Algunos niños con TDAH presentan un alto nivel de impulsividad que, a veces, se confunde con agresividad, aunque ambas también pueden coexistir en el TDAH. Estas conductas impulsivas hacen que les cueste mucho adecuarse a las normas, sobre todo si se suman comportamientos negativistas y desafiantes. Con ese gran repertorio de tantas y variadas conductas desorganizadas e inadecuadas es bastante difícil lograr que obedezcan e, inevitablemente, aparecen los problemas de comportamiento, que afectan las relaciones a nivel escolar, familiar y social. Además, la desorganización del pensamiento y, en algunos, una gran rigidez mental, la falta de una adecuada comunicación y la baja tolerancia a la frustración hace que los niños con TDAH sean en tendencia bastante agresivos al tratar de solucionar sus problemas, mostrando una falta de empatía social con los demás. Si se trabaja adecuadamente en los programas de habilidades sociales y emocionales se puede bajar considerablemente su nivel de agresión. Igualmente, los entrenamientos en autoinstrucciones, la retroalimentación, el refuerzo y el moldeamiento conductual para adquirir destrezas sociales y facilitar la resolución de problemas pueden llegar a ser muy eficaces.
La agresividad en psicopatología
El comportamiento agresivo se define como:
- Conducta intencionadamente dirigida a provocar lesión o destrucción de un objetivo (persona, animal u objeto).
- Agresiones físicas o verbales contra los demás (amenazas, empujones, dirigirse a los demás con insultos o gritos...).
- Agresiones contra objetos (romper o tirar objetos al suelo, dar portazos, etc.) y auto agresiones (golpearse la cabeza, arañarse, hacerse pequeños cortes, por ejemplo).
Actualmente y siguiendo la Clasificación Estadística de los Trastornos Mentales (DSM-IV, TR 2000) de la Academia Americana de Psiquiatría (APA), el comportamiento agresivo no se considera por sí mismo una entidad patológica, si no que forma parte del conjunto de síntomas de numerosos trastornos tales como el trastorno disocial, el autismo, el retraso mental o el trastorno por déficit de atención con hiperactividad.
Causas de la agresividad
Las diversas teorías que intentan explicar la agresividad se dividen fundamentalmente en activas y reactivas.
Las activas o teorías biológicas, subrayan el origen interno de la agresión, entendida cómo innata y consustancial a la especie humana.
Las reactivas explican los mecanismos ambientales que facilitan y mantienen el comportamiento agresivo, destacando entre ellas la teoría el aprendizaje social.
Desde el punto de vista de la teoría del aprendizaje social, el comportamiento agresivo se da ante una situación conflictiva que ha provocado un sentimiento de frustración en el niño. El tipo de reacción que tendrá el niño dependerá de cómo haya aprendido a reaccionar ante esa situación conflictiva. Es decir que dependerá de su experiencia previa.
Los procesos por los cuales ha aprendido a comportarse de manera agresiva son el modelamiento y el reforzamiento (básicamente la observación por parte del niño de modelos que respondan agresivamente a las situaciones conflictivas). Estos procesos actuarían a su vez cómo mecanismos mantenedores de dichos comportamientos.
La agresividad en el TDAH
Los niños con TDAH presentan frecuentemente: comportamientos inadecuados, mayor dificultad para aceptar límites, necesidad de obtener recompensas de forma inmediata o, en menor frecuencia pero de mayor gravedad, el trastorno negativista desafiante (negarse a obedecer y desafiar constantemente a las figuras de autoridad). Estos aspectos, sin tratamiento, puede desembocar más adelante en un trastorno grave de conducta.
La coexistencia de ambos cuadros (TDAH y Negativismo Desafiante) es muy frecuente y se considera que probablemente la impulsividad es el factor que favorece la unión de los dos trastornos.
Los niños predominantemente inatentos no muestran este tipo de conducta. Por tanto, un factor asociado de mayor riesgo de comportamiento agresivo será presentar el subtipo predominantemente hiperactivo impulsivo o subtipo combinado (clasificación del TDAH según DSM-IV). En estos casos la impulsividad impide que el niño analice la situación conflictiva en la que se encuentra utilizando mediadores racionales o cognitivos y que no intente formular las reglas de comportamiento que le ayudarían a controlarse en esa situación.
Paralelamente al déficit en habilidades de mediación verbal o autoinstrucciones, en muchos de éstos niños hay un déficit en el aprendizaje de las habilidades sociales adecuadas para afrontar las relaciones interpersonales con respuestas no agresivas.
Por último, cabe relacionar el comportamiento agresivo del niño TDAH con una frágil autoestima; paradójicamente a lo que puede parecer su actitud arrogante, tras ésta subyace una opinión muy pobre de sí mismo, tal y como refleja su incapacidad para aceptar el fracaso o la crítica.
Al llegar a la adolescencia, el comportamiento agresivo puede intensificarse. Los cambios físicos y emocionales a los que debe enfrentarse cualquier niño al llegar a ésta edad, pueden significar un grado de complicación que desemboque en graves crisis para el adolescente con TDAH y su entorno.
La detección e intervención precoz son aspectos especialmente importantes en el caso de niños hiperactivos que presenten negativismo y conducta desafiante y determinaran la evolución de ambos cuadros.
El tratamiento debe contemplar la intervención médica, psicológica (tratamiento cognitivo-conductual) y pedagógica, implicando a la familia, el colegio y al propio niño en el proceso.
FUENTE:
Artículo de Sonia Tello Yeves Psicóloga Infanto-Juvenil de Fundación Adana
Imagen: Google
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