TDAH = Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad

viernes, 25 de septiembre de 2020

TRASTORNO NEGATIVISTA DESAFIANTE: EN QUÉ CONSISTE, CÓMO IDENTIFICARLO Y QUÉ HACER

 


El trastorno negativista desafiante (TND) se atribuye a niños irritables, retadores y vengativos. Es más frecuente en varones y comienza antes de los 18 años, especialmente en la etapa preescolar. Aunque en las niñas suele producirse antes. Ocasiona un deterioro grave del comportamiento que se evidencia tanto en la familia como en la escuela. Requiere una intervención profesional, pero seguir unas pautas de inteligencia emocional en la educación de nuestros hijos es siempre de gran ayuda.

Hay que tener claro que se trata de un síndrome que impide un correcto desarrollo de las emociones y la necesaria adaptación a la sociedad. Por eso, si dejamos que avance sin proporcionar tratamiento psicológico, el curso habitual es que el menor acabe incurriendo en la transgresión de normas. El resultado final puede desembocar en el desarrollo de una personalidad antisocial en la vida adulta. Como consecuencia, es fundamental una atención temprana. Y comprender que la etapa preescolar es el momento clave para diagnosticar y tratar el TND.

Claves para identificarlo

Para averiguar si nuestro hijo puede estar desarrollando este síndrome, debemos prestar atención a varios aspectos:

1.- Diferenciarlo del enfado

Antes de nada, conviene tener claros algunos conceptos básicos, como el del enfado. En realidad, es una emoción sana que nos permite proteger nuestros límites cuando nos sentimos vulnerados. Los niños comienzan a expresarlo sobre todo a la edad de 3 años. Pasan por una etapa en la que suelen decir que no a todo. Se trata de una forma de afirmarse, pues están aprendiendo a poner límites.

Y está bien que lo hagan, porque estas reacciones, que permiten expresar lo que aceptan y lo que no, les prevendrán de ser violentados y de sufrir abusos. Esta etapa hay que entenderla como un período de práctica. Esto les permite marcar los límites entre lo que toleran y lo que no. Posteriormente se irá expresando de un modo más evolucionado; a medida que crezcan desarrollarán estrategias más maduras.

La conclusión es que los comportamientos anteriores son normales y necesarios para el desarrollo del niño. Y se diferencian muy bien del trastorno negativista desafiante

 2.- Actitudes ocasionales o habituales

Las reacciones de enfado serán un problema cuando se produzcan de manera permanente y generalizada hacia cualquier figura de autoridad, como padres y profesores. Aquí el mal humor y la irascibilidad son constantes. Nos referimos a menores que se muestran hostiles, desobedientes y retadores hacia la autoridad de manera sistemática. Y esa tendencia se prolonga por un periodo de tiempo largo, de al menos un año. Por ello, se deben observar en casa con qué frecuencia suceden estas reacciones.

3.- En una única dirección o en muchas

Asimismo, si van dirigidas a una persona en concreto o a varias: padres, profesores… Por ello habrá que informarse de cuál es su situación en el aula. Si en el centro educativo es distinta y en clase está bien adaptado, nos indicará que se trata de un problema que únicamente se manifiesta en el ámbito familiar.

4.- Otras situaciones que pueden confundirnos

Problemas de fondo

Es importante saber si el menor está sufriendo algún problema fuera o dentro de casa. No hablaríamos de este síndrome si se trata de un negativismo ocasional que responde a problemas dentro o fuera del hogar, y que se produce de un modo menos general. Por ejemplo, si el niño dirige su hostilidad hacia un progenitor pero no hacia el otro. En ese caso habría que analizar la situación familiar, pues puede haber aprendido a desautorizar a uno de ellos, posiblemente imitando conductas que ha visto en casa.

El medio para obtener lo que quieren

En general, podemos decir que, si no se comporta de manera hostil con todas las figuras de autoridad, entonces esta actitud está cumpliendo otra función. Estas situaciones puntuales se pueden deber a una estrategia para conseguir lo que quieren ante padres que ceden a sus peticiones. Y es que los niños comprenden rápidamente que la hostilidad les funciona cuando quieren salirse con la suya.

Posibles conflictos con algún hermano

En el caso de que estos comportamientos se observen hacia algún hermano, hay que valorar si únicamente suceden en esa relación o también se dan con otras personas cercanas. Esto nos permitirá diferenciar un problema concreto del trastorno negativista desafiante.

Etapas de estado de ánimo bajo

Otra variable que debemos tener en cuenta es que los niños pueden pasar por momentos de desánimo, y algunos expresarán la tristeza mediante la irritabilidad. Pero esto no debe confundirse con el síndrome del que hablamos.

Reacción en la adolescencia

A veces responde a una forma útil de reafirmación en esta época de su vida. La desarrollan frente a padres controladores que invaden su espacio. Los hijos tratarán entonces de poner límites al acercamiento excesivo mediante la hostilidad. Además, en la pubertad es más frecuente que los adolescentes no manejen adecuadamente sus emociones e impulsos. Podemos encontrarnos a menudo con una hostilidad que no se ha reconducido. O a buscar esa reafirmación y separación de la familia mediante el enfado.

5.- Grandes diferencias con el trastorno de déficit de atención e hiperactividad

A veces este trastorno también puede solaparse y/o identificarse equivocadamente con el de déficit de atención e hiperactividad (TDAH). En ambos son casos se produce un rechazo manifiesto a cumplir con algunas obligaciones, como hacer los deberes o colaborar en las tareas de la casa.

Pero una de las diferencias básicas estriba en que en el TND hay una intención de resistirse a las exigencias externas mientras que en el TDAH no existe ese deseo deliberado. Simplemente no cumplen porque no pueden regularse o centrarse y se olvidan. Por esta razón, aunque en los menores con TDAH puedan darse comportamientos aparentemente desafiantes, la intencionalidad los diferencia. El niño hiperactivo no puede obedecer con facilidad, el desafiante no quiere obedecer.

No obstante, es común encontrar menores con ambos diagnósticos. En ellos se solapan estas reacciones desafiantes, que les permiten obtener ciertas cosas que desean. Al conseguirlas, tales conductas son fortalecidas por el entorno. El resultado es que entran en proceso disfuncional en el que esa actitud les permite sostenerse.

En conclusión, todas estas situaciones son ejemplos que no implican necesariamente el desarrollo de este síndrome. No obstante, algunas dinámicas familiares pueden originarlo y prolongarlo.

Características del trastorno negativista desafiante

1.- Hostilidad hacia cualquier figura de autoridad.

El niño la percibe como una amenaza permanente y le guarda rencor y deseos de venganza.

2.- No hay temor a las consecuencias.

Este comportamiento se produce de una manera rígida y los menores no son capaces de cambiarlo a pesar de saber que tendrá una repercusión negativa para él. Esta cuestión es vital para entender y manejar este problema. Porque es normal que los menores cometan pequeñas infracciones durante su desarrollo moral. Es parte de una necesidad de experimentar y aprender lo que está bien y lo que no. Pero en los que padecen TND no funciona como una enseñanza.


Un ejemplo ilustrativo

Pongamos que un niño pisa a una mascota. Cuando el animal se queja por ello, él percibe ese dolor. Es entonces cuando aprende que eso no está bien, lo que ayudará a que no lo repita en el futuro y trate de evitarlo. Sin embargo, cuando hay un TND, las consecuencias de su conducta no sirven para frenarles. Esto tiene graves derivaciones para el desarrollo de su empatía y la adaptación a la sociedad. Además, dificulta su educación y la corrección de su proceder mediante modos habituales de educar, basados en el castigo o la retirada de la atención.

Cómo se manifiesta la hostilidad

Se puede observar por los siguientes comportamientos negativistas desafiantes que se producen de manera frecuente, tanto en casa como en la escuela:

  • Se encoleriza e incurre en pataletas.
  • Discute con los adultos o los desafía activamente, rechazando cumplir sus demandas y normas.
  • Molesta deliberadamente a otras personas.
  • No se hace responsable de sus errores, culpando a otros de su mal proceder.
  • Es susceptible y se siente fácilmente molestado por los demás.
  • Se muestra colérico, resentido e iracundo.
  • Es rencoroso y vengativo.

Evolución del TND si no se trata

1.- Conductas disociales

El curso habitual de este trastorno, si no recibe tratamiento, es que el niño desarrolla una personalidad disocial, desajustada a su entorno. En la vida adulta evolucionaría hacia una claramente antisocial. La problemática disocial es distinta del TND, fundamentalmente porque la hostilidad no supone violar los derechos de los demás, como sí sucede con un trastorno disocial.

Un ejemplo puede ilustrar la diferencia entre el comportamiento de un niño negativista y el de un niño disocial. Supongamos que se les pilla mintiendo. Pues bien, el primero reconocerá que ha mentido, pero lo expresará con hostilidad y rencor, retando a la figura de autoridad. En cambio, el segundo habitualmente no lo reconoce y busca dañar.

2.- Personalidad antisocial

Así pues, si el síndrome no es atendido, el niño puede empezar a desarrollar conductas antisociales, destructivas y transgresoras. Su actitud supondrá un serio desajuste social. Nos referimos a violaciones graves de normas, algunas de ellas muy extremas. A saber:

  • Agresiones físicas a personas.
  • Crueldad con los animales.
  • Mentiras.
  • Robos.
  • Fugas del hogar.
  • Absentismo escolar.
  • Abuso de drogas.
  • Vandalismo.
  • Destrucción de la propiedad.
  • Abusos sexuales.
  • Homicidios.

En estos casos, esa trasgresión y esa hostilidad no se deben sólo a no querer cumplir con las normas o exigencias, sino al deseo de dañar. Suelen tener problemas legales desde muy temprano. A menudo se ven abocados a terminar en centros de menores y, después, a cometer delitos en la vida adulta.

¿Qué puedo hacer si tengo un hijo con trastorno negativista desafiante?

Para manejar este trastorno, es esencial identificarlo de manera temprana, en la etapa preescolar. Es la mejor forma de prevenir su agravamiento. A menudo, las prácticas de crianza y los problemas parentales suelen mantenerlo, por lo que son áreas en las que resulta necesario intervenir. Un profesional debe revisar dichas prácticas, así como analizar los conflictos e historia personal que pueden estar contribuyendo al problema.

El entorno es determinante

Esto se comprende mejor si nos paramos a pensar que las personas no somos individuos aislados. Nos desenvolvemos siempre dentro de un contexto en el que nuestros actos cobran sentido. Éste influye especialmente en las etapas infantiles y en la adolescencia, períodos en los que la personalidad todavía no ha acabado de formarse.

Por eso es tan importante conocer el núcleo familiar inmediato de los niños: saber qué tipo de pautas reciben de los padres, si existen conflictos entre los progenitores… Se trata de un problema de ida y vuelta. Es decir, los comportamientos desafiantes y hostiles van a aumentar los problemas en casa. En general, podemos verlo como un circuito que se retroalimenta.

Situaciones familiares que lo propician

1. Preguntas que pueden hacerse los padres

Son determinantes algunas cuestiones relativas al ambiente que se vive en el hogar y al tipo de relaciones que se da entre los miembros del núcleo familiar:

  • ¿Discuten frecuentemente en casa, y de manera hostil, delante del niño?
  • ¿Se desautorizan mutuamente en su presencia?
  • ¿Han aplicado castigos físicos frecuentemente?
  • ¿Se ha mostrado hostilidad hacia el niño?

También es fundamental analizar la clase de disciplina que hay en casa:

  •  ¿Las normas son rígidas, coherentes o laxas?
  • ¿Se aplican reglas contradictorias o incoherentes?
  • ¿O hay ausencia de normas?

Todas estas circunstancias contribuyen crear un trastorno negativista desafiante. Pero los padres pueden aprender nuevas herramientas para manejar los conflictos sin recurrir a la hostilidad y el castigo.

2. Disciplina estricta y escasa atención a las emociones

Es frecuente observar niños y niñas con TND en entornos donde hay una disciplina férrea con poco apoyo emocional y donde se expresan sentimientos negativos hacia los hijos. Así pues, es una forma de dar respuesta a unas normas muy rígidas y coercitivas que no permiten el desarrollo y la gestión de sus emociones.

En general, el empleo de la hostilidad como forma de educar a los hijos suele aumentar las reacciones agresivas en ellos, en lugar de controlarlos como se pretende. Por ese motivo, la intervención familiar durante la terapia se basa en rehusar la hostilidad y el castigo físico. En cambio, se debe tratar de corregir la conducta con afecto y enseñar comportamientos proactivos y sociales.

3. Un entorno con normas relajadas y variables

La hostilidad también puede darse como un intento de poner normas en las familias en las que no hay criterios claros de crianza. Otros rasgos comunes de estos ambientes son la falta de estabilidad en los horarios y las rutinas, y unas reglas laxas y cambiantes. Tampoco disfrutan de la regularidad que los niños necesitan. Los pequeños asumen entonces el papel de poner las normas mediante la hostilidad.

En estos casos, la solución pasa por establecer unas rutinas en casa que fomenten la estabilidad del menor. Que su núcleo familiar se vuelva predecible y menos estresante le permitirá calmarse y manejar sus emociones. Es básico que las normas de crianza sean coherentes, de lo contrario no aprenderán qué reacciones son adecuadas y cuáles no.

Con esto lo que busca el profesional es modificar la interacción entre padres e hijos. Y no porque responsabilice a los padres, sino porque ellos son los que tienen que educar a sus hijos y en ocasiones necesitan aprender herramientas adecuadas.

4. Las circunstancias problemáticos no ayudan

En ocasiones se observan casos de TND en ambientes familiares con situaciones complicadas. Por ejemplo, cuando la madre o el padre sufren depresión. Esto tiene consecuencias, pues el progenitor puede mostrarse más irritable y alterado con su hijo. Al tener dificultad para manejar sus propias emociones, suele interpretar y señalar los comportamientos negativos de los hijos desde esa ‘lupa emocional’ negativa.

Otras situaciones propiciatorias son las que se producen cuando existen conflictos en el matrimonio, condiciones precarias o hacinamiento, abuso de drogas, conducta antisocial en los padres, e incluso maltrato y abuso infantil.

Por ello, es esencial que el adulto trate antes sus propias dificultades para manejar las emociones. Solo así podrá ser un modelo del que su hijo aprenda. Y estará en disposición de educarle en estrategias para la gestión emocional adecuada. En ellas el castigo nunca debe ser la única vía.

Recursos y herramientas para el cambio

En general, el castigo per se no produce aprendizaje porque no enseña nada nuevo. Por tanto, para cambiar un comportamiento necesitamos explicar que existen otros más saludables.

Lo que hay que entender es que todos estos problemas dificultan que se desarrolle una relación de confianza, cariño y seguridad en la familia. En la medida en que el niño perciba hostilidad, reaccionará desafiando. Por eso, es imprescindible tratar los problemas para que se pueda construir una relación de apego. En ella el menor podrá percibir que es cuidado, atendido y entendido, a la vez que se le ponen unos límites para que pueda desarrollarse de forma segura.

Trabajo conjunto de padres y maestros

Dado que también los profesores son una figura de referencia para los niños, sería muy beneficioso que también ellos les enseñaran recursos. Frecuentemente, cuando los maestros se enfrentan a alumnos con este tipo de trastorno, responden de un modo autoritario.

Pero es algo que no conviene en estos casos, ya que fortalece el círculo vicioso. Deben tener presente que reducir el uso de los comentarios negativos favorece que el alumno no reaccione con hostilidad en el aula.

En resumen, conviene que ambos, padres y profesores, trabajen para estructurar nuevas rutinas en el menor. Estas deben ir orientadas a favorecer sus destrezas. A hacerles ver los recursos que ya tiene y que son más valiosos que la hostilidad y el desafío que utilizan habitualmente.

El juego se puede emplear como una herramienta clave para establecer reglas básicas, fomentar sus habilidades sociales y enseñarle nuevas formas de conducirse respetuosas con los demás. Así, los padres podrán captar la atención de sus hijos eficazmente y dar órdenes de una manera clara. Por ejemplo, enseñarles a no interrumpir y señalar sus comportamientos negativos de forma constructiva. ¿Cómo? Mostrándoles inmediatamente después uno alternativo, más útil y sano.

Candela Molina Gutiérrez.

Psicóloga sanitaria y coordinadora

Centro Psicológico Cepsim

FUENTE

https://saposyprincesas.elmundo.es/consejos/psicologia-infantil/trastorno-negativista-desafiante/ 

https://pixabay.com/es/vectors/salud-mental-la-cabeza-v%C3%B3rtice-5318191/