Las
vacaciones asoman la nariz por detrás de todas las esquinas y es el mejor
momento para acercarnos a nuestros hijos de una manera diferente.
Durante todo
el año hemos “batallado” con nuestros hij@s para enseñarles cuales son los
mejores hábitos, hemos leído entre líneas descubriendo lo que les pasaba y qué momento estaban viviendo, y hemos hecho de Sherlock Holmes averiguando qué peligros tendríamos que sortear y de qué
manera. Hemos estado detrás de sus deberes y quehaceres, preparados para
celebrar sus éxitos y para minimizar las consecuencias de sus fracasos.
Llegan las
tan esperadas vacaciones y con ellas es
el momento de que descubran otro tipo de relación con nosotros, fuera de
obligaciones, rutinas, exámenes…
Os
propongo un listado de 5 propuestas, como una simple guía práctica y de ahí que
cada un@ aporte, modifique y adapte según su creatividad.
- Encontrar la manera de acercarnos a nuestros hijos haciendo lo que más les gusta. Francisco Yuste en uno de sus libros contaba lo que e pasó en una sesión suya de coaching. Estaba en una sesión con un cliente suyo y éste desesperado le comentó que era capaz de dirigir un equipo de profesionales (él era un directivo importante de una multinacional) pero no conseguía establecer ni una simple conversación con su hijo adolescente. El coach le preguntón que cuál era el plato favorito de su hijo, el directivo sorprendido y un poco mosca después de reflexionar un rato respondió que “la tortilla de patatas”. El coach siguió con su sesión y la siguiente pregunta que le formuló fue: “si tuvieras que pescar truchas, ¿le pondrías tortilla de patata?”, evidentemente el cliente parecía cada vez más sorprendido del tipo de preguntas que le hacía, pero como ya conocía el proceso de coaching continuó y respondió: “que no era pescador, no sabía qué comían las truchas pero que suponía que debían comer gusanos, así que le daría gusanos”. Acto seguido el coach le volvió a preguntar a su cliente: “entonces si quieres pescar a tu hijo, ¿qué le vas a dar tortilla o gusanos?”. Claro, ¿no?. Si hay más de un hijo estaría muy bien dedicar en exclusividad un tiempo para cada uno de ellos. Los hermanos están muy bien y hacer cosas todos juntos es fantástico, pero cuando dotamos de exclusividad a cada uno de nuestros hijos aunque sea por un espacio de tiempo corto, se crea un vínculo mucho mayor.
- Conocer a sus amigos. Esta acción nos puede reportar un sinfín de conversaciones con nuestros hijos y podemos acercarnos mucho más a ellos y su mundo. Podemos organizar un campeonato de fútbol, una barbacoa, una salida a la playa o una tarde de cine en casa con palomitas, cualquier cosa servirá. ¡Cuánta información nos aportan los amigos de nuestros hijos! Recordemos el refranero popular, dime con quién vas y te diré quién eres. Mi madre, en nuestra casa, ha sido la precursora de esta labor. Recuerdo aun cuando montó un concurso de disfraces de papel, hechos por nosotros, con un primer premio extraordinario. Mató dos pájaros de un tiro, nos tuvo trabajando en el disfraz dos semanas e iba conociendo a mis amigas, aquel hecho aun hoy es comentado por todas las que seguimos juntas.
- Ponerlos a prueba, en cuanto a responsabilidades, libertad…Las vacaciones son un buen momento para poner a prueba a nuestros hijos, poner a prueba significa hacer algo que hasta ahora no han hecho y decidimos que ya ha llegado el momento. Cuando damos estos pasos en verano podemos obtener dos beneficios, hacerlos más responsables y hacerles sentir más seguros de sí mismos. Como estamos tan cerca podemos observar mucho más rápido las consecuencias y si son negativas aprender dónde está el error para rectificar y volver a probar. Pongo un ejemplo, ya que para mí son vitales. Mandar a nuestro hijo a comprar el pan, empezar a alargar la hora de volver a casa, hacerlos responsables de la casa, aunque sea por un periodo de tiempo muy corto, de un hermano menor o de la limpieza de la mascota.
- Sorprenderles haciendo salir el niño que todos llevamos dentro. Hacer alguna actividad que se salga de las normas establecidas. Espero que este punto se entienda correctamente. Debemos buscar a nuestro niño interior y pensar en algo que nos marcó en el pasado y que sólo de recordarlo se nos dibuja una sonrisa en la cara. O algo que nos hubiese encantado hacer y por tener unos padres demasiado autoritarios nunca conseguimos. Yo tengo varias vividas, que las recuerdo con una gran ternura e intento recuperar de vez en cuando con mi hija. Por ejemplo hacer una guerra de huevos o ir a la playa una noche de luna. Realmente estas son las anécdotas que nos unen de tú a tú con ellos, ya que en ese momento somos niños otra vez.
- Valorar nuestra relación. Para los chicos los años se cuentan por cursos así que es el mejor momento para hacer un balance del año, como hacemos muchos adultos en fin de año. Buscamos cuáles han sido los mejores momentos, cuáles son mejorables y de qué manera. Que nuevos retos nos podemos marcar para el siguiente. Qué hemos aprendido este año y qué nos gustaría aprender el siguiente y sobre todo escuchar sus puntos de vista, sus valoraciones, negociar con ellos los planes futuros y explicar qué esperamos de ellos y preguntar qué esperan de nosotros. Hay que buscar los puntos de unión y acercar los que nos separan. Si planeamos nuestro futuro juntos el éxito seguro está más cerca.
Samantha
Biosca – Coaching de familia http://samcoach.es/
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