Hablar de TDA
y TDAH es complicado ya que es un tema polémico.
Encontramos los incrédulos que
niegan la existencia de tal trastorno, los que etiquetan a cualquier niño
movido y con carácter difícil de sufrir este trastorno, y los profesionales que
lo conocen y lo saben tratar.
Más allá de
lo que piensen los unos y los otros, estamos los padres y la sociedad en
general que debe saber que este trastorno existe, y no lo digo como profesional,
ya que en este artículo voy a hablar como protagonista, en primera persona.
Me
diagnosticaron tener TDAH, de manera muy tardía. Antes en España no se sabía
mucho de este trastorno y, por tanto, desde mi primer colegio (he visitado
varios) se me invitó a ver un psicólogo, ya que tenía comportamientos
“extraños” y no se me detectó. Se habló de mano más dura conmigo, de más
control y mucha represión… no voy a entrar en los detalles, y las
consecuencias, tanto para mis padres como para mí, de dichos consejos. En un
colegio posterior se me llamó hija del demonio, por no saber estar sentada una
hora entera en mi silla escuchando una monótona y tediosa clase de historia.
Con lo fácil que hubiera sido que me mandasen ir a buscar tiza… éste ha sido
uno de los recursos que más he utilizado con mis alumnos, hacerlos mover un
poco con cualquier excusa y luego seguir con la clase tan ricamente.
Voy a hablar
del TDAH en primera persona para explicar que somos personas normalmente muy
sensibles, y la realidad externa (o sea lo que piensan los demás de nosotros,
lo que nos dicen y nos hacen sentir) nos afecta mucho, igual en exceso. Ya para
empezar nos cuesta entendernos a nosotros mismos, de ahí que muchas veces nos
rebotemos ante cualquier crítica, en vez de analizarla y sacar algún
aprendizaje. Con una buena terapia lo aprenderemos a hacer.
Somos
personas pasionales y cuando algo nos interesa podemos perder la noción del
tiempo y hasta del espacio pero, también de repente, ese interés desaparece y
necesitamos nuevos retos. Así que es importante aceptarnos con nuestros más y
nuestros menos, nuestros altibajos, y saber que esta característica va a seguir
a lo largo de nuestra vida, así que, ya que sabemos que nos va a acompañar
debemos adaptarnos y buscar estudios y trabajos que nos permitan retos
constantes y continuados.
Como TDAH,
profesora de ellos y ahora coach tengo algunos consejos que os pueden funcionar
y quiero compartir con vosotros:
- Los grupos numerosos, por norma general, nos hacen sentir incómodos. De este hecho he sacado mi propia conclusión que es que, desde pequeños, en las fiestas y las celebraciones a las que nos han invitado (hay muchas a las que no nos han dejado ir, nos han boicoteado o nos han dejado sin invitación cuando todas nuestras amiguitas iban…. ahí lo dejo), no nos hemos sabido comportar como las normas establecidas y el protocolo nos exigía. A fuerza de palos, reproches y hasta de sentirnos repudiados hemos ido aprendiendo, pero es una manera un poco cruel de hacerlo…
- Me he dedicado 17 años a ser profesora de secundaria y bachillerato y por el tipo de colegio al que fui a pedir empleo de manera totalmente premeditada, me he encontrado con muchos casos de TDA y TDAH. Quería que mis alumnos entendieran que no son bichos raros, que no son malas personas. Simplemente, si se les explica bien qué tipo de trastorno tienen, de qué manera pueden aprender y que no se sientan culpables, pueden aprender y mejorar con el tiempo. Hoy las cosa han cambiado mucho pero la comprensión hacia este trastorno tiene aún mucho camino por recorrer, y los grandes sufridores son los que lo padecen y, de manera muy directa, sus madres y padres. Ellos también sienten el repudio incluso de familiares que no entienden a estos niños. No faltan nunca las etiquetas de niños maleducados, se juzga a los padres de permisivos (cuando estos padres posiblemente trabajan duramente con sus hijos para conseguir que sigan las normas sociales establecidas) y, cuando están en grupo, para no crear más tensión, deciden callar o irse antes de recibir otra reprimenda por el comportamiento de sus hijos.
- Tener en casa unos hábitos y unas rutinas estrictas (aunque al principio nos cueste mucho adquirirlos), con el tiempo nos darán seguridad, y nuestra casa se convertirá en nuestro gran refugio. La improvisación, los cambios de planes en el último momento nos alteran de mala manera.
- Practicar un deporte dónde la disciplina y la concentración sean importantes: podemos hablar de unas artes marciales, ballet, atletismo… muchas veces se apunta a est@s niñ@s a hacer de deportes en equipo para que aprendan a sociabilizarse mejor ya que es uno de nuestros puntos débiles. Yo aconsejo que sea de más mayores cuando ya sepamos mejor controlar nuestros impulsos.
- Las advertencias, las reprimendas u observaciones que se nos hagan han de ser en el momento en el que cometemos la falta (luego se nos olvida). Las consecuencias a nuestros actos, igualmente, han de ser al momento (si es posible). No controlamos muy bien el tiempo y, si se nos reprende muy posteriormente, nos invade un sentimiento enorme de injusticia. Y ya sé que somos cansinos y podemos hacer perder la paciencia a un santo, pero si se nos habla con cariño y se nos explica con amor qué consecuencias provocan nuestras actitudes en los otros, lo llegaremos a entender!!!
Otros consejos
útiles para convivir con un TDAH
Cuando
diagnostican a un hijo/a de TDAH, puede parecer que el mundo se nos cae encima.
Ante cualquier problema debemos pensar de qué manera podemos ayudar y la
actitud que tomemos delante de este (o cualquier) problema es fundamental. Los
padres, en este caso, son ¡¡¡VITALES!!!
De mi propia
experiencia y con la ilusión e intención de que os sirva hago una lista de
consejos:
- Afrontar el trastorno JUNTOS y seguir las mismas pautas y criterios. Éste es uno de los puntos más importantes. En mi experiencia como profesional he observado que si los padres van a la par, delante de cualquier problema con sus hijos, éste es más llevadero y se consiguen mayores éxitos. Si cada uno lo ve desde su propio prisma y actúa en consecuencia sin poner en común los criterios, el niño o adolescente se pierde con mayor facilidad.
Así que lo
primero es tener una charla con nuestra pareja y decidir cuáles serán las
normas que se van a aplicar en casa. Si hacemos extensible a otros miembros de
la familia estas normas y conseguimos su colaboración, mejor aún. Cuántos más
implicados tengamos alrededor más llevaderos serán los momentos difíciles.
- Las normas. No debemos abarcar muchas cosas a la vez, ya que no conseguiremos llegar muy lejos, es mejor empezar con pocas normas y una vez se han convertido en hábito ir añadiendo más. El tiempo, la madurez que vaya adquiriendo nuestro hijo y toda nuestra resilencia (= capacidad para resistir y aprender de las adversidades) harán que las cosas mejoren poco a poco. Estas normas deben ir encaminadas a crear una rutina básica a nuestros hijos. Al principio puede ser muy cansino ya que el trastorno de nuestro hijo hará que las olviden con facilidad (no lo hacen para fastidiar. Sencillamente es una de las conductas asociadas al trastorno). Se pueden hacer dibujos, murales que recuerden las normas y colgarlos en un sitio bien visible para que las recuerden o vayan a consultar en cualquier momento, (que participen en hacer los dibujos y los murales es importante!!). Con los adolescentes no haremos dibujitos, pero sí haremos horarios como los del colegio, escribiremos mensajes con la misma función o incluso crearemos contratos.
Ejemplos
útiles:
-Tener el
mismo horario siempre de comidas, meriendas, cenas, duchas, deberes…
- Antes de
acostarse organizar todo lo que necesitarán para el siguiente día: ropa que se
van a poner, revisar mochilas con todo lo que van a necesitar…
-Intentar que
descansen o hacer algún tipo de rutina relajante antes de ir a la cama. El
sueño muchas veces está alterado en este tipo de trastorno y debemos ayudar a
propiciarlo.
- Explicar las normas. Una vez hemos decidido las normas, se deben explicar. Nuestra indicación debe ser lo más corta y clara posible, no nos extendamos en las explicaciones ni divaguemos. La sencillez es la clave del éxito y, una vez las hemos explicado, debemos asegurarnos que se han entendido. La manera siempre es la misma, se pide al niño que repita las instrucciones y veremos su grado de comprensión. También debemos buscar su compromiso.
- Recordatorios. Para no repetirnos constantemente, si dejamos dibujos o notas por la casa a modo de recordatorio no seremos taaaaaaaaaaaaaaan sumamente cansinos, Por ejemplo, yo al lado de la puerta de salida de casa tengo una nota dónde me recuerda que antes de salir debo repasar:
- Luces, fuegos y demás apagados.
- Llaves de casa en el bolso.
- Móvil en mano. (Es una de las herramientas
que más me ayudan en mi trastorno; con mi agenda, mis alarmas, mis
recordatorios y mi cámara de hacer fotos, intento fotografiar las cosas
importantes ya que tengo memoria visual y con las imágenes recuerdo mejor).
- Terapia en casa. Seguramente nuestro hijo/a seguirá algún tipo de terapia para mejorar su evolución y en casa debemos reforzar esta terapia. Así que marcaremos las conductas inadecuadas y les explicaremos como mejorarlas.
El refuerzo
positivo es muy eficaz en casi todos los casos, pero en éste más. Este refuerzo
se tiene que dar en el mismo momento que nuestro hijo ha conseguido modificar o
controlar una conducta a través de:
Atención
positiva: muchas veces prestamos más atención a nuestros hijos cuando hacen las
cosas mal que cuando las hacen bien, pues practiquemos lo contrario con ellos,
hay veces que debemos mirar hacia otro lado cuando cometen un error y mirar,
sonreír y aprobar cuando lo han hecho bien.
Alabanzas:
siempre se les está diciendo todo lo que
hace mal y parece que cuando lo hacen bien es su obligación. Sí, lo es, pero no
está de más que se les reconozca y más si hay un esfuerzo y un trabajo de
autocontrol detrás.
Recompensas y
privilegios: de cualquier tipo, como premiarlos con su plato preferido o
llevarlos al cine a ver esa peli que tanto han pedido. Otro ejemplo: hoy serás
tú quién decida qué vamos a hacer la tarde del sábado o quién decida que peli
veremos juntos o a qué jugar.
¡Debemos
intentar que estos refuerzos sean frecuentes!
- Aprender. Como padres estamos obligados a prender de este trastorno, por tanto hay que informarse, leer y aprender. Incluso podemos seguir una terapia paralela a la suya.
También
debemos aprender a manejar nuestras propias emociones, sobre todo las negativas
(enfado, culpa, amargura…) e intentar mantener una actitud lo más positiva
posible.
Cuando nos
quedamos anclados en el problema no vemos posibles soluciones, así que debemos
centrarnos en buscarlas y hacer partícipes a los afectados. Muchas veces
sorprenden las soluciones que encuentran ellos.
¡Todos
Sumamos!
Autora: Samantha Biosca – coaching de
familia
FUENTE:
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