Vamos a
contar 3 técnicas de relajación que podemos usar, pero con el objetivo
principal de ayudar al niño a conectar con sus emociones, su cuerpo y con sus
sensaciones físicas, permitiéndole sentir y acompañándole durante el proceso.
Para ello necesitarán la ayuda de un adulto que les guíe y en muchas ocasiones
que lo haga con ellos.
Es
fundamental que dicho adulto se encuentre regulado y en un estado de calma, ya
que eso facilitará que el niño se contagie de ese estado emocional y le resulte
más sencillo conectar con su propia calma. Para ello, antes de ir con el niño
puedes cerrar los ojos y hacer algunas respiraciones profundas, observando
desde la curiosidad cómo te encuentras tú, permitiéndote sentir y acompañándote
a ti mismo durante un ratito. Cuando te sientas más tranquilo entonces podrás
ayudar al niño. Recuerda, para poder ayudar a regularse y calmarse a un niño (o
a cualquier persona) hay que estar regulado.
Cuando
hablamos de técnicas de relajación infantil es posible que aparezca la
expectativa de algo casi mágico que haga que los niños se calmen y “paren un
poco”, pero esto no es así. Es importante entender que la infancia es una etapa
caracterizada por la exploración y por un alto nivel de energía, esto incluye
moverse, saltar o correr; como manera de descubrir y conectarse con el mundo
que les rodea.
Respiración
del globo
Es la que
comúnmente conocemos como respiración abdominal. Dicha respiración, realizada
en un ritmo lento y acompañada de una expiración más larga que la inspiración
activa nuestro sistema nervioso parasimpático, que es el que se encarga de
calmar el sistema.
Para
realizarla pediremos al niño que busque un juguete pequeño, del tamaño de su
mano aproximadamente, que le guste y que no pese mucho. A continuación nos
tumbamos boca arriba, colocando el muñeco en la barriga a la altura del
ombligo.
Le
explicaremos al niño que vamos a imaginarnos que dentro de la tripa tenemos un
globo y que vamos a hincharlo poco a poco cuando cada vez que aire. El muñeco
colocado en la tripa nos sirve de ayuda visual para que el niño pueda ver más
fácilmente cómo su tripa se mueve al ritmo que respira, hinchándose cuando coge
el aire y deshinchándose cuando lo expulsa.
Podemos hacer
un par de intentos y ver si se encuentra cómodo o prefiere cambiar de muñeco o
no usar ninguno.
A
continuación le explicamos que vamos a respirar despacio mientras nos
imaginamos el globo, cogiendo aire por la nariz y expulsándolo por la boca
despacito como si sopláramos por una pajita.
Durante el
proceso le vamos guiando con voz calmada e incluso podemos ir haciéndolo a la
vez que él para que se sienta acompañado y le resulte más fácil y agradable.
El muñeco de
nieve
Para llevarla
a cabo podemos elegir si queremos estar sentados o tumbados. Le vamos a
explicar al niño que vamos a imaginar que somos un muñeco de nieve rígido, así
que vamos a tensar nuestro cuerpo. Le podemos guiar con ejemplos:
“por ejemplo
vamos a apretar mucho las manos” “vamos a apretar los labios” “vamos a
quedarnos muy quietos, como congelados”.
Cerramos los
ojos y le guiamos con la voz haciendo un recorrido de los pies a la cabeza
notando cómo cada parte de nuestro cuerpo de muñeco de nieve está rígido. A
continuación nos imaginamos que ha empezado a salir el sol, y vamos sintiendo
el calorcito en el cuerpo y ¿qué les pasa a los muñecos de nieve cuando les da
el sol? Que se van derritiendo poco a poco.
De la misma
forma le vamos guiando mientras sentimos como cada parte de nuestro cuerpo
rígido se va haciendo cada vez más blandito y calentito y se va fundiendo con
la cama o el sofá (o la superficie en la que se encuentre el niño)
Cuando nos
hayamos derretido permanecemos en la misma postura un ratito, respirando
despacio.
Cuando
estemos preparados empezaremos a mover los deditos de las manos y de los pies,
luego los brazos, estirándonos, podemos bostezar también y empezar a mover el
cuerpo despacio. Lo último será abrir los ojos.
Podemos
concluir el proceso dándole un abrazo si le apetece.
Los abrazos
calentitos
El contacto
físico amable con otra persona, en especial los abrazos, tiende a ejercer un
efecto tranquilizador en nuestro sistema nervioso.
Usar el
abrazo o el contacto físico como técnica de relajación no solo puede ayudar a
calmar sino que refuerza el vínculo que tenemos con el niño, ya que es un
tiempo de calidad, conexión y calma que compartimos con él.
No tiene por
qué ser obligatoriamente un abrazo, puede ser un masaje en la espalda, en el
pie, o quizá caricias en la espalda. La preferencia dependerá de cada niño, es
importante preguntarle (cuando se encuentre en un momento de calma) y que elija
él.
Es importante
que, elija la opción que elija, cuando lo llevemos a cabo tengamos todos los
sentidos y nuestra atención puesta en el niño, es decir, no vale darle un
abrazo mientras seguimos mirando la pantalla de nuestro ordenador. Podemos
cerrar los ojos y respirar hondo y despacio mientras le abrazamos, invitándole
a él a hacer lo mismo si le apetece.
Muchos niños
hoy en día han visto la película de Frozen, en la que Olaf, el muñeco de nieve
se caracteriza porque le gustan “los abrazos calentitos”. Podemos usar esta referencia
cuando le preguntemos.
Eva Mareque. Psicóloga
en Unidad Focus
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