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https://www.youtube.com/watch?v=NkQAmzLLJs0
Cómo no dejar para mañana lo que podemos hacer hoy. Pautas para evitar posponer tareas importantes en el día a día
Elena Martín López. Madrid. Martes, 12 octubre 2021, 18:26
Ya lo dice el refrán: 'No dejes para más tarde lo que puedas
hacer hoy'. Pero la realidad es que aquello que no nos resulta suficientemente
atractivo como para emprenderlo en el momento pasa directamente al 'cajón'
cerebral del 'ya lo haré luego'. O mañana, o pasado, o el próximo lunes, como
nos pasa con las dietas, el deporte, los estudios o la declaración de la renta.
¿Por qué lo hacemos?
Al cerebro le cuesta centrarse en realizar tareas que le
generarán satisfacción a largo plazo, así que las sustituye por acciones que
le producen una gratificación inmediata (mirar redes sociales, comprar cosas
'online', chatear...). De lo que no se da cuenta es de que el tiempo que pierde
en ello va en detrimento de la ejecución de las tareas importantes –explica
Sandra Farrera, experta en Psicología Clínica y Forense y directora médica de
Psicología de Top Doctors–.
Es lo que se conoce como procrastinación y ocurre,
especialmente, cuando la actividad a realizar es nueva, requiere mayor esfuerzo
de lo habitual o está sujeta a la valoración de otras personas. Así, «es más
probable que posterguemos aquello que es novedoso, que no hemos elegido hacer
por placer, que nos aburre o que nos genera dificultad, miedo, vergüenza o
ansiedad, frente a aquello que nos place y nos motiva», expresa María Victoria
Sánchez López, directora en Grupo Laberinto Psicoterapia para la Salud, en
Madrid.
¿Y quién es más propenso a procrastinar?
Los estudios no son
concluyentes, pero sí hay algunas teorías al respecto. Por ejemplo, se sabe que
«el cerebro de la mujer tiene tendencia a realizar muchas más cosas a la vez
que el del hombre, por lo que le es fácil no postergar tanto las tareas,
especialmente si esa acción va dirigida a otras personas», comenta Farrera.
Extrovertidos y perfeccionistas
Asimismo, sostiene que «las personas con rasgos obsesivos y
perfeccionistas no procrastinan tanto cuando conocen bien la tarea a realizar,
y la ejecutan antes que otros individuos cuando es una actividad novedosa,
aunque también les lleva más tiempo». Sin embargo, cuando es una labor por la
que serán juzgados, «tienden a retrasarla por miedo a la crítica y el rechazo»,
agrega Sánchez.
El carácter también influye. «Las personas extrovertidas
posponer y postergan más habitualmente situaciones. Son dopaminérgicas, es
decir, buscan hacer primero aquello que les genera placer e inmediatez, por lo
que su procrastinación es mayor que la de las personas introvertidas, que
suelen ser más reflexivas y con tendencia a seguir un proceso de trabajo que
les haga sentirse bien con el esfuerzo realizado», declara Farrera.
Ella considera, además, que «en las nuevas generaciones hay
mayor procrastinación, por las interferencias constantes que proporciona la
tecnología». Sánchez, en cambio, no lo tiene tan claro: «En las familias, con
frecuencia, hay un sesgo de memoria por el que los adultos se recuerdan en la
adolescencia más responsables y organizados que sus hijos menores ahora y
piensan que procrastinan más de lo que lo hacían ellos».
«Creencias adquiridas como 'tengo que hacerlo perfecto' o 'no soy capaz', influyen en la procrastinación» Mª Victoria Sánchez López. Psicóloga
A pesar de todo, recuerda que cada persona tiene una historia y que esta dificultad puede tener orígenes y consecuencias diversas. «A veces el motivo es que invertimos mucho tiempo en otras tareas, como el trabajo, los estudios o mantener a raya a personas, pensamientos, sensaciones o emociones tóxicas, todo lo cual puede dejarnos sin energía que dedicar a otras cuestiones, como las gestiones del banco o el cuidado de la casa», asegura.
Y añade otra variable: la educación. «Lo que hemos aprendido
desde pequeños en nuestro entorno nos lleva a repetir ciertas conductas y a
tener determinadas creencias como 'tengo que hacerlo perfecto' o 'no soy
capaz', que influyen mucho en nuestro desarrollo como adultos», dice.
Sea como fuere, el retraso que conlleva la procrastinación
deriva en nerviosismo, culpabilidad, posible baja autoestima, bajo concepto,
frustración y pérdida del control del tiempo, lo que puede repercutir en la
calidad del trabajo que se hace a última hora. De ahí la importancia de
prevenirlo. Las expertas nos dan algunas claves para conseguirlo:
El autocuidado
«En primer lugar, hay que identificar el origen de esta
actitud (saturación, perfeccionismo, bloqueo, falta de energía…). Después,
determinar la motivación para realizar las actividades (lo hago 'porque es
bueno para mi salud', 'porque es importante para mi hijo', 'para evitar
problemas laborales'…). Además, es muy importante saber cuáles son mis
necesidades (por ejemplo, si necesito descansar más, comer mejor…) y poner
límites cuando sea oportuno (decir que no a determinadas propuestas o
actividades). Esto previene la saturación mental que a veces lleva a la
inactividad y mejora el rendimiento», sugiere Sánchez, quien también recomienda
calendarizar las tareas, priorizando lo urgente y lo importante, y valorar si
hay un exceso de estas.
Técnica "Solo unos minutos"
Propuesta por la psicóloga rusa Bluma Zeigarnik, parte de
la idea de que a nuestro cerebro no le gusta dejar las cosas a medias. Es
decir, cuando empezamos una actividad, nuestro sistema nervioso experimenta una
activación cerebral semejante a la ansiedad que solo desaparece cuando damos
por finalizada la tarea. Su sugerencia, pues, es centrarse unos minutos en la
labor que queremos emprender. Así crearemos la ansiedad positiva suficiente
para querer finalizarla.
Técnica "Pensamiento doble"
Diseñada y desarrollada en la Universidad de Pensilvania
(EE UU), sugiere anotar en un papel dos beneficios evidentes que nos reportará
llevar a cabo el proyecto que queremos hacer y dos obstáculos que podemos
encontrar al ejecutarla. «La fórmula es conseguir un equilibrio para
motivarnos, porque si solo vemos la parte buena, o únicamente la mala, no
obtendremos realmente el éxito esperado», declara Farrera.
Si ninguna de estas herramientas nos funciona y la procrastinación
nos supone una fuente de estrés o problemas crónicos las especialistas sugieren
consultar con un profesional de la psicología.
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