Al terminar el curso, todos los padres sentimos un gran alivio: por fin se acabaron los horarios, las prisas, el “siéntate a hacer los deberes”… Llega el verano, el calor y todos necesitamos “pasar” de estas responsabilidades. Sin embargo, si tu hijo/a tiene un rendimiento escolar “justo”, a veces, en la época estival, se recomienda realizar ejercicios para reforzar los conocimientos. En el período escolar, la hora de los deberes es, sin duda, uno de los momentos más difíciles para la familia. Muchos niños lloran y ponen excusas para no tener que hacerlos. Los padres estamos cada vez más implicados en esta tarea y, muchos nos frustramos, cuando al intentar ayudarles, nuestros hijos se quejan de que “no es así cómo se lo enseñaron en clase”.
RECOMENDACIONES Y CLAVES PARA TRIUNFAR CON LOS DEBERES EN VERANO
- En las vacaciones de verano, aparcar completamente todo lo relacionado con el aspecto escolar al menos durante quince días, dejando que el niño/a pueda dedicarse al juego, el descanso, a hacer deporte (correr, nadar en la piscina..), estar con los amigos y disfrutar con los padres.
- Tampoco es necesario recurrir a deberes “convencionales” o cuadernillos de vacaciones aburridos, sino que podemos hacer deberes de forma más original o entretenida e igualmente provechosas para su aprendizaje.
Sugerencias:
Fomentar todo tipo de lectura. Es la actividad ideal del verano. No debe ser siempre individual. Lee con tu hijo/a alternado páginas, párrafos, etc. y comenta a continuación lo leído, pídele que te lo cuente con sus palabras…
Hacer pequeñas redacciones sobre el día anterior o bien en forma de comic, diálogo, fichas temáticas de trabajo, etc.
Para reforzar matemáticas, pueden sumar, restar o multiplicar lo que valen los productos de la lista de la compra o los diversos tipos de peces del mar, conchas, flores, animales o barcos. Inventa problemas en los que ellos sean los protagonistas o los primos o los amigos más cercanos.
Fomenta las manualidades. Desarrollan la creatividad, la psicomotricidad fina, el arte y los sentidos. Y no pierdas de vista el taller de cocina: bizcochos, helados, polos, sorbetes, tortillas, etc.
Para mejorar la atención, recurre a sopas de letras, crucigramas, sudokus, laberintos, dibujos para encontrar diferencias, etc.
Planifica el método de trabajo y el tiempo. Organiza por partes antes de empezar qué es lo que van a hacer. Marca un tiempo determinado para cada tarea en función de la edad y el ritmo de cada niño. No hay un tiempo ideal pero no puede ser excesivo.
Refuerza positivamente y de manera inmediata cada tarea para dar paso a la siguiente. Puedes dar puntos por cada día de trabajo bien hecho y canjearlos el viernes por un premio especial, como un helado o unos cromos. También vale una guerra de cosquillas o de abrazos.
IMPORTANCIA DE LOS DEBERES
Hemos de recordar que. a través de los deberes, los niños deben aprender a:
- Crear y adquirir hábitos y métodos de estudio.
- Organizar su trabajo y programar su tiempo con autonomía y disciplina.
- Desarrollar habilidades de búsqueda de información, investigación y selección de recursos para completar los conocimientos.
- Fomentar el sentido de la responsabilidad hacia su aprendizaje.
EL ESTUDIO Y LOS DEBERES DURANTE EL AÑO ACADÉMICO
¿De qué modo debemos colaborar entonces los padres con los deberes?
Los especialistas sugieren que el papel de los progenitores debe ser de monitorización de las tareas, es decir, deben ser responsables de proporcionar a sus hijos las condiciones adecuadas para que realicen las actividades escolares del modo más efectivo posible y prestarles apoyo para que ellos mismos sean capaces de dirigir su autoaprendizaje.
Para ello, debemos:
Motivarles: los padres deben prestar atención a los deberes que tienen que hacer cada día y alentar a los hijos para que los realicen, pero no obligarles a hacerlos con castigos u otras sanciones para que ellos puedan verificar por sí mismos las consecuencias que reporta el no cumplimiento. Lo más apropiado es motivarles e incentivarles con elogios o la realización de sus actividades preferidas con los padres o con sus amigos cuando realicen las tareas asignadas; comente a sus parientes los logros académicos de su hijo cuando él esté presente y cuelgue en la nevera un examen o un trabajo cuando saque una buena nota.
Establecer un sitio apropiado para hacer los deberes y proporcionarles el ambiente adecuado: no tiene por qué ser en un escritorio o en su habitación, pero sí debe respetarse que sea siempre el mismo, que esté bien iluminado y que allí el niño tenga acceso a todo lo necesario para realizar sus tareas (lápices, diccionarios, tijeras, apuntes, etc.)
Para que el estudio se realice con eficacia, también es fundamental que el lugar esté protegido de distracciones externas. Es clave que, mientras se dedica a sus deberes, el pequeño no tenga acceso ni al teléfono (con flexibilidad, pues a veces, una llamada de teléfono a algún compañero de clase sobre una tarea puede ser de gran ayuda), ni a la televisión ni que otros miembros de la familia interrumpan al estudiante. De esta manera, conseguiremos que este lugar, con el paso del tiempo, se llegue a asociar con el estudio, lo que ayudará a establecer la rutina.
Fijar un horario regular para estudiar y hacer los deberes. Al igual que con el lugar, también hay libertad para optar por cuál será el momento dedicado a los deberes. Pero una vez elegido, se debe cumplir. Esto contribuye a crear hábitos de estudio y disciplina y también ayuda a evitar discusiones; cuando llega la hora, toca hacer los deberes. Lo más recomendable es que sea temprano. En vacaciones, el mejor momento para hacer deberes es después del desayuno y de vestirse, porque están más descansados y disponen de todo el resto del día libre. Pero debemos ser flexible si un día hay un imprevisto o se introduce una nueva actividad.
En el período escolar, después de un rato de distracción tras volver de la escuela. Cuanto más tarde se haga, el niño estará más cansado y tendrá menos ganas, le costará más y los resultados serán peores. Sin embargo, algunos niños trabajan mejor a primera hora de la tarde y otros prefieren después de merendar y de un breve período de juego.
Si se establecen reglas y horarios, ser firmes en su cumplimiento. Este punto está muy relacionado con el anterior. No quiere decir que haya que ser inflexibles de un modo radical, pero sí que se note que, cuando no se cumple con un horario, se trata de una excepción.
Ayudarles a programar su tiempo y diseñar un plan de trabajo: con los más pequeños, los padres deben marcar los tiempos y horarios de estudio para que más adelante, a medida que avanzan en la escolaridad, el alumno sea capaz de organizar su agenda de deberes y tareas de forma independiente. En los días en que tenga un volumen importante de deberes o cuando tenga que iniciar una tarea escolar especialmente complicada o pesada, anime a su hijo a dividirla en partes más manejables. En caso necesario, ayúdele a elaborar un horario de trabajo para ese día o período y, a ser posible, pídale que se tome unos minutos de descanso después de cada hora de trabajo (7, 10 ó 15 minutos, dependiendo de la capacidad de atención y de la necesidad de movimiento del niño).
Hacer descansos. Si el niño está estresado debido a la dificultad de los deberes o al cansancio, es necesario darle un respiro: que se tome un breve recreo para despejar la mente y vuelva a intentarlo. Siempre es recomendable establecer pequeños períodos de descanso en la planificación de las tareas, por ej. 7 ó 10 minutos cada 40 ó 45.
Acompañar a los niños mientras hacen las tareas. Acompañarlos significa estar cerca de ellos pero no "hacerles" los deberes, sino supervisar y estar atentos, sobre todo, si el niño se atasca con la tarea o se distrae. La manera, por supuesto, no es hacer la actividad por él, sino darle alguna pista para acercarlo a la solución correcta. El niño no aprenderá nada si no piensa por sí mismo y comete sus propios errores. Debemos dejarle claro al niño que el aprendizaje está en sus manos. Dejar que los niños realicen sus actividades del modo más independiente posible es una forma de reconocer su autonomía, su inteligencia y su capacidad de hacer las cosas por sí mismos, aunque no salgan perfectas. Esta actitud les ayuda mucho en el aprendizaje de gestión de sus responsabilidades y fortalece su autoestima.
En los niños con TDAH, en muchas ocasiones, es necesario empezar con ellos las tareas y ayudarles a establecer los pasos que tienen que seguir. Después, debemos mantenernos vigilantes a distancia, ayudándoles a resolver las dudas, a descifrar las instrucciones y orientándoles sobre los recursos a los que pueden acudir para solventar las dificultades. Siempre debemos transmitirles el mensaje de que pueden acudir a nosotros cuando tengan preguntas o haya algo que les preocupe.
En muchas ocasiones los mayores no podremos aclarar las dudas de los estudiantes, En tales casos, no hay que agobiarse: el rol de los padres es acompañar a los hijos y proporcionarles ideas, instrumentos para pensar y buscar alternativas.
Tampoco es conveniente regañarles por no haber estado atentos o no haber resuelto las dudas en la clase, sino alentarles para que en la siguiente ocasión intenten hacerlo.
Revisar los deberes hechos. Esto, no solo supone una primera instancia de corrección, sino también una demostración de interés por parte del adulto hacia las actividades del pequeño, lo que para el menor resulta fundamental por la motivación que representa.
La revisión siempre debe comenzar por destacar lo positivo: las cosas que el niño ha hecho bien, los avances y mejoras que se detecten, etc. Esto será tomado por el estudiante como un reconocimiento por su trabajo y lo animará a seguir adelante.
Si es necesario mencionar los errores o fallos cometidos, debemos hacerlo sin dramatismos ni exageraciones. Por graves que sean, son faltas que se pueden corregir y forman parte del proceso de aprendizaje. Se recomienda supervisar una vez finalizada cada tarea, pero no corregir, ya que ésta es una tarea del docente, para que detecte las dificultades reales del alumno.
Hablar de los deberes escolares con términos positivos. La connotación de las palabras es fundamental en este sentido: si los padres se refieren a los deberes con expresiones que lo presentan como un castigo, algo malo o aburrido, seguro que los niños los vivirán de esa manera. Por eso siempre lo adecuado es que, cuando se hable de las tareas, se haga con palabras "buenas", que destaquen lo mucho que el niño aprenderá, para qué le servirá en el futuro, lo interesantes que pueden ser los conocimientos, etc.
Predicar con el ejemplo. Esto es muy positivo: que el adulto, siempre que sea posible, haga sus propios "deberes" a la vista del niño mientras éste hace los suyo: cálculos relacionados con la economía hogareña, revisión de facturas u otros papeles, leer un libro, etc. Será una motivación extra por dos razones: por un lado, porque los pequeños siempre intentan parecerse a sus mayores y, por otro, porque es una excelente manera de demostrarles que lo que aprenden ahora les servirá para su vida en el futuro.
Si su hijo tiene constantemente problemas con los deberes escolares, pida ayuda. Hable con su profesor sobre este aspecto. Hay niños que tienen problemas para ver bien la pizarra y necesitan llevar gafas; otros pueden necesitar que los evalúen con modificaciones metodológicas por tener problemas de aprendizaje y/o un trastorno por déficit de atención. Durante el período escolar, es esencial que los padres consulten con los docentes las dudas y dificultades que se les presentan a sus hijos con las tareas escolares y los estudios, para que este profesional les oriente sobre el camino más adecuado para ayudarles o, si es necesario, que se le ofrezca al estudiante un apoyo extra en casa.
FUENTES:
IMAGEN: Google Imágenes
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