida cotidiana. “Hay profesores que hablan de la composición de los alimentos en clase y encargan mirar los tarros de conserva que tengan en casa para ver el contenido de proteínas, lípidos, etcétera. ¡Eso son prácticas valiosas!”, comenta la profesora de la UNED. Y añade que para reforzar aprendizajes, la alternativa es disponer de horas de estudio asistido en la escuela, en las que los buenos alumnos puedan hacer actividades por sí mismos y se pueda ayudar a los que más les cuesta sin que se vean abocados a hacer esas tareas solos en casa.
El problema de los deberes actuales es que normalmente no se personalizan ni se coordinan entre todo el equipo docente, de modo que a veces se acumulan tareas de muchas asignaturas, afirma Luis Miguel Lázaro. Muchos chavales, como ven que es un esfuerzo insalvable, huyen de ello no haciéndolos, lo que provoca conflictos familiares.
En esta línea, Joan Doménech coincide en que es básica la coordinación del equipo docente para unificar criterios. Cuenta que en la escuela que él dirige, Fructuós Gelabert, apuestan por los deberes creativos adaptados a cada edad, que consisten en solicitar información para algún tema que se trabajará en clase, preparar la exposición de un cuento, leer antes de ir a dormir, hacer pasatiempos del periódico, decirles que muestren a sus padres cómo ponen su nombre o que revisen el cambio del dinero cuando van a la compra… “Promovemos la autonomía de los niños en su aprendizaje, pero también tratamos de implicar a los padres en lo que pasa en la escuela”, indica.
A juzgar por las estadísticas, cada vez es más difícil que los estudiantes dispongan de tiempo libre para descubrir sus inquietudes y aficiones: entre 1997 y 2007 el tiempo diario dedicado a los deberes por los escolares españoles ha aumentado significativamente; ahora son muchos menos los que están menos de una hora haciendo sus tareas (el 20% en lugar del 37%) y bastantes más los que necesitan dedicar más de dos horas (32% frente a 23%). 
LOS DEBERES IDEALES
  • Breves: las tareas escolares no deben colonizar el tiempo familiar ni el de ocio. Los chavales han de poder jugar, conversar, descubrir inquietudes, leer lo que quieran…
  • Creativos: además de no resultar aburridos, los deberes deben permitir relacionar lo aprendido en la escuela con la vida cotidiana y poner en práctica los conocimientos o profundizar en ellos en función de los intereses de cada niño.
  • Personalizados: las tareas para casa han de estar pensadas para que los niños puedan hacerlas sin ayuda, y adecuarse a sus intereses y necesidades concretas de aprendizaje.
Los deberes escolares y las horas de estudio suponen uno de los puntos de fricción que más deterioran las relaciones entre los padres y sus hijos con TDAH.

En palabras de Isabel Orjales (2012), muchos niños, niñas y adolescentes con TDAH, en las etapas escolares, se dejan "en el camino la infancia, la adolescencia, además de su autoestima, su motivación por aprender, su tolerancia al esfuerzo y su estabilidad emocional (y, de paso, también la nuestra)" (p,47).

Esperemos que estas reflexiones sirvan para algo… 
FUENTES:
Orjales Villar, I. (2012). TDAH. Elegir colegio, afrontar los deberes y prevenir el fracaso escolar. Madrid. Ediciones Pirámide

4 comentarios:

  1. Como siempre, ¡¡fantástico artículo!!
    Gracias, Gloria.

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  2. Gracias miles Elena. Un placer volver a hablar contigo.
    Abrazos

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  3. ¿Habéis escuchado a José Ramón Gamo? Es claro y muy gráfico:

    http://youtu.be/fNzjKGRIJt0

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  4. Muchas gracias Raquel!!
    Gamo ha impartido 2 conferencias en Guadalajara... y nos encanta.
    Lo publicaremos en el blog.
    Abrazos

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