Frente a
otros escenarios, como algunos centros educativos, en los que son vistos con
cierto rechazo, aquí encuentran a adultos que los saben tratar y les generan
confianza
MANUEL
CARMONA
17 JUL 2018 -
13:12
En un paraje
poco transitado en plena península entre el río Tormes y la sierra de Béjar, en
el salmantino municipio de El Guijo de Ávila, se ofrece a niños y niñas y
adolescentes con TDAH (Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad), un
campamento veraniego. El TDAH afecta a cerca del 6% de la población infantil (a
los adultos también, pero no se manifiesta de forma tan evidente) y sus
síntomas son la hiperactividad, la impulsividad y la falta de capacidad para
mantener la atención. El campamento, además, da la posibilidad a otros menores
sin trastorno de disfrutar de esta aventura con el propósito de contribuir a la
inclusión interpersonal y social de unos y otros y a jóvenes del Centro de Menores de la Comunidad
de Madrid.
Ahí radica
uno de sus logros como nos cuenta Víctor García, Coordinador del mismo:
“Tratamos de que no se convierta en un gueto en el que puedan relacionarse
chavales parecidos, sino que sea una especie de banco de pruebas con adultos y
personas que son un ejemplo para ellos, les ayudamos a regular la intensidad de
las relaciones y que lo que trabajen en verano les sirva para el resto del año
de cara a que entiendan también a las personas de su clase, de su colegio o
IES, y ellos también pongan de su parte a la hora de relacionarse para tener
éxito en las relaciones sociales”.
Los vínculos
cotidianos para los menores con TDAH son uno de sus principales problemas, pero
también con el paso del tiempo, y la ayuda de sus familias, de psicólogos y
monitores, y de entidades como la Asociación Nacional de afectados por el TDAH
(ANSHDA), se convierten en un reto que superar. Cuando logran establecer nuevas
amistades y consolidarlas con el paso del tiempo, chicos y chicas crecen y se
sienten felices. Es el caso de Daniel R. Raposo que habla emocionado de cómo
“cada año vienen chavales nuevos y es como ir añadiendo más gente a tu lista.
Voy teniendo más amigos y me relaciono mucho mejor. Aprendo cosas de otros
países, de otros compañeros”.
Este
campamento me ha enseñado a que relacionarse con gente es bueno. Al principio
cuesta un poco, pero luego conforme vas hablando te mueve más la idea de que si
ya conoces a una persona, conocer a otra es muchísimo mejor
Este
adolescente, como tantos menores con TDAH, vive un día a día diferente en sus
relaciones con los otros de su generación. Por eso, cada vez que logra madurar
una amistad o iniciar una nueva, su alegría se fortalece y aumenta. Raposo ya
va contando los días que quedan para incorporarse al campamento, será su tercer
año, y se expresa con ilusión: “Este campamento me ha enseñado a que
relacionarse con gente es bueno. Al principio cuesta un poco, pero luego
conforme vas hablando te mueve más la idea de que si ya conoces a una persona,
conocer a otra es muchísimo mejor. Conoces sus gustos. Este año en una reunión
de la organización conocí a un chaval al que le gustaban las mismas cosas que a
mí. Le conocí un poco y nos llevamos muy bien”.
La
organización y coordinación de un campamento así conlleva contar con un equipo
de profesionales competentes y acostumbrados a tratar con personas diferentes.
¿Qué
diferencia a este tipo de convivencia de otras?
García nos
aporta una de las claves: “La principal diferencia está en el número de
personas que trabajamos con ellos y el ritmo de las actividades. En un
campamento de cualquier tipo, lo normal es un monitor por cada 10 niños, en
nuestro caso es de uno por cada tres o cuatro. Esto nos da una tranquilidad y
una libertad a la hora programar muchas actividades”.
Este es el
séptimo año que ANSHDA organiza este campamento y el primero en este paraje de
singular belleza. Se ha buscado con ello satisfacer las necesidades de los
participantes que venían solicitando años atrás poder hacer actividades
acuáticas. Estar en plena orilla del río Tormes les facilita satisfacerlas:
"Nos acordamos de este pantano que está más resguardado, y al que veníamos
en los campamentos que organizábamos con la Comunidad de Madrid. Para hacer rutas
también es extraordinario”.
La arboleda
que rodea a ese escenario natural, las rocas de la serranía, el cantar de los
pájaros, y el sonido de las olas del Tormes, crean una atmósfera que permite a
todos desconectar de las rutinas diarias, y contribuyen, por un lado, a que
estos menores mejoren cuestiones como la atención o la hiperactividad.
“Trabajamos la concentración por dos vías: la rutina del día a día para que
ellos recapaciten qué se me está olvidando o no estoy haciendo, más que con el
discurso típico de que no te has lavado las manos y no puedes entrar a comer.
Eso lo decimos el primer y el segundo día, pero el tercero hacemos un juego en
la puerta del comedor, y hacemos una selección de lo que ha hecho la gente que
se acuerda. Eso ayuda a que ellos saquen su propio reflejo. Y luego las
actividades en las que necesitan tomar decisiones para poder ir accediendo a
los siguientes estadios de ellas: las yincanas. Tienen que ir resolviendo
pistas y necesitan concentración para acabar la yincana”, nos concreta García.
Y, por otro,
promueven actividades con las que desarrollan habilidades emocionales y
sociales para hacer frente a los entornos cotidianos.
Los vínculos
que se generan con los monitores son extraordinarios. Para los niños con TDAH
se convierten en auténticos ejemplos a seguir. Se sienten escuchados y
comprendidos
¿Cómo
evolucionan las personas con TDAH tras asistir a un campamento de este tipo?
"Los
chavales nos comentan que gracias al campamento del año pasado les ha ido mucho
mejor, se lo han planteado de otra forma, agradecen los consejos y la chapa que
les dimos. Muchos monitores y monitoras han sido participantes en los
campamentos, y a los 17 ó 18 años no pueden venir más, y hacen los cursos de
monitores y nos los llevamos al campamento también. Encuentran así referencias
y les mejora bastante la existencia”.
Los vínculos
que se generan con los monitores son extraordinarios. Para los niños con TDAH
se convierten en auténticos ejemplos a seguir. Se sienten escuchados y
comprendidos. "Frente a otros escenarios, como algunos centros educativos,
en los que son vistos con cierto rechazo, aquí encuentran a adultos que los
saben tratar y les generan confianza", relata feliz Raposo. “La relación
con los monitores es muy buena. Uno de los monitores del año pasado fue como un
hermano, me trataba muy bien y le cogí mucho cariño. Era como tener otra familia
en el campamento”, añade.
Otra de las
peculiaridades de este refugio es que los menores contactan un día a unas horas
concretas con sus padres y madres, de esta manera, se busca que socialicen con
sus iguales y que sus mayores descansen. El efecto que produce en las familias
y en los TDAH es magnífico como atestigua García: “Se creó como respiro para
familias que llevan mucho trote durante el año con estos chavales, hay mucho
fracaso escolar. Los chavales nuevos nos cuentan que vienen de experiencias
malas en su tiempo libre: los han expulsado de tres o más campamentos. Ya no
solo es la posibilidad de tener unas vacaciones para los hijos, sino que se
nota mucho cuando vuelven cómo se ha desarrollado su tejido social".
"Cuando tienes un chaval intenso necesitas", continúa, "10 días
al año para poder recuperar tu rutina, y no vivir solo para él. Sabes que va a
quedarse y además no te van a llamar para decirte: el niño es muy movido, o se
ha peleado, o ha dicho una palabrota". Además "hay chicos que cuando
llaman a sus padres un día a mitad del campamento, les cuentan lo que han hecho,
o que ha hecho un amigo y durante la conversación telefónica se lo pasa para
que hablen con él también. Es decir, la falta de costumbre que tienen estas
familias de que haya éxito con los hijos, aquí lo logran”, añade.
Para crear
todo ese mundo empático también se requiere desarrollar un abanico de
actividades que motiven y conecten a los protagonistas y a sus circunstancias.
Entre las que generan una respuesta positiva destacamos: el tiro con arco, la
escalada, nadar, rutas de senderismo o las tirolinas. Pero hay dos que han
causado una atracción simbólica en las personas con TDAH. Una es la yincana
guarra que nos comenta Raposo: “Tenías que coger piezas de un cubo lleno de
arena metiendo un poco la cabeza para cogerlas. Y luego llevarlas a otro sitio
y te tiraban un cubo de agua”.
La otra
actividad es la sucesión de veladas nocturnas, que ayudan a que los menores
pierdan paso a paso el miedo a expresar sus emociones ante otros, como afirma
García: “Se les mueven resortes por dentro y emociones sobre todo con las
veladas nocturnas: se dan cuenta de lo importante que es poder expresarse, y
cómo me expreso cuando el de al lado se está riendo mientras yo hablo
emocionado y llorando”.
En otros
momentos también practican el lenguaje de signos, una actividad que exige mucha
concentración y que a ojos de determinados profesores de colegios o IES no es
posible desarrollar con los TDAH. Sin embargo, aquí lo imposible se vuelve real
y cotidiano, como nos cuenta emocionado García: “Todos los años hacemos lenguaje
de signos en el campamento porque requiere concentración máxima y los chavales
salen hablándolo. Ninguno deja de hacerlo, y pasan a diario una hora y media
sentados en la naturaleza aprendiéndolo. Eso es un reto a los ojos de otros
para quienes eso nunca se podría haber hecho. Les motiva que lo da un monitor
solo, y de una forma que les mola y es dinámico”.
FUENTE:
ANSHDA:
Web: www.anshda.org
Email:Info@anshda.org
Teléfono: 91
356 02 07
Dirección:
Calle Molina de Segura 33, 28030 Madrid
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