El trastorno negativista desafiante (TND) se atribuye a
niños irritables, retadores y vengativos. Es más frecuente en varones y
comienza antes de los 18 años, especialmente en la etapa preescolar. Aunque en
las niñas suele producirse antes. Ocasiona un deterioro grave del
comportamiento que se evidencia tanto en la familia como en la escuela.
Requiere una intervención profesional, pero seguir unas pautas de inteligencia emocional en la educación de nuestros hijos es siempre de gran ayuda.
Hay que tener claro que se trata de un síndrome que impide
un correcto desarrollo de las emociones y la necesaria adaptación a la
sociedad. Por eso, si dejamos que avance sin proporcionar tratamiento
psicológico, el curso habitual es que el menor acabe incurriendo en la
transgresión de normas. El resultado final puede desembocar en el desarrollo de
una personalidad antisocial en la vida adulta. Como consecuencia, es
fundamental una atención temprana. Y comprender que la etapa preescolar es el
momento clave para diagnosticar y tratar el TND.
Claves para identificarlo
Para averiguar si nuestro hijo puede estar desarrollando este síndrome, debemos prestar atención a varios aspectos:
1.- Diferenciarlo del enfado
Antes de nada, conviene tener claros algunos conceptos básicos, como el del enfado. En realidad, es una emoción sana que nos permite proteger nuestros límites cuando nos sentimos vulnerados. Los niños comienzan a expresarlo sobre todo a la edad de 3 años. Pasan por una etapa en la que suelen decir que no a todo. Se trata de una forma de afirmarse, pues están aprendiendo a poner límites.
Y está bien que lo hagan, porque estas reacciones, que permiten expresar lo que aceptan y lo que no, les prevendrán de ser violentados y de sufrir abusos. Esta etapa hay que entenderla como un período de práctica. Esto les permite marcar los límites entre lo que toleran y lo que no. Posteriormente se irá expresando de un modo más evolucionado; a medida que crezcan desarrollarán estrategias más maduras.
La conclusión es que los comportamientos anteriores son normales y necesarios para el desarrollo del niño. Y se diferencian muy bien del trastorno negativista desafiante
2.- Actitudes ocasionales o habituales
Las reacciones de enfado serán un problema cuando se produzcan de manera permanente y generalizada hacia cualquier figura de autoridad, como padres y profesores. Aquí el mal humor y la irascibilidad son constantes. Nos referimos a menores que se muestran hostiles, desobedientes y retadores hacia la autoridad de manera sistemática. Y esa tendencia se prolonga por un periodo de tiempo largo, de al menos un año. Por ello, se deben observar en casa con qué frecuencia suceden estas reacciones.
3.- En una única dirección o en muchas
Asimismo, si van dirigidas a una persona en concreto o a varias: padres, profesores… Por ello habrá que informarse de cuál es su situación en el aula. Si en el centro educativo es distinta y en clase está bien adaptado, nos indicará que se trata de un problema que únicamente se manifiesta en el ámbito familiar.
4.- Otras situaciones que pueden confundirnos
Problemas de fondo
Es importante saber si el menor está sufriendo algún problema fuera o dentro de casa. No hablaríamos de este síndrome si se trata de un negativismo ocasional que responde a problemas dentro o fuera del hogar, y que se produce de un modo menos general. Por ejemplo, si el niño dirige su hostilidad hacia un progenitor pero no hacia el otro. En ese caso habría que analizar la situación familiar, pues puede haber aprendido a desautorizar a uno de ellos, posiblemente imitando conductas que ha visto en casa.
El medio para obtener lo que quieren
En general, podemos decir que, si no se comporta de manera hostil con todas las figuras de autoridad, entonces esta actitud está cumpliendo otra función. Estas situaciones puntuales se pueden deber a una estrategia para conseguir lo que quieren ante padres que ceden a sus peticiones. Y es que los niños comprenden rápidamente que la hostilidad les funciona cuando quieren salirse con la suya.
Posibles conflictos con algún hermano
En el caso de que estos comportamientos se observen hacia algún hermano, hay que valorar si únicamente suceden en esa relación o también se dan con otras personas cercanas. Esto nos permitirá diferenciar un problema concreto del trastorno negativista desafiante.
Etapas de estado de ánimo bajo
Otra variable que debemos tener en cuenta es que los niños pueden pasar por momentos de desánimo, y algunos expresarán la tristeza mediante la irritabilidad. Pero esto no debe confundirse con el síndrome del que hablamos.
Reacción en la adolescencia
A veces responde a una forma útil de reafirmación en esta época de su vida. La desarrollan frente a padres controladores que invaden su espacio. Los hijos tratarán entonces de poner límites al acercamiento excesivo mediante la hostilidad. Además, en la pubertad es más frecuente que los adolescentes no manejen adecuadamente sus emociones e impulsos. Podemos encontrarnos a menudo con una hostilidad que no se ha reconducido. O a buscar esa reafirmación y separación de la familia mediante el enfado.
5.- Grandes diferencias con el trastorno de déficit de atención e hiperactividad
A veces este trastorno también puede solaparse y/o identificarse equivocadamente con el de déficit de atención e hiperactividad (TDAH). En ambos son casos se produce un rechazo manifiesto a cumplir con algunas obligaciones, como hacer los deberes o colaborar en las tareas de la casa.
Pero una de las diferencias básicas estriba en que en el TND hay una intención de resistirse a las exigencias externas mientras que en el TDAH no existe ese deseo deliberado. Simplemente no cumplen porque no pueden regularse o centrarse y se olvidan. Por esta razón, aunque en los menores con TDAH puedan darse comportamientos aparentemente desafiantes, la intencionalidad los diferencia. El niño hiperactivo no puede obedecer con facilidad, el desafiante no quiere obedecer.
No obstante, es común encontrar menores con ambos diagnósticos. En ellos se solapan estas reacciones desafiantes, que les permiten obtener ciertas cosas que desean. Al conseguirlas, tales conductas son fortalecidas por el entorno. El resultado es que entran en proceso disfuncional en el que esa actitud les permite sostenerse.
En conclusión, todas estas situaciones son ejemplos que no implican necesariamente el desarrollo de este síndrome. No obstante, algunas dinámicas familiares pueden originarlo y prolongarlo.
Características del trastorno negativista desafiante
1.- Hostilidad hacia cualquier figura de autoridad.
El niño la percibe como una amenaza permanente y le guarda rencor y deseos de venganza.
2.- No hay temor a las consecuencias.
Este comportamiento se produce de una manera rígida y los menores no son capaces de cambiarlo a pesar de saber que tendrá una repercusión negativa para él. Esta cuestión es vital para entender y manejar este problema. Porque es normal que los menores cometan pequeñas infracciones durante su desarrollo moral. Es parte de una necesidad de experimentar y aprender lo que está bien y lo que no. Pero en los que padecen TND no funciona como una enseñanza.
Un ejemplo ilustrativo
Pongamos que un niño pisa a una mascota. Cuando el animal se
queja por ello, él percibe ese dolor. Es entonces cuando aprende que eso no
está bien, lo que ayudará a que no lo repita en el futuro y trate de evitarlo.
Sin embargo, cuando hay un TND, las consecuencias de su conducta no sirven para
frenarles. Esto tiene graves derivaciones para el desarrollo de su empatía y la
adaptación a la sociedad. Además, dificulta su educación y la corrección de su
proceder mediante modos habituales de educar, basados en el castigo o la
retirada de la atención.
Cómo se manifiesta la hostilidad
Se puede observar por los siguientes comportamientos
negativistas desafiantes que se producen de manera frecuente, tanto en casa
como en la escuela:
- Se encoleriza e incurre en pataletas.
- Discute con los adultos o los desafía activamente, rechazando cumplir sus demandas y normas.
- Molesta deliberadamente a otras personas.
- No se hace responsable de sus errores, culpando a otros de su mal proceder.
- Es susceptible y se siente fácilmente molestado por los demás.
- Se muestra colérico, resentido e iracundo.
- Es rencoroso y vengativo.
Evolución del TND si no se trata
1.- Conductas disociales
El curso habitual de este trastorno, si no recibe
tratamiento, es que el niño desarrolla una personalidad disocial, desajustada a
su entorno. En la vida adulta evolucionaría hacia una claramente antisocial. La
problemática disocial es distinta del TND, fundamentalmente porque la
hostilidad no supone violar los derechos de los demás, como sí sucede con un
trastorno disocial.
Un ejemplo puede ilustrar la diferencia entre el
comportamiento de un niño negativista y el de un niño disocial. Supongamos que
se les pilla mintiendo. Pues bien, el primero reconocerá que ha mentido, pero
lo expresará con hostilidad y rencor, retando a la figura de autoridad. En
cambio, el segundo habitualmente no lo reconoce y busca dañar.
2.- Personalidad antisocial
Así pues, si el síndrome no es atendido, el niño puede
empezar a desarrollar conductas antisociales, destructivas y transgresoras. Su
actitud supondrá un serio desajuste social. Nos referimos a violaciones graves
de normas, algunas de ellas muy extremas. A saber:
- Agresiones físicas a personas.
- Crueldad con los animales.
- Mentiras.
- Robos.
- Fugas del hogar.
- Absentismo escolar.
- Abuso de drogas.
- Vandalismo.
- Destrucción de la propiedad.
- Abusos sexuales.
- Homicidios.
En estos casos, esa trasgresión y esa hostilidad no se deben sólo a no querer cumplir con las normas o exigencias, sino al deseo de dañar. Suelen tener problemas legales desde muy temprano. A menudo se ven abocados a terminar en centros de menores y, después, a cometer delitos en la vida adulta.
¿Qué puedo hacer si tengo un hijo con trastorno negativista
desafiante?
Para manejar este trastorno, es esencial identificarlo de
manera temprana, en la etapa preescolar. Es la mejor forma de prevenir su
agravamiento. A menudo, las prácticas de crianza y los problemas parentales
suelen mantenerlo, por lo que son áreas en las que resulta necesario
intervenir. Un profesional debe revisar dichas prácticas, así como analizar los
conflictos e historia personal que pueden estar contribuyendo al problema.
El entorno es determinante
Esto se comprende mejor si nos paramos a pensar que las
personas no somos individuos aislados. Nos desenvolvemos siempre dentro de un
contexto en el que nuestros actos cobran sentido. Éste influye especialmente en
las etapas infantiles y en la adolescencia, períodos en los que la personalidad
todavía no ha acabado de formarse.
Por eso es tan importante conocer el núcleo familiar
inmediato de los niños: saber qué tipo de pautas reciben de los padres, si
existen conflictos entre los progenitores… Se trata de un problema de ida y
vuelta. Es decir, los comportamientos desafiantes y hostiles van a aumentar los
problemas en casa. En general, podemos verlo como un circuito que se
retroalimenta.
Situaciones familiares que lo propician
1. Preguntas que pueden hacerse los padres
Son determinantes algunas cuestiones relativas al ambiente
que se vive en el hogar y al tipo de relaciones que se da entre los miembros
del núcleo familiar:
- ¿Discuten frecuentemente en casa, y de manera hostil, delante del niño?
- ¿Se desautorizan mutuamente en su presencia?
- ¿Han aplicado castigos físicos frecuentemente?
- ¿Se ha mostrado hostilidad hacia el niño?
También es fundamental analizar la clase de disciplina que
hay en casa:
- ¿Las normas son rígidas, coherentes o laxas?
- ¿Se aplican reglas contradictorias o incoherentes?
- ¿O hay ausencia de normas?
Todas estas circunstancias contribuyen crear un trastorno
negativista desafiante. Pero los padres pueden aprender nuevas herramientas
para manejar los conflictos sin recurrir a la hostilidad y el castigo.
2. Disciplina estricta y escasa atención a las emociones
Es frecuente observar niños y niñas con TND en entornos
donde hay una disciplina férrea con poco apoyo emocional y donde se expresan
sentimientos negativos hacia los hijos. Así pues, es una forma de dar respuesta
a unas normas muy rígidas y coercitivas que no permiten el desarrollo y la
gestión de sus emociones.
En general, el empleo de la hostilidad como forma de educar
a los hijos suele aumentar las reacciones agresivas en ellos, en lugar de
controlarlos como se pretende. Por ese motivo, la intervención familiar durante
la terapia se basa en rehusar la hostilidad y el castigo físico. En cambio, se
debe tratar de corregir la conducta con afecto y enseñar comportamientos
proactivos y sociales.
3. Un entorno con normas relajadas y variables
La hostilidad también puede darse como un intento de poner
normas en las familias en las que no hay criterios claros de crianza. Otros
rasgos comunes de estos ambientes son la falta de estabilidad en los horarios y
las rutinas, y unas reglas laxas y cambiantes. Tampoco disfrutan de la
regularidad que los niños necesitan. Los pequeños asumen entonces el papel de
poner las normas mediante la hostilidad.
En estos casos, la solución pasa por establecer unas rutinas
en casa que fomenten la estabilidad del menor. Que su núcleo familiar se vuelva
predecible y menos estresante le permitirá calmarse y manejar sus emociones. Es
básico que las normas de crianza sean coherentes, de lo contrario no aprenderán
qué reacciones son adecuadas y cuáles no.
Con esto lo que busca el profesional es modificar la
interacción entre padres e hijos. Y no porque responsabilice a los padres, sino
porque ellos son los que tienen que educar a sus hijos y en ocasiones necesitan
aprender herramientas adecuadas.
4. Las circunstancias problemáticos no ayudan
En ocasiones se observan casos de TND en ambientes
familiares con situaciones complicadas. Por ejemplo, cuando la madre o el padre
sufren depresión. Esto tiene consecuencias, pues el progenitor puede mostrarse
más irritable y alterado con su hijo. Al tener dificultad para manejar sus
propias emociones, suele interpretar y señalar los comportamientos negativos de
los hijos desde esa ‘lupa emocional’ negativa.
Otras situaciones propiciatorias son las que se producen
cuando existen conflictos en el matrimonio, condiciones precarias o
hacinamiento, abuso de drogas, conducta antisocial en los padres, e incluso
maltrato y abuso infantil.
Por ello, es esencial que el adulto trate antes sus propias
dificultades para manejar las emociones. Solo así podrá ser un modelo del que
su hijo aprenda. Y estará en disposición de educarle en estrategias para la
gestión emocional adecuada. En ellas el castigo nunca debe ser la única vía.
Recursos y herramientas para el cambio
En general, el castigo per se no produce aprendizaje porque
no enseña nada nuevo. Por tanto, para cambiar un comportamiento necesitamos
explicar que existen otros más saludables.
Lo que hay que entender es que todos estos problemas
dificultan que se desarrolle una relación de confianza, cariño y seguridad en
la familia. En la medida en que el niño perciba hostilidad, reaccionará
desafiando. Por eso, es imprescindible tratar los problemas para que se pueda
construir una relación de apego. En ella el menor podrá percibir que es
cuidado, atendido y entendido, a la vez que se le ponen unos límites para que
pueda desarrollarse de forma segura.
Trabajo conjunto de padres y maestros
Dado que también los profesores son una figura de referencia
para los niños, sería muy beneficioso que también ellos les enseñaran recursos.
Frecuentemente, cuando los maestros se enfrentan a alumnos con este tipo de
trastorno, responden de un modo autoritario.
Pero es algo que no conviene en estos casos, ya que
fortalece el círculo vicioso. Deben tener presente que reducir el uso de los
comentarios negativos favorece que el alumno no reaccione con hostilidad en el
aula.
En resumen, conviene que ambos, padres y profesores,
trabajen para estructurar nuevas rutinas en el menor. Estas deben ir orientadas
a favorecer sus destrezas. A hacerles ver los recursos que ya tiene y que son
más valiosos que la hostilidad y el desafío que utilizan habitualmente.
El juego se puede emplear como una herramienta clave para
establecer reglas básicas, fomentar sus habilidades sociales y enseñarle nuevas
formas de conducirse respetuosas con los demás. Así, los padres podrán captar
la atención de sus hijos eficazmente y dar órdenes de una manera clara. Por
ejemplo, enseñarles a no interrumpir y señalar sus comportamientos negativos de
forma constructiva. ¿Cómo? Mostrándoles inmediatamente después uno alternativo,
más útil y sano.
Candela Molina
Gutiérrez.
Psicóloga sanitaria
y coordinadora
Centro Psicológico
Cepsim
FUENTE
https://saposyprincesas.elmundo.es/consejos/psicologia-infantil/trastorno-negativista-desafiante/
https://pixabay.com/es/vectors/salud-mental-la-cabeza-v%C3%B3rtice-5318191/
No hay comentarios:
Publicar un comentario