TDAH = Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad

jueves, 26 de junio de 2025

NI 'VAGO', NI 'DESMOTIVADO': LOS MENSAJES QUE SE PUEDEN EXTRAER DE LOS SUSPENSOS DE TU HIJO

 

Imagen creada por IA


Cuando el boletín académico no cuadra con el esfuerzo del menor, hay que pararse a revisar varios aspectos

Carlota Fominaya. 24/06/2025

En no pocos hogares las notas de fin de curso 2024-25 no han sido las esperadas. Tras muchos meses de esfuerzo personal del menor y, en muchas ocasiones, económico por parte de las familias, los padres refieren unas malas calificaciones. ¿Cómo afrontarlo? En principio, apunta la psiquiatra, psicoterapeuta y directora del Instituto Psiquiátrico Ipsias, Ana Isabel Sanz, «sugeriría evitar la crispación y responsabilizar al estudiante tachándolo de 'vago', 'despreocupado', 'irresponsable' e 'incapaz'».

Porque, antes de sacar conclusiones sobre los motivos de unos malos resultados académicos, prosigue Sanz, también directora del departamento de Psiquiatría del Centro de Rehabilitación Dionisia Plaza, «hay que sentarse a hablar y analizar dónde han podido surgir los problemas y valorar el esfuerzo realizado, o admitir que este no ha sido el suficiente. Ante una actitud dialogante, en lugar de un acercamiento descalificador o amenazante, el estudiante no se cerrará en una postura defensiva o incluso de mutismo, sino que se sentirá capaz de reflexionar sobre lo que ha hecho y si ha sido suficiente, o transmitir si presenta dificultades en su capacidad de sacar el máximo rendimiento al tiempo que dedica a las tareas académicas».

En estos primeros momentos, más que señalar el fallo, corrobora Beatriz Bacaicoa, profesora de Bachillerato del Colegio Europeo de Madrid, «conviene revisar juntos el proceso, reconociendo el esfuerzo y buscando, con calma, qué puede mejorarse. Cada estudiante –asegura esta experta–, tiene su manera de aprender, y a veces lo que falla no es la motivación ni el esfuerzo, sino la estrategia. «Algunos necesitan más organización, otros trabajar en bloques cortos de tiempo, otros visualizar los contenidos... Lo primero que hay que hacerse es una serie de preguntas: ¿Cómo estudia? ¿Cuánto tiempo le dedica? ¿Qué le funciona y qué no? Y a partir de ahí, ofrecer herramientas adaptadas a su estilo de aprendizaje. Porque una mala nota puede ser una oportunidad para ajustar el enfoque, no una sentencia».

Otras cuestiones que hay que barajar es «que no haya existido algún acontecimiento estresante que esté afectando la concentración del menor en sus tareas escolares o que exista una limitación a nivel cognitivo», señala Ana Belén Pardo Salamanca, directora de la especialidad de orientación educativa del máster del profesorado en Universidad Internacional de Valencia (VIU) y especialista en trastornos del neurodesarrollo.

A partir de ahí, y una vez descartadas estas posibilidades, continúa la docente de la VIU, «es importante observar si el niño dedica mucho tiempo y esfuerzo a la realización de los deberes y al estudio de las materias. Si, a pesar de esta entrega, los resultados siguen siendo bajos y no se corresponden con el tiempo y la dedicación invertidos, podríamos estar ante la posibilidad de un trastorno del aprendizaje», advierte.

En estos casos, apunta Bacaicoa, «lo mejor es abordarlo desde una mirada integral, en colaboración con el departamento de orientación. Hay señales que pueden indicar que algo más está interfiriendo en el aprendizaje, y detectarlo a tiempo es clave para poder ofrecer el acompañamiento. No se trata de etiquetar, sino de comprender qué necesita ese alumno para poder desplegar todo su potencial». Pero es fundamental, añade Pardo Salamanca, «averiguar qué le está ocurriendo e intervenir lo antes posible, con el objetivo de evitar el fracaso académico y, como consecuencia, un daño reseñable en su autoestima».

Una vez analizados si los métodos de enseñanza, de evaluación o el estado emocional del estudiante suponen barreras significativas, la siguiente consideración es, a juicio de la directora del Instituto Ipsias, «considerar si hay problemas específicos (dislexia, Tdah...) que obstaculizan la capacidad de aprendizaje de un determinado alumno».

Así, concluye esta psiquiatra, «ante dificultades persistentes en el progreso académico de un niño, antes de pensar en su incapacidad o una mala actitud conviene incluir entre las posibilidades que se deben considerar dificultades específicas que van más allá de la voluntad del menor y que requieren una evaluación y un abordaje especializado, nunca una estigmatización. Cuanto antes se tomen medidas menor daño implicarán para su desarrollo emocional».

FUENTE:

https://www.abc.es/familia/educacion/vago-desmotivado-mensajes-pueden-extraer-suspensos-hijo-20250624143755-nt.html

jueves, 22 de mayo de 2025

TDAH: COMPRENDER PARA ACOMPAÑAR

 


El TDAH no es una desviación, es una brújula que señala caminos distintos y maneras de ser diferentes a los tradicionales, pero igual de válidos. Solo hay que atreverse a seguirlos.
Imagen generada por inteligencia artificial (ChatGPT, OpenAI, 2025).

El Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) no es una moda, ni una excusa, ni el resultado de una mala crianza. Es un trastorno neurobiológico del desarrollo que afecta a entre un 5 y un 7% de la población infantil. El TDAH persiste en la edad adulta en aproximadamente el 50% al 65% de los casos diagnosticados en la infancia. Esto significa que, aunque algunos síntomas pueden atenuarse con la maduración neurológica y el desarrollo de estrategias de compensación, entre la mitad y dos tercios de los niños con TDAH continuarán presentando síntomas clínicamente significativos en la adultez.

En cuanto a la prevalencia general, se estima que el TDAH afecta aproximadamente al 2,5% al 4% de la población adulta, según estudios internacionales. En adultos, el cuadro clínico suele cambiar respecto al de la infancia:

  • La hiperactividad se vuelve más interna o subjetiva (sensación de inquietud constante).
  • Persisten los problemas de atención, impulsividad, organización y planificación.
  • Se asocia frecuentemente con dificultades laborales, problemas en relaciones personales y baja autoestima.

La identificación en la edad adulta suele ser más compleja porque muchos adultos no fueron diagnosticados en su infancia, o bien aprendieron a camuflar los síntomas, pero siguen sufriendo sus efectos.

El TDAH está ampliamente reconocido por la comunidad médica y científica internacional, descrito en manuales diagnósticos como el DSM-5, y respaldado por numerosos estudios de neuroimagen y genética que muestran diferencias claras en el funcionamiento cerebral de las personas que lo padecen.

El TDAH no se ve. No deja marcas físicas. Pero está ahí, en la forma en que el cerebro regula la atención, la actividad y los impulsos. Las personas con TDAH tienen un funcionamiento distinto en áreas clave como la corteza prefrontal, responsable de lo que llamamos funciones ejecutivas: planificar, organizar, recordar instrucciones, regular emociones, priorizar tareas o mantener el foco. Y aunque estas habilidades se desarrollan con la maduración del cerebro, en el TDAH suelen hacerlo con retraso o de forma irregular.

Esto significa que muchos comportamientos que, a simple vista, pueden parecer caprichosos, desafiantes o desmotivados, en realidad responden a una dificultad real del cerebro para autorregularse. No es que no quieran prestar atención: es que les cuesta filtrar estímulos irrelevantes. No es que no puedan estarse quietos: es que moverse les ayuda a pensar mejor. No es que no escuchen: es que su mente salta de un estímulo a otro sin que puedan evitarlo. No es que no les importe: es que están agotados de no poder controlar lo que otros hacen sin esfuerzo.

Imagina que te piden hacer una receta compleja sin darte los ingredientes ni los pasos, mientras alguien te habla sin parar y cambian la música cada 10 segundos. Así es como viven las tareas diarias muchos niños y adultos con TDAH. Y lo hacen cada día, en casa, en clase, en sus relaciones, en el trabajo. El resultado suele ser frustración, reproches, castigos, baja autoestima… y el riesgo de que, con el tiempo, dejen de intentarlo.

El TDAH no es un trastorno leve. Afecta significativamente a la vida escolar, familiar, social el aspecto laboral. Pero tampoco es una condena. Con un entorno que entienda su funcionamiento, con adultos que los acepten, los acompañen y apoyen desde el cariño, estas personas pueden aprender a desarrollar estrategias para compensar sus dificultades y destacar por su creatividad, sensibilidad, energía, intuición y capacidad de conectar con lo auténtico.

Aceptar el diagnóstico no es etiquetar, ni resignarse, ni rendirse. Es el primer paso para entender por qué ocurren ciertas conductas y cómo acompañarlas mejor. Es comprender que cuando tu hijo se olvida de lo que le acabas de decir no lo hace para desafiarte; cuando se mueve sin parar no lo hace por desobediencia; cuando te interrumpe no es porque no te respete. Lo hace porque su cerebro funciona de otra forma, y aún está aprendiendo a regularlo.

Es nuestra tarea, como adultos responsables, construir puentes entre su mundo y el nuestro. Ser esa red que sostiene cuando tropiezan. Ser quienes les enseñamos a aprovechar sus fortalezas sin hacerles sentir defectuosos por sus dificultades.

Con intervención temprana, tratamiento multidisciplinar (que puede incluir psicoterapia, apoyo escolar y, en algunos casos, medicación), acompañamiento familiar y una escuela inclusiva, el pronóstico del TDAH mejora de forma significativa.

Porque sí, hay esperanza. Pero la esperanza empieza por comprender.

Y si alguna vez dudas, recuerda: tu hijo no es un niño difícil o un adulto rebelde. Es un niño o adulto que lo tiene difícil. Y te necesita más que nunca. No para que le exijas ser como los demás, sino para que le ayudes a ser la mejor versión de sí mismo.

El TDAH no es una etiqueta. Es una invitación a mirar el mundo de las personas con TDAH con otros ojos y a valorar talentos que no siempre se ajustan a los moldes establecidos.

FUENTE:
Gloria López Ruiz

martes, 22 de abril de 2025

TÉCNICA POMODORO ADAPTADA PARA TDAH

 


Objetivo: 

Mejorar la concentración dividiendo el tiempo de estudio en intervalos cortos y manejables.

¿Cómo se aplica?

  • Elige una tarea específica. Por ejemplo: leer una página del libro de ciencias.
  • Configura un temporizador para 10-15 minutos. (Puedes usar un reloj visual o de arena si el niño es pequeño).
  • Durante ese tiempo, el niño se concentra solo en esa tarea. Es importante minimizar distracciones (sin móvil, sin ruido, etc.).
  • Cuando suene el temporizador, se hace una pausa de 5 minutos. Que se levante, se estire, tome agua, juegue un poco…
  • Después de 3 o 4 ciclos, se hace una pausa más larga (15-30 minutos).

¿Por qué funciona?

Los niños con TDAH suelen tener dificultad para mantener la atención por mucho tiempo.

Esta técnica les da una estructura clara, tiempos breves y descansos frecuentes, lo que mejora su capacidad de mantener la concentración sin frustrarse.




Un incentivo como refuerzo positivo es una excelente estrategia complementaria, especialmente efectiva en niños con TDAH.

Después de completar un número determinado de “Pomodoros” exitosos (por ejemplo, 3 ciclos de estudio), se le entrega un incentivo que motive al niño.

Ejemplos de incentivos:

  • Elegir y realizar un juego o actividad favorita durante 15-30 minutos.
  • Pegatinas o puntos que se puedan canjear por un premio mayor.
  • Tiempo extra en el parque o con dispositivos electrónicos.
  • Un elogio especial o mensaje positivo escrito por los padres o docentes.
  • Una ficha que diga: “¡Hoy lo hiciste genial!”.

Claves para que funcione

  • El incentivo debe ser inmediato (cuanto más pequeño el niño, más rápido debe recibirlo).
  • Personalizado: que se adapte a los intereses del niño.
  • Coherente: siempre que se logre el objetivo, se entrega el refuerzo.
  • Gradual: se puede aumentar el número de Pomodoros necesarios conforme el niño mejore su autorregulación.
IMÁGENES: creadas por IA

martes, 18 de marzo de 2025

UN NUEVO PROYECTO: MI LIBRO SOBRE EL TDAH

 


Primero que todo, quiero disculparme por mi ausencia en el blog durante los últimos meses. 

He estado inmersa en un proyecto muy especial que finalmente está tomando forma: estoy escribiendo un libro sobre el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH).

Este libro está dirigido tanto a padres, educadores y profesionales que trabajan con niños y adultos con TDAH, como a las propias personas que viven con este trastorno. A lo largo de estas páginas, explico cómo funciona el cerebro de las personas con TDAH y comparto estrategias prácticas, basadas en la experiencia, para ayudar a mejorar el rendimiento escolar y personal, brindando herramientas útiles que pueden hacer una gran diferencia en la vida diaria.

El enfoque de mi libro es ofrecer soluciones concretas para los desafíos que afrontan tanto niños como adultos con TDAH, basándome en investigaciones, estudios recientes y mis propias vivencias impartiendo conferencias y charlas sobre este trastorno, tanto a padres y madres, como a docentes. Mi objetivo es ofrecer un recurso accesible, claro y lleno de esperanza, en el que tanto los afectados como sus familias puedan encontrar la guía necesaria para prosperar y llevar una vida equilibrada.

Creo que un libro sobre este tema puede ser una gran herramienta, y es por eso que me siento emocionada de poder compartir mis conocimientos con los futuros lectores. Todavía no tengo un título definitivo, pero puedo adelantarles que es un trabajo que he desarrollado con mucha pasión y dedicación.

Si alguna editorial está interesada en publicar este trabajo o en conocer más detalles sobre el contenido, estaré encantada de escuchar sus propuestas.

Gracias por seguirme, por su paciencia y apoyo constante. ¡Nos leemos pronto con más novedades!

Gloria López Ruiz